¿Hablamos de evolución?

Nos dedicaremos a entender qué es la evolución con la esperanza de que, una vez aclarados los términos, el diálogo se haga más fácil y fluido.

11 DE JUNIO DE 2017 · 10:00

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Sí, ya lo sé, evolución es una palabra complicada. Al escucharla, cada persona parece tener algo distinto en mente, condicionado por su propia experiencia. En este artículo nos dedicaremos a entender qué es la evolución con la esperanza de que, una vez aclarados los términos, el diálogo se haga más fácil y fluido.

Trataremos la evolución desde tres ángulos distintos: la evolución como hecho, las teorías que explican el mecanismo de la evolución y la evolución como cosmovisión.

 

El hecho de la evolución

En 1859, Charles Darwin (1) publicó su obra más importante: El Origen de las especies. En ella desarrollaba una serie de conclusiones, fruto de años de observación, que pasarían a conocerse como la teoría de la evolución. Observó dos fenómenos fácilmente comprobables en la naturaleza: la lucha entre los seres vivos por la supervivencia (lo podemos ver de forma más clara cuando escasean los recursos), y la existencia de variación hereditaria (los cambios observables en un individuo y que aparecen en su descendencia). La combinación de ambos conceptos dio lugar a la idea de la selección natural: las especies cambian con el curso del tiempo, y la competencia hace que sobrevivan las que están mejor adaptadas en su entorno, que se acaban imponiendo sobre las demás.

Aunque en general la selección natural actúa en periodos de tiempo muy largos, existen ejemplos que nos ayudan a entenderla: la aparición y extensión en bacterias de resistencias a antibióticos que sufrimos en las últimas décadas (debido principalmente al mal uso que hacemos de ellos), la selección artificial que llevan a cabo agricultores y ganaderos para mejorar su producción, incluso en nuestro cuerpo suceden procesos muy similares a la selección natural, como explicaré más adelante.

Entender la selección natural llevó a Darwin a proponer la idea de que las especies no han existido siempre en una forma fija, sino que se han desarrollado a partir de una o varias primitivas. Esto daba explicación a algunos fenómenos, como las anomalías biogeográficas (como el hecho de que sólo haya canguros en Australia) o la sucesión de fósiles. Con el paso del tiempo, y sobre todo con la llegada de la era genómica, las observaciones fueron respaldando la idea de Darwin de un ancestro común de todos los seres vivos, hasta ser posible en la actualidad trazar árboles evolutivos de distintas especies gracias a la similitud entre sus genomas.

 

El mecanismo de la evolución

Los datos científicos acumulados durante los dos últimos siglos avalan el hecho de que las especies que hoy vemos han evolucionado a lo largo de millones de años desde un antecesor común. Pero esto no nos dice nada de cómo se ha producido esa evolución. La selección natural es un mecanismo que “filtra” la variación de las especies, pero no explica cómo se produce esa variación. Parafraseando al genetista Hugo de Vries, sabemos cómo sobreviven los más aptos, pero ¿cómo llegan los más aptos?

Este es un problema biológico muy complejo, y sería difícil esperar que Darwin lo hubiese resuelto en el siglo XIX, sin conocimientos de genética y sin saber siquiera que el ADN es el material hereditario. Una vez se avanzó en estos campos, se alcanzó la síntesis evolutiva moderna (también conocida a veces como neodarwinismo), la teoría evolutiva que actualizó los postulados de Darwin en el siglo XX y que sigue vigente. Según esta, el mecanismo causante de variación en las especies son las mutaciones (errores que se producen al copiar el ADN) y la recombinación (la mezcla entre cromosomas que se produce cuando se generan los espermatozoides y óvulos). Estos procesos pueden causar efectos neutros, perjudiciales o beneficiosos para la supervivencia y la reproducción del individuo, y estos efectos alterarán la frecuencia de las distintas variantes a lo largo del tiempo dentro de la población. Por ejemplo, si un insecto adquiere la capacidad de resistir a un insecticida debido a una mutación, sobrevivirá en un entorno donde todos los demás mueren, así que con el tiempo su descendencia acabará siendo mayoritaria. Si llega un momento en el que (por cuestiones geográficas o biológicas), una variante ya no se reproduce con la otra, entonces estas formarán dos especies distintas.

Si bien no parece intuitivo que procesos estocásticos como las mutaciones (hablaré de procesos estocásticos en lugar de azar por las connotaciones que a veces conlleva esta palabra) sean capaces de producir una mejora, es algo que podemos observar en el propio cuerpo humano. Los anticuerpos (2) que nos defienden frente a toda clase de infecciones se producen así: tenemos unos pocos genes que se rompen, cortan y pegan combinándose entre sí de forma estocástica, sin seguir ningún orden predecible. Producimos millones de anticuerpos distintos (algunos nos protegen de cosas que ni siquiera existen); cuando uno de ellos se encuentra con su diana, la célula destinada a fabricarlo se reproduce para producir muchas copias. Entonces, este anticuerpo que ha sido seleccionado empieza a mutar para producir una versión mejorada y más protectora. Muchas de las versiones mutadas dejan de funcionar y el cuerpo las elimina, pero las que han sido mejoradas se multiplicarán y nos protegerán eficazmente.

Aunque sea cierto que las mutaciones en sí mismas puedan producir variaciones y mejoras en las especies, no parece probable que sea el único mecanismo evolutivo. En este sentido, hay muchos otros procesos que parecen ser clave para la evolución de las especies: el desarrollo embrionario y la morfología que genera, la plasticidad de los organismos para adaptarse al entorno e incluso modificarlo, la herencia extragenética (3) y la interacción entre distintas especies (4). Algunos biólogos incluso argumentan que todos estos procesos serían aún más importantes que las mutaciones, y defienden un cambio de modelo evolutivo: de la teoría evolutiva estándar a la síntesis evolutiva extendida (5). ¿Supondría este cambio acabar con los postulados que enunció Darwin en su momento? ¿Está la evolución en crisis? No, no lo está. No está en cuestión el hecho de la evolución, sino de qué forma esta se produce y la contribución que en ella tienen distintos factores. Así de apasionante es la ciencia, cada respuesta abre un número ilimitado de nuevas preguntas.

 

La evolución y las cosmovisiones

A veces, erróneamente, se habla de la evolución como una cosmovisión, es decir, como toda una forma de entender el mundo y todos los ámbitos de la realidad. Se describe entonces como una postura naturalista, materialista y atea. Curiosa y tristemente, esta es una visión compartida tanto por los sectores más combativos del ateísmo como por algunos ámbitos protestantes: ambos coinciden en que la evolución lleva implícita una cosmovisión atea. En esto discrepan de Darwin, el propio padre de la evolución, quien fue tajante al respecto: "me parece absurdo que alguien pueda dudar de que un hombre puede ser a la vez un evolucionista y un ardiente teísta" (6). La evolución es ciencia, y como tal no se pronuncia sobre cuestiones metafísicas. Como todo en esta vida, provoca reacciones muy distintas en cada persona. Hay quien mira las estrellas y busca en ellas descifrar su futuro en base a supersticiones, mientras que otros al observarlas no pueden evitar reconocer en ellas la mano del Dios que las hizo. A algunos entender la evolución les lleva a negar la existencia de Dios, mientras que para otros es solo un motivo más para adorar a un Creador tan grande y poderoso, nuestro Dios de la Biblia (7).

 

(1) Aunque siempre se hable exclusivamente de Darwin, es justo mencionar aquí que Alfred Wallace merece un similar reconocimiento al haber alcanzado las mismas conclusiones de forma simultánea e independiente.

(2) Concretamente, los anticuerpos son proteínas en forma de Y. Con la parte superior unen la amenaza específica frente a la que se dirigen (virus, bacterias, moléculas ajenas), y con la parte inferior “reclutan” a las células de nuestro sistema inmunitario para que la ataquen.

(3) La herencia extragenética es todo aquello que se transmite entre generaciones sin formar parte del ADN. Un ejemplo de ello es la epigenética, los mecanismos que regulan la propia genética apagando y encendiendo los genes; otro ejemplo más curioso son los elementos culturales.

(4) Son especialmente importantes las relaciones entre un parásito y su hospedador y la “carrera armamentística” que establecen ambos, que se conoce con el curioso nombre de la Paradoja de la Reina Roja; y las relaciones de simbiosis, que dieron lugar por ejemplo al origen de las células complejas como las nuestras.

(5) Para profundizar más en el debate entre estas dos posturas, es muy recomendable el artículo “Does evolutionary theory need a rethink?” en el número 7521 de Nature (2014).

(6) Carta de Darwin a J. Fordyce. 7 de mayo de 1879. Darwin Correspondence Project, carta 12041.

(7) www.biologos.org es un buen lugar para conocer cómo cristianos comprometidos con el Dios de la Biblia lo alaban por la maravillosa creación que ven descrita en las teorías evolutivas.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tubo de ensayo - ¿Hablamos de evolución?