La decisión que me salvó la vida

Cuando tomas una decisión difícil a veces puedes explicar los motivos, otras simplemente sabes que tienes que tomarla, por instinto, por la paz que trae, y el tiempo y el Cielo siempre revelarán los motivos.

25 DE FEBRERO DE 2018 · 18:00

Nicolas Tissot / Unsplash,paracaidas, paracaidismo
Nicolas Tissot / Unsplash

Cada día todos tomamos decisiones, desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir y, quizá, las pasamos por alto por su cotidianidad; qué comer, qué planes hacer con tu tiempo libre, qué responder cuando te preguntan, cómo reaccionar a lo que sucede a tu alrededor... A medida que crecemos y avanzamos en la vida, la toma de decisiones se vuelve más compleja, y hay momentos claves donde tu rumbo va a depender de ellas.

Tomar grandes decisiones no es fácil. Por ‘grandes decisiones’ me refiero a aquellas que tienen el potencial de afectar a la dirección de tu vida. A aquellas que te traen dolores de cabeza y noches en vela. Aquellas que te hacen sentar delante de un papel para barajar los pros y los contras.

Las decisiones más difíciles de tomar son aquellas que tienen bastante igualado el marcador de estos dos grupos de factores. El truco para desempatar es ir más allá de lo aparente: tus valores y tus convicciones, y no solo lo visiblemente conveniente a corto o medio plazo.

Tomar decisiones es de valientes. Lanzarse a la piscina; dar un paso y salir de la barca. Arriesgar tu futuro lo es.

Una en el fondo sabe qué decisión es la correcta, a veces es como un instinto. La opción que te da paz suele ser la correcta por un conjunto de elementos que se alinean con tus valores, prioridades y convicciones.

A la hora de tomar decisiones hay muchos tipos de voces que van a llegar a tus oídos, que pueden ser bienintencionadas. Pero tu vida no puede depender de las opiniones de los demás; principalmente porque ellos no van a lidiar con las consecuencias de lo que acabes decidiendo. También porque no todos entienden de donde vienes ni hacia adónde quieres ir.

No todos van a entender tu recorrido, y está bien, es normal, no tienen porqué, no es su historia ni su vida, es la tuya. Por tu parte mantente firme en lo que crees, en tus convicciones, en tu visión para el futuro y en aquello que quieres o necesitas.

En general siempre nos parece muy fácil opinar o decir cómo deberían hacer las cosas los demás. A menudo porque podemos ‘ver’ la situación desde fuera. Pero la verdad es que lo que vemos, en la mayoría de los casos, no hace justicia a lo que una persona puede estar viviendo internamente: sus dilemas, sus tensiones, sus emociones.

Y al final, después de haber tomado ya la decisión y enfocado tu dirección, de nuevo es muy posible que lleguen más voces, más opiniones. Los que te quieren, aunque a veces no te entiendan y a menudo sean los primeros afectados por tus decisiones, también serán los primeros en apoyarte, porque conocen tu corazón.

Yo me alegro de que, junto con mi marido, tomamos la decisión correcta al principio de todo esto, cuando estábamos viviendo fuera de nuestro país. Nos sentíamos bien, haciendo lo que nos gusta, con gente maravillosa a nuestro alrededor. Yo empecé a sentirme más cansada de lo normal y lo achaqué al ritmo de vida que llevábamos, que era agotador. Con el tiempo, eso nos robó la paz. En cierta manera, sabíamos que algo no iba bien. Al final nos llevó a tomar una de las decisiones más difíciles que hemos tomado hasta el día de hoy y que definitivamente iba a cambiar, y cambió, el rumbo de nuestras vidas.

Tomar esa decisión me salvó la vida, literalmente. A la semana de llegar a España, hace casi dos años, todo el malestar que venía arrastrando fue a más, hasta que los doctores dieron con la causa unas semanas más tarde: cáncer.

Cuando tomas una decisión difícil, a veces puedes explicar los motivos, a veces simplemente sabes que tienes que tomarla, por instinto, por la paz que trae consigo hacer esa elección y, bueno, el tiempo y el Cielo siempre revelarán los motivos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cerezas de temporada - La decisión que me salvó la vida