Los álamos y las ovejas

Los álamos aparecen en la Biblia en pocas ocasiones, sin embargo, uno de estos pasajes es muy interesante desde el punto de vista científico.

26 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 12:50

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Tomó luego Jacob varas verdes de álamo, de avellano y de castaño,

y descortezó en ellas mondaduras blancas,

descubriendo así lo blanco de las varas.

(Gn. 30:37)

Existe en el mundo una treintena de especies de álamos pertenecientes todas a la gran familia de las Salicáceas. También se les denomina vulgarmente chopos o pópulos y viven sobre todo en las regiones templadas o frías del hemisferio boreal. Las flores de dichos árboles suelen ser de un solo sexo y se encuentran en plantas diferentes. Es decir, que hay álamos macho y álamos hembra. Además estas flores son tan reducidas que carecen de cáliz y corola. Las masculinas sólo tienen estambres, mientras que las femeninas únicamente presentan pistilo. En realidad, todas estas flores se agrupan en unas espigas llamadas gatillos o amentos. Los pequeños frutos son capsulitas que se abren en dos valvas, repletas de diminutas semillas, rodeadas de un fino bello que arranca desde su base.

Una de las especies más abundantes es el álamo blanco (Pupulus alba) (fot. 19), originaria de Oriente, pero que se extiende desde el centro y sur de Europa hasta el Asia central y el norte de África. Vive silvestre preferentemente en las riberas de los ríos, como el Jordán, aunque también se cultiva en otros países para obtener madera barata de rápido crecimiento. Estos árboles pueden alcanza los 30 o más metros de altura. El tronco es blanco y sus hojas caducifolias en forma de corazón son verdes y brillantes en el haz, mientras que presentan el envés blanco como la nieve. Otra especie abundante en Palestina, sobre todo a orillas del Jordán y en los oasis del desierto, es el álamo del Éufrates (Populus euphratica), cuyas hojas adquieren formas diferentes según la parte del árbol en la que crecen. Las de ramas jóvenes son alargadas y con el margen liso, mientras que las de las ramas maduras son romboidales y con los bordes parcialmente aserrados. 

Los álamos aparecen en la Biblia en pocas ocasiones (Gn. 30:37; Os. 4:13; 14:5). Sin embargo, uno de estos pasajes es muy interesante desde el punto de vista científico. Se trata del que se refiere a aquel acuerdo realizado entre Jacob y Labán en relación a los rebaños de éste y la cantidad de cabras y ovejas que debía pagar a Jacob por haberle servido tanto años (Gn. 30:35-43):

35 Y Labán apartó aquel día los machos cabríos manchados y rayados, y todas las cabras manchadas y salpicadas de color, y toda aquella que tenía en sí algo de blanco, y todas las de color oscuro entre las ovejas, y las puso  en mano de sus hijos. 

36 Y puso tres días de camino entre sí y Jacob; y Jacob apacentaba las otras ovejas de Labán. 

37 Tomó luego Jacob varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo blanco de las varas. 

38 Y puso las varas que había mondado delante del ganado, en los canales de los abrevaderos del agua donde venían a beber las ovejas, las cuales procreaban cuando venían a beber.

39 Así concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores.

40 Y apartaba Jacob los corderos, y ponía con su propio rebaño los listados y todo lo que era oscuro del hato de Labán. Y ponía su hato aparte, y no lo ponía con las ovejas de Labán. 

41 Y sucedía que cuantas veces se hallaban en celo las ovejas más fuertes, Jacob ponía las varas delante de las ovejas en los abrevaderos, para que concibiesen a la vista de las varas. 

42 Pero cuando venían las ovejas más débiles, no las ponía; así eran las más débiles para Labán, y las más fuertes para Jacob. 

43 Y se enriqueció el varón muchísimo, y tuvo muchas ovejas, y siervas y siervos, y camellos y asnos.

En este capítulo 30 de Génesis se explica la tozudez de Labán, al negarse a dejar marchar a Jacob y su familia de vuelta a su tierra. Labán creía que si le despedía perdería todas las bendiciones y la prosperidad que había recibido por medio de su presencia. A pesar de todo, Jacob estaba resuelto a marcharse definitivamente. Por último, Labán acepta su partida y pide a Jacob que le indique lo que le debe por todo el tiempo que éste le había servido. La propuesta que le hace Jacob es muy inteligente. Le dice que su salario consistirá en quedarse con todas aquellas ovejas y cabras de color oscuro, pintadas, manchadas, listadas o rayadas (o sea, todas aquellas que no fueran blancas).

Labán responde que sí, porque aquel trato le parecía ventajoso para él, pero inmediatamente retira del rebaño a todos los animales que no eran blancos por completo y se los da a sus propios hijos. Esto demuestra sus malas artes y su deseo de que Jacob nunca pudiera marcharse. De manera que Jacob se quedó apacentando el rebaño de Labán, que estaba formado exclusivamente por animales blancos. La cuestión era: ¿cómo les podrían nacer a tales ovejas y cabras blancas descendientes pintados?

Jacob ideó un plan que, aunque científicamente estaba equivocado, le dio muy buen resultado. Colocó varas verdes de álamo, avellano y castaño, parcialmente descortezadas en los canales de los abrevaderos, en los que los animales saciaban su sed. Jacob creía que al ver dichas manchas blancas de la madera, mientras bebían y copulaban, nacerían ovejas o cabras manchadas. Esta era una creencia antigua muy extendida que decía que las imágenes visuales que observaba la madre embarazada actuaban de forma mágica sobre el embrión en gestación, condicionando su aspecto o constitución. Pero, lo curioso era que, en efecto, así ocurría. Nacían crías listadas, pintadas, rayadas, etc., aunque los padres eran totalmente blancos. ¿Qué explicación científica tenía esto? 

Jacob pensaba que el efecto visual de las varas descortezadas sobre los animales que procreaban era la causa de tales nacimientos. Sin embargo, en el siguiente capítulo, Dios mismo le revelará que esa no era la razón (Gn. 31:10-12). En realidad, aunque las ovejas que se apareaban eran blancas, no lo eran desde el punto de vista genético, ya que llevaban enmascarados en su genoma los genes recesivos necesarios para producir también descendientes manchados. Y, por tanto, de unos padres blancos nacía un porcentaje importante (25%) de animales manchados. Hoy sabemos que eso se debe a las famosas leyes genéticas descubiertas por Gregor Mendel en el siglo XIX, mediante sus experimentos con los guisantes, y que, evidentemente, Jacob no podía conocer en su época.

Sea como fuere, lo cierto es que por medio de tal estrategia Jacob se enriqueció y, aunque errado en su planteamiento humano, Dios bendijo su confianza en él, su trabajo diligente y su creatividad. Jacob siempre fue bendecido más de lo que se merecía. A pesar de su conducta, a veces oportunista y manipuladora, obtuvo muchos favores en la tierra. En realidad, todos los humanos somos un poco como este hombre usado por Dios. Él puede bendecirnos abundantemente, a pesar de no merecerlo en absoluto. 

El segundo grupo de citas bíblicas, en que se mencionan los álamos, tiene que ver con el rechazo del paganismo. En el libro de Oseas (4:13) se dice: Sobre las cimas de los montes sacrificaron, e incensaron sobre los collados, debajo de las encinas, álamos y olmos que tuviesen buena sombra; por tanto, vuestras hijas fornicarán, y adulterarán vuestras nueras. Las alamedas creaban lugares idílicos con abundante sombra y allí se reunían los sacerdotes de Baal para adorar a los ídolos. Por desgracia, parte del pueblo hebreo, dándole la espalda a Jehová, les seguía en sus sacrificios, en los ritos sexuales y cultos de fertilidad, buscando la bendición de tales divinidades. Incluso las jóvenes judías practicaban también esta infidelidad espiritual y sexual. No obstante, el texto parece culpabilizar de tal comportamiento sobre todo a los varones hebreos adultos. Al fin y al cabo, ellos eran en su cultura los líderes y responsables de las familias. 

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