Urnas de cristal (1)

La primera vez que presencié una campaña electoral y tras ella pude depositar mi voto fue un 15 de Junio de 1977.

08 DE JULIO DE 2017 · 20:30

Suárez, votando en las elecciones de 1977.,
Suárez, votando en las elecciones de 1977.

La primera vez que presencié una campaña electoral y tras ella pude depositar mi voto fue un 15 de Junio de 1977. Fueron unos comicios de carácter histórico, ya que constituyeron las primeras elecciones libres que se celebraban en el País desde los tiempos de la Segunda República, concretamente desde Febrero de 1936. Fueron también las primeras que se celebraban tras la dictadura de Francisco FRANCO. 

No acostumbrado –naturalmente a poder opinar en las urnas sobre política y políticos, aquella fecha y aquel gesto, “Desde el Corazón” me parecía una fiesta –como a muchos otros ciudadanos agradable. Pocas circunstancias más emocionantes y justamente hermosas como estas; liberándonos evidentemente de los triunfos del Madrid y las orejas y rabo de los galardones de Paco ORDOÑEZ o Curro ROMERO, pues expectante siempre será el que un pueblo pueda a sí mismo darse su futuro. Es la democracia coronándose a sí misma a través de la más alta participación colectiva. 

Es el momento de designar representantes, de acertar, de arriesgarse. Es el ejercicio de la libertad activa, que consiste en elegir; luego vendrá la consecuencia de la elección; se obedecerá o se desobedecerá la ley, y la observación de los que engañen o de los que sean íntegros a los ideales que expusieron, facilitarán los argumentos para lo que es primordial: el hecho de consagrar a quienes tienen que elaborar las leyes y hacerlas cumplir a favor del pueblo que elige, impulso que va dado en cada papeleta. En la fragilidad de ese papel y el cristal de las urnas reside la grandeza de cualquier democracia.

Yo recuerdo cómo nos alegraba a casi todos los españoles la alegría de aquel 15 de Junio, y cómo las calles con sus angélicos posters de propaganda, con los diversos símbolos y sus colores para distinguir los partidos parecían teñir de esperanza el horizonte. Luego, con el tiempo, aquel sol se nubló; se amortiguó aquel gozo, se mustió la ilusión. Quizás porque se encargaron tecnócratas lo que correspondía a médicos. Ministerios para la vivienda a especuladores inmobiliarios. Lo que requería experimentados ciudadanos, magníficos labradores, honestos contables y sensibles administradores, pasó a amiguetes de las puertas giratorias. Cuando se encomienda el avance de un pueblo a meros incompetentes, y elocuentes palabreros, no puede sorprendernos que poco o nada se mude.

“Desde el Corazón” ya hemos salido de la adolescencia democrática. Hoy los hechos –imperativos, no alegres; exigentes e ilegales, no optimistas- nos aconsejan, nos obligan casi a ser sabios; pues lo que nos aguarda, dependerá, en buena medida, de nosotros. 

España, en su tradición histórica, se ha visto por decenios muy coartada en sus actuaciones. Cuando quiso moverse, de un pie la paró un militar, y del otro un Obispo. Por eso fue necesario conocer la actitud de esas dos fuerzas en las elecciones (y los pobres Protestantes siempre emparedados como un sándwich, pues como bien claro declaró aquel Secretario General del PCE, que en la fecha consiguió 1.709.890 votos y 20 Diputados: “ustedes no interesan, significan pocos votos”). 

En nuestros días aquello ya no es posible. Hoy tenemos muchas nuevas añagazas. No me gustan mucho los perros, pero he aprendido que por mucho que se les cambie el collar y el look, no dejan de ser los mismos perros. Y ya sabemos, que quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro. Por eso, aunque las fuerzas que controlan son de diferentes siglas, siguen siendo las mismas. Así que se trata de darle pan al nuestro.

“Desde el Corazón” es poco lo que leo –puede ser que no lea lo bastante acerca de declaraciones evangélicas que resulten luminosas, morales, ilustrativas y propias para la re-flexión sobre las urnas de cristal, especialmente ante importantes acontecimientos. “Desde el Corazón” me atrevo a decir que no existe un verdadero espíritu democrático que no sea de inspiración Evangélica, o que pueda subsistir sin tal inspiración.

A las urnas debe conducirnos un tipo de sociedad o posicionamiento lo más cercano posible al Evangelio. Y si pensamos que como Iglesias ya nos hemos acercado evangélicamente, estamos listos: casadas, estad unidas a vuestros maridos, maridos amad a vuestras mujeres como enseña que ha de ser el matrimonio, según el Señor. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. Trabajadores, obedeced en todo a vuestros empleadores, no haciéndolo sólo cuando sois vistos, sino con corazón sincero, como si lo hicierais para Dios.

Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. Sabed que el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas. Empresarios haced lo que es justo y recto con vuestros empleados, sabiendo que también vosotros tenéis un Juez en los cielos.

Políticos, sean vuestras palabras puras, siempre con gracia. No matéis, no robéis, no levantéis falsos testimonios, no codiciéis, no prometáis lo que no estéis dispuestos a cumplir, socorred a las viudas y a los huérfanos, recibid al extranjero… esto no es moral eclesiástica, ni una liturgia, ni una religión: es pura y simplemente ética del Evangelio.

Un Evangelio que se escamotea cuando se acude a las urnas de cristal, por quienes aceptan frasecitas de lo “humanamente posible” y articuladas promesas que atemperan el aguardiente de Jesús con el agua de lo políticamente correcto. Pero como ya he indicado que esta es una primera parte, volveré en otro boletín y en otra semana.

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