Los amores y el amor

Un amor de pareja que sólo tiene una dimensión erótica no es amor; pero el amor, para serlo, también tiene que tener una dimensión erótica.

17 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 05:40

Foto: Jose Chomali . Unsplash.,
Foto: Jose Chomali . Unsplash.

Como dije la semana anterior, hacemos un inciso respecto del amor en una pareja, es necesario decir que cuando al amor se le desexualiza, se le destruye; pero lo mismo ocurre si se le erotiza, patológicamente hablando.

La sexualidad juega un papel importantísimo en la vida y en la relación de una pareja. Un amor que no se expresa sexualmente es un amor fracasado; pero un amor que se erotiza también es un amor abocado al fracaso.

Es decir, un amor de pareja que sólo tiene una dimensión erótica no es amor; pero el amor, para serlo, también tiene que tener una dimensión erótica.

En este libro de Cantares, la relación entre el esposo y la esposa pasa por todos los niveles de realización: entre ellos el de las relaciones íntimas, explicitadas de una manera muy clara dentro de un marco poético muy bello.

Analicemos, ahora, los tres términos que se utilizan en la Biblia para amor.

Son tres verbos, y el primero de ellos tiene que ver con el vocablo que en el Nuevo Testamento denominamos ágape (derivado del verbo griego “agapao”).

Este término novotestamentario se emplea para referirse al amor de Dios.

Otro vocablo novotestamentario para designar el amor es el verbo “fileo”, y se refiere siempre al amor humano.

También se utiliza el verbo “fileo” en el Antiguo Testamento, en la traducción griega de la Septuaginta, y se traduce por eros. Un ejemplo de este último lo encontramos en el libro de Ester, en el capítulo 2 y verso 17: “Y el rey amó a Ester (en la LXX: “eraste” del verbo “erao”: estar enamorado, amar apasionadamente.

De este verbo se deriva el término eros, que a su vez, tiene el significado de amor, pasión y deseo apasionado) más que a todas las otras mujeres”.

El verbo “agapao”, del que se deriva el término ágape, hace referencia al amor como un don del Espíritu Santo, según se nos especifica en la primera carta a los Corintios y en su capítulo 13: “el amor todo lo sufre, todo lo soporta, no busca lo suyo…”.

El verbo “agapao” no es el que se emplea para definir el amor en una pareja. Para el amor entre un varón y una mujer se emplea el término “fileo”, que literalmente se traduce por “te quiero”; pero el término “agapao” hace referencia a Dios y es un don del Espíritu Santo. Cuando decimos Dios es amor, estamos afirmando que Dios es ágape.

La aplicación de este amor en nuestro devenir existencial como cristianos tiene por finalidad que “nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado”.

El término “fileo” expresa un amor con contenidos de afecto y amistad: querer como amigo, querer con amor puro y limpio (no con la “estrategia” de “las zorras” que echan a perder las viñas Cant. 2:15), querer de corazón, de verdad, entrañablemente, querer con el sentimiento de atender, obsequiar, cuidar, agasajar; y también expresa el sentido profundo de amar sexualmente.

Menciono todos los significados del verbo “fileo”, para que veamos todo el amplio espectro de posibilidades que abarca el mismo. Aquí nos encontramos que “amar sexualmente” es algo más que amar eróticamente.

Porque si se quiere al otro sólo como un objeto sexual, no se le puede querer también como un amigo/a. En Cantares a la esposa se la llama también amiga, compañera… que Orígenes traduce, en un lenguaje precioso y entrañable: “porque me eres muy cercana”.

Esta expresión trasciende las relaciones sexuales, aunque éstas estén incluidas. De todo esto podemos aprender valiosísimas lecciones para el devenir vital y existencial de una pareja.

Respecto al significado del vocablo “eros”, se trataría de expresar e interpretar dicho término como “el amor como pasión”, con un sentido exclusivamente erótico.

En mi opinión cuando en una pareja sólo hay eros, y éste no está trascendido por el afecto y la amistad profunda y sincera, por el compañerismo entrañable y la más auténtica camaradería, la relación entre esas dos personas está destinada al más frustrante fracaso.

En Génesis 24:67 nos encontramos con una relación amorosa entre Isaac y Rebeca. Se trata de un pasaje precioso, armónico, sinfónico y significativo: “Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre”.

El término amó, lo traduce del hebreo, la Septuaginta, por ágape y no por eros. Es evidente que en este texto se explicita que mantuvieron relaciones sexuales.

La LXX hace una traducción deserotizando y apuntando al fondo de la realidad en el que se estaba cumpliendo la Palabra y la Promesa de Dios dada a Abraham de que en su descendencia serían benditas todas las naciones o familias de la Tierra. Rebeca encuentra en el campo a Isaac paseando: “Y venía Isaac del pozo del Viviente- que- me- ve. Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde” (Gen. 24:62-63).

El verbo “agapao” que se emplea en la traducción griega del texto hebreo, nos indica que “el amor de Dios (ágape)” había sido derramado en el corazón de Isaac, por el mismo Espíritu de Dios; por todo lo cual considero que, en este lugar, la mejor traducción del hebreo no sería ágape, sino el tiempo derivado del verbo griego “fileo”. Con el mayor respeto a la traducción de los Setenta.

Un ejemplo semejante del amor de una pareja que trasciende los aspectos eróticos de la sexualidad, incluyéndola, lo encontramos en Gen. 29:18-20: “Y Jacob amó a Raquel, y dijo: Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor… así sirvió Jacob por Raquel; y le parecieron como pocos días, porque la amaba”.

Aquí los LXX vuelven a traducir el término amor por ágape. Vemos también en este caso como el amor humano que Jacob sentía por su esposa Raquel trasciende lo estrictamente sexual para alcanzar una realización con el ser amado que trasciende lo biológico, lo fisiológico, lo hormonal y lo estrictamente hedonístico. Las conclusiones que sacamos de esta perícopa, son semejantes a las declaradas en el caso de Isaac y Rebeca.

No obstante hay otro relato en la Biblia en el que sí se refleja, no un problema amoroso, sino claramente erótico y desprovisto de cualquier cualidad que trascienda la pasión abrasadora y brutal del ser que se pretende poseer. Este hecho se relata en 2ª de Samuel: “Aconteció después de esto, que teniendo Absalón, hijo de David, una hermana hermosa que se llamaba Tamar, se enamoró de ella Amnón hijo de David” (para enamorarse se emplea el término “egapesen”, término que se deriva del verbo “agapao”). La Septuaginta creo que comete, aquí, un importante error al no traducir el vocablo hebreo, para amor, por eros, sino por un derivado del verbo “agapao”. Todo el relato de esta historia está escrito en 2º de Samuel 13:1-33.

La historia es aleccionadora para discernir entre el verdadero amor entre un hombre y una mujer, y la pasión ciega que busca satisfacer sus apetitos (“epitumias” en griego), sin respetar la integridad física y moral de las personas.

Para conseguir sus deseos Amnón engañó a su padre y a su hermana realizando una vileza digna de muerte, cometiendo incesto y violación con su propia hermana. Hecho que dos años después pagaría con su vida.

Amnón actuó sin misericordia para saciar su deseo lujurioso de erotismo depredador. Toda relación de pareja, mediatizada sólo por la satisfacción erótica termina con la muerte moral de uno o los dos miembros de la pareja, y en tantas ocasiones también con la muerte física.

El lenguaje de la Biblia, en el sentido de lo que venimos analizando, dice: el verdadero amor entre un hombre y una mujer se expresa por el término “fileo”. Se trata de considerar al otro sólo como aquel que favorece una realización en la esfera de la intimidad, no sólo mediante la entrega sexual, sino como alguien a quien reconoces como amigo/a y con el que puedes establecer la comunicación y el diálogo. Como el enfrente a quién amas como a ti mismo.

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