Conflictos y soluciones entre creyentes

La misión implica proclamar el mensaje y hacer gestos concretos de solidaridad con el necesitado.

03 DE JUNIO DE 2017 · 21:55

Foto: Ben White. . Unsplash.,
Foto: Ben White. . Unsplash.

El caminar en la fe no está exento de conflictos. Hay desacuerdos, aún entre los más sinceros y nobles creyentes.

La vida cristiana se vive sobre el diario trajinar. El disenso, y hasta la confrontación son situaciones a las que están expuestos los creyentes más conciliadores y ecuánimes.

En ocasiones el conflicto estalla para poner de manifiesto una crisis, para revelar una situación y poner sobre la mesa un tema que debe ser discutido en ánimo de superar un estado de solapada perturbación que presiona sobre las normales relaciones que deben prevalecer en el grupo.

El libro de los Hechos, que es el relato que recoge la vida en comunidad de los primeros cristianos, es un abanico que nos presenta muchos de los conflictos que vivió la iglesia de aquella época.

Lucas en el capítulo 6 del libro de los Hechos nos recoge una conflictiva situación que surgió por la exclusión de las viudas de origen griego del reparto de los alimentos que hacía el grupo para atender a los más necesitados.

“Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra”. (Lucas 6:1-4)

Bien, Lucas relata un desacuerdo que refleja una crisis de crecimiento que dio lugar a desatenciones en el servicio. La reacción de los afectados fue comunicar, abrir el espacio adecuado para dilucidar el asunto.

En este sentido, se dirigieron a los máximos dirigentes y éstos los escucharon. Era un problema con varias implicaciones. Las viudas eran de origen extranjero. En esa cultura era un grupo vulnerable con escaso poder para hacerse escuchar.

Estaban además bloqueadas por el prejuicio religioso de los judíos que eran escrupulosos para sentarse a la mesa con personas que no fueran de su mismo origen.

Con sabiduría y con tacto los dirigentes de la iglesia primitiva abordaron el problema. Decidieron no declinar al ministerio para hacer el trabajo operativo. Tenían conciencia de su misión, pero no dejaron de lado el compromiso.

La misión implica proclamar el mensaje y hacer gestos concretos de solidaridad con el necesitado. Para esto era necesario producir cambios. Se imponía una mayor cobertura en el servicio y se hacía imperativo descentralizar y delegar funciones.

La decisión de los Doce fue buscar siete hombres de buen testimonio y llenos del Espíritu Santo. Esto es la diaconía. Aquí estaban asegurados los tres aspectos de la misión: proclamación, comunión y diaconía.

Lo que se perfilaba como un conflicto se convirtió en una bendición. Los siete escogidos, la mayoría de origen griego, fueron ungidos en oración y el crecimiento no se detuvo.”

Lo que pudo ser una traumática y amarga confrontación, o sea un conflicto que pudo agravarse hasta el trauma, se convirtió en una bendición. Los líderes no trataron el conflicto como algo ajeno a su caminar.

El conflicto es una posibilidad. Yo diría que en todo grupo humano el conflicto surge de manera inevitable. Lo que hace la diferencia es la sabiduría, la capacidad de los dirigentes para abordar las divergencias.

Esta situación de las viudas parecía simple. Se trataba de una minoría con poca capacidad de impacto que podía ser ignorada por cualquier proyecto que busca el éxito en las alianzas con grupos y personas influyentes.

Sin embargo, la cúpula de la iglesia puso interés en las viudas, en su condición de personas excluidas, y esas quejas permitieron que se ampliara su dirección y su capacidad de servicio.

El impacto fue tal, que entonces los sacerdotes, es decir la gente influyente, comenzó a responder a la proclamación del Evangelio. Lo más importante de todo fue que: “La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe. (Hechos 6:7).

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