Quien nace dos veces morirá solo una

El nuevo nacimiento por obra del Espíritu confirma que la muerte y resurrección de Jesucristo nos libran de la segunda muerte. Pensar en ello nos hace anhelar el regreso del Señor.

27 DE MAYO DE 2017 · 19:50

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Al comenzar a escribir la conclusión del tema iniciado en el artículo anterior (01), vino a mi mente la ‘Canción de otoño en primavera’(02). Releer esa inconfundible poesía de Rubén Darío (03) me hizo descubrir que al poeta, escritor viajero y diplomático nicaragüense, no le pesó tanto vivir como tener que enfrentarse con la realidad de la muerte. De allí que la obra literaria del padre del modernismo literario hispanoamericano desnuda las falacias de una vida que es plena solo en apariencia. Eso es lo que expresa en su frase ‘Juventud, divino tesoro’ repetida por los que se aferran a este mundo pasajero y a la vanidad de lo perecedero. 

¿Es realmente un drama envejecer y morir?

 Si en la primera parte hablamos de los que hacen de la muerte un negocio, podemos agregar ahora a los que lucran con la juventud. El amor al dinero no sabe de límites morales; transforma a la juventud en un mito, en tanto le quita a la ancianidad toda esperanza.

Se utiliza el conocimiento científico para disimular los signos de envejecimiento humano y con él multiplicar uno de los comercios más redituables. Centros de ‘rejuvenecimiento’ prometen quitar años de encima injertando pelo, coloreando canas, planchando arrugas, practicando cirugías plásticas. Solo las personas de alto poder adquisitivo pueden postergan lo ineludible; pero, por un poco de tiempo. Esto es síntoma de no encontrarle sentido a la vida y de no saber qué es, en realidad, la muerte.

El apóstol San Pablo tenía consigo la revelación que le impedía caer en desánimo: 

“aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (04) 

Para él, como para el apóstol Juan, la muerte es el inicio de la verdadera vida. Uno sufrió persecuciones, prisiones, torturas y muerte; el otro fue perseguido, deportado, y humillado. Pero, para ambos esta vida significó el prólogo de algo mucho mejor, digno de ser esperado. 

Es en esa línea que Agustín de Hipona (05) expresara: “La muerte es la compañera del amor, la que abre la puerta y nos permite llegar a Aquel que amamos”. 

Por nuestra parte, hacia el final del libro de los libros, la Biblia, leemos:

 “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” (06)

Gracias al arte pictórico esta bendita bienaventuranza cristiana quedó plasmada en los oscuros laberintos de las catacumbas romanas. Terminando el capítulo III de ‘La Marcha del Cristianismo’ (07) Varetto resume el enorme valor encerrado en ese arte póstumo:                                                                                                                                   

“El arte de las catacumbas es sencillo pero altamente significativo. Se ven esculpidas muchas figuras sobre las lápidas, en las cuales sería absurdo buscar el culto de las imágenes, desconocido a los cristianos de entonces. 

El arca de Noé, flotando sobre las aguas agitadas del Diluvio (08), representa a la iglesia, segura pero expuesta a los continuos vendavales de la persecución. La paloma, trayendo la rama de oliva, era el símbolo de la paz (09). El ancla les hablaba de la seguridad que tienen los que están en Cristo (10). Adán y Eva, comiendo del fruto prohibido, les recordaba la caída (11). Moisés hiriendo la roca de la que fluyeron aguas (12), representaba a Cristo, la gran roca de la eternidad. Los magos siguiendo la estrella, la samaritana junto al pozo de Jacob, la resurrección de Lázaro, y una infinidad de símbolos más expresaban la fe y la esperanza de aquellos cristianos. El buen pastor, llevando sobre sus hombros la oveja que se había perdido, es un grabado favorito (13). El pez es también un emblema que aparece con mucha frecuencia. 

 ¿Qué representaba? ¿Qué querían decir los cristianos al esculpir un pez en las lápidas de sus queridos? Era un acróstico que significaba: Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador (14). Veamos por qué: la palabra pez se escribe en griego con las letras ΙΧΘΥΣ. Con la primera de estas letras, en ese idioma, se escribe la palabra Jesús; con la segunda, Cristo; con la tercera, Dios; con la cuarta, Hijo; con la quinta, Salvador. El acróstico se formaba así:

IESUS Jesús

          XRISTOS Cristo

                        TEOU de Dios

                                   UIOS Hijo

                                             SOTER Salvador

Los símbolos y epitafios de las catacumbas demuestran cuál era la fe que profesaban las iglesias los primeros siglos, y también demuestra en qué época empezaron las primeras desviaciones. Las lápidas más antiguas expresan una fe pura, tal cual como se halla en el Nuevo Testamento.

Aunque nos hallamos en un cementerio no hay indicios de purgatorio, ni oraciones por los difuntos en las lápidas que pertenecen al primer período, sino una completa certidumbre en la obra consumada por Cristo, y en el descanso de los bienaventurados. 

Pero al llegar al tiempo de la unión con el estado, aparecen los primeros indicios de las prácticas generalizadas por el romanismo. Terminemos estas líneas con el siguiente párrafo de Pressensé:

‘Respecto a la doctrina cristiana propiamente dicha, las catacumbas la presentan en toda su extensión; nos llevan a ese Credo llamado apostólico, que no era otra cosa sino el desarrollo de la confesión pedida a todo catecúmeno el día de su bautismo. Nos hallamos todavía en el período de libertad que precede a los grandes concilios y a sus decretos teológicos. La fe que revive en las pinturas de las catacumbas sobrepasa a la teología propiamente dicha, con sus distinciones sutiles y espíritu sistemático.’ (15)"

 

El Señor nos ayude a entender que en Su propósito eterno, Él nos eligió para nacer dos veces y morir solo una (16). Tras la muerte física, resucitaremos como Jesucristo. ¡A Dios sea la Gloria!

 

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Notas

Ilustración: fotos de pinturas de las catacumbas romanas accesibles en los buscadores de internet. Se las ha acomodado siguiendo el relato de J.C.Varetto. Importante: las notas a pie y las negritas son aportes de este autor.

01.  http://protestantedigital.com/magacin/42186/Con_la_muerte_no_se_negocia

02.  Puede leerse completa clicando aquí: http://www.poesi.as/rd190500.htm

03.  Félix Rubén García Sarmiento (1867-1916), conocido como Rubén Darío, fue un poeta, periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. 

04.  2ª Corintios 4:16 -18. Hasta el ejercicio corporal de poco aprovecha, según Pablo.1ª Timoteo 4:8.

05.  Aurelius Augustinus Hipponensis, ‘San Agustín’ (354 – 430), considerado el máximo exponente de la iglesia bajo el imperio romano.

06.  Apocalipsis 14:13.

07.  Obra citada, páginas 137 a 139.

08.  Génesis 6,7 y 8.

09.  Ibíd. 8:11.

10.  Hebreos 6:19.

11.  Génesis 2 y 3.

12.  Números 20:1-13. Comparar con 1ª Corintios 10:4.

13.  Mateo 2; Juan 4:3-42; Juan 11:1-45; Juan 10:11.

14.  Este acróstico es en sí mismo una declaración de fe en el Único y Verdadero Dios encarnado en Jesucristo.

15.  Edmond de Pressensé (1824 – 1891) pastor, teólogo y político francés.
16.  Eclesiastés 12:7; Juan 3:3,6; 1:12,13; 1ª Tesalonicenses 4:16; Hebreos 9:27,28; Apocalipsis 20:14; 21:8.

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