Confieso que...

El cielo irrumpía en la tierra, el hijo de Dios se presentaba físicamente, y empezaba la historia definitiva para cada uno de nosotros.

23 DE DICIEMBRE DE 2017 · 22:15

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“¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que gozan de su favor!” (Lucas 2:14)

Este es uno de los textos clásicos que nos transportan a la Navidad, a la noche misma del naciemiento del Señor. Durante toda la historia de la humanidad la promesa de la bienaventuranza quedaba lejos, en el futuro... justo hasta esa noche.

Conocemos las dificultades de María y José. Primero la obligación de hacer el viaje para empadronarse en Belén, de donde era la familia; después que no encontraban lugar donde hospedarse, y el niño que estaba a punto de nacer.

Y aunque parecía que no había nada preparado para la venida del Hijo eterno, el cielo estaba pendiente del gran acontecimiento, y se hizo eco.

Allí donde velaban unos pastores, un ángel les dio la buena noticia, la que los creyentes de entonces anhelaban oir: “Os ha nacido hoy en Belén el Salvador, Cristo, el Señor”.

Y cuando teminó de hablar, se le sumó una multitud de ángeles y cantaban las bellas palabras que estamos considerando.

¡Gloria a Dios en las alturas!”. Es decir, para Él el máximo honor, el reconocimiento absoluto de su grandeza y majestad, y de la fidelidad con su pueblo.

Confieso que me hubiera gustado estar aquella noche allí, al raso, con los rebaños, con los compañeros, después de haber estado conversando de una cosa y de aquella de más allá... ¡y de repente haber escuchado la armonía indescriptible en medio de un resplandor espectacular!

Porque el cielo irrumpía en la tierra, el hijo de Dios se presentaba físicamente, y empezaba la historia definitiva para cada uno de nosotros.

La otra parte del cántico que recoge nuestro texto hace referencia a la paz, la tan deseada paz en el mundo, que viene a ser concedida a los hombres que gozan de su favor.

¿Y quiénes son estas personas? Pues en principio todas, todas y cada una, porque precisamente la noche de Navidad es la muestra más clara de que el favor de Dios para los seres humanos va en serio, para ti también si quieres.

Durante estas fiestas es bueno prestar atención al significado original de la Navidad: es una maravillosa historia de paz entre Dios y el ser humano -a precio de sangre-, que posibilita una paz real entre las personas. Porque se fundamenta en el amor.

¿Puedes empezar a intuir cuánto debe amarte el Señor que protagonizó una historia tan extraña, y a la vez tan humillante para Él, como ésta?

Durante esta Navidad y el año que viene te animo a redescubrir y celebrar esta historia de alegría, y hacerla tuya, personal.

¡Feliz Navidad y que el Señor te bendiga!

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