¡Alá es el más grande! (Al·lahu-àkbar)

Desde la conquista musulmana (711) hasta la reconquista por los reyes católicos (1492) la impronta árabe en Hispania es tan amplia como innegable. El terrorismo en nombre de Alá contraría esa influencia.

27 DE AGOSTO DE 2017 · 06:20

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Venimos recordando el período de decadencia intelectual, moral y espiritual que asoló el Imperio Romano, la Iglesia imperial y la sociedad (01).

Para tener una idea más completa de esas vergonzantes páginas de la historia de la humanidad puede leerse la obra que las resume (02) en la que su autor destaca las valientes voces de quienes dieron la vida por oponerse a tanta maldad.

Entre ellos aparecen los ‘donatistas’ (03) cuya lucha comenzó por predicar el sacerdocio universal de los creyentes, denunciar el culto a las imágenes y exigir la expulsión de los apóstatas.

También los ‘paulicianos’ hicieron fuertes demandas a las iglesias sometidas a Roma. Estas escucharon ‘la viva protesta por ellos levantada y el testimonio fiel que supieron dar con su palabra y su vida, en medio de incesantes y crueles persecuciones, fue un sonido confortante que se dejó oír, durante dos siglos, en todos los países cristianizados del Oriente’ (04).

A todo período de inmoralidad, relajamiento de la decencia, y decadencia espiritual le siguen el descuido de la vigilancia y el debilitamiento de las defensas.

El colapso resulta inevitable como consecuencia. Este repetido ciclo en la historia es una lección nunca aprendida por los seres humanos ávidos del poder temporal. En este contexto el Islam irrumpió en Europa y se instaló con su religión. Varetto lo narra así:

Levantamiento del mahometismo

“Durante este período de tanta decadencia, el cristianismo se halló frente a la invasión de las huestes del profeta de la Meca, que atacaban igualmente a paganos, judíos y cristianos. Para que podamos entender mejor la naturaleza de este nuevo conflicto, dedicaremos algunas líneas al origen y desarrollo del mahometismo.

Mahoma nació en la Arabia en el año 571. Era descendiente de una familia de la ilustre tribu de Hashem, depositaría y defensora de las instituciones religiosas de los árabes. Quedó huérfano siendo niño de corta edad; y al dividirse la herencia dejada por sus padres, le tocó como lote cinco camellos y una esclava etíope.

Su tío AbuTabeb, quedó encargado del niño, a quien llevaba consigo en todos sus viajes, tanto en tiempo de paz como de guerra. A la edad de veinticinco años, entró al servicio de una viuda muy rica, con la que más tarde se casó.

La tradición cuenta que Mahoma era de un aspecto imponente y de una hermosura imponderable, lo que lo hacía atractivo a todos y daba a su palabra mucha autoridad. Tenía una memoria prodigiosa, y sus ojos estaban continuamente leyendo con penetración el gran libro de la naturaleza humana.

Desde joven había mostrado una fuerte predisposición a la vida contemplativa y a la meditación solitaria sobre asuntos religiosos. Todos los años se retiraba por el término de un mes, a unos quince kilómetros de la Meca para disfrutar de la soledad en la caverna de Hera.

Fue allí donde su imaginación ardiente le hizo concebir aquel sistema religioso que luego predicó a su familia y a su ciudad el cual resumía en esta sentencia: ‘Dios es Dios, y Mahoma su profeta’.

Los principios de su credo los dio a conocer en un libro que se tituló Alcorán, que viene a ser la Biblia de los musulmanes. Rechaza el culto de las imágenes, de los hombres, de las estrellas y de toda cosa creada, basado en el principio muy racional de que todo lo que se levanta cae; todo lo que nace muere; y todo lo corruptible decae y perece.

Pretendía que las enseñanzas del Corán las habían recibido del arcángel Gabriel, y desafiaba al cielo y a la tierra a producir páginas de la misma belleza, sosteniendo que sólo Dios pudo haberlas escrito.

Según el Corán, algunos rayos de la revelación divina empezaron a manifestarse a Adán, y fueron aumentando con Noé, Abraham, Moisés y Jesucristo, para tener su manifestación completa en Mahoma.

Enseña que Cristo era sólo un profeta mortal; que la crucifixión no fue real, sino aparente; y que Cristo fue llevado al séptimo cielo. Durante seiscientos años la salvación se podía obtener por medio del evangelio, pero como los cristianos se olvidaron de los mandamientos y ejemplo de Cristo, Dios levantó a Mahoma para acusar a los cristianos de idolatría, y a los judíos de no ser fieles a la verdad que se le había confiado.

Los habitantes de la Meca y de Medina pedían al nuevo profeta que hiciese señales y prodigios, como habían hecho Moisés y Cristo; que hiciese descender ángeles del cielo o el volumen de sus revelaciones; que creara un jardín en el desierto, y que hiciese caer fuego del cielo sobre la ciudad incrédula.

Mahoma respondía que su misión no era la de hacer milagros, porque éstos hacen disminuir el mérito de la fe. La oración, el ayuno, y las limosnas constituyen los tres grandes deberes del mahometano.

La oración lleva al devoto hasta la mitad del camino que conduce a Dios; el ayuno permite llegar hasta las puertas de su morada y las limosnas hacen conseguir la entrada. El uso del vino y bebidas embriagantes está absolutamente prohibido, y esto ha contribuido a que los países musulmanes se vean libres de la plaga del alcoholismo.

El Corán enseña la doctrina de la resurrección y del juicio general, que será seguido del castigo de los infieles y recompensa de los fieles.

El paraíso que espera a los musulmanes está lleno de fantasías de estilo oriental; palacios de mármol y marfil; fuentes encantadas, perlas, diamantes, etc.; y la recompensa ofrecida al más insignificante de los fieles consiste en verse rodeado de setenta y dos jóvenes de ojos negros y de gran hermosura, y vivir entregados a la lujuria y satisfacción de apetitos carnales.

En el año 609, Mahoma empezó a predicar su doctrina en la Meca. Los comienzos fueron duros. Después de tres años de trabajo sólo había logrado catorce adeptos, y así siguió durante diez años viendo marchar su causa penosa y lentamente dentro de los muros de la ciudad.

En el año 622, sus enemigos resolvieron matarlo, clavando cada tribu una espada en su corazón, pero llegándolo a saber huyó junto con su fiel asistente Abubeker, y permaneció tres días escondido en una cueva.

Sus enemigos lo buscaron con diligencia y llegaron a la misma puerta de la cueva pero no penetraron en ella. Mahoma y Abubeker careciendo de alimentos, se vieron obligados a salir de la cueva, y montados en sus camellos siguieron viaje a Medina, donde el profeta fue bien recibido, logrando la conversión de los principales habitantes de la ciudad.

Setenta y tres hombres y mujeres celebraron una conferencia con Mahoma y se ligaron con un solemne juramento de mutua fidelidad.

Se levantó una rústica mezquita, y Mahoma vio aumentar el número de sus partidarios. Después de seis años, mil quinientos hombres armados renovaron el juramento de alianza y Mahoma dio principio a sus campañas guerreras, destinadas a imponerse por la fuerza donde la gente rehusase seguirle de buena voluntad.

Personalmente asistió a muchas batallas y sitios, y sus discípulos continuaron llevando adelante las conquistas.

A la edad de sesenta y tres años, Mahoma aún lleno de fuerza y vigor, dirigía todos los movimientos de sus ya numerosas huestes. La Arabia estaba totalmente dominada, y ya él intentaba dirigir sus ataques al Imperio Romano.

Sus asistentes algo fatigados alegaban que faltaban provisiones, caballos y dinero y que el calor del verano sería insoportable. ‘El infierno es más caliente’, contestó indignado el infatigable Mahoma.

Al frente de un numeroso ejército, se dirigía de Medina a Damasco con el intento de conquistar la Siria, pero fue súbitamente detenido por una enfermedad que le duró cuatro años y que atribuía a un veneno que le hubiera suministrado una mujer judía en el año 632, después de un violento ataque que le duró catorce días, murió.

Su muerte produjo una tremenda consternación en el campo de sus soldados y fieles. La ciudad de Medina estaba de luto, y por todas partes sólo se veían escenas de clamor y desesperación.

Muchos se negaban a creer que su muerte era un hecho, y sostenían que había sido arrebatado al cielo. Pero Abubeker con gran prudencia levantó el ánimo de los caídos.

‘¿Es a Mahoma —les dijo— o al Dios de Mahoma a quién adoráis?’

El fuego del fanatismo se encendió de nuevo, y sus numerosos discípulos continuaron la obra de conquista. Al cabo de diez años, todo el Egipto, la Palestina y la Siria, estaban bajo el poder de los terribles invasores, que mataban, saqueaban y destruían todo lo que impedía el desarrollo de sus planes.

Tres de los principales centros del cristianismo cayeron en su poder, Jerusalén en el año 636, Antioquia en el año 638 y Alejandría en el año 641. Persia quedó completamente subyugada después de atroces conflictos.

Constantinopla pudo detener por entonces a los invasores, derrotándolos en 669 y 716. El norte africano estaba dominado y las iglesias devastadas. De África los invasores pasaron a España y se apoderaron de todo el país.

Cruzando los Pirineos entraron en Francia, y parecía que toda la Europa occidental estaba a su merced, cuando Carlos Martel libró una de las grandes batallas decisivas de la historia venciendo a los musulmanes en los campos de Tours, en el año 732 y los conquistadores fueron detenidos en su avance.

Tal era la magnitud del conflicto ante el cual se halló el cristianismo en este sombrío período de su historia” – concluye su comentario, Varetto.

Este artículo se escribe tras una semana que enlutó España y el mundo con un nuevo ataque del terrorismo apátrida. Todos somos testigos de la apropiación indebida que la Iglesia ligada al Estado español ha hecho de este crimen demencial; también de los reclamos contra los seguidores del Islam por parte de defensores de un nacionalismo recalcitrante que nace de mentes afiebradas por la ignorancia.

Por su parte, la ciudadanía barcelonesa ha dado pruebas suficientes de su aversión por la violencia, en nombre de quien sea perpetrada.

Uno solo es el origen del mal que sacude con destrucción, sangre y luto a vecinos, conciudadanos y seres humanos de otras nacionalidades, etnias y religiones.

Recordemos siempre cuando Jesús enfrenta y desenmascara a los hipócritas religiosos de su época declarándoles sin tapujos:

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” (05)

En el difuso contexto que generan los relatos de la posverdad hay algunas reacciones destacables de parte de cristianos evangélicos. Pueden leerse en P+D testimonios de quienes se unen al dolor de los que sufren a causa de los seguidores del maligno. Son respuestas expresadas de diversas maneras.

Dando gracias a Dios por esos buenos ejemplos, sugiero preguntarnos si estamos leyendo en nuestras biblias algo que nos responsabilice, por comisión u omisión, de lo que ocurre a nuestro alrededor.

¿Estamos interpretando y aplicando correctamente las Escrituras al contexto en el que vivimos?

¿Nos preparamos en las iglesias para prevenir el mal?

¿En qué medida reaccionamos cuando ya es demasiado tarde?

Transitamos días que el propio Jesús anticipó al hablar del juez que no atendía a la viuda:

“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (06)

No solo la fe flaquea a causa de que el mundo se haya instalado en las iglesias locales de manera amena y confortable; el Señor Jesucristo anticipó dos milenios atrás lo que ocurriría en estos ‘postreros tiempos’:

“Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.” (07)

Fe y amor. No una u otro. Ambos ligados. Es tan imposible creer sin amar, como lo es amar sin creer.

Nuestro Padre eterno nos ayude a permanecer en Cristo; a no dejar de meditar en Su Palabra de vida; a permitir que el Espíritu Santo nos guíe a toda verdad como Él quiera; a rechazar toda propuesta de falsa prosperidad que nos extienda el padre de mentira (aún citando la Biblia); y a socorrer con la Buena Nueva a los que sufren sin haber encontrado la paz y seguridad que nos provee el Dios de amor y justicia.

Dios es amor pues perdona nuestros pecados y es justo pues no nos condena, sino justifica en Su Hijo Jesucristo. Él nos santifique y nos haga aptos para toda buen obra para Su sola gloria.

Notas

Ilustración: Banderas con la inscripción Al·lahu-àkbar. De izquierda a derecha: la usada por la resistencia contra los británicos en Pakistán (1930); en la de Irak aparece sobre el escudo (2008); está en el centro de la de Irán (1980) y en la de Afganistán se repite 22 veces: 11 al pie de la franja verde y 11 veces sobre la franja roja. Algunas palabras españolas de uso popular la tienen como origen: ¡ojalá! (w[a] shā-llāh) = ’y quiera Alá’ o ‘y quiera Dios’; ¡olé! (w[a]-llāh =‘por Alá’ o ‘por Dios’; y ¡hala! (yā-llāh) = ‘oh Dios’.

01. En los dos artículos anteriores: ‘El cristianismo decadente’ (13/08/17) y ‘La milenaria corrupción de la Iglesia’ (20/08/17).

02. ‘La Marcha del Cristianismo’ de J.C.Varetto; ‘Capítulo V: Años 606-814’, páginas 201 a 217; ‘Capítulo VI: Años 814-1054’, páginas 218 a 231.

03. Obra citada, páginas 198 a 200. Donato Magno (murió en 355) inició el movimiento en Argelia; el que perdió vigor en el 411.

04. Obra citada, páginas 211 a 215.

05. Juan 8:44.

06. Lucas 18:7,8.

07. Mateo 24:11,12.

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