Factores favorables para la gesta de Martín Lutero (I)

El monje agustino tuvo antecesores en la crítica al papado y sus excesos.

23 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 19:00

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Sin buscarlo desató una tormenta de torrenciales dimensiones. El entonces monje agustino solamente buscaba incentivar debates en torno a la para él pecaminosa venta de indulgencias. La reacción popular de lo que escribió en latín, las 95 tesis contra las indulgencias, al ser traducidas estas al germano, le tomó por sorpresa y convirtió en un personaje súbitamente ascendente.1 Primero sectores amplios de Wittenberg se identificaron con los postulados de Lutero, después la identificación se extendió por toda Europa, a veces de manera clandestina y otras de forma pública.

La versión más conocida data el 31 de octubre de 1517 como el día cuando Martín Lutero clavó en la capilla del Castillo de Wittenberg las 95 tesis. La narrativa del acontecimiento ha sido puesta en duda, ya que el primer testimonio de la fijación del documento fue de Felipe Melanchthon, colega de Lutero en Wittenberg, y quien no estuvo presente cuando habría sucedido el acto. De todas maneras la acción de haber clavado, tal vez pegado, las 95 tesis, la celebraba Lutero “como el principio de la Reforma, y más tarde en su vida brindaba por ello con sus amigos”.2

Los quinientos años del acontecimiento han estimulado la realización de coloquios, cátedras especiales, festivales, ediciones de libros y conferencias en muchos países. En Iberoamérica instituciones de distinto talante están organizando foros de análisis sobre el significado y desarrollo del movimiento iniciado por Lutero, el protestantismo. Porque el protestantismo tuvo repercusiones globales, incluso en lugares donde se atrincheraron férreamente en su contra.

 

Antecesores de Lutero en la crítica al poder papal

El monje agustino tuvo antecesores en la crítica al papado y sus excesos. Incluso pueden hallarse coincidencias en los señalamientos de esos precursores y los externados por el teólogo germano a partir de su denuncia pública en las 95 tesis.

Pedro Valdo (1140-1205). Valdesius, su nombre en latín, de Lyon, Francia, acumuló grandes bienes mediante la usura. Él, “a principios de 1173 súbitamente decidió dejar atrás su riqueza para buscar una vida de perfección mediante la pobreza apostólica”.3 De facto se divorció de su esposa, y a sus hijas las internó en el convento de Fontevrault.4 Valdo leyó, en traducción al francés de entonces, pasajes de la Biblia y escritos de los Padres apostólicos. Se convenció de que debía hacer extensiva su decisión personal, optar por ser pobre, para que otros la adoptaran y a través de la pobreza voluntaria dar testimonio del seguimiento de Cristo.5

Sin tener preparación teológica ni ordenación clerical, Pedro Valdo y seguidores fueron combatidos por el poder eclesiástico católico que los desdeñaba por solamente ser laicos. El arzobispo de Lyon le prohibió predicar a Valdo y a quienes hicieron causa común con él. De todas formas “enseñaba en las calles o en cualquier lugar donde encontrara a alguien dispuesto a escucharlo, sosteniéndose de limosnas”.6 Más que la cuestión de la pobreza voluntaria, “la Iglesia […] se oponía tajantemente a la predicación laica. Máxime cuando se trataba de pobres iletrados y mujeres. Valdo fue vituperado por el hecho de ofrecer a las mujeres la posibilidad de testimoniar activamente, actitud que ha sido típica del valdismo desde el principio”.7

En 1182 el arzobispo Jean Bellesmains expulsó de Lyon a los valdenses. Dos años después el Concilio de Verona, en tiempos del papa Lucio III, promulgó el decreto Ad abolendam, donde condenó con anatema perpetuo a los discípulos de Valdo, conocidos como pobres de Lyon.8 Éstos desobedecieron el decreto y continuaron predicando de forma itinerante. Pedro Valdo no paró en su peregrinaje, “predicando el Evangelio a los pobres. Murió […] en algún paradero no recordado de Francia, dejando a los Pobres de Lyon como herederos de su misión de predicación evangelizadora”.9 Los valdenses se unieron a la Reforma protestante en 1532.10

Los valdenses basaron preponderantemente sus creencias y prácticas “en las Escrituras. Insistían en la prohibición de jurar, en la condenación de toda violencia y homicidio y en una pobreza apostólica rigurosa. Especialmente atribuían al Sermón del Monte [Mateo 5-7] un valor normativo. Asumían una posición de objeción de conciencia radical”.11 Las comunidades valdenses han tenido continuidad histórica hasta nuestros días.
Marsilio de Padua (1275-1280/1342-1343). La obra El Defensor de la paz, concluida en París el 24 de junio de 1324, es un alegato a favor del emperador Luis de Baviera y contra las pretensiones de dominio político y eclesial del papa Juan XXII.12

Al autor de la obra mencionada se le conoció como Marsilio de Padua por haber nacido en la ciudad italiana cuyo nombre funcionó como apellido. Estudio en la universidad del sitio donde nació, el centro de estudios se caracterizó por “el seguimiento más fiel y científico de Aristóteles”. En 1311 concluye la preparación académica en Padua, y al año siguiente desarrolla actividades docentes en la Universidad de París, de la cual es rector de diciembre de 1312 a marzo de 1313.

El defensor de la paz inicialmente circuló sin conocerse al autor. En 1326, al saberse que Marsilio es el escritor del amplio manuscrito (la versión consultada en español es de 542 páginas) tiene que refugiarse en Núremberg, donde se hallaba la corte Luis de Baviera. Tuvo entonces la oportunidad de intentar poner en práctica los postulados hechos públicos en su libro.

El papa Juan XXII, cuya sede estaba en Aviñón, Francia, se negó a viajar a Roma para coronar como emperador a Luis de Baviera. Conforme a los argumentos de Marsilio, la coronación se efectuó el 7 de enero de 1328, con la entrada triunfante del emperador a Roma y quien le impone la corona es un clérigo. Tuvo lugar la elección de un nuevo papa y resulta elegido el franciscano Pedro Reinalduci de Corvara, cuyo nombre papal fue Nicolás V. Las presiones de Juan XXII por mantener la supremacía le fueron favorables y Nicolás V tomó rumbó hacia Aviñón para ser perdonado. Luis de Baviera hizo continuos esfuerzos por reconciliarse con Juan XXII, que muere en 1334, y con Clemente VI, sin haber logrado el objetivo.

El propósito central de El defensor de la paz es dilucidar los alcances y límites del poder tanto del emperador como del papa. Marsilio busca instruir a Luis de Baviera para que defienda el poder que le corresponde y no permita la usurpación del mismo por las pretensiones del papa. Éste buscaba someter al emperador y refrendar la supremacía del obispo de Roma en asuntos no nada más eclesiásticos sino también civiles y políticos.

Marsilio de Padua niega poder coactivo a los sacerdotes, obispos y papa porque de practicarlo iban contra el ejemplo de Cristo, “quien nunca ejerció un poder coactivo sobre los hombres, ni quiso que lo ejercieran sus seguidores”. Ya que la iglesia es conformada por los fieles, los clérigos no deben tener en ella prebendas ni privilegios especiales, su tarea es cumplir la misión pastoral que les ha sido conferida por Dios.

Otro renglón en el cual Marsilio puntualiza que los clérigos tienen que ceñirse al ejemplo de Cristo, es en cuanto a un estilo de vida caracterizado por la sencillez material. Va más allá y señala que distorsiona la enseñanza de Cristo considerar al obispo de Roma como superior y de autoridad incuestionable, porque “la cabeza de la Iglesia absolutamente y fundamento de la fe es sólo Cristo, no algún apóstol, obispo o sacerdote. En ninguna parte leemos que llame Cristo a Cefas [Pedro] cabeza de la Iglesia, ni que la Iglesia deba estar sujeta a él como a su cabeza […] Y si Pedro, por voluntad de Cristo, no fue mayor, tampoco lo son los romanos pontífices sus sucesores. A más que se ha de decir que cualquier obispo sucede a cualquier apóstol, no habiendo Cristo ni los apóstoles determinado quién a quién sucede ni a qué parte del mundo es enviado”.

Para Marsilio la institución del papado no es de origen divino, su construcción fue plenamente humana y recibió un impulso definitorio cuando Constantino el Grande (274-337 d. C.) dotó de privilegios al obispado de Roma otorgándole propiedades, tierras y forma de imponer su dominio sobre otros obispados. Fue audaz crítico del sistema eclesiástico encabezado por el papado.
Guillermo de Ockham (1295-1350). Nació en Ockham, condado de Surrey, al sur de Inglaterra. Después de haber ingresado a la orden de los franciscanos estudió en la Universidad de Oxford, de la que fue profesor de 1312 a 1324. En estos años inicia su querella contra la institución papal. En 1328 tomó partido a favor de Luis de Baviera. Se refugió en Múnich, en la corte del emperador.

El beligerante título de la obra de Guillermo de Ockham, Sobre el gobierno tiránico del papa (escrito de 1339-1340), no deja lugar a dudas del posicionamiento que tenía.13 Combatir el poder papal fue para Ockham un compromiso de vida. En su tiempo ese poder estuvo en manos de “Juan XXII (papa en Aviñón desde 1316 a 1334), Benedicto XII (1335-1342) y Clemente VI (1342-1352)”.14

Marsilio de Padua y Ockham coincidieron en la crítica al poder del papado, aunque si bien el primero recurrió a nociones bíblicas también fundamentó el análisis en ideas de Aristóteles, mientras que Ockham basó su inconformidad en la ley de Cristo que es la ley de la libertad. Usando la mencionada medida es que llama a Juan XXII “el más criminal”, porque es un papa “cuya herejía radica en usar una fórmula teológica y bíblica verdadera para acumular poder y riqueza. Corta los caminos de vida verdaderamente humana al encadenar el espíritu a la necesidad que impone una realidad social regida por el dinero”.15

Señala Pedro Rodríguez Santidrián los puntos torales del pensamiento de Ockham: 1) Con Marsilio de Padua es el mayor adversario del supremacismo del papa, reivindica la libertad de la conciencia religiosa acorde con la enseñanza de Cristo. 2) Es erróneo negarse a examinar cuál es la autoridad del papa y cerrar los ojos antes sus abusos, es necesario exponer la verdad. 3) Al papa no le pertenece el poder absoluto en materia espiritual ni en materia política. 4) No está bajo potestad del papa, ni de los concilios, fijar verdades que todos los fieles deben aceptar. 5) Es la Iglesia, toda la comunidad de los fieles, la que reconoce y sanciona las verdades que constituyen su fundamento y su vida, y no una casta clerical que impide la construcción de una comunidad libre. 6) Es una herejía afirmar que la autoridad imperial procede de Dios exclusivamente mediante los papas, y que el papa tiene autoridad absoluta en asuntos espirituales y temporales. 7) El imperio y el papado son poderes independientes, aunque pueden beneficiarse mutuamente al hacer cada uno un buen gobierno en su jurisdicción.16

En el prólogo de su obra, Ockham se dirige a las “naciones todas [y a los] habitantes del orbe”. Expone cuál es la motivación que le ha llevado a levantar la voz: “Me duelen y me hacen gemir las iniquidades e injusticias que se cometen en todo el mundo contra vosotros por aquel que se jacta de sentarse en la cátedra de Pedro, y las inferidas también por algunos otros que le precedieron en su tiránico mandato y maldad”.17

La frase final del prólogo es contundente sobre la fundamentación de sus convicciones y la forma en que estaría dispuesto a reconsiderarlas: “De este modo manifestaré lo que me parece a mí ahora lo más coherente con la verdad, dispuesto a que, si es falso, sea reprobado por el juicio de alguien más docto. Pero no estoy dispuesto a someter a la corrección de nadie lo que es evidente por las Sagradas Escrituras o por la razón, Tales cosas se han de probar y en modo alguno corregir”.18 Palabras similares diría Martín Lutero en la Dieta de Worms, en abril de 1521.

John Wycliffe o Wyclif ((1330-1384). Estudió teología en la Universidad de Oxford, en la que después fue profesor de la misma disciplina. Inicialmente su formación intelectual tuvo influencia del “nominalismo de Ockham, pero Wyclif pronto se volvió a un rígido agustinismo teológico y fundamentalismo bíblico que le llevó a criticar con dureza los abusos eclesiásticos, tal y como lo hizo en un tratado contra la crecientemente popular doctrina de las indulgencias”.19 Afirma que las indulgencias ofrecidas por el papa son una “manifiesta blasfemia, al igual que su autoproclamado poder para salvar casi ilimitadamente a los hombres”.20

En mayo de 1377 el papa Gregorio XI promulgó una bula contra Wycliffe, demandando de las autoridades inglesas, políticas y eclesiásticas, que pusieran alto a las enseñanzas del profesor de Oxford. El papa exigía que dejaran de ser negligentes en el asunto y puntualizaba la existencia de similitudes entre las críticas a la institución papal hechas por Marsilio de Padua y las de Wycliffe.21

Un año más tarde Gregorio XI envió al profesorado y canciller de la Universidad de Oxford una carta en la que censuraba algunas de las posturas de Wycliffe. Les recordaba que ellos como “guerreros y campeones de la fe ortodoxa, sin la cual no hay salvación de las almas”, estaban obligados a extirpar del centro educativo las perniciosas ideas de Wycliffe,22

La respuesta de John Wycliffe a la misiva de Gregorio XI fue dada al sucesor Urbano VI. La base de la réplica es el ejemplo de Cristo, el que contrasta con el opulento estilo de vida del papado. Afirma que “ningún hombre debería seguir al papa, ni a ningún santo que ahora está en el cielo, a menos que él siga a Cristo”.23 Dice que desea obedecer a Dios antes que a hombre alguno, y agrega: “supongo que nuestro papa no querrá ser un Anticristo, y revertir en esto la obra de Cristo, contraviniendo así la voluntad de Cristo”.24

El arzobispo de Canterbury convocó en Londres, en 1382, a un grupo de frailes dominicos para que juzgaran las enseñanzas de Wycliffe, las cuales fueron consideradas heréticas. Por ello el hallado culpable debió abandonar Oxford y se refugió en Lutterworth.25 Wycliffe junto con algunos de sus discípulos tradujeron por primera vez la Biblia al inglés, lo hicieron partiendo de la Vulgata Latina,26 Biblia que a su vez tradujo San Jerónimo del hebreo y griego a fines del siglo IV. La traducción de Wycliffe se hizo con el fin de hacer conocidas las enseñanzas del Evangelio al común de la gente y en su propia lengua.

John Wycliffe tuvo un ataque de apoplejía el 28 de diciembre de 1384 y murió tres días después, el 31. El Concilio de Constanza dictaminó en 1415 que era hereje y, por lo tanto, sus huesos deberían ser enterrados y llevados a la hoguera.27 Le continuó un movimiento de predicadores itinerantes, llamados lolardos, y sus escritos llegaron a varias universidades europeas, entre otras la de Praga, donde tendrían importante influencia.

Jan Hus (c. 1371-1415). Los escritos de Wycliffe no dieron origen a la disidencia teológica y eclesiástica de Jan Hus, pero sí la reforzaron. Hus fue ordenado sacerdote en el año 1400 y en la Universidad de Praga, de la que fue rector, leyó las propuestas de Wycliffe. Renunció a una carrera eclesiástica ascendente y tomó en 1402 el puesto de predicador en la capilla de Belén en Praga, donde usaba el checo en lugar de latín.28

Al hacerlo tuvo apoyo entre la gente, y puso en ella sus esfuerzos para intentar cambiar el sistema religioso imperante. En 1412, Hus fue excomulgado por el papa Juan XXIII, entonces uno de los tres que reclamaban para sí ser el auténtico sucesor de Pedro. La causa de la excomunión fue el ataque lanzado por Hus contra la venta de indulgencias que autorizó Juan XXIII.29 En el tratado Sobre la simonía, Hus denunciaba como anticristiano ofrecer favores espirituales a cambio de bienes o dinero, la práctica era “un intercambio impropio entre hombres negociando con los cargos espirituales de la casa de Dios”.30

Debido a las amenazas papales, Hus debió salir de Praga y asentarse en el sur de Bohemia, donde redactó su obra mayor: De Ecclesia y también tradujo la Biblia al checo.31 Hus y seguidores dieron un paso más en su enfrentamiento con la teología católica cuando en 1414 comenzaron a impartir la eucaristía en dos especies, es decir, con pan y vino, “por primera vez en siglos”.32

Creyendo en la propuesta que le hicieron de que si comparecía ante el Concilio de Constanza se le garantizaba seguridad para ir y regresar, Hus emprendió el viaje pero al llegar fue encarcelado. Sus jueces lo acusaron de ser hereje y lo condenaron a la hoguera, a la que fue llevado el 6 de julio de 1415. Debido a la popularidad y apoyo que tenía en Bohemia, la muerte de Hus levantó una insurrección popular.

 

Notas

 

1# Hay varias ediciones del documento, por ejemplo en Teófanes Egido, Lutero, obras, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1977, pp. 62-69; y Las 95 Tesis de Martín Lutero, 1517, Saint Louis, Missouri, Editorial Concordia, 2003.

2# Lyndal Roper, Martin Luther, Renegade and Prophet, New York, Random House, 2017, p. XVII.

3# Euan Cameron, Waldenses:Rejections of Holy Church in Medieval Europe, Malden, Massachusetts, Blackwell Publishers, 2000, p. 12.

4# Edward Peters (editor), Heresy and Authority in Medieval Europe. Documents in Translation, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1980, p. 140.

5# Euan Cameron, op. cit., p. 13.

6# Donald F. Durnbaugh, La Iglesia de creyentes. Historia y carácter del protestantismo radical, Bogotá-Guatemala, CLARA-SEMILLA, 1992, p. 48.

7# Juan Driver, La fe en la periferia de la historia. Una historia del pueblo cristiano desde la perspectiva de los movimientos de restauración y Reforma radical, Bogotá-Guatemala, CLARA-SEMILLA, 1997, p. 97.

8# Euan Cameron, op. cit., p. 21.

9# Juan Driver, op. cit., p. 98.

10# Jean Bauberot y Jean-Paul Willaime, El protestantismo de A a Z. Lugares, nombres, conceptos, Barcelona, Gayata Ediciones, p. 78.

11# Juan Driver, op. cit., p. 99.

12# Los datos que consigno son tomados del estudio preliminar de Luis Martínez Gómez al volumen de Marsilio de Padua, El defensor de la paz, segunda edición, Madrid, Editorial Tecnos, 2009, pp. XV-XLV.

13# Pedro Rodríguez Santidrián (estudio preliminar, traducción y notas), Guillermo de Ockham, Sobre el gobierno tiránico del papa, Madrid, Editorial Tecnos, 1992.

14# Ibid., p. XVI.

15# Ibid., pp. XIX-XX.

16# Ibid., pp. XXII-XXIV.

17# Guillermo de Ockham, op. cit., p. 3.

18# Ibid., p. 4.

19# Edward Peters, op. cit., p. 265.

20# Ibid., p. 268.

21# G. R. Evans, John Wyclif, Myth and Reality, Downers Grove, Illinois, InterVarsity Press, 2005, p. 169.

22# Edward Peters, op. cit., p. 271.

23# “Wiclif’s response to Pope Urban VI”, en Edward Peters, op. cit., p. 273.

24# Ibid., p. 274.

25# Donald L. Brake, A Visual History of the English Bible, Grand Rapids, Michigan, Baker Books, 2008, p. 48.

26# Diarmaid MacCulloch, Christianity: The First Three Thousand Years, New York, Viking Penguin, 2010, p. 569.

27# F. L. Cross y E. A. Livingstone (editores), The Oxford Dictionary of the Christian Church, tercera edición, Oxford-New York, Oxford University Press, 1997, p. 1770.

28# http://sse6348-renaissance.weebly.com/uploads/1/0/8/1/10811283/renaissance_and_reformation_jan_hus_biography.pdf

29# David S. Schaff (traducción, notas e introducción), The Church by Jan Huss, New York, Charles Scribner’s Sons, 1915, p. IX.

30# “John Hus: On Simony”, en Edward Peters, op. cit., p. 283.

31# Ángel García de Cortazar, Historia religiosa del Occidente medieval (años 313-1464), Madrid, Ediciones Akal, 2012, p. 506

32# Diarmaid MacCulloch, op. cit., p. 571.

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