¡No...eh!

Le pusieron el nombre de Noé o Noah, que significa “cómodo” o “fácil de llevar” e incluso idea de descanso.

08 DE ABRIL DE 2018 · 10:00

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En el magnífico musical “El Diluvio que viene”, que arrasó con éxito los teatros de España allá por el 1977 y siguientes, hay una simpática escena, en la que Dios, mejor dicho la voz de Dios, llama por teléfono al Párroco del pueblo de ficción, y le comunica que a causa de los desmanes del mundo va a enviar un diluvio, el buen Párroco, que ama a su pueblo, le contesta con sorpresa: “no… ¿eh?” y el Altísimo le contesta: “con que no… ¿eh?, este será tu nombre: Noé” y he recordado este simpático momento, de este agradable musical, que además podrá escucharse en Radio “Bona Nova”, el Lunes 2, sobre las 10 horas. Y me ha venido al “Desde el Corazón”, en razón del conocimiento de una nueva exposición: que el Museo de Israel expondrá durante tres meses, el importante manuscrito, que forma parte de los manuscritos del mar Muerto, de los impresionantes rollos de Qumrán. Hallazgo que significa un relato del libro de Génesis que trata sobre Noé y Abraham. Fragmento escrito en arameo hace 2.100 años antes de Cristo, que menciona el diluvio y lo que hizo Noé tras la orden que Jehová le dio, para qué hacer al salir del arca. Fragmento que varias publicaciones españolas han resaltado en la prensa.

Y le ha parecido bien a mi “Desde el Corazón” escribir distendidamente, sobre este gran personaje: ¿cuál era su familia?; ¿qué sabemos sobre su carácter?; ¿en qué época le tocó vivir? y otros aleccionadores detalles, pues aunque la Biblia no nos da muchos datos, sí nos ofrece mucho más que las 22 columnas del impresionante hallazgo. Por otra parte, sí nos da buenos temas, para tener una idea clara sobre este personaje que a pies juntísimos creemos histórico como todo el Génesis, y sobre todo nos da la versión correcta del ser y del hecho, y nos ayuda a descalabrar recientes películas que son nefastas y de extravagante ciencia ficción.

También “Desde el Corazón” en este relato bíblico aparecen: el diluvio, el arca, la paloma, la ramita de olivo y el Arco Iris, que en sus realidades históricas son elementos que por su fuerza simbólica y teológica nos enseñan verdades bíblicas que muchos cristianos hoy no tienen una imagen clara de quién fue este hombre que la Biblia describe como “justo e íntegro” y al que el profeta Ezequiel señala como uno de los grandes hombres de la historia antigua, junto a Job y Daniel.

Su familia, cual si uno fuera al Registro Civil para conocer su genealogía, fue hijo de Lamec, y fue el mayor de sus hermanos. Su abuelo, Matusalén, es conocido como el hombre más longevo de la humanidad: vivió 969 años y murió el mismo año que sobrevino el diluvio. El relato de Génesis vincula claramente la línea genealógica de Noé con el primer hombre: Adán, y la descendencia que no procedía de Caín, que cometió el primer acto de violencia de la historia de la humanidad, matando a su hermano Abel.

Le pusieron el nombre de Noé o Noah (hebreo: נֹחַ) que significa “cómodo” o “fácil de llevar” e incluso idea de descanso, nombre que siguiendo la tradición semita del porqué de la selección de los nombres, su padre le puso uno con un sentido profético: “éste -dijo Lamec- nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que el Señor maldijo”.

Su ubicación, muy presumiblemente, pues que la localización no se especifica de forma concreta, sería en el área de Mesopotamia. Por lo que es fácil deducir que el arca, después del diluvio, acabara posándose sobre los montes de Ararat, en la Turquía actual. Y allí es posible que desarrollara su vida posterior al diluvio.

Es fácil imaginar que su función profesional siguiera la línea nómada y pastoral de los patriarcas al entroncar su genealogía con el hijo de Adán, Abel. Sin embargo, después del diluvio se le ve plantando viñedos, siendo natural recuperar el valor del cultivo de la tierra tras la devastación y evidenciando el carácter de trabajo de la ética bíblica. Así que le llama “labrador”. La construcción del arca, por otra parte, le ocupó mucho tiempo de trabajo: en concreto, 120 años y, sin embargo, no se dedicó a la carpintería. Pero sí fue durante ese tiempo un portavoz de Dios sobre el juicio que vendría sobre la tierra.

Revelándonos con tal proceder de obediencia a Dios y testimonio de Su mensaje, que era “justo e íntegro (perfecto) en sus generaciones”. Justo, se refiere a sus acciones. Íntegro, a su fe en Dios. Y se dice que “caminaba con Dios”, lo que en la enseñanza bíblica significa “amar a Dios y al prójimo”. Con Noé, sobrevivieron su esposa, sus tres nueras y sus tres hijos Sem, Cam y Jafet. De los cuales procedieron todas las familias de la tierra.

Y si extraordinario le parece al Museo de Israel, el fragmento hallado, admirable nos parece a los creyentes que Jesús vindicara tal personaje y nos lo mencionara como lección profética cual: “como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día que Noé entró en el arca, y no conocieron hasta que vino el diluvio y llevó a todos. Así será la venida del Hijo del hombre”; (Mateo 24:37-39) y el gran historiador y médico, Lucas, lo incluyera en la genealogía de Cristo. El elocuente autor de Hebreos habla de su fe, destacando su obediencia ante el encargo de hacer el arca. “Por esa fe condenó al mundo y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”. Y el gran Apóstol Pedro, en su segunda carta, afirma que Noé fue “guardado” del juicio del diluvio, y le llama “predicador de justicia”, poniéndolo como ejemplo a seguir para los primeros cristianos y los de hoy día. Seguro que en la exposición del Museo de Israel todo esto de mi “Desde el Corazón”, no se dirá, pero aquí estamos nosotros.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - ¡No...eh!