Lección de vida #325

He aprendido dentro del camino estrecho a vivir una vida que, sin tener nada, tengo todo y más.

14 DE OCTUBRE DE 2017 · 20:00

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Nuestro caminar diario es fruto de nuestras decisiones. Podemos tomar el camino corto y ancho, donde todos pasan en avalancha. O podemos tomar el estrecho, que da un poco más de vueltas. Lo que importa no solo es llegar, es lo que descubres en el proceso.

Estando en el camino estrecho puedes elegir vivirlo de manera estrecha, llena de victimismo, o puedes decidir vivirlo de manera amplia, disfrutando del viaje, de cada detalle del recorrido. De las cosas del día a día. De que menos es más, de la provisión sobrenatural, que se escapa de tus estrategias y esfuerzos. De las lecciones de vida que aprenderás y de las luchas que otros decidirán no pasar.

Cómo andemos por el camino afectará directamente a los frutos que nosotros mismos daremos y que otros podrán recoger con el tiempo –legado–, o frutos que veremos solo si miramos hacia atrás, solo así tendrá sentido. 

Nada será un éxito de la noche a la mañana. El esfuerzo y la constancia preceden al éxito. 

He aprendido dentro del camino estrecho y un poco más rebuscado a vivir una vida que, sin tener nada, tengo todo y más. Una vida amplia, espaciosa, llena de cuidado y provisión con menos esfuerzo que si hubiera tratado de conseguirlos por mis propias fuerzas. He podido comprobar una y otra vez que cuando te mueves en fe, Dios se mueve.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cerezas de temporada - Lección de vida #325