El Dios-hombre

La idea de la encarnación de Jesús sigue siendo algo tan extraordinario que ha marcado no sólo la historia de Occidente, sino la de toda la humanidad.

24 DE DICIEMBRE DE 2017 · 08:20

Foto: Gareth Harper. Unsplash.,
Foto: Gareth Harper. Unsplash.

La idea cristiana de que Dios se hizo hombre en Jesús de Nazaret es la principal piedra de tropiezo para los incrédulos de todos los tiempos.

Como dijera el matemático francés, Blaise Pascal, hace casi cuatro siglos, es “algo insoportable para la razón”. Y hoy, en esta época fascinada por la racionalidad y la ciencia, mucho más que nunca.

La doctrina de la encarnación -incluso por encima del misterio de la trinidad o la propia creación del mundo- nunca tuvo una fácil acogida, como demuestra el hecho de la proliferación de herejías al respecto a lo largo de la historia.

El origen divino del Maestro muy pronto dio pie a una gran calumnia gestada por alguno de sus enemigos religiosos. Los cristianos primitivos tuvieron que seguir haciendo frente a la difamación que aseguraba que Jesús había nacido de fornicación.

Muy probablemente los judíos se referían a esto al decir: “nosotros no somos hijos de fornicación” (Jn. 8:41), echándole así en cara su supuesto origen ilegítimo.

Años después, semejante mentira fue utilizada también por el filósofo griego, Celso, en el siglo II, para atacar a los cristianos.

En su conocida obra: Discurso verdadero contra los cristianos, Celso escribió que María fue condenada por adulterio ya que habría tenido un hijo, Jesús, de un soldado romano llamado Pantera. El Talmud de Jerusalén y otros escritos judíos de la Edad Media contribuyeron a reforzar tal idea, con la intención de desacreditar la fe cristiana y decir que Jesús no pudo ser el Mesías.

Toda esta patraña judía fue creciendo hasta que, en el año 1859, se encontró en Alemania una tumba de la época romana con una estela funeraria en la que aparecía el nombre de un soldado: Tiberio Julio Abdes Pantera.

Este hallazgo fue suficiente para que los escépticos completaran el montaje de la leyenda y siguieran divulgándola hasta el día de hoy. Incluso en la película satírica La vida de Brian, cuyo guionista era judío, se muestra a la madre de Jesús compartiendo techo con un soldado romano de dudosa reputación. ¿Qué hay de cierto en todo esto?

Ya en el siglo II d. C., en la misma época de Celso, el exégeta cristiano Orígenes calificó de puro invento las ocurrencias de este escritor pagano. Desde el punto de vista histórico, no se sabe absolutamente nada del supuesto soldado Pantera, por lo que se concluyó que se trataba de un nombre inventado o imaginario.

Como los cristianos afirmaban que había nacido de una madre virgen (parthenos, en griego) algunos creen que Ben Pantera (hijo de Pantera) no es más que un juego de palabras elaborado por los judíos con la intención de burlarse del nacimiento virginal de Jesús. Así, el Maestro no sería hijo de una parthenos (virgen) sino de un Pantera (el ficticio legionario romano).

Sea como fuere, la posibilidad de que una muchacha piadosa como María, procedente de una familia tradicional hebrea controlada escrupulosamente por los religiosos, se hubiera juntado a escondidas con un soldado romano pagano, resulta tan increíble que pronto se entendió como una difamación absurda e interesada.

Celso tomó esta leyenda de los judíos fanáticos con la intención de frenar el imparable avance del cristianismo, ya que lo que él deseaba en el fondo era restaurar la antigua religión pagana de los dioses del Olimpo. De manera que esta leyenda fue desestimada, no sólo por su carácter anticristiano, sino sobre todo por la ausencia de pruebas sólidas que la respaldaran.

A pesar de todo, la idea de la encarnación de Jesús sigue siendo algo tan extraordinario que ha marcado no sólo la historia de Occidente sino la de toda la humanidad.

Mediante ella, el cristianismo ha logrado unir algo que siempre había estado separado. Se ha conjugado lo físico con lo metafísico, la materia con el espíritu, lo inmanente con lo trascendente y lo humano con lo divino en la persona de Cristo.

Es una reconciliación entre aquello que tantos pensadores y místicos (como Platón, los gnósticos, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, etc.) creyeron irreconciliable. La carne deja de ser la cárcel del alma para convertirse en parte esencial de la resurrección y lo material se fusionará así con lo espiritual desde el mismísimo instante en que Dios se encarna en Jesucristo.

La historia cultural de la humanidad abre sus puertas de par en par a la idea de la encarnación del único Dios-hombre. La creencia en el Dios que se humaniza cambiará para siempre las ideas del ser humano acerca de la divinidad.

El hombre deja de ser esclavo de los dioses y ya no tiene que vivir constantemente aterrado, realizando conjuros mágicos o prácticas esotéricas.
Dios no es un extraño enfadado y celoso, como el de Prometeo (el mítico titán griego que robara el fuego de los dioses para ofrecérselo a los mortales), sino que se ha acercado por amor a los hombres, interesándose y haciéndose uno con ellos.

Ahora ya resulta posible reconocer al creador en el rostro de cada persona. La encarnación significa que Dios y el hombre son ya el uno para el otro. Cada criatura humana es imagen de la divinidad en la tierra. Occidente quedará marcado para siempre, se quiera o no reconocer hoy, con el dogma de la encarnación de Cristo.

Esto es precisamente lo que llegó a admitir el gran filósofo alemán del siglo XVII, Hegel, al decir que la historia parece girar en torno al quicio de la aparición de Cristo porque, a partir de su humanización, el hombre ya no tiene que dirigirse a los dioses caprichosos como en Delfos (donde los griegos consultaban los oráculos antes de tomar decisiones importantes), ni ante uno mismo (como enseñaba Sócrates), ni ante los demás (como decía Aristóteles), ni siquiera ante el Jehovah del Sinaí (como siguen haciendo los judíos), sólo había que acudir a Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Lo que Cristo ha traído a la humanidad es la imagen de un Dios que abandona su rostro de poder y se hace cercano al hombre.

¿Hubiera podido Jesús de Nazaret marcar de esta manera tan profunda la conciencia de los hombres, durante miles de años a lo largo de la Historia, si sólo hubiera sido un hombre, por muy extraordinario que fuera? Esta es la cuestión que cada año nos sigue planteando la Navidad.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ConCiencia - El Dios-hombre