Luces y sombras en la tarea de la solidaridad

Pido, por favor, que no se generalice y se empiece a denigrar a todo lo que sea trabajar en favor de los más necesitados.

10 DE MARZO DE 2018 · 21:00

Chicos trabajadores de la calle en Quito-Ecuador./ Jacqueline Alencar,
Chicos trabajadores de la calle en Quito-Ecuador./ Jacqueline Alencar

Este dos de marzo de 2018, mientras camino debajo del sol, llegan a mis oídos voces vivas que reclaman sobre la actuación de algunas ONGs. Y les doy la razón cuando indago y encuentro faltas cometidas por algunas; realmente es deplorable y que se deben tomar medidas. 

No obstante, y no es que lo tome todo a la ligera, pido, por favor, que no se generalice y se empiece a denigrar a todo lo que sea trabajar en favor de los más necesitados, pues en su gran mayoría estas organizaciones hacen bien, o medianamente bien, su trabajo. Son honestas.

Pediría, por favor, que cuando algo no nos guste, lo informemos directamente a los responsables de estas organizaciones, expresemos nuestros desacuerdos. Preguntemos antes de dejar de colaborar. Nuevamente pido que no generalicemos.

Anoche escuché a un periodista, que visitaba un campamento de refugiados, que decía que no sabía cuál sería la situación de éstos si no estuvieran las ONGs. Con sus luces y sus sombras, ya lo sé.

He visitado proyectos que trabajan con niños en Perú y en Colombia y he visto la labor que se hace. Y he escuchado de otros muchos que son desarrollados en África, Asia… Y aquí mismo, en nuestro país. Y no hablo de grandes infraestructuras y personal altamente cualificado, ni de multitudes, hablo de niños que, por lo menos, van a la escuela, ya no trabajan, o pueden ver otros valores que no tienen en casa. Pueden sentir el amor de Dios entre las personas que los cuidan, o enseñan. A veces en recintos destartalados o que les falta una mano de pintura, pues los donativos no pueden dar más de si. Pero siguen ahí.

No escribo hoy en nombre de alguna organización, sino como una persona que se ha sentido conmovida por la situación de tantas personas que no son tan privilegiadas como nosotros, que claman en nuestros oídos. Que ha sido despertada por los recordatorios que Dios nos hace a través de su Palabra. Y que también se ha sentido impactada por lo que hacen personas que dejan su comodidad para ayudar en esta tarea de andar por calles y ciudades, barrios, casas… para curar, dar de comer, enseñar, escuchar, abrazar a otros, continuando con la Misión que empezó Jesús. En algunos países son amenazados, o tienen que recorrer caminos inhóspitos. O dejar a sus propias familias. A cambio de exiguos salarios, y aun así rechazan ofertas mejores. 

Recordar todas estas historias me ha llevado a teclear esta petición justo cuando podría estar tranquila y sin preocupaciones, pues cada uno tiene lo suyo. Y lo peor es que ni siquiera me lo han pedido. No he seguido el consejo de quienes me dicen que no debo ser tan impulsiva y que hay que tener ideas, pero que no apabullen.

El domingo pasado, en este Blog mencioné a un muchacho con el que nos habíamos encontrado Alfredo y yo en León-Nicaragua, el cual había sido ayudado por una de esas tantas ONGs que trabajan en países en desarrollo. Su vida había sido cambiada. Y conozco otro caso más cercano todavía que lleva el nombre de Rosita, una chica hermosa que hoy es un ejemplo para mí de que vale la pena seguir ayudando en esta tarea.  Recuerdo también la historia de Alcides Epinayú, de Colombia. A la lista añadiría muchos nombres más, entre ellos el de Angelín, Rosa María, Jean-Carlo, Luz Clarita, Carmen, Franklin, Isaac, Jorgito, Nicol, etc., etc., etc. Repito: si algo no nos gusta, reclamemos. Pero no los abandonemos a ellos, que al final son la causa que nos mueve. Ejemplo nos dejó el Maestro: “… De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25.40).

Por favor, si sabemos que la Palabra dice que ya no hay griego ni judío, ni esclavo ni libre… no digamos “a este sí porque es de aquí”, y “a este no porque no lo conozco”. Dios lo trastoca todo y de repente nos pone delante aquello que no es lo normal para nosotros los humanos. No os preocupéis, a todos nos pasa alguna vez, pero antes o después rectificamos.

Escucho por ahí que dicen que algunas ONGs se quedan con parte de los recursos y los destinan a sufragar gastos administrativos. Seguro. Pero aun con el mínimo de experiencia en estas cosas, como es mi caso, podemos afirmar que hay personas que colaboran en las ONGs de forma altruista, sin embargo, también hay que decir que se necesita a gente preparada en la formulación y puesta en marcha de los proyectos. Y más aún, otras para captar recursos a fondo perdido, lo cual es ‘tela marinera’. Arañar es muy duro. Además, para que haya transparencia también se necesitan algunos conocimientos en diversas áreas y no todas las personas que ayudan tienen unas rentas propias que les permitan ayudar sin recibir nada a cambio. Nosotros queremos que esto funcione bien, por lo tanto, estemos alerta, pero no nos olvidemos de ese contingente de refugiados, niños trabajadores de la calle, niños-soldado, de las esclavas sexuales, de los perseguidos, de los inmigrantes, de los que padecen violencia, etc.

Si es posible, visitad los países donde trabajan estas organizaciones, podréis vigilar y también ver su labor con otros ojos.

¿Qué sería de todos ellos si esta gente no se dedicara, a veces de forma imperfecta, a atenderlos? De sobra sabemos que en muchos países del Tercer Mundo el Estado se desentiende de la situación de los marginados y menesterosos de su tierra. ¡Y en el Primer Mundo también! No hay hospitales, ni escuelas, ni orfanatos, ni ‘bancos de alimentos’, ni siquiera una cajita de regalo... Pero ahí están las ONGs para traerles un poquito de luz.

ONGs del mundo, por favor, hacedlo bien, dentro de vuestras circunstancias, pues de verdad sabemos que vuestra tarea no es fácil. Pero intentad hacerlo lo mejor por aquellos que lo han perdido todo.

Yo solo le pido a Dios que lo guíe todo; es el único que sabe y conoce lo que se cuece en la tierra, pues se dio un buen paseo de tres años por sus recovecos: vio, se comprometió y actuó, con toda la seriedad que ello exigía. Por eso siempre nos recuerda:

 “El ayuno que yo escogí,

¿no es más bien… soltar las cargas de opresión,

dejar ir libres a los quebrantados y romper todo yugo?

¿No es que compartas tu pan con el hambriento,

que a los pobres errantes albergues en casa…?” Isaías (58:6-7).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Muy Personal - Luces y sombras en la tarea de la solidaridad