Pobre arbolito de Navidad

Nuestra posición no es oponernos a la Navidad, sino llenarla de sentido, es reorientarla y enfatizar en actitud festiva su verdadera sustancia y razón.

12 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 19:00

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No todos los seguidores de Cristo han comprendido la trascendencia de su advenimiento. Para muchos, más que a restaurar todas las cosas, el Señor ha venido a fundar una religión y a competir con otros “iluminados” en el terreno de las creencias. El cristianismo a lo largo de su existencia ha funcionado en parte como una simple religión, es decir, como la articulación de un conjunto de normas y ordenanzas, bíblicas y no bíblicas, configuradas con la expresa intención de excluir y anatemizar, calificando de paganas todas las prácticas y formas que no coincidan con el ritual oficializado.

Desde esta visión religiosa se ha pretendido trazar una línea divisoria entre lo que es pagano y lo que es cristiano. La universalidad de Cristo, quien trasciende todas las religiones y culturas, es fragmentada por una visión sectaria y limitante.

El Señor Jesús no vino a fundar una religión, ni siquiera a confirmar al judaísmo, él vino a trascender fronteras culturales, económicas, raciales y políticas, pues su mensaje alcanza a todos los hombres. Aunque su advenimiento se produce en el marco de una cultura, pues vino como hombre, su misión tiene un carácter escatológico, es decir, su encarnación es la intervención directa de Dios en la historia, lo que indudablemente deberá tener notoriedad universal de alguna forma.

El nacimiento de Jesús no fue un hecho común y corriente, como tampoco puede serlo la Navidad, que no es otra cosa que la celebración de su advenimiento. Aunque Jesús nació en la más humilde condición, en torno a él se dan hechos que testifican de  su universalidad, su grandeza y  deidad. Voces de júbilo y gloria irrumpieron en el cielo, y en la tierra se proclamó paz y buena voluntad para con los hombres. Al lugar llegaron los Magos de Oriente guiados por la Estrella para rendir tributo y saludar con beneplácito el nacimiento de Jesús. (Mateo 2:1-12).

El conocimiento más avanzado de la época inclinó sus laureles para honrar al niño. El gesto de estos magos viene a sugerir que Jesús tiene señorío sobre todo conocimiento, cultura o religión. Él era el misterio de Dios que había estado oculto por las edades y que fue revelado como la esperanza de gloria. (Col.1:26-27)

El nacimiento de Jesús no fue un acto religioso en sí mismo. Este no fue anunciado en el templo, no se quemó incienso en los altares ni se celebraron  ceremonias oficiales para la ocasión. Quienes más cerca estuvieron de él fueron los Magos. Ellos no pertenecían ni a la religión ni a la cultura judía. Hoy diríamos que se trataba de gentes paganas, lo que evidencia que el Señor es también Señor de los paganos, de lo sagrado y de lo secular.

Entiendo entonces que, por desconocer esta dimensión de Cristo, es que el arbolito de Navidad, elemento decorativo alusivo al Nacimiento, está siendo talado por algunos cristianos que buscan lograr su extinción definitiva bajo el alegato de que es de origen pagano.

El concepto de pagano no puede ser aplicado a todos aquellos elementos que no surgieron dentro de la cultura judía. Solo es aplicable con propiedad a aquellas manifestaciones culturales, cuya esencia riñe con lo que Dios establece en su Palabra. Paganas son prácticas que en esencia y principio se oponen a los que Dios establece: La idolatría, los sacrificios humanos, la promiscuidad sexual, la hechicería y otros asuntos semejantes constituyen prácticas paganas, pero todas las culturas poseen elementos redimibles que pueden utilizarse  para honra y gloria de Dios.

Para mí significa mucho que estas fiestas navideñas tengan el colorido que tienen. Que las casas se pinten con nuevos colores y se decoren con arbolitos y campanas, que las calles se iluminen con luces multicolores, que se canten villancicos por los campos y ciudades; en fin, que la fiesta al más Grande sea la más grande.

Lo que no se entiende es por qué muchos cristianos están empeñados en despojar a la Navidad de los símbolos que evocan su contenido. Me da la impresión de que si muchos cristianos pudieran suspender la celebración de estas fiestas lo harían sin mayor vacilación. Creo que nuestra posición no es oponernos a la Navidad, sino llenarla de sentido, es reorientarla y enfatizar en actitud festiva su verdadera sustancia y razón.

Algunos cristianos suspiran por un Cristo fuera de la cultura, un Cristo religioso y sectario, excluido de todo ruido y algarabía mundana. Parecen desear un Cristo sin fama y sin fiesta, al extremo que fuera necesario recolectar una ofrenda en la iglesia para en esta fecha publicar un cuarto de página en los periódicos con una nota que diga: “Este es el más excelso de todos los hombres, por favor reconózcanle y ríndanle homenaje en esta su fecha natalicia”.

Por fortuna y para gozo y satisfacción de muchos cristianos, Jesús es el hombre más conocido de la tierra, el más celebrado y adorado, el más influyente y quizás también el mas detractado y ofendido. Los cristianos estamos llamados a proclamar su obra y propósito,  a sustanciar con su amor y espíritu todas las esferas, no a “defenderlo” de las expresiones culturales que reconocen su grandeza, como es el caso del hoy anatemizado arbolito de Navidad, un símbolo de la naturaleza y de la vida, que una cultura ha puesto a los pies de Cristo para reconocerle y que todo Occidente ha asimilado como un icono que celebra su nacimiento.

El arbolito, decorativo y festivo, que por tantos años y con tanta ternura nos ha hecho evocar el nacimiento de Jesús, ha resultado ser el trascendental hallazgo de los nuevos “arqueólogos” del evangelio que han descubierto que hace trescientos años tuvo su origen en los cultos paganos de Alemania.

Estos hermanos no han logrado descubrir que el oro, el incienso y la mirra que llevaron los magos al pesebre, y que el evangelista Mateo destaca como un homenaje al Niño Dios, también es de origen “pagano” y que quien esculpió las figuras que adornan el templo de Salomón se formó en las artes escultóricas de Tiro, cuyo origen no era judío (I Reyes 7:1).

La Biblia dice que cuando Cristo se establezca en la tierra vendrán los reyes de todas las latitudes del planeta para honrar con sus diversas expresiones culturales al Rey de Reyes y Señor de Señores.(Isaías 2:2)  No me extrañaría si para esa gloriosa ocasión el jefe de Estado de Alemania trae a los pies del Señor una carroza portando un luminoso y bien decorado árbol de Navidad.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Para vivir la fe - Pobre arbolito de Navidad