Pidió poco pero dio mucho

Sus peticiones, la del Maestro, eran de bondad, generosidad, amor, iban dirigidas a todos para que estuvieran al alcance de todos.

10 DE DICIEMBRE DE 2017 · 11:00

Foto de Ben White. / Unsplash,
Foto de Ben White. / Unsplash

Como decía en mi anterior “Desde el Corazón” este aprendiz de escribidor, a fuerza de decir tantas veces que sigue siendo “un aprendiz de escribidor” ha estado recibiendo varias cartas solicitándome que respete el nombre y use el “alias”, pues no desean que si me dicen algo que no me agrade, los muchos “fans” no se enfaden con los que con cariño me escriben. Detalle que respetaré, y que al menos por este mes de Diciembre dada la calidad de las misivas, y las buenas intenciones que las originan, iré publicándolas, con ciertos retoques autorizados por sus originales escritores, y solamente durante los cinco Domingos que tiene Diciembre.

 

Hola Roberto:

Alguna vez te he escuchado diciendo que no te gusta empezar una carta, con un mero “Hola”, y te comprendo, pues como bien dices sigues siendo un “aprendiz” y va siendo hora, de que asumas el lenguaje moderno, el que ahorra palabras, el que facilita la brevedad, el que está de moda en los WhatsApp, Tuits, Instagram u otros técnicos estilos, porque veo que has publicado una carta de amigos, lo que me parece simpático y un cambio en tus textos “Desde el Corazón”, si con ello te desentiendes un poco de irónicas referencias a lo político y sigues proclamando las “Buenas Nuevas” del Evangelio; al menos durante esta nueva temporada navideña. Ahora bien, sigue teniendo tu escogido cuidado con lo que compartes, pues como siervo debes centrarte en la revelación y no en la interpretación privada.

Te he escuchado en uno de tus viejos mensajes de Navidad, pues bien sabes que llevo siendo alumno de banco muchos años, decir que Jesús dio mucho desde su Encarnación, y pidió poco en sus tres años de ministerio público, y no estoy muy de acuerdo. Nos has dicho que pidió un establo limpio, pensando sobre todo en su madre, y se conformó con el pesebre como cuna.

Pidió a personas de poca credibilidad como Zaqueo que le alojara en su casa, y a otro buen amigo el salón para celebrar la Pascua. Pidió más de dos veces agua para beber. ¡Ah!, y también pidió un asno para hacer su entrada triunfal en Jerusalén, y así no dejar mal al profeta Zacarías, que ya lo había anunciado.

Dices también, apreciado Roberto, que al Mesías no le interesaban las cosas. Y cuando escuchándote esto, me preparaba a pensar y discutir ¡tampoco es eso hombre!, pues bien se interesó por cinco panes y dos peces, en un lebrillo y toalla para lavar los pies de los discípulos, y hasta ordenó a un pez sacar de su boca un estátero; para pagar los impuestos por Pedro y por Jesús, así que me preparé para decirte ¡no estoy de acuerdo!, pero enseguida, cuando terminaste el pensamiento, de que sí se interesaba por las personas, me tuve que refrenar el impulso. Luego añadiste: se interesaba por la amistad, no deseaba fans temporales, quería amigos que le siguieran, que se hicieran sus alumnos, que se unieran al plan del Padre celestial, que estuvieran con Él, que continuaran Su tarea. Sus anhelos aún en el 2017 van en la misma línea. Él no pidió dinero, jamás fue un pedigüeño como tantos teleevangelistas y políticos que después de derrochar millones del dinero público, piden al público que den para sus deudas. Sus peticiones, la del Maestro, eran de bondad, generosidad, amor, iban dirigidas a todos para que estuvieran al alcance de todos. Tenía unas ganas tremendas de seguir "haciendo el bien", pues veía a mucha gente triste y necesitada. Se conmovía en sus entrañas al ver que muchos niños no sonreían, por eso también pidió que los mayores dejasen que se acercaran a Él, y no lo que hacen ahora muchos educadores mentecatos, que aun cuando se celebren días navideños, hay que politizar a los niños antes que se formen en el espíritu de la fe. A mí, quien esto escribe, me conmociona la imagen del joven que camina a la deriva, que quema su vida con cualquier tipo de droga y se hunde en el infierno del vacío y de la desesperación. Me entristece la estampa del viejo, al que nadie quiere y parece estorbar en todas las partes. Cada matrimonio que se rompe es una pena en mi corazón. Tanto como todo el ambiente de violencias, de maltrato y de guerras. Como a Él, me indigna el que unos se aprovechen de los otros, que siga habiendo personas y pueblos sin libertad y sin dignidad.

De esto, apreciado Roberto, quiero que sigas escribiendo, también de lo poco que el Mesías pedía: que le prestáramos las manos para que con ellas podamos seguir haciendo Su labor, curando quebrantados corazones, bendiciendo y acariciando. Que le prestemos los pies, para que podamos seguir acudiendo a las llamadas de tantos desvalidos y para correr detrás de los que se pierden y descarrían. Que le cedamos los labios, para besar a tantos niños y a tantos hambrientos de amor. Nos pide nuestra lengua, para seguir dando buenas noticias a los pobres y denunciar a los hipócritas y opresores. Nos pide los ojos, para mirar con ternura y cariño a toda la gente. Nos solicita nuestros rostros, para sonreír a cada uno, para sonreír a pesar de todo, para iluminar todas las situaciones con mirada de gracia, de paz y de alegría.

Si lo analizas Roberto, comprobarás que Quien nació en Belén, pidió realmente poco, pero dio mucho, tanto que pienso necesitaré muchas cartas para indicártelo y tus muchos artículos y mensajes también, y sé que de esto hablarás en otras ocasiones a tiempo y fuera de tiempo. Atentamente, Ανδρός δίκαιος

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