La embriaguez del amor de la sunamita

Entramos en conexión con el principio narrativo del Cantar de los Cantares: “¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino”

03 DE MARZO DE 2018 · 21:00

Samuel Zeller / Unsplash,vid uva, viñedo
Samuel Zeller / Unsplash

Teresa de Jesús nos describe sus experiencias místicas comparándolas a las sensaciones que se experimentan y vivencian en un estado de embriaguez: cuando la puerta de comunicación con nuestra esfera subliminal se abre, el estado de la conciencia cambia y se vive la realidad desde una perspectiva iluminada por pensamientos y sentimientos, generalmente, reprimidos en lo más profundo de nuestro ser interior.

Llegados a esta reflexión entramos en conexión con el principio narrativo del Cantar de los Cantares: “¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino

La ingestión de vino es una posibilidad para embriagarse. La embriaguez produce una alteración y un cambio del estado de conciencia en las personas. El alcohol cuando es ingerido por vía oral alcanza rápidamente –navegando por la corriente sanguínea– las estructuras cerebrales y da lugar a una modificación del estado de conciencia. Esta alteración de la conciencia es semejante a la que se puede experimentar en un estado de éxtasis. También cuando una persona está dormida modifica su estado de conciencia, dando lugar a un estado de conciencia onírica que permite a contenidos reprimidos a nivel inconsciente, ascender a niveles del YO onírico e invadir el campo de la conciencia vigil, al que normalmente no tiene acceso. Por consiguiente, si en este libro la esposa está dormida y soñando, la información que nos aporta es cualitativamente diferente a la obtenida por las vivencias elaboradas, sentidas y proyectadas desde un estado de conciencia vigil.

La conciencia, como parte esencial de la tectónica de nuestra personalidad, nos desvela realidades psíquicas de nuestro “hombre interior” y del peri-mundo en el que vivimos inmersos. Las informaciones del conocimiento de nuestra realidad intrapsíquica más profunda, provienen esencialmente de la esfera inconsciente, o dicho de otra manera, de nuestra conciencia onírica.

Los contenidos gestados y enviados a nuestra estructura yoica, resultan ser en la mayoría de las ocasiones enigmáticos y muy difíciles de analizar sin la preparación psicoterapéutica adecuada. Se suelen despreciar los contenidos de los sueños, con lo que se pierde la posibilidad de comprendernos mejor a nosotros mismos y nuestra relación con toda la dimensión antropológica y cósmica de la realidad existente.

Sin embargo, si hay una puerta por donde sale la más pristina realidad del ser, es precisamente por la vía de la elaboración y revelación onírica. Lo más profundo que anida en los estratos más inaccesibles del corazón humano emerge a la posibilidad de ser conocido mediante la vía de la elaboración y revelación onírica.

La esfera de la intimidad del hombre (sentido genérico) tiene dos niveles: el nivel consciente y el nivel inconsciente. El primero es el que nos informa de nuestra ubicación en el tiempo y en el espacio, de nuestra identidad, de nuestra procedencia y ascendencia antropobiológica, y de cuáles son nuestras circunstancias sociales, éticas, espirituales, políticas y económicas, en las que devenimos nuestra realidad existencial. Todo este autoconocimiento corresponde aproximadamente, a un 25% de nuestra realidad anímica. El 75% restante de nuestra realidad intrapsíquica corresponde a contenidos inconscientes guardados y reprimidos, por diversas circunstancias, en los estratos más profundos de nuestra dimensión anímico-pneumática. Es decir, a nuestra esfera inconsciente; verdadero motor de nuestro devenir histórico, antropológico y existencial. Este 75% de sentimientos, pensamientos y contenidos instintivos viven reprimidos en la profundidad de nuestro ser, en una contienda agónica con nuestras estructuras yoicas conscientes, que sirven como “agentes” represores a los mandatos de nuestro super-yo o conciencia ético-moral. Esta estructura más profunda de la tectónica de nuestra personalidad constituye la verdadera infraestructura de nuestras motivaciones y deseos, de nuestros sentimientos y pulsiones que desean alcanzar una realización, tanto si se adaptan a la realización del bien (Dios) como si se rebelan contra él y gestan la concupiscencia (el Mal).

Cuando la esposa de Cantares sueña, está sacando a la superficie lo más escondido de su realidad interior: los pensamientos y los sentimientos que anidan en los rincones más profundos de su corazón. Si tenemos en cuenta que la Esposa es una figura o tipo de la Iglesia, todo su contenido onírico se nos ofrece como “la actividad inconsciente de la Iglesia”. Pero primero debemos plantearnos si existe o no una actividad inconsciente de la Iglesia, pero no como teoría racionalista-elucubrativa, sino como una realidad constatada teológica y doctrinalmente en las páginas de la Biblia.

Partimos de que la actividad inconsciente, en el individuo, es algo indiscutible: negarla es negar al hombre. La Biblia la reconoce desde el principio. Una gran parte de la Revelación de Dios se hace a diversas personas en un estado de conciencia alterada por una experiencia extática, onírica o visionaria. Es el caso de Jacob, José, Moisés, Daniel, Ezequiel, Isaías, Pablo, Pedro, Juan, etc. Veamos un ejemplo claro de la realidad de la actividad inconsciente que se explicita en la Escritura. Y al respecto, escribió el apóstol Pablo a los Romanos:

“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino que lo que aborrezco eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé, que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:15-20).

En muy pocas palabras el apóstol de los gentiles resume lo más importante y trascendental de los descubrimientos psicoanalíticos: las tres instancias de la estructura o tectónica de la personalidad (super-yo, yo y ello) según la escuela de la Psicología profunda (Freud, Jung, Adler, Eric From, Wilhen Reich, etc.) A la luz del Antiguo y del Nuevo Testamento la Iglesia es una Persona Colectiva (o corporativa, como reconocen algunos teólogos católicos) y en este sentido puede dormir y soñar.

Si volvemos a retomar el concepto de que la esposa de Cantares es un tipo de la Iglesia, nos encontramos a ésta dormida y soñando. Es en este sentido que podemos hablar de la actividad inconsciente de la Iglesia.  

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