Cuando los cielos se vuelven de bronce

Con cuánta facilidad juzgamos a cualquiera mientras le vemos sufrir.

16 DE JULIO DE 2017 · 10:20

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“Bendita la crisis que te hizo crecer, la caída que te hizo mirar al cielo, el problema que te hizo 

buscar a Dios...”

                        Francesco Forgione 

En una entrevista que le hicieron a la cantautora, líder de alabanza y adoradora Maredith Andrews, explicó como se había sentido terriblemente abrumada, al intentar equilibrar sus compromisos, su labor creativa, su familia… Cuando reflexionaba sobre el estrés que le producía intentar conjugarlo todo, dijo:

“Sentí como que Dios me estaba llevando por una etapa de purificación, casi por un proceso de trituración”.

Cuando leí estas declaraciones, me sentí tremendamente identificada, y mi corazón voló a un tema bien conocido sobre el que quisiera hacer una sencilla reflexión, “Cuando los cielos se vuelven de bronce”

Es bien conocido de todos el pasaje de Deuteronomio 28 sobre este tema que, en definitiva, habla de las consecuencias de la obediencia o la desobediencia a Dios; ahí nuestros cielos se abrirán, o se cerrarán como el bronce.

Hubo distintas personas en la Biblia cuyos cielos se volvieron de bronce, Job, el pueblo de Israel en innumerables ocasiones, Elías, de algún modo… La mayoría de las veces, tal como sucedía con el pueblo escogido por Dios, la razón auténtica era su desobediencia. En otras ocasiones no tenia nada que ver con eso.

¿Fue Job realmente desobediente a Dios? ¿lo fue Elías? Creo poder afirmar con toda rotundidad, que en ningún modo.

Job pudo quejarse, preguntar con una cierta desesperación; pero no cometió pecado delante de Dios. Simplemente no comprendía toda aquella auténtica trituración por la cual el Señor de su vida le hacía pasar. Job no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo en las esferas celestiales, y de que modo una terrible opresión satánica estaba permitiendo el Señor, hasta un punto, hasta el vallado y el cerco que el Dios de los cielos permitía.

Elías, dice la Escritura que era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oro fervientemente para que no lloviese durante mucho tiempo, y luego para que sucediera lo contrario (Santiago 5) y el Señor lo escuchó; pero hay algo que me llama mucho la atención, Cuando se relata todo el tema de Elías, Acab, la lluvia…. Dice la Palabra que Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra puso su rostro entre las rodillas (1ª Reyes 18) Esa era la postura que adoptaba una mujer, en aquel entonces, para dar a luz.

¡Me impresiona de un modo muy grande todo esto! Un hombre como cualquiera de nosotros, pero en el que no hallo falta, es obediente, y se parte el alma por orar fervientemente.

Con Job sucede más de lo mismo; aunque de otro modo. Nadie pecó contra Dios de un modo tremendo. El uno, sujeto a pasiones semejantes a las nuestras; el otro, sin entender absolutamente nada de lo que estaba sucediendo. Pero hay algo común en ambos, la oración con toda el alma.

Es muy cierto que cuando hay desobediencia en nuestras vidas, nuestros cielos se vuelven de bronce, es Palabra de Dios. Pero con cuanta facilidad juzgamos a cualquiera mientras le miramos y le vemos sufrir, o que parece que sus oraciones no son contestadas…. Somos extraordinarios para juzgar, entonces si que estamos pecando y a lo grande; aunque no nos lo parezca.

¡Cómo puedo entender a Meredith Andrews! Simplemente se siente agobiada y estresada por todo lo que tiene sobre si, y es tan honesta de decir lo que dice. Me puedo identificar con ella de un modo absoluto.

Es muy sutil la diferencia en ocasiones entre pecado y no pecado, y es sumamente fácil mirar al que tenemos enfrente y decir… Sus cielos se están volviendo de bronce…. ¡Qué el Señor nos perdone por cosas así! Claro que Elías se sintió derrotado en la cueva, claro que Job se quejaba por no entender, tal vez Maredith llevaba más sobre si de lo que podía… ¡Yo no lo sé! Pero me puedo unir con fuerza a esas palabras…

“Sentí como si Dios me estaba llevando por una etapa de purificación, casi por un proceso de trituración”.

Sea como sea, y cada cual conoce la vida con su Señor, la única solución para que los cielos de bronce se abran, y caigan preciosas lluvia de bendición sobre nosotros, es la bendita oración. Cuando oramos fervientemente delante de Dios, nuestros “cielos de bronce” se abren… ¡Se abren! Y Es allí cuando Dios obra lo que tiene que obrar.

Cuando Job no entiende nada de nada, dice uno de mis textos de cabecera…. “Más Él conoce mi camino, me probará y saldré como oro” (Job 23: 10)

Cuando Habacuc se siente deprimido por todo lo que está ocurriendo y vuelve su mirada al Dios de su vida, puede decir:

“Aunque la higuera no florezca,

ni en las vides haya frutos;

aunque falte el producto del olivo,

y los labrados no den mantenimiento,

y las ovejas sean quitadas de la majada,

y no haya vacas en los corrales;

 con todo, yo me alegraré en Jehová,

y me gozaré en el Dios de mi salvación.

 Jehová el Señor es mi fortaleza,

el cual hace mis pies como de ciervas,

Y en mis alturas me hace andar”

                                   Habacuc 3: 17-19.

¿Sientes que tus cielos se están volviendo de bronce?.... Examínate delante de tu Señor. Si hay algo que te separa de Él, ponlo en orden. Y si, simplemente te está probando, o conduciendo a un proceso de autentica trituración para llevarte más cerca de Él, déjale que haga lo que desea contigo, ora y tus cielos de bronce se abrirán; entonces ¡Verás la Gloria de Dios!

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