Yonbaine

El humor es una vacación de la seriedad.

23 DE JULIO DE 2017 · 21:00

,camello riendo, humor camello

El buen observador, quizás haya notado que el título general de este artículo ya no está encabezado por el tradicional Desde el Corazón, y es que este “aprendiz de escribidor” ha decidido darle unas semanas de descanso al Corazón, por la sencilla razón, de que estamos en Verano, y uno lo asume como un tiempo para no tener nada que hacer y todo el día para hacerlo.

Pero por otra parte, pase lo que pase, también en Verano hay cosas que contar. Y contándoles un secreto, propio del que lleva años tratando de aprender a escribir, uno piensa, que al igual que el viejo refrán: “quien en verano no trilla, en invierno no come”, me entra el anormal recelo de: “si dejo de escribir durante el Verano, ahora que ya tengo unos cuantos lectores, ¿quién me leerá cuando llegue el Invierno?” y, como con todo, soy de los que creen que el arte de descansar es una parte del arte de trabajar, aquí estaré hasta las primeras semanas de Septiembre. Claro que mis artículos serán sencillos, sin alardes de investigación y sin prosa profesoral; eso sí, nacidos de un corazón veraniego.

Creo que los que me conocen, me habrán leído en algunas ocasiones compartiendo detalles familiares y, muy particularmente, sobre mi madre. Y la mía era una madre que a pesar de todos mis fallos siguió queriéndome y cuidándome como si fuera la mejor persona del mundo. Y entre los admirables recuerdos, tengo el de cuando “yo, el ilustre estudiante de bachiller” y mi hermana, nos reíamos de la forma de pronunciar nuestra madre, nombres ingleses, ella hacía una mueca como enfadada por nuestras risas, que con el tiempo, descubrimos que lo hacía expresamente para que tuviéramos unos sanos motivos de risa.

Para ella “Hollywood” era “Jolibú”, y nos reíamos; pero el actor que más hilaridad nos producía era “Yonbaine” (John WAYNE); actor que siempre me ha gustado en las películas que de él he visto; con su mirada franca y honrada, su inconfundible forma de caminar y su colt 45, en su singular cinturón.

No todas sus películas fueron westerns, pero no había duda que en las que mejor y más a gusto se encontraba, era en las de siempre -decía mi madre- “de vaqueros”, pues en ellas no tenía que cambiar de personalidad, allí se interpretaba a sí mismo. Era tan “Yonbaine” en las películas, como me imagino –y, por lo leído, asumido‑ en la vida real. Lo imagino llegando a casa, dejando el caballo en el parking, y sin quitarse el sombrero de la cabeza ni el pañuelo en el cuello, sentado con las botas sobre la mesa, tomándose su último “güisqui” con el colt en su cartuchera.

En lecturas sin trascendencia, propias de mis Veranos, he descubierto que entre los biógrafos de “Yonbaine” destacan los que lo definen como hombre “rudo” de carácter y de ideas “ultraconservadoras”. Sin embargo, en las opiniones de sus allegados, la definición es muy diferente: hombre entrañablemente familiar, un buen padre de familia y un abuelo algo empalagoso. No entro en lo de “ultraconservador” porque en esta tierra nuestra si uno va a la Iglesia los Domingos, tiene ideas cristianas de la vida, no se divorcia cada cinco años, está contra proyectos de ley como la LGTBI y cree en los Diez Mandamientos como ejemplar Constitución, puede ser tachado de talibán.

Me entristeció que, por influencias de su amigo John FORD, que le dirigió en tantas películas, se convirtiera al Catolicismo, dejando de ser Presbiteriano, pero lo puedo comprender porque sus valores absolutos, ya estaban en su confesión presbiteriana, como en los Bazares de todo a cien; claro que, fue un cambio cercano a su muerte de cáncer ¿sería por miedo a la eternidad?.

Todavía no hemos proyectado en nuestros encuentros de Cine Fórum, ninguna de las películas de “Yonbaine”, pero quizás lo hagamos, pues en algunas de ellas hay buenas lecciones. Tanto de “Yonbaine” como de John FORD, pudimos ver que los hombres sencillos son más ricos que los poderosos; que los humildes saben crecerse en la adversidad; que es preferible tener una familia a estar solo; que vale la pena luchar hasta el final para no perder a los tuyos; que las mujeres no son objetos de consumo; por lo que puedo comprender cómo su mejor pareja en el cine: Maureen O’HARA, lograra después de su muerte, que el Congreso Norteamericano le concediera la medalla conmemorativa al Honor; y él declaraba sin vacilación que las mujeres siguen siendo adorables a los 20 años y a los 80; también mostraba que había que tener limpio el revolver para hacer justicia a los inocentes.

Y, curiosamente, en sus películas, en las que siempre habían buenos y malos, él siempre era de los buenos. Comprendo que sea una visión simplista lo de buenos y malos, pues en este mundo traidor, el serio Teólogo me recordaría que todos somos malos ¡cierto!, pero sé muy bien que los Evangelios hablan de que el bien y el mal están mezclados como el trigo y la cizaña; pero en sus películas, los buenos –sin ser santos‑ luchaban por defender la justicia.

Comprendo que mi madre me dejara ver las pelis de “Yonbaine” porque decía que los buenos amaban la verdad, la fidelidad a la palabra dada, ‑añadiendo para mí-, ¡como tu abuelo! y la familia. Incluso se bendecía la mesa antes de comer. Pero este cine, ha dado paso a otro de muchas cloacas contaminadas, de modo que el “Yonbaine” de mi madre, está muy lejos de Lord VOLDEMORT, (creo que el malo malísimo de Harry POTTER) y me pregunto: ¿cómo pronunciaría estos nombres mi madre, para hacernos sonreír?. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Yonbaine