Cuando el emigrante retorna con las manos vacías

Un estudio novelado de Rut, capítulo 1.

05 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 08:45

Ruth y Noemi.,
Ruth y Noemi.

Era una tarde plomiza y fría y lloviznaba.

Las tres transitaban lentamente por el camino polvoriento tantas veces humedecido por las lágrimas. Un grupo bastante grande de hombres y mujeres, las seguían silenciosos.

Era la tercera vez que recorrían ese sendero, el del cementerio, en los últimos dos años.

La primera vez fue para enterrar a Elimelec, el esposo de Noemí. La segunda ocasión fue para darle sepultura a Quelión, el hijo mayor, casado con Orfa.

Ahora le había caído la desdicha a Rut de perder a Majlón, su esposo.

Las tres viudas caminan con esos pasos pausados que tienen aquellos cuyas almas llevan una carga muy pesada. Han cambiado una vez más sus atavíos coloridos por los blancos, expresando el duelo en sus corazones.

Las tres avanzan con sus rostros inclinados y su mirada en el monótono y lánguido camino.

Orfa le pregunta a Noemí:

-¿Por qué tu Dios permite que nos pase esto? Tú eres una fiel creyente y siempre lo sirves.

Noemí, con sus ojos cubiertos de lágrimas responde:

-El Señor está en el cielo y Él es perfecto. Él nunca se equivoca.

Noemí mira en su memoria hacia atrás. Hacía un poco más de diez años que el hambre había llegado a todo Judá y parecía que en Belén era peor. Primero fueron los ataques continuos de los enemigos que hacían difícil el cultivo, y en tiempo de cosecha, las robaban.

Luego vino esa sequía. Oraban a Dios que mandara lluvia pero por largos meses no cayó ni una gota. Al final toda la familia decidió emigrar temporalmente a Moab. Allí había más comida, la sequía no era tan intensa y también había trabajo.

Les fue penoso dejar la tierra de los antepasados. Allí habían sido enterrados sus padres y abuelos. Hicieron el largo viaje con muchas dificultades.

Al principio, parecía que la situación de la familia iba a mejorar.

Los dos hijos se casaron con mujeres moabitas. Las dos eran paganas. Adoraban a esos ídolos que el mismo Dios había mandado a los israelitas que los destruyeran.

Con mucha paciencia Noemí les habló del SEÑOR de los Ejércitos. Les contó como Dios había sacado al pueblo hebreo de Egipto. Como había abierto las aguas del Mar Rojo para que ellos pasaran en seco, cerrándolas luego sobre sus perseguidores que se ahogaron.

Les habló del amor que el SEÑOR tenía hacia su pueblo Israel y como Él contestaba sus oraciones. Las dos escuchaban con atención y respeto. Orfa, sin embargo, no se mostraba convencida. Por el contrario Rut bebía sus palabras.

Por fin llegan a la modesta casa que los está esperando con el silencio profundo que dejan los muertos recientes. La vivienda con las ventanas cubiertas daba la sensación que hasta los pocos muebles estaban apenados.

Faltaba sólo una persona, pero parecía inmensamente vacía. Noemí, con tristeza, aparta la silla del hijo de junto a la mesa. Su querido Majlón nunca más se va a sentar allí.

Unos días después Noemí llama a sus nueras:

-Yo me vuelvo a la tierra de Judá. Las quiero mucho. Las voy a extrañar.

-¡Nosotras te acompañamos! -responden al unísono y sin vacilar.

Comienzan el duro camino del regreso de aquellos que tienen que dejar enterrado lejos de la patria a un ser querido. Atrás queda la casa vacía, donde por algún tiempo seis personas fueron una familia feliz.

A poco de andar, Noemí se dirige nuevamente a sus nueras:


-“Id y volveos, cada una a la casa de su madre. Que el SEÑOR haga misericordia con vosotras, como la habéis hecho vosotras con los difuntos y conmigo”.

Noemí las ha visto acompañando a sus hijos a través de la dura enfermedad. Las ha oído levantarse a toda hora de la noche para asistirlos en lo necesario. Las ha observado estrechando las manos sudorosas y frías de ellos. Las ha visto allí junto al enfermo cuanto estos dieron el último suspiro.

Por eso es que con todo su corazón les dice: “El SEÑOR os conceda hallar descanso, cada una en la casa de su marido”

Noemí abraza y besa a sus nueras mientras que ellas prorrumpen en un incontenible llanto.

Juntas habían pasado tantos momentos felices como familia y ahora llegaba el momento de la separación. Noemí desea que ellas regresen a su tierra natal, al cuidado de sus propias familias. Quizás puedan encontrar otro esposo y restablecer sus vidas.

Al principio las dos insisten en acompañarla.

Noemí les da el argumento final:

-De mí no pueden esperar nada más. Yo les he dado lo más preciado que tenía, mis queridos hijos.

Ella tiene ahora unos cuarenta y pocos años.

Hace un recuento de su vida y sus posibilidades:

-Yo ya estoy vieja –dice masajeándose suavemente el abdomen con las dos manos- Nos costó bastante tener dos hijos. Aunque hoy yo quedara embarazada Vds. no van a esperar hasta que crezcan mis hijos para casarse con ellos. Pero esto es muy difícil a mi edad. Y dado que no tengo marido es imposible.

Espesas lágrimas manan de los oscuros y grandes ojos de Noemí.

“No, hijas mías, mi amargura es mayor que la vuestra, porque la mano del SEÑOR se ha levantado contra mí” (v.13).

-Yo ya estoy acabada, en mí no hay esperanza.

Luego, con una triste sonrisa Noemí mira a sus nueras y les dice:

-Ustedes son jóvenes y bonitas. Deben rehacer sus vidas. No les será difícil conseguir un buen esposo.

Orfa abraza estrechamente a su suegra, besándola muchas veces con intensa emoción, y luego con profundas expresiones de amor se despide de Rut. Lentamente toma el camino de regreso hacia su pueblo.

Las dos la ven alejarse en la distancia. Noemí entonces se vuelve a Rut y le dice:

-“He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses. Vuélvete tú tras ella”

La moabita queda en silencio por unos minutos. Está sollozando. Su hermoso rostro está humedecido por el rocío salado que surge de sus ojos. La mira fijamente y exclama:

-Tú eres todo lo que yo tengo. “No me ruegues que te deje y que me aparte de ti; porque a dondequiera que tú vayas, yo iré”. Rut apuesta su futuro en forma incondicional en manos de su suegra. Luego agrega con su voz firme y pausada como midiendo cada palabra: “dondequiera que tú vivas yo viviré”.

Rut ha encontrado en esa suegra una madre. Ha crecido espiritualmente.

La bondad y fe sincera de Noemí la convencieron que esta mujer tiene algo que ella necesita. Está anclada a la vida de su suegra con una cadena de oro por su propia voluntad; no la quiere romper.

Han pasado muchas cosas juntas. Han llorado abrazadas, han caminado tomadas de la mano. Han comido juntas sin otra compañía. Han orado y alabado al SEÑOR Dios de Israel, juntamente.

Rut ha encontrado en Noemí una dimensión que nunca se dio con su familia en Moab. ¡Su suegro era una persona tan distinta de las que había conocido! Era un hombre serio pero amable. Un siervo del Dios Eterno. Su esposo y su cuñado ¡eran también tan diferentes a los moabitas que ellas habían tratado!

Noemí clava en Rut sus ojos y le pregunta:

-¿Estás dispuesta a olvidar a tu pueblo y renunciar a tus dioses?

Mucho aprendió Rut durante el tiempo vivido junto a Noemí. Esta, reiteradas veces le habló del Dios de Israel. Le enseñó que es un Dios omnipotente y que es el Creador de los Cielos y de la tierra.

Le ha instruido que es un Dios lleno de misericordia y perdonador cuando la persona se acerca a El, quebrantada e implorando su perdón.

Rut recuerda todos esos ídolos que conocía tan bien y que la atormentaban en sus pesadillas. Esas imágenes diabólicas que por miedo antes adoraba. Quemós era la gran divinidad y había que ofrecerle sacrificios humanos. Pero, ¡qué distinto era este SEÑOR de los Ejércitos!

El rostro de Rut expresa tristeza y a la vez determinación. Se aferra a los pies de Noemí y exclama:

-“Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios”. Yo quiero ser parte de ese pueblo. Yo me quiero integrar, y empezar allí una nueva vida si fuera posible. De ahora en adelante quiero sólo adorar al Dios de Abraham, Isaac y Jacobo.

Noemí regresa como el emigrante que ha dejado el país y sus sueños nunca pasaron de quimeras.

Aquel que cuando años después retorna lo hace con la cabeza baja, los cabellos encanecidos, la piel del rostro arrugada, las fuerzas disminuidas y la billetera vacía.

Todo lo que le queda es una nuera a quien quiere con todo su corazón, como si fuera su propia hija.

Finalmente llegan a Belén. Entran por una de las tortuosas callejuelas de la ciudad. Caminan lentamente recordando las casas que todavía se levantan, aunque los años que las deterioran también causan estragos en los seres humanos. La gente al reconocerla la saludan:

-¡Pero si es Noemí!

-¿Te acuerdas de Noemí, la esposa de Elimelec?

El paso de los años y las desgracias ha marcado sus huellas en el semblante de Noemí.

-¿Noemí, como estás? ¿Te acuerdas de mí?

-Yo soy la hija del panadero.

-Y yo la hermana de tu vecina Raquel, la que vivía enfrente de tu casa -dice otra.

Noemí con una sonrisa forzada responde:

-No me llaméis Noemí, llamadme Mara, porque el Todopoderoso ha hecho muy amarga mi vida.

-¿Qué te pasó? ¿Y tu esposo, y tus hijos?

Ella cuenta una vez más su historia como si lo hiciera por primera vez.

-“Yo me fui llena, pero el SEÑOR me ha hecho volver vacía. ¿Por qué me llamáis Noemí, ya que el SEÑOR me ha afligido y el Todopoderoso me ha abatido?”.

Ha pasado el tiempo. Al volver a Belén, Rut ha seguido fielmente los consejos de su suegra. Su “pariente” lejano de parte de la familia del esposo decidió ejercer el derecho de rescate.

Boaz hace rato que dejó de ser joven pero todavía conserva energías y ganas de trabajar fuerte, al frente de los segadores en su campo. Está en una posición económica favorable. Luego de una inusual solicitud de Rut, le ofrece matrimonio.

Las bodas se celebran. Rut entra en la vida de Israel. No es conocida más como la moabita sino como la esposa del pudiente hacendado Boaz. De esa unión nace un niño que es llamado Obed.

Pasan los años. Rut camina por las calles de Belén con un hermoso niño de su mano.

Aquel niño llegará a ser el abuelo del valiente rey David.

Noemí tendrá a su cargo la crianza de este niño. Para las mujeres de Belén este hijo que le ha nacido a Rut es como si fuera propiamente de Noemí. Así se lo hacen saber.

“¡Alabado sea el SEÑOR, que hizo que no te faltase hoy un pariente redentor! Él restaurará tu vida y sustentará tu vejez…!”.

Las dos mujeres que anduvieron por el camino desolado de Moab a Belén tienen sus vidas cambiadas. Ya no transitan más mirando el suelo y con los rostros tristes.

Ahora caminan con sus caras sonrientes y mirando con esperanza al horizonte sin fin.

COMENTARIO

¡Qué difícil es para nosotros entender por qué el Dios Todopoderoso permite que las desgracias sucedan en nuestra vida!

Noemí interpreta la tragedia de su vida diciendo “la mano del Todopoderoso está contra mi” y que “el SEÑOR la ha afligido y el Todopoderoso la ha abatido” (vs.13, 21).

Sin embargo, ella no está enojada ni argumenta con el Señor. Pero mantiene la idea errónea que el mal acontecido prueba que Dios está en su contra.

La realidad es que el Eterno va a continuar estando con ella.

Es cuando llegamos al capítulo 4 que nos damos cuenta que al final de todo el SEÑOR la bendice más allá de cuanto ella podría sospechar (Rom. 8:28).

Es en todo ese proceso de sufrimiento y prueba que una mujer pagana (Rut) se da cuenta lo distinto que es la desventura cuando se tiene fe en el Dios vivo y verdadero.

Noemí como Job se pregunta: ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué hice yo para merecer tanto sufrimiento en mi vida? Es así que adopta la posición equivocada de ver a Dios como adversario.

Si así lo fuera, el SEÑOR se la hubiera llevado a ella y no a su esposo e hijos. Razona, probablemente, que inconscientemente, ha cometido alguna afrenta muy grave contra Dios.

Que esto no es así lo va a expresar el bisnieto de Rut al decir “El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias”… “no ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades” (Sal.103:3 y 10).

Noemí no ha captado aún la profundidad que va a expresar el mismo autor al decir: “Espera en el SEÑOR. Esfuérzate y aliéntese tu corazón. ¡Sí, espera en el SEÑOR! (Sal. 27:14).

Muchos siglos después el Apóstol Pablo va a responder a estas preguntas. Al hacerlo nos damos cuenta que la mayoría de las veces no es que Dios está en forma activa actuando en contra del creyente.

En una manera maravillosa en el capítulo 8 de Romanos vemos que el sufrimiento del creyente no es sin propósito, fortuito o casual. “Porque considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto ha de ser revelada” (v.18).

Luego se menciona una gran lista de dificultades tales como tribulación, angustia, persecución, hambre (Rom. 8:35), mas no como evidencias de que Dios esté en nuestra contra, sino que “en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom. 8:35 y 37).

Pedro, escribiendo a los cristianos que son perseguidos les dice: “Amados, no os sorprendáis por el fuego que arde entre vosotros para poneros a prueba” (1Ped.4:12).

¿Qué tiene que hacer en un libro como la Biblia una pequeña historia que en definitiva es la tragedia de tres mujeres?

De una manera simplista podríamos decir que Dios se interesa por la vida de los seres humanos y específicamente de las mujeres. En aquella época nadie escribiría un libro centrado en las dificultades de tres mujeres, y por supuesto, menos todavía incluirlo en el Canon de las Escrituras.

Dios va a utilizar a un pariente de Elimelec para ejercer el antiguo derecho de “redención”. De acuerdo a este, un hermano o un familiar, podía casarse con la viuda a los efectos de permitir por la procreación el mantenimiento del nombre del muerto.

Lo que de otra manera hubiera constituido un incesto es permitido por la ley de Moisés. Automáticamente al ejercer este derecho las tierras del difunto pasan a ser propiedad del “redentor”.

En ningún momento tenemos un ángel o el mismo Señor haciendo una revelación. Son sencillamente relatos y conversaciones de los cuatro personajes principales.

Sin embargo, al leer la historia nos damos cuenta que la soberanía de Dios se manifiesta. Rut, quien es una mujer pagana viviendo en una sociedad despreciada y aborrecida por los hebreos, por su genuina conversión es integrada al pueblo de Israel.

Los grandes temas de este pequeño libro son fidelidad, amistad, familia, lealtad, sumisión y bendición.

Rut se nos presenta como una persona cuya fidelidad es ejemplar. La demuestra primero en su matrimonio; luego al quedar viuda, permaneciendo con su suegra acompañándola en su retorno.

El sentido de lealtad está profundamente grabado en el corazón de esta mujer. Ella no puede concebir la posibilidad de abandonar a su suegra bajo ninguna circunstancia.

Unida a esta cualidad tenemos la sumisión. Ella sigue exactamente las insólitas instrucciones de suegra en relación a Boaz, que sin duda le habrá levantado muchas interrogantes.

Pero debemos tener claro que no es una fidelidad fría y mecánica, sino que es el producto de una amistad y amor que Noemí -mujer excepcional-, se ha sabido ganar.

Pero dentro de estas cualidades de fidelidad, sumisión, amistad y amor se destaca el vínculo y el concepto de familia como algo integral y dinámico. Así Noemí va a ser considerada la “madre” de Obed si bien ha sido Rut quien lo dio a luz.

Podemos presumir tres vestidos distintos de Rut. El primero, el del luto, que a diferencia de la tradición occidental era de color blanco. Luego, el que se pone cuando va al lugar donde descansa Boaz. En tercer lugar, el de bodas, que sin duda viste cuando se casa con Boaz.

El otro familiar que no ejerce el derecho de la redención es posiblemente por causa de sus hijos. Sin duda, estos no van a querer que la herencia paterna se tenga que dividir si el padre se casa con una mujer joven con la cual pueda tener muchos hijos.

La razón por la cual Rut quiere un esposo es primordialmente para tener hijos que “prolonguen” la dinastía familiar. En el Antiguo Testamento vemos claramente (1 Sam 1:11-16) que la esterilidad para la mujer hebrea se veía como una desgraciada condición.

Las vecinas, como si de alguna manera fueran intérpretes de la voluntad divina exclaman:

-¡Un hijo le ha nacido a Noemí! (4:16).

Eran las mismas mujeres que alabaron al SEÑOR diciendo a Noemí:

“Tu nuera, que te ama y te es mejor que siete hijos, lo ha dado a luz” (v.15).

 

NOTAS AL MARGEN

El procedimiento que Noemí le aconseja a Rut para conversar o hacer valer el derecho de redención del pariente es para nosotros un poco extraño. Sin duda no es lo usual, dado que va a la medianoche y se “cubre con el manto de Boaz”.

Es importante destacar que en esta escena no hay contacto sexual. Booz la reconoce como una mujer virtuosa. Boaz también es piadoso y él nunca haría nada inapropiado con una mujer que es la viuda de un pariente alejado, y que otro más cercano que él estaría en condiciones de redimirla.

En esa sociedad los parentescos son muy respetados por distantes que sean. Lo que hace Rut seria difícil de entender para nosotros. Quizás sería como si una señorita que tiene cierto interés en un joven, “por casualidad” se sienta al lado de él en un ómnibus con varios asientos vacíos, o que durante el canto congregacional se le acerca para compartir el himnario.

Sin duda que es Rut quien empieza la “aproximación”, pero por otra parte, cada detalle en lo que Boaz dice (“todos en la ciudad saben”) muestra estar bien informado, por lo que en forma progresiva va tomando más interés en esta joven extranjera.

En el capítulo 1:9 leemos "en la casa de su marido” “. La idea está bien dada en la Biblia Latinoamérica: “… "y les permita que encuentren cada una un esposo con quien puedan vivir en paz”; o en la NVI: “Que el SEÑOR les conceda hallar seguridad en un nuevo hogar, al lado de un nuevo esposo”

Es probable que fuera tuberculosis la enfermedad que mató al padre y a los hijos. El nombre de Majlón significa “enfermizo” y el de su hermano Quelión “exterminio”.

Los elementos de carácter de Noemí y de Rut son interesantes.

Rut muestra una fidelidad a toda costa. Ella respeta y obedece a su suegra. Se siente completamente ligada como cuando estaba casada con su hijo. No es una atadura sólo por el sentido del deber sino que un profundo amor se ha despertado entre ambas y la relación es verdaderamente de madre a hija y viceversa.

En ningún momento vemos en Rut una queja a Dios por su condición de viuda. Ella lo ha aceptado como la voluntad del Todopoderoso.

 

COINCIDENCIAS Y CONTRADICCIONES PARALELAS ENTRE NOEMÍ Y EL HIJO PRÓDIGO

Noemi

1- Vivió piamente

2- Salió en el tiempo de hambre

3- Perdió a todos los suyos

4- Se le dio 6 medidas de cebada

5- Volvió al tiempo de la cosecha

6- Volvió a su ciudad

7- Un pariente le es de bendición

8- Tiene un hijo de su nuera

El Hijo pródigo

1- Vivió perdidamente

2- Salió con los bolsillos llenos

3- Perdió todo lo suyo

4-No le daban ni las algarrobas de los cerdos

5-Volvió cuando el hambre lo acuciaba

6-Volvió a la casa de su padre

7-El padre lo recibe y lo bendice

8-El padre recupera al hijo perdido

 

PREGUNTAS GRUPO DE ESTUDIO Y/O TEMAS DE PREDICACIÓN

¿Está Noemí enojada contra Dios por las desgracias que le han sucedido?

¿Por qué cree Noemí que Dios está "en su contra"?

¿Por qué Rut quiere quedarse con su suegra en vez de volver con su familia?

¿Cómo se conecta esta historia con Romanos 8:28?

¿En que genealogía del Nuevo Testamento se menciona a Rut?

¿Que atributos de Dios se ven en esta historia?

 

Tomado del libro: 4 Mujeres y 7 Hombres de Fe  de Dr. Roberto Estévez. Publicado por Editorial Mundo Hispano Casa Bautista de Publicaciones.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ahondar y discernir - Cuando el emigrante retorna con las manos vacías