Un viaje largo...

El viaje ha sido largo; mares rojos han demorado la caminata; hemos atravesado desiertos con escasez de agua, donde sólo las de Mara se nos ofrecían.

31 DE DICIEMBRE DE 2017 · 16:00

Camino de  comunidades quechuas en Huaraz-Perú. Foto Jacqueline Alencar,camino quechua
Camino de comunidades quechuas en Huaraz-Perú. Foto Jacqueline Alencar

Un viaje largo... otra vez. Otro año que pasa con sus logros, sus desaciertos. Organizado, desorganizado. Alegre, triste. Amando, desamando. Compartiendo, escondiendo. Escribiendo, borrando. Difundiendo, guardando. Dando la cara, avergonzándose... Eligiendo blanco para luego decir que es negro... Pero Tú el fiel estabas ahí para decir: “Yo soy; y nada puede ensombrecerme de variación. Mis días no pasan. Yo soy tu Hacedor. El único que puedo hermosearte con mi salvación. Regocíjate”.

Y eso hacía que nos levantáramos cada mañana agradeciéndote por permitirnos ser tus pies y manos para llevar las Buenas Nuevas a toda criatura que se cruzaba en nuestro camino. Ser tu voz en las calles, en las casas, en los parques... Tus manos repartiendo abrazos, folletos, revistas, devocionales, poesía, pintura. Tus manos para distribuir panes y peces entre los pobres de pan y de espíritu.

Y Tú diciendo “esfuérzate y sé valiente como Josué ante el temor de la tierra extraña con sus sorpresas; como José ante un Faraón con poder finito”. Y temprano salíamos para lo último de nuestra provincia llevando un mensaje de Esperanza. El letargo era vencido ante tu estruendo en nuestros oídos. Y de pronto nuestras voces se oían en los recintos públicos alabándote, ¡oh Dios, grande y Todopoderoso!

Recordamos al mundo la llegada del Príncipe de paz. Y oímos que los que no hablaban hablaron para anunciar que hay morada eterna para recibirnos en ese segundo encuentro. Y que nunca más cenaríamos solos porque Tú eres el que llamas e invitas. El que hace las cosas nuevas, dejando las viejas atrás.

El viaje ha sido largo; mares rojos han demorado la caminata; hemos atravesado desiertos con escasez de agua, donde sólo las de Mara se nos ofrecían. Pero gracias porque así, sólo así, nuestros ojos veían con claridad ese Elim refrescante. Y dijimos: “Tú eres nuestra esperanza. Y nuestra porción en la tierra de los vivientes. En ti hemos confiado”. Y así empezamos otro año, ¡tu Año agradable! Iniciamos nuestro ministerio público, otra vez.

(Desde Salamanca, un año cualquiera)

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