Cantar de Cantares, Teresa de Jesús y el apóstol Pablo

Los que no han crecido, verán en este libro un tratado de erotismo, y cometerán errores en su exégesis y en su hermenéutica.

07 DE ENERO DE 2018 · 08:05

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Teresa de Jesús describe sus experiencias místicas declarándonos sus vivencias espirituales más profundas y trascendentes: “cuenta que cuando leía el Cantar de los Cantares percibía unas sensaciones que no sentía al meditar en otras partes de la palabra de Dios”.

No hablamos de experiencias extrañas, sino de aquellas que resultan realizadoras y trascendentes para el espíritu. ¿Por qué? Porque Cantar de los Cantares, en su esencia más prístina, sólo puede ser percibido por cristianos espirituales; es decir: hombres y mujeres competentes o de edad madura.

Los que no han crecido, verán en este libro un tratado de erotismo, y cometerán errores en su exégesis y en su hermenéutica.

Para que las imágenes eidéticas que yacen reprimidas en el fondo del ser (inconsciente individual o colectivo) asciendan a niveles conscientes, es necesario que ocurra un movimiento del Espíritu que rompa la represión a que están sometidas.

Recordamos un texto definitivo citado en esta serie de capítulos: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó Ni ha subido en corazón de hombre son las que Dios ha preparado para los que le aman

El termino subir, expresa un conocimiento que asciende desde lo más profundo de la esfera de la intimidad, a niveles Yoícos (a la conciencia). Este término (subir) tiene el significado de subir a una nave, subir a una tribuna, y también se emplea para expresar el crecimiento de una planta o de las aguas de un río.

El crecimiento de las aguas de un río conlleva el simbolismo metafórico de cómo sube a la superficie lo que está en la profundidad. Bella imagen para expresar lo que ocurre en la esfera de nuestra intimidad al producirse la conversión: lo profundo, lo inaccesible –por la acción liberadora del Espíritu y de la Palabra– asciende a los estratos más conscientes de la tectónica de nuestra personalidad. Así adquirimos una conciencia pleromática de la Divinidad.

El apóstol Pablo dijo en su discurso en el Areópago de Atenas: “Porque Dios no está lejos de cada uno de nosotros, porque en él vivimos, y nos movemos y somos”.

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