La milenaria corrupción de la Iglesia

El dios de este siglo ataca desde el principio a las iglesias locales. Con su menú de tentaciones y mentiras busca corromper a los miembros del cuerpo de Cristo que son santificados por el Espíritu Santo.

20 DE AGOSTO DE 2017 · 11:30

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La milenaria corrupción de la Iglesia

La primera decisión del padre de mentira (01) fue copiar a la iglesia de Dios, haciendo otra mucho más llamativa, y asociándola al poder terrenal. Decidió llamarla Iglesia, con I (i mayúscula); y sin pudor alguno la hizo competir con las pequeñas iglesias locales que son fieles a Jesucristo (02).

El diablo hace acólitos más fácilmente que las iglesias discípulos. Diluye la Biblia y fija días de fiestas. Suyos son las tradiciones culturales, el modelo de autoestima y la economía del ‘tú puedes’ y los difunde urbi et orbi; y aunque con ellos enriquezca a ambiciosos líderes mediáticos su excusa es ‘el servicio al prójimo’ (03).

Frente a esta realidad innegable siempre hubo, hay y habrá los que se resisten a ser desviados de su sana fe en Jesucristo. Son los que cada día Dios añade a su iglesia para ser salvos (04). Queda claro que referirse a una denominación como ‘Iglesia’ no necesariamente significa estar hablando de la iglesia de Dios que edifica Jesucristo. También que, sea por omisión o por comisión, todos somos parte de esta historia. 

Vayamos pues al autor Juan Crisóstomo Varetto cuando habla acerca de algunos que en los siglos IV y V y frente a la corrupción de la Iglesia no encontraron mejor salida que apartarse de la sociedad para llevar una “vida monástica” (05). Dice el autor acerca de ese varón llamado

 

Antonio 

“La corrupción de las iglesias y decadencia espiritual que caracteriza a este período, alarmó a muchas almas sinceras, que buscaron en el retiro y soledad un asilo donde poder vivir en contacto íntimo con Dios y ocupados completamente en el desarrollo de la vida interior. La intención que animaba a los primeros anacoretas y ermitaños era buena, pero completamente extraviada. Olvidaban que los cristianos tienen que ser la luz del mundo y la sal de la tierra; que Cristo oró para que los suyos fuesen librados del mal pero no quitados del mundo; y que los cristianos del tiempo apostólico, nunca pensaron en el retiro y soledad, sino en lidiar como buenos soldados en el campo de batalla de este mundo corrompido.  

El origen del monaquismo lo hallamos en la persona y obra de Antonio, quien nació en el año 251, en la ciudad de Heptanome, en los confines de la Tebaida. Era hijo de una familia rica y respetable, en el seno de la cual recibió su primera educación religiosa. Sus estudios fueron rudimentarios, y nunca llegó a iniciarse en las lenguas griega y latina, que eran en aquel entonces la prueba de que uno había recibido alguna instrucción. Desde su juventud mostró una fuerte tendencia a la vida contemplativa, evitando siempre el trato con los muchachos turbulentos. Las cosas del mundo no le interesaban, pero un profundo espíritu religioso, y una gran ansiedad por las cosas divinas determinaban todos los actos de su vida. Era infaltable a las reuniones religiosas, y lo que él mismo leía en la Biblia y lo que oía leer en las reuniones, quedaba impreso en su memoria y corazón. Hay autores que aseguran que sabía toda la Biblia de memoria. Cuando tenía unos veinte años quedó huérfano, quedando a su cargo una hermana mayor y los demás intereses de la casa. Un día, mientras se dirigía a la iglesia, su vivida imaginación le pintó el contraste que existía entre los verdaderos cristianos de las iglesias apostólicas, que vivían en amor y en comunidad, y los pretendidos cristianos de sus días, afanados puramente en cosas materiales. 

Preocupado con estos pensamientos entró en la iglesia donde oyó leer la siguiente porción del Evangelio: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; ven sígueme.(06)  Antonio creyó oír en estas palabras un mandamiento de Dios, dirigido a él mismo, ordenándole vender todos sus bienes y repartirlos a los pobres. Empezó por repartir su dinero y muebles entre los más necesitados de la aldea, y sus tierras las distribuyó también, quedándose sólo con lo necesario para atender las necesidades de su hermana; pero más tarde repartió aun esta parte, al leer en el Evangelio que no hay que afanarse por las necesidades del mañana. Dejando a su hermana bajo el cuidado de unas mujeres piadosas, una especie de monjas que vivían asociadas, se retiró a la soledad y empezó a vivir bajo el más rígido ascetismo. Se sostenía a sí mismo trabajando con sus propias manos, y lo que le sobraba lo daba a los pobres.  

En el género de vida que adoptó cayó en el error de creer una virtud el ahogar los sentimientos naturales que Dios ha puesto en el hombre. Cada vez que se acordaba de su hermana o de otros deberes domésticos creía que era el tentador que procuraba hacerlo caer; y los más puros y sanos impulsos del corazón los atribuía a malos espíritus con los cuales se creía constantemente en guerra. 

Cada día iba alejándose más y más de los centros de población, hasta que se retiró a una lejana región montañosa, donde habitó veinte años entre las ruinas de un viejo castillo. Su fama de gran asceta fue extendiéndose, y por todo el Egipto se contaban acerca de él las cosas más extrañas. Todos lo buscaban pidiendo sus consejos, y finalmente consintió en ser el director espiritual de muchos que querían imitarle en el género de vida que había adoptado. Entre éstos hubo no pocos que estaban cansados de un cristianismo que sólo servía para alimentar discusiones teológicas. Egipto se llenó de estos ermitaños, quienes al asociarse constituyeron las primeras órdenes monásticas, que pronto fueron extendiéndose por todos los países del Oriente.  

Antonio era el héroe entre ellos. A él acudían de todas partes para someterle sus pleitos y dificultades. Creyó que esta fama lo conduciría al orgullo y se retiró a una región aún más apartada donde nadie le conocía. Se dedicaba a la agricultura y a la fabricación de canastas que cambiaba por alimentos. Cuando se descubrió su paradero volvió a verse rodeado de admiradores. 

En el año 311, bajo la persecución de Maximino, apareció en Alejandría, no buscando el martirio, sino para animar a los que tenían que sufrir. Cumplida su misión, sin ser molestado por los perseguidores, se retiró de nuevo a los desiertos. En el año 352, cuando tenía ya más de cien años de edad, volvió a Alejandría. Todos los habitantes, y aun los sacerdotes paganos, procuraban ver ‘al hombre de Dios’. Los enfermos buscaban tocar el borde de su vestido esperando ser curados milagrosamente. 

Regresó de nuevo entre los monjes donde pasó los últimos años, encargando que su cuerpo fuese escondido para que no llegase a ser objeto de superstición.  

La idea que tuvieron los primeros ermitaños fue muy pronto olvidada. La gente empezó a creer que la vida recluida era un mérito y que podían ganar el cielo por las mortificaciones del cuerpo. Las penitencias que hacían eran pueriles pues no conducían a nada práctico, ni servían para el bien ni mejoramiento de ninguno. Se hicieron orgullosos, creyendo que eran superiores a los demás hombres. Para mortificarse inventaron todo género de penitencias. 

Cierto fraile vivía en una región donde no había agua, y creía que era una obra meritoria pasar las noches juntando el rocío. Muchos abandonaron el trabajo por creerlo incompatible con los votos de misticismo que habían hecho y se entregaron a la corruptora holgazanería, viviendo de las limosnas de sus admiradores. 

En Italia, Francia y España, las órdenes monásticas, alcanzaron gran desarrollo debido principalmente a los trabajos de Benedicto. Este célebre monje nació en el año 480, de una rica familia italiana. Empezó la vida de ermitaño cerca de Roma, viviendo en una gruta, donde no tardó en verse rodeado de muchos partidarios con quienes organizó comunidades. Para evitar los grandes escándalos que daban los monjes de otras órdenes Benedicto sujetó a los suyos a una severa disciplina, haciendo que todos tuviesen alguna ocupación útil, como ser la labranza, los estudios y la enseñanza escolar de los niños que vivían en distritos rurales.  

 El aumento siempre creciente y alarmante de estas comunidades obligó a muchos a emprender contra ellas formidables campañas, siendo la más violenta la que encabezó un monje llamado Joviniano (07), a quien Neander (08) llama ‘el protestante de su tiempo’. Se levantó contra sus colegas sosteniendo que no había ningún mérito en renunciar al matrimonio y a los vínculos sagrados de la familia; que era posible y preferible ser santo en el mundo. Los monjes se alarmaron y consiguieron que fuese condenado por un Sínodo reunido en Roma en el año 390. 

Tal es, en breves palabras, el origen de esas comunidades que tantas veces han levantado la viva protesta de los civiles que han visto en ellas, como en realidad lo son, un atentado a los sentimientos humanos y un peligro para la sociedad (09)

 

Innovaciones 

 No solamente en el orden disciplinario, sino también en la teología y culto, se notan grandes diferencias entre este período y el siglo apostólico. Al principio, Cristo era el Alfa y la Omega (10). No había creencia ni práctica que no tuviese a él por centro y por fundamento. Paulatinamente los cristianos, sin negar a Cristo ni rechazar su sacrificio, introducen nuevas ideas y nuevas costumbres que los distraen, y hacen apartar la mirada de aquel en quien habita la plenitud de la divinidad, y quien por los siglos de los siglos debe recibir el más completo homenaje de los que han sido redimidos por su sangre.  

 

La Mariolatría  

El amor y recuerdo respetuoso que se tuvo desde el principio a la madre de Jesús, empezó a degenerar en una superstición y culto idolátrico. Los nestorianos se opusieron enérgicamente al título de ‘madre de Dios’ que muchos le daban, y sostenían que ella era sólo madre de Cristo según la carne, pero no de su divinidad. La doctrina de Nestorio fue condenada y abrió así el camino a la mariolatría (11). Un libro gnóstico del siglo tercero o cuarto, refiere la leyenda de la asunción de María, la cual, aunque popular, era tenida sólo como leyenda, y a nadie se le ocurría hacer de ella un hecho histórico. Pero, los partidarios del culto a María empezaron a enseñar que hubo tal ascensión corporal; y Gregorio de Tours, a fines del siglo sexto, escribió como sigue: ‘Cuando la bienaventurada María terminó su carrera en esta vida y fue llamada a salir de este mundo, todos los apóstoles, venidos de todas partes del mundo, estaban reunidos en su casa, y cuando oyeron que ella debía de partir, estaban velando con ella, y he aquí el Señor Jesús vino con sus ángeles, y tomando su alma, se la entregó a Miguel, el arcángel, y se fue. A la mañana los apóstoles tomaron el cuerpo con el lecho y lo colocaron en un sepulcro, y velaron, esperando que el Señor viniese. Y, he aquí, el Señor apareció por segunda vez y ordenó que fuese llevada en una nube al Paraíso, quien habiendo tomado de nuevo su alma, goza ahora de las bendiciones sin fin de la eternidad, regocijándose con su predilecto.’ El abate Migne (12) hace notar que ese relato de Gregorio ha sido tomado del Líber de Transitu, del pseudo Melitón, que está clasificado por el papa Gelasio entre los apócrifos. 

 

Invocación De Los Santos 

 La costumbre de invocar a los santos tuvo origen en la exagerada veneración de que eran objeto los mártires y otros héroes de la fe. Las iglesias empezaron dedicando ciertos días del año para recordar los sufrimientos que los tales habían soportado, y se daba gracias a Dios porque tales hombres habían militado entre los cristianos, mostrando así que la fe que profesaban puede crear energía y valor. Se exhortaba al pueblo a imitar sus virtudes y seguir sus huellas. Los panegíricos que se hacían en las iglesias, ensalzando con demasía a estos mártires bajo el influjo de la hipérbole oratoria, fue creando la idea de que eran seres casi divinos; y pronto se estableció la costumbre de invocarlos como intercesores y mediadores, olvidándose la enseñanza de que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, según lo establece San Pablo en su 1ª epístola a Timoteo (13).  

 

La Eucaristía  

Hemos visto cómo la cena del Señor era el centro del culto cristiano, y así continúa siendo aún en este período de innovaciones y cambios, aunque ya pueden hallarse algunas ideas que cambian fundamentalmente el carácter de ésta ordenanza. Se empieza a creer en la presencia real, y los elementos no se miran como símbolos del cuerpo y sangre del Señor.  

En tiempos de Crisóstomo aún no se conocía la costumbre de privar a los miembros de las iglesias de la participación del vino. Pero ya a mediados del siglo quinto, algunos intentan introducir lo que se llama comunión bajo una sola especie; pero tropiezan con la fuerte oposición de Gelasio, obispo de Roma, quien condena severamente la innovación y la hace cesar.

 

El Purgatorio 

La idea de un fuego donde las almas tengan que purificarse después de la muerte, es ajena y contraria a las doctrinas del Nuevo Testamento, que enseñan que la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado (14). El primer cristiano que menciona un fuego purificador es Orígenes, quien sostenía la doctrina de la salvación universal y restauración final de todas las cosas. Gregorio el Grande es el primero que habla del purgatorio como de doctrina cristiana. Pronto se añade a ella la idea de que las oraciones podían ayudar a los que estaban en este fuego. Esta innovación demuestra que había decaído la confianza en el valor infinito de los méritos de Cristo que excluyen toda obra humana, y hacen inútil todo otro sacrificio. 

 

Templos e Imágenes

La riqueza siempre creciente de las iglesias, y los continuos donativos de príncipes y ofrendas de ricos y pobres, facilitaban la construcción de edificios artísticos destinados al culto, y cada vez se daba más importancia al lugar donde éste se celebraba. Las primeras estatuas y pinturas introducidas en estos edificios dieron lugar a muchas y largas controversias, aun cuando se destinaban sólo al ornato y a la instrucción del pueblo, y en ningún caso a la adoración o veneración. Pero en las comunidades que acababan de salir de la idolatría, estas representaciones no podían sino ser un tropiezo a los indoctos. Un obispo de Marsella, viendo que las imágenes conducían a la idolatría mandó destruirlas, y cuando el caso llegó a oídos del papa Gregorio, éste le escribió diciendo que lo alababa por su celo contra la adoración de cosas hechas con manos, aunque no aprueba su iconoclasmo y sostiene que las imágenes son los libros de los ignorantes. ‘Si alguien quiere hacer imágenes - dice- no se lo impidas, pero por todos los medios impide el culto de las imágenes.’ 

Estas pinturas fueron matando el verdadero carácter del culto cristiano, y llevando al pueblo a una nueva forma de paganismo. Las imágenes adquirieron gran valor ante los ojos de los adoradores, y pronto se llegó a confiar en ellas mismas y a creerlas milagrosas. La imaginación popular se encendía al oír los relatos de las maravillas que se les atribuían y la gente iba cada vez más depositando en ellas su confianza.” Hasta aquí Varetto.

Ojalá este artículo ayude a comprender mejor las razones que tuvo hace 500 años el Dr. Martín Lutero, cura agustino alemán, para rebelarse contra tanta corrupción dentro de su Iglesia. Preguntémonos a la luz de la Palabra de Dios: ¿discernimos si hay corrupción en la doctrina y prácticas de las organizaciones que llevan el nombre de Iglesia? ¿Somos parte de ella? ¿Nos animamos a denunciarla? El Espíritu Santo nos guíe a la Verdad que es Jesucristo, y a apartarnos de todo aquello que ofende Su santo nombre. 

 

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Notas

Ilustración: detalle capcioso de la obra de Miguel Ángel titulada ‘La creación de Adán’ (Capilla Sixtina, 1508-1512) accesible en Internet sin restricciones.

01.   Juan 8:44; comparar con 2ª Corintios 2:11; 11:14; Apocalipsis 12:10.

02.   El NT nunca habla de Iglesia (con i mayúscula) como aparece en el título de este artículo; siempre habla de iglesia e iglesias (con i minúscula) refiriéndose a ‘gente sacada fuera’. Con esto refiere a la gente redimida de la esclavitud del pecado; rescatada de la condición en que se encuentra la Creación toda y que conlleva la eterna condenación; ver Romanos 8:20-23; 11:32; Gálatas 5:1; Hebreos 2:15. En singular se refiere al cuerpo de Jesucristo, su única cabeza tanto en el cielo como en la tierra. En singular como en plural ‘ecclesia’ hace referencia a las asambleas de seguidores de Jesucristo, iglesias locales y visibles; comparar Mateo 16:18; 18:17; Hechos 2:47; 5:11; 8;1,3; 9:31; 11:26; 12:1,5; 13:1; 24:23,27; 15:3,4,22,41; 16:5; 18:22; 20:17,28; y casi cien (100) citas más en otros catorce (14) libros del NT. Este llama iglesia o iglesias a las congregaciones de creyentes de diecinueve (19) sitios geográficos precisos: Jerusalén, Judea, Galilea, Samaria, Antioquía, Siria, Cilicia, Cesarea, Mileto, Éfeso, Cencrea, Corinto, Galacia, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia, Laodicea; y entre todas ellas el apóstol Pablo escribe a los que se congregan en Roma, Éfeso, Filipos, Colosas, y Tesalónica llamándolos ‘santos y fieles hermanos’. Puede ampliarse este estudio con los 15 artículos ya publicados por este autor sobre ‘la única santa iglesia católica y apostólica’, a partir del 30 de diciembre de 2012: http://protestantedigital.com/magacin/13225/La_unica_santa_iglesia_catolica_y_apostolica y hasta el 6 de abril de 2013, entre otros artículos sobre el mismo tema en ‘agentes de cambio’.  

03.   Sobre esta irrupción satánica en las iglesias pueden leerse diversos artículos ya publicados; i.e. el del 18 de mayo de 2013: http://protestantedigital.com/magacin/13563/Lobos_rapaces_en_la_congregacion; el del 11 de febrero de 2017: http://protestantedigital.com/magacin/41448/Por_donde_pasa_el_exito_de_una_iglesia; entre otros. 

04.   Hechos 2:47. 

05.   ‘La Marcha del Cristianismo’, páginas 191 a 198.

06.   Marcos 10:21; Lucas 18:22.

07.   Joviniano fue un monje y teólogo cristiano que vivió a fines del siglo IV y principios del V, murió en 405. Fue contrario al ascetismo, por lo cual fue considerado hereje en el año 393.

08.   Joachim Neander, nació en Bremen, Alemania, en 1650 y murió allí el 31 de mayo de 1680. Es considerado el principal poeta de la Iglesia reformada. Uno de sus himnos que aún se canta en las iglesias cristianas es ‘Alma bendice al Señor’. Escuchar con letra impresa: https://www.youtube.com/watch?v=AUZBCG6py6Q

09.  Umberto Ecco (1932-2016) escritor, filósofo y profesor universitario, italiano es autor de numerosos ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía, así como de varias novelas, siendo ‘El nombre de la rosa’ (1980) quizás la más conocida por la película que se filmó con ese nombre (1986). Esa obra transcurre en uno de esos monasterios mencionados en el artículo.

10.  Apocalipsis 1:8,11; 21:6; 22:13.

11.  En oposición a Mariología, Mariolatría es hacer un culto idolátrico de María, la bienaventurada madre de Jesús. Sobre este tema que es tan caro a los católicos romanos, el autor recomienda leer al Dr. Samuel Vila, en “A las Fuentes del Cristianismo” Págs. 99-112, Edición Actualizada. Ed. CLIE. Terrassa, España, Noviembre de 1976. Versión pdf accesible en Internet: 

http://historiayverdad.org/Babilonia/A-las-fuentes-del-cristianismo-samuel-vila.pdf

12.  Jacques Paul Migne (1800-1875) sacerdote y abad francés cuya obra más renombrada fue la de publicar dos económicas y extensas colecciones de escritos de los Padres de la Iglesia, la Patrologia Latina y la Patrologia Griega.

13.  1ª Timoteo 2:5; ver, además: Hebreos 8:6, 9:15; 12:24.

14.  1ª Juan 1:7.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Agentes de cambio - La milenaria corrupción de la Iglesia