El cuidado de la creación, teología de bajo consumo

El cuidado de la creación es una expresión de nuestra adoración a Dios en respuesta a su maravilloso plan de redención por medio de Jesucristo.

01 DE JULIO DE 2017 · 19:30

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Los cristianos evangelicos les hemos dejado exclusivamente a los técnicos y a los grupos naturalistas seculares la preocupación y el cuidado de la Naturaleza. Los creyentes nos hemos desentendido del problema y hemos asumido una responsabilidad muy limitada y tímida al respecto. 

Hemos sido indiferentes y negligentes y ni siquiera asumimos la tarea de divulgar las continuas advertencias que hacen los expertos y los grupos ambientalistas sobre el grave deterioro que está sufriendo nuestro hábitat. Dolorosamente, los cristianos evangélicos no hemos desarrollado una teología robusta y visible sobre el cuidado de la Creación de Dios.

El abuso de los recursos naturales se apoya con frecuencia en estructuras sociales poderosas. Se traduce en la explotación de una minoría fuerte, en perjuicio de una mayoría débil, carente de voz y de conciencia para advertir los daños y denunciarlos.

La violencia que el hombre ejerce hoy contra el ecosistema, contra la biodiversidad y contra todo el equilibrio ambiental está afectando la conservación sana del planeta. Como consecuencia esto ha degenerado en una crisis apremiante y urgente, que se hace apreciable en el cambio climático global, la deforestación, el déficit de agua y la contaminación, entre otros factores que disminuyen la calidad de vida que todos estamos llamados a disfrutar.

Cuando se abusa de los recursos naturales, regularmente se está perjudicando una comunidad en lo inmediato y se está dañando el ecosistema en perjuicio de todos los seres humanos. De manera que el problema del mal uso de los recursos naturales es también un problema ético. El principio de la mayordomía abarca más allá de nuestras responsabilidades congregacionales, llega hasta el cuidado de la naturaleza y todo lo creado por Dios. 

Desde el enfoque de muchos grupos evangélicos, nuestro discurso va dirigido a proclamar la total desolación del planeta lo mas rápido posible. Es una teología apocalíptica y está enfocada en la destrucción inminente del sistema. Esta visión pesimista y radical nos impide ponderar nuestra responsabilidad para cuidar el mundo que Dios nos ha dado para vivir. En este aspecto nuestra teología es defectuosa.

Uno de los problemas de la teología evangélica es que con frecuencia su ética se limita a lo personal e íntimo. Condenamos con enérgica acritud todos los atrevimientos sexuales, todas las poses o modas provocativas de la mujer junto a los abusos y lujuria de los hombres, pero cuando el pecado pasa a otra dimensión social como que le perdemos el rastro y somos tardos en condenarlo. Así hemos hecho una teología de carácter muy limitado.  Estos énfasis desproporcionados son los que nos llevan a dilemas insostenibles que afectan el impacto integral que debe acompañar el mensaje que predicamos.

No se trata de minimizar la inminencia de los juicios de Dios sobre la tierra, pero tampoco estamos llamados a precipitarlos. Si entendemos que el pecado del hombre es la causa que provocará los juicios de Dios y que la realidad de este pecado se pone de manifiesto en la depredación y mal uso de los recursos naturales; debemos entender, además, que es a nosotros los cristianos a quienes nos corresponde ser la visión alternativa. La fe de que en el futuro tendremos un cuerpo nuevo, no implica que descuidemos el actual. Los creyentes debemos ser ahora, en este momento, un anticipo convincente y real de todo lo que el Señor ha prometido para nosotros en el futuro.

Por todo lo que implica, la defensa del medio ambiente nos lleva a un plano ético. El abuso y depredación de los recursos naturales es expresión de injusticia, de egoísmo, de ausencia de sentido solidario y de claro desconocimiento del pleno propósito de Dios para con el ser humano.

Somos los cristianos quienes estamos llamados a crear una conciencia ecológica, por lo menos, a crearla para nosotros mismos, para luego con propiedad y sentido de misión, orientar con el fundamento de un conocimiento científico sobre el equilibrio y el adecuado balance que requiere la tierra para no hacer de ella un lugar no apto para seres humanos o para cualquier otra especie de seres vivientes.

En la Consulta Global de Lausana sobre el Cuidado de la Creación y el Evangelio, celebrada en Jamaica en noviembre de 2012, se consideró el cuidado de la Creación como un tema que está dentro del señorío de Cristo, en quien todas las cosas han sido reconciliadas con Dios.  El cuidado de la creación forma parte integral de nuestra misión y es una expresión de nuestra adoración a Dios en respuesta a su maravilloso plan de redención por medio de Jesucristo. 

El documento que resultó de esta consulta señala que el amor por Dios, por nuestro prójimo y por toda la creación, así como nuestra pasión por la justicia, nos impulsan hacia una “urgente y profética responsabilidad ecológica”, de cuidar de la creación de Dios, demostrando así nuestra fe y esperanza en el poder transformador de Cristo.

Desde esta consulta se nos llamó a promover nuevas áreas de reflexión que estén adecuadamente sustentadas en una teología integrada que reconozca a la humanidad como parte integral de la creación y responsable de su cuidado. Se pensó en una teología integrada a programas educativos, capaz de movilizar a seminarios, institutos bíblicos y a otros, para equipar a los pastores en el discipulado de sus congregaciones. Una teología que forme parte de la agenda para el avance del evangelio y el cuidado de la creación.   

Una teología de la esperanza en Cristo y en su Segunda Venida, que informe adecuadamente y que nos inspire hacia el cuidado y nuestra responsabilidad bíblica hacia la creación y que al mismo tiempo desafíe las actuales ideologías económicas. El llamado es a que podamos disponer de un marco teológico que de manera profética nos permita dar testimonio del evangelio de modo que desde la comunidad evangélica podamos influir en las políticas públicas y en las prácticas privadas para promover un mejor cuidado de la creación.

Lo correcto es que nosotros los creyentes como llamados a anunciar el Reino, seamos alternativa enfatizando con acciones concretas un testimonio que honre a Dios a través del cuidado a su creación. Dios no creó un universo con partes aisladas, Él creó todo un sistema interdependiente y colocó al hombre, portador de su imagen y semejanza, como el centro de este sistema, como la máxima justificación y razón vital de lo creado.

La conservación o no de los elementos fundamentales que sustentan la vida depende del grado de conciencia con que el ser humano se expresa hacia su entorno. El sentido de continuidad de la raza y el convencimiento de que hay un mañana que depende de lo que se haga y planifique hoy, constituyen valores que exaltan la vida humana a su verdadera dimensión.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Para vivir la fe - El cuidado de la creación, teología de bajo consumo