La importancia de la solidaridad en la vida de los primeros cristianos

Incluso en aquella época, el llamado no era solo a ayudarse entre las iglesias del cuerpo, sino a preocuparse por los que habrían de pertenecer a él.

24 DE MARZO DE 2018 · 22:00

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El domingo pasado hablaba de ese buen quehacer pastoral del apóstol Pablo. Continúo destacando su llamamiento a la solidaridad entre las iglesias. De esa ayuda mutua que podría contribuir a ese ‘andar con Cristo’: “Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros” (Colosenses 4.16). La sugerencia no era solo para unos sino también para los otros. ¿Buscando la armonía, quizás? Su propia experiencia anterior le llevaba a ser atento.

Como todavía estamos por aquí, de paso, pero estamos, seguramente se sentían alentados a proseguir al blanco sabiendo que podían contar con ayuda para los momentos complicados. Porque sabían que esa solidaridad había sido instaurada por uno que había sido solidario, pues olvidándose de su condición divina se encarnó con ellos, con nosotros, se humilló y cargó con nuestras faltas para traernos una abundante vida nueva.  Conociendo nuestra condición, pienso que solos no podían, y se necesitaban unos a otros. Por eso Pablo no cesa de recomendar. “Decid a Arquipo: ‘Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor”. “Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes y completos en todo lo que Dios quiere… que tiene gran solicitud por vosotros…”.

Qué bueno y cuán delicioso era saber que estaban en los pensamientos de sus hermanos con tanta solicitud. “Todo lo que acá pasa os lo harán saber…”.  No se guardaban nada de lo que era necesario decir, es decir, lo que era bueno para la mutua edificación.

¿Quién desearía entrometerse en ese caos generado por las diferencias teológicas existentes en la iglesia de Antioquía? Pero van y buscan ayuda de otra iglesia, la de Jerusalén, que se implica en la situación, aun cuando entre ellos estaban Pablo y Bernabé. Y van y son recibidos por los hermanos que los escuchan. Y juntos buscan soluciones para que la iglesia no se desintegre. Y envían a dos principales de los suyos para que acompañen a Pablo y a Bernabé de vuelta, respaldándolos, diciendo que son de gran estima por su trayectoria en la obra. Y todo a través de una carta, una epístola… con lo complicado que sería encontrar pluma y papiro. Y los de la comitiva entregan la carta sin adulterarla, tal cual. Se nos dice que, habiendo leído la carta, se regocijaron por la consolación. La iglesia de Jerusalén se implica porque sabía que el Cuerpo quedaría resentido si esta nueva iglesia se dividía. Sentían el sufrimiento de esta iglesia. 

Cada uno profundice en estos hechos. Yo continúo asombrándome de ese gesto de preocupación del apóstol por las iglesias. En Hechos, podemos leer que dijo a Bernabé: “Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están”.  No obstante, aun cuando este parece un buen plan, surgen las desavenencias; pero aun así, toman decisiones y continúan la misión, a pesar de hacerlo cada uno por separado.

Me imagino que este género literario, el epistolar, utilizado por el apóstol para comunicarse con las iglesias de allende y aquende fue muy acertado. Podemos conocer el contexto histórico del momento en que escribió las cartas. Gracias a ellas nos percatamos de las circunstancias por las que atravesaban las iglesias, sus problemas, crecimiento, su fe, avances y retrocesos.  Vemos cómo se predicaba el evangelio, cómo se realizaba el partimiento del pan, la comunión, cómo se perseveraba en la oración y se llevaban a cabo los ministerios.  Nos transmiten cómo Pablo utilizó su formación, seguro también en las artes de la retórica, para llegar de forma persuasiva a los destinatarios de sus misivas. Valoro la utilización de su pluma para transmitir lo que él había recibido. Tenía un ministerio y lo cuidaba y ejercía con diligencia. Resalto el carácter pastoral de esas cartas, incluso aquellas consideradas personales como las dirigidas a Timoteo, Tito y Filemón. En todas ellas nos encontramos con enseñanzas para fomentar el cuidado de las congregaciones, como si fuesen nuestros propios hijos. Muy complejo.

El apóstol Pablo propiciaba las relaciones entre las primeras comunidades cristianas. Vemos grandes muestras de generosidad entre ellas y también el gozo de él ante estas actitudes, como cuando dice a los corintios: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos”. “Por tanto -añade-, “como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia”

A través de las cartas se perciben los esfuerzos que hacía llamando a acabar contra los conflictos entre judíos y gentiles, recordando que hay un solo cuerpo, un solo espíritu, una misma esperanza, un mismo Señor… Todos bajo una ley establecida por el Señor.

Me cuesta entender porque soy tan sencilla. Pero una vez habiendo creído, y siendo una partecita de ese Cuerpo, ¿debería preguntarme siempre acerca de la importancia de pertenecer a un Cuerpo local, y también si pertenezco a un Cuerpo mayor porque vivo en el mundo mundial? Y si es así, ¿me deben importar los cristianos que sufren persecución, los que llevan el evangelio hasta lo último de la tierra, o los que trabajan con los necesitados, los estudiantes, los inmigrantes, las víctimas del tráfico y trata de personas, etc.? ¿Me deben importar conocer a los que difunden el evangelio con sus publicaciones, revistas, Biblias, Nuevos Testamentos, calendarios, etc.? Y ¿según mis posibilidades debo aportar algo (recursos, oración, ánimo, o una sonrisa, lo que sea), una vez que estamos seguros que lo que hacen lo hacen para la gloria del Señor?

¿Aun cuando nos consideremos independientes, debemos ser solidarios y preocuparnos por los miembros del Cuerpo dispersos en la geografía del país, de los continentes, del mundo? Por lo menos estar informados a través de literatura, o asistiendo a algún encuentro para conocer que también hay hermanos más allá de mis fronteras.

Incluso en aquella época, el llamado no era solo a ayudarse entre las iglesias del cuerpo, sino a preocuparse por los que habrían de pertenecer a él. Interesante es leer en Hechos (no es una carta, ya lo sé, pero hay información fidedigna) datos que nos muestran que iglesias como la de Antioquía tenían conciencia misional: “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu santo: ‘Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hechos 13.2-3).  Y ellos salieron en un viaje misionero, rumbo a otras latitudes.  Asimismo, en Hch. 14.27 nuevamente vemos los resultados de los que regresan después de haber cumplido la obra que les había sido encomendada: “… Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles”.

Vemos cómo esta iglesia de Antioquía tenía una gran preocupación por alcanzar a aquellos que todavía no habían escuchado las buenas noticias, pero también por hacer un seguimiento de las iglesias nacientes. Además, eran muy humildes, pues no se sintieron apocados cuando recibieron ayuda para restablecer el orden en su congregación. Sabían que todo estaba sustentado por un poder que trascendía las fronteras humanas. Permiten que hermanos de fuera los orienten. Y más tarde ellos se solidarizan con otros, como hemos podido observar al inicio de esta reflexión. En Hechos, Lucas también nos relata cómo, en sus inicios, esa iglesia de Antioquía recibió con agrado la enseñanza de Bernabé y Saulo, que se congregaron allí todo un año y enseñaron a mucha gente.

Sabemos que las iglesias de aquella época tenían problemas. Pero también que muchos de estos se solucionaban por los lazos de solidaridad entre los miembros de cada iglesia como entre distintas iglesias. “La mano del Señor estaba con ellos -leo- y gran número creyó…”.

Ejemplo reciente tenían de un Buen samaritano que había sido movido a misericordia mientras se paseaba por su Creación. Ese Buen Pastor que había dado la vida por su rebaño. Pero antes había preparado un buen equipo para que continuara su tarea, que implicaba proclamación y compasión.

¿Qué mensaje nos transmiten y como nos ayudan estas cartas a los creyentes de esta generación?

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