Algunas lecturas sobre la Reforma Protestante (XVIII)

La Reforma tuvo muchos resultados, unos deseados y otros inesperados.

02 DE JULIO DE 2017 · 09:00

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La lectura intercultural de la Reforma Protestante nos hace dimensionar mejor el movimiento desatado por Martín Lutero. Esto, me parece, quedó reflejado en las entregas anteriores donde comenté diez de los capítulos de la obra coordinada por Alberto L. García y Justo L. González, Nuestras 95 tesis, a quinientos años de la Reforma (Asociación para la Educación Teológica Hispana, Pembroke Pines, Florida, 2016). Ahora refiero los restantes cinco apartados del volumen.

Zaida Maldonado Pérez escribió el capítulo “La Reforma desde una perspectiva femenina”. Ella es profesora de Historia de la Iglesia en Asbury Theological Seminary en el recinto que la institución tiene en Orlando, Florida. Desarrolla tareas docentes en la Iglesia Unida de Cristo. Una afirmación suya permea el conjunto de su ensayo: “La Reforma tuvo muchos resultados, unos deseados y otros inesperados”. Entre estos últimos podemos contar las expectativas igualitarias que despertó entre muchas mujeres, las que vislumbraron horizontes nuevos a contracorriente de los roles tradicionales que les eran asignados por la cultura patriarcal predominante.

La Reforma cimbró varias estructuras de las sociedades europeas en el siglo XVI. Por otra parte ciertas estructuras quedaron intocadas y, en términos generales, tuvieron continuidad donde hubo ruptura con la Cristiandad católica romana. Comenta Zaida Maldonado: “Aunque una rápida mirada a la historia antes de la Reforma nos haría ver importantes voces que se oponían a las costumbres culturales y religiosas al proponer cierta educación para las mujeres más allá de lo doméstico, la mayoría de tales propuestas se dirigía al bienestar del hogar mediante la crianza de los hijos y la producción de una ciudadanía progresista o ilustrada. Tal prejuicio cultural no varió con la Reforma, cuando la educación de las niñas se centraba todavía en las tareas domésticas, con un enfoque particular sobre el aprendizaje y recitación de las Escrituras, de historias bíblicas, de la catequesis, y otros temas de carácter doctrinal. Pero a pesar de esto hubo mujeres en la Reforma quienes, armadas de un conocimiento de la Biblia y de los escritos de los reformadores, se atrevieron a levantarse y hablar en pro de Evangelio. Inevitablemente, tal tenacidad se enfrentó al sexismo de las ideas tradicionales. Como era de esperar, esto amontonó sobre ellas sufrimiento tras sufrimiento, pues no se las perseguía sólo por su fe —como se perseguía a los varones—, sino también por su atrevimiento al desafiar a sus ‘superiores’ varones en cuestiones intelectuales, morales y religiosas”.

Después de haber descrito la insuficiencia de los reformadores magisteriales en la inclusión plena de las mujeres en el movimiento, Maldonado Pérez, observa muy bien que en el siglo XVI “a excepción de los anabaptistas [sic.], no podemos encomiar a los reformadores por haber propuesto o previsto un tiempo cuando las mujeres tendrían libertad para cumplir con su vocación como pastoras, maestras, evangelistas y líderes junto a sus hermanos en Cristo”.

La premisa es correcta, ¿entonces por qué no dar mayores datos sobre las mujeres anabautistas que desafiaron el orden socio religioso establecido? Los ejemplos que cita de mujeres destacadas son casi todos de pertenecientes a la Reforma magisterial y de las clases altas. En el anabautismo se involucraron mujeres de estamentos medios y bajos económicamente. Bien sostiene Kirsi Stjerna (Women and the Reformation, Blackwell Publishing, Oxford, 2009) que las mujeres anabautistas dieron “un extraordinario testimonio”, algunas por escrito y la mayoría verbalmente. Cita el volumen compilado en 1660 por el pastor menonita holandés Thieleman J. van Braght (cuya traducción al inglés se titula Martyrs Mirror y tiene casi 1200 páginas), donde se incluyen casos de 278 mujeres, un tercio del total de quienes sufrieron la pena muerte, que fueron llevadas a la hoguera, ahogadas, estranguladas por causa de su fe. Otra fuente menciona que durante el siglo XVI “En regiones de Europa donde la persecución fue más cruenta, y en determinados periodos de tiempo, las mujeres anabautistas ejecutadas representaron el 40 por ciento” del total de martirizados (C. Arnold Snyder y Linda A. Huebert, Profiles of Anabaptist Women: Sixteenth-Century Reforming Pioneers, Wilfrid Laurier University Press, 1996, séptima reimpresión 2008, p. 12).

Zaida Maldonado Pérez concluye con un párrafo programático de la ruta a seguir: “Para las latinas, la Reforma apenas comienza. El sacerdocio universal de los creyentes solo se cumple en parte, y la iglesia recibe su beneficio solo en parte. Todavía queda mucho por hacer en el nombre del Cristo que nos llamó, del Dios cuya imagen llevamos, y del Espíritu Santo que vive en nosotras. Junto a las mujeres de la Reforma, las latinas no vacilaremos en nuestra confesión de fe, sino que perseveraremos sabiendo que Dios es fiel (Hebreos 10:23)”.

Harold J. Recinos hizo una desafiante reflexión en “la Reforma desde una perspectiva de justicia social: una lectura desde los crucificados”. El autor es profesor de Iglesia y Sociedad en la Escuela de Teología Perkins, de la Universidad Metodista del Sur en Dallas, Texas. En su punto de partida convoca a “escuchar atentamente las voces de quienes claman desde experiencias de dominio y explotación [porque ello] puede iluminar el modo en que entendemos la solidaridad social y la comunidad religiosa”.

Mientras Lutero reivindicaba su derecho a disentir de la Cristiandad católica romana en Europa, en lo que hoy es América Latina tenía lugar el violento sometimiento de las culturas originarias. En buena medida tal empresa se realizó al amparo de una supuesta cristianización de los considerados como salvajes por los conquistadores llegados de la Península Ibérica. Entonces protestó contra el horror “una subcorriente reformadora dentro de la iglesia colonial”, conformada, entre otros, por Antonio de Montesinos, Bartolomé de Las Casas y Antonio de Valdivieso.

Al tiempo que leía como seminarista en El Salvador el escrito de Martín Lutero titulado La libertad del cristiano, de 1520, en aquel país el arzobispo Óscar Romero enfrentaba no solamente a la dictadura militar sino también a la estructura eclesiástica católica. La lectura del tratado de Lutero y el desafío de Romero, testimonia, Harold Recinos, le llevó a comparar la lid de ambos personajes porque resultaba conmovedora “la visión de Lutero de un Dios que se nos presenta en la cruz y que crea vida a partir del abandono y de la muerte”.

La línea de rescatar el ministerio evangélico, es decir con el Evangelio como pauta de creencias y vida, necesariamente confronta a los poderes realmente existentes y sus formas de dominación. El autor menciona un conjunto monumental que hace reflexionar: “Con sobradas razones, la estatua de Romero se alza hoy en la catedral de Westminster en Londres, junto a las de Martin Luther King y Dietrich Bonhoeffer. Todos ellos fueron líderes cristianos muertos por escuchar la voz de la humanidad despreciada, y sus monumentos en la iglesia nos recuerdan que una fe que de veras haga impacto en el mundo será una fe costosa”.

De los siguientes capítulos nada más consigno autores y tema que desarrolla cada uno: Octavio Esqueda, “La Reforma desde una perspectiva de formación cristiana en el contexto de nuestro pueblo latino”. Carlos F. Cardoza Orlandi, “La Reforma del siglo dieciséis y la misión cristiana: lecciones para la iglesia de hoy”. Justo L. González, “Explicación de nuestras 95 tesis”. Cierra la obra el escrito colectivo “Nuestras 95 tesis”, buen ejercicio de contextualización del proceso continuo de Reforma que se hace necesario ante los anquilosamientos eclesiásticos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Algunas lecturas sobre la Reforma Protestante (XVIII)