Me siento venusiano

Ni todo el pasado es canonizable ni el presente es bueno porque sea moderno o esté a lo que se lleva.

03 DE JUNIO DE 2017 · 21:40

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Un “aprendiz de escribidor” es una persona para quien la escritura es más difícil que para otras personas, aun cuando por más de 40 años, haya escrito prácticamente cada semana un artículo de opinión, además de incontables mensajes, conferencias, guiones radiofónicos.

Máxime, si el propósito del escritor consiste en registrar con la máxima veracidad y precisión sensaciones, intuiciones e ideas, por mínimas y triviales que parezcan, y que la mayoría deja escapar por negligencia, descuido, torpeza o por un apego incondicional al lenguaje trillado, escribir siempre será difícil porque rara vez se expresa con palabras certeras lo que se quiere decir.

Ahora mismo, “Desde el Corazón”, me siento como un venusiano, como si ya no viviera en el planeta Tierra. Cada vez encuentro más extrañas maneras de vivir, los modos de hablar, los modos de pensar.

La política llena de corruptos de todos los colores, los Fiscales, parecen más fiscalitos que nada, en donde los delincuentes parecen tener más derechos que los honrados ciudadanos, del mismo modo que los animales poseen ya casi más derechos que los humanos, que los medios de comunicación, incluida la nueva “Radio Sí” están no tanto al servicio de la verdad como al de los “lobby” que gobiernan, que la acatarrada Unión Europea sólo ha dedicado “un minuto de silencio” por la última masacre en Manchester, que el Papa lo mismo asiste a la falacia y engaño de Fátima como recibe con frialdad al increíble TRUMP, que un fraude de tres millones de Euros es un pequeño fraude… y si a todo esto añado la poca gracia que tengo para las nuevas tecnologías, me da la sensación de pertenecer a un pasado, a una especie de diplodocusito fuera de su época.

Sí, efectivamente, uno tiene la sensación de que en las dos últimas décadas, en nuestro País, ha pasado un siglo y ya no valen los módulos con que nos regíamos hace sólo tres décadas.

Si nos acercamos al terreno de lo moral, nos encontramos con que el pensamiento de la mayoría ha cambiado. Hemos entrado en una curva de permisivismo, y hoy se traga con normalidad todo lo que no hace mucho parecía detestable a los más.

Ya nadie se escandaliza de nada, y conductas que eran consideradas marginales o excepcionales, hoy son vistas por casi todo el mundo como lógicas, para muchos avanzadas y elogiables.

Si entramos en el terreno familiar, el giro ha sido copernicano, las relaciones padres e hijos, nada tienen que ver con las que vivimos en nuestra infancia y adolescencia. Los niños de hoy nada tienen que ver con los niños que fuimos.

Y no digamos si nos acercamos a los adolescentes y a los jóvenes. Sus modos de vestir, su lenguaje me dejan completamente fuera de juego. Desde sus disparates gramaticales y la cortedad de su vocabulario, escuela whatsapperiana, además que detrás de cada cuatro palabras hay un taco y cada cinco una blasfemia, me hace preguntarme ¿qué hay dentro de sus cabezas? y ¿qué formación están teniendo?.

Sépase que uno “Desde el Corazón” entiende que el mundo evolucione, cambien costumbres y lenguajes, pero no deja de asombrarme que esté sucediendo en tan corto espacio de tiempo.

Raras formas de vestir, hablar, conducirse, siempre han existido, pero cuando la morralla democrática ha abierto las puertas, nos hemos puesto al día desmadre y despadre a velocidad supersónica.

Pero lo que más me sorprende es lo rápido que la sociedad española se ha acomodado a los hechos, algunos han mostrado un poco de escándalo de palabra pero poca resistencia en el terreno de los hechos. La nueva moral resulta mucho más cómoda y nadie quiere que se le considere un retrógrado.

Y son no pocas las Iglesias –pastores, predicadores y Consejos  que antes tenían un mensaje contra corriente, que se han amoldado a los nuevos tiempos, desconcentrando a muchos creyentes que aún tienen valores e ideales.

¿Y qué hacer ante este fenómeno?, ¿sentarse a esperar que pase este “desmadre” confiando que a la larga, se imponga el sentido común?; ¿dedicarnos a llorar y cerrarnos en nuestro corazoncito declarándonos seres marginales?; ¿despotricar contra todo el presente “siglo malo” o usar más que nunca nuestra cabeza y espíritu para distinguir en qué debemos adaptarnos y en qué debemos resistir?.

Es evidente que muchas cosas del pasado deben quedar arrumbadas, simplemente porque ya entonces estaban muertas. Pero lo cierto es también, que se nos han colado de rondo muchos cambios que son para peor y que una sociedad seria, con la mejor ética cristiana debe impedir.

Ni todo el pasado es canonizable ni el presente es bueno porque sea moderno o esté a lo que se lleva. Y aquí es donde hace falta la cabeza y la serenidad para separar el trigo de la cizaña.

No es “Desde mi Corazón" ver como malo todo lo que viene, pero me parece cobarde y grotesco no saber decir “no” cuando tu conciencia y espíritu te dicta que debes decirlo. ¿Que los demás te tilden de venusiano? pues bien, pero haremos lo que podamos en trabajar por un mundo mejor, y tendremos al menos, tranquila la conciencia. Todo antes que ser peleles o globos que se lleva el viento.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Me siento venusiano