Juan y Mabel Kempers, misioneros en Chiapas (III)

Tanto Juan como Mabel dieron tiempo y energías a proyectos educativos, con el fin de preparar liderazgos que pudiesen servir en posiciones de predicadores y docentes en las iglesias.

17 DE MARZO DE 2018 · 19:10

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La experiencia misionera de Juan y Mabel Kempers perfiló el trabajo de colaboradores y sucesores. Las cuatro décadas de trabajo realizado en Chiapas por los Kempers forjó un acercamiento que hizo escuela entre quienes fueron enviados por la Iglesia Reformada en América (IRA) hacia el territorio chiapaneco.

En el libro de Pablo A. Deiros, Don Juan, una autobiografía imaginativa. La vida de Juan y Mabel Kempers: pioneros de la iglesia en Chiapas, México (Ediciones Puma, Lima, 2017), más allá de varios errores sobre acontecimientos y personajes históricos chiapanecos y nacionales, es posible percibir nítidamente el aprendizaje misionero que fue adquiriendo Juan Kempers y que transmitió a quienes hicieron causa común con él, e incluso a sucedáneos que llegaron a Chiapas cuando los Kempers ya habían salido de la entidad.

A diferencia de misioneros en distintas partes del mundo, los Kempers llegaron en 1926 a Chiapas mediante una invitación originada en México. Dado que en diversos puntos de la geografía chiapaneca era necesario consolidar núcleos evangélicos surgidos de distintas maneras, se hizo necesario atenderlos de forma permanente aumentando los recursos humanos involucrados en la tarea. Quien realizaba desde 1919 visitas a las nacientes iglesias era el tabasqueño José Coffin Sánchez, de quien proporcioné información en la entrega pasada. Como el trabajo evangelístico de los creyentes locales estaba dando frutos, Coffin, directivos del Presbiterio del Golfo y de la Iglesia Nacional Presbiteriana hicieron llegar petición de ayuda a presbiterianos norteamericanos. La solicitud fue tomada por mujeres de la IRA, quienes se dieron a la tarea de buscar candidatos.

La invitación inicial a los Kempers se convertiría en la forma como llegaron a Chiapas los misioneros de la IRA. Desde el principio Juan y Mabel, así como quienes les sucedieron, pudieron argumentar ante sus críticos que ellos no habían llegado a Chiapas de manera unilateral, sino que lo hicieron en respuesta a iniciativas locales.

Otro factor modelante de la misión realizada por Juan y Mabel fue el contexto sociopolítico de México. En la presidencia de Plutarco Elías Calles se reglamentó el artículo 130 de la Constitución, consistente en delinear la norma anti clerical, ante lo cual autoridades de la Iglesia Católica Romana dispusieron cerrar los templos como forma de presionar al gobierno para dar marcha atrás en la reglamentación. Esto estaba teniendo lugar cuando los Kempers llegaron a Chiapas en mayo de 1926. La nueva normatividad limitaba las funciones de liderazgo religioso a los extranjeros, por lo cual Juan tendría que desarrollar su labor asesorando a los nacionales pero no presidiendo actividades en los servicios y cultos de las iglesias.

Las limitaciones constitucionales, con el tiempo, resultaron benéficas para el enraizamiento de la obra, como lo escribiría años después Juan Kempers: “…el entonces presidente Gral. Elías Calles puso en vigor la ley prohibiendo a los ministros de culto que no eran mexicanos por nacimiento, oficiar en las Iglesias de México. Cayó como bomba atómica la ley con el resultado de que algunos misioneros se desanimaron y regresaron a sus tierras. No faltó quien preguntara a los Kempers si también iban a dar media vuelta. Siguieron de frente y permanecieron en el estado de Chiapas exactamente cuarenta años saliendo en 1966 otra vez en el día Cinco de Mayo. Cabe decir aquí que el decreto mencionado, tan lamentado por algunos, fue una de las mayores bendiciones que recibieron la Iglesia Nacional y las Misiones. En todo programa misionero tiene que llegar el día cuando una Iglesia nueva (se) gobierne a sí misma. En vez de entrar al agua a tientas probando la temperatura, por el decreto la Iglesia se halló obligada a echarse un clavado alcanzando así lo que Iglesias en otros países no obtuvieron sino hasta treinta años después, a veces con tensiones desagradables. La Misión de la Iglesia Reformada entonces desde el principio trabajó con el respaldo y a través de los cuerpos nacionales”.

Un elemento más en la forma como Juan y Mabel Kempers construyeron su acercamiento misionero fue la falta de comunicación y contacto cotidiano con otras personas que no fueran los chiapanecos con los que trabajaban. Esto los obligó a convivir de manera intensa con las personas sujetos de su interés misional. Carecían de una comunidad cultural y lingüística semejante a la de donde provenían que les sirviera como refugio, esto les obligó a tener que aprender rápidamente no solamente a comunicarse en español sino también a desarrollar nuevos códigos culturales propios de su nuevo contexto.

Otro factor modelante está relacionado con la cercanía en el trabajo misionero que tuvo Kempers con José Coffin Sánchez, con quien también tuvo fuertes diferencias que Kempers atribuyó a la inflexibilidad de Coffin. Este último privilegió la evangelización personal, en lugar de realizar campañas masivas. Subrayó la importancia de ir a las zonas rurales, al grado de dejar la atención del púlpito en manos de los laicos de las iglesias citadinas que él pastoreaba. Involucramiento de todos los creyentes en la preservación, expansión y dirección del trabajo eclesiástico. Depositó responsabilidades claves “únicamente (en manos de) personas experimentadas, conocidas y conocedoras” Enfatizó la disciplina de los congregantes al Consistorio. Prefería las acciones discretas, evitando la publicidad.

Teniendo en cuenta estos puntos, el primer misionero de la IRA en Chiapas resumió en ocho apartados la herencia de Coffin, que fue ampliada por el mismo Kempers: 1) La descentralización de obreros y misioneros, repartiéndolos en los lugares estratégicos. 2) La identificación de los misioneros con el pueblo nacional (clave del éxito especialmente en la obra entre los indígenas) 3). Establecer instituciones únicamente del tipo que la Iglesia Nacional podría dirigir y mantener más tarde, sin subsidio. 4) Ayudar en la construcción de templos y casas pastorales únicamente si la Iglesia local pagaba la mitad del costo, en bien de la mayordomía. 5) Evitar el pago de honorarios tan altos que la Iglesia Nacional más tarde no podría asumir el sostén completo de sus ministros y obreros. 6) Preparar ministros y obreros nacionales en preferencia a la introducción de un crecido número de misioneros del extranjero. 7) Procurar que la obra indígena tanto como la obra entre mestizos fuera parte del Presbiterio de Chiapas, para el bien de la Iglesia y para la integración del pueblo indígena. 8) Conseguir la previa aprobación consistorial o presbiterial antes de iniciar un trabajo nuevo.

Tanto Juan como Mabel dieron tiempo y energías a proyectos educativos, con el fin de preparar liderazgos que pudiesen servir en posiciones de predicadores y docentes en las iglesias. También jugó un rol importante el material noticioso y doctrinal de un boletín mimeografiado, que después tomaría el nombre de El Despertador producido en imprenta.

La obra de los Kempers fructificó por el denodado esfuerzo de la pareja y el involucramiento de creyentes chiapanecos, indígenas y mestizos, que tomaron en sus manos la diseminación del mensaje evangélico, la vida de las iglesias y la formación de las nuevas generaciones.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Juan y Mabel Kempers, misioneros en Chiapas (III)