¡Perdóname mi amor!

La amargura o la falta de perdón dice la Escritura que nos estorban, que nos ahogan, y que son un impedimento para poder crecer.

21 DE MAYO DE 2017 · 10:00

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“El que es incapaz de perdonar, es incapaz de amar”

                                               Martin Luther King

No recuerdo la fecha, el título de aquella predicación, ni muchas otras cosas. Sólo la recuerdo a ella, una mujer fuera de lo común. Cuando se subía al púlpito, sencillamente lo llenaba todo, y aquello no sólo eran talentos o dones ¡qué también! Era Palabra, era fuego de Dios. Hacía poco que ella y su esposo habían esto en nuestra iglesia y en nuestra casa, y el Señor abrió mis oídos y mi entendimiento en aquel lugar y en aquella bendita noche.

Aquella preciosa mujer tenía algo especial que te hacía quedar absorta y prendida, todo un escenario inmenso lo llenaba, no sólo con su presencia; sino con algo mucho más alto, la bendita presencia del Dios vivo la “Shekinah”.

En aquella deliciosa y bendita noche, contó muchas cosas llenas de la Palabra de Dios, y llenas de un fuego vivo y de un viento muy fresco ¡Me encantó! Pero en un momento de aquella ministración, contó algo que entró como una flecha certera hasta lo más profundo de mi alma.

Tanto esta mujer como su esposo, servían al Señor como pastores a todo tiempo, pero además tenían algún tipo especial de organización que requería de un buen comité y muchas otras cosas.

Contó que en una tarde hubo un problema, un problema difícil de resolver; nadie se ponía de acuerdo, pero el Señor le dio a ella una visión especial de cómo afrontar todo aquello. Lo expuso, pero el primero que se puso en contra fue su esposo. No sólo se puso en contra, sino que lo dejó quedar bien patente y verbalizado. ¿Os podéis imaginar cómo se quedó aquella mujer de humillada? ¡Ni intento ponerme en sus zapatos! A una mujer con tanta fuerza en todos los sentidos, casi le cayeron las lágrimas contando todo esto. Hizo una pausa para tomar aire, y luego dijo:

Cuando volvimos a casa yo me sentía terriblemente humillada ¡y por mi propio esposo! Pero él, un hombre de Dios, antes de apagar la luz de nuestro cuarto me dijo, ¡Perdóname mi amor, no fue justo como te traté y humillé, tú tenías toda la razón! En aquel precioso momento, hubo una maravillosa reconciliación y perdón al más alto extremo. Luego, él se fue a preparar un sermón “La segunda mirada”. Dios fue tanto con él, que aquel sermón recorrió medio mundo; simplemente era fruto de un corazón conforme al corazón de Dios, fruto de saber donde se había equivocado, y tener la valentía de pedir perdón con toda su alma, y Dios honró todo eso.

En muchas ocasiones se habla en la Biblia del perdón, de las consecuencias de no perdonar…  Son demasiado graves como para no tenerlas en cuenta, la amargura, la falta de perdón, y cosas similares, dice la Escritura que nos estorban, que nos ahogan, y que son un impedimento para poder crecer. Y estoy siendo muy suave, ni quiero tocar el tema de tomar la comunión como si nada ocurriese cuando hay un problema a resolver, entre otras cosas, se nombra la palabra muerte. Pero como eso no se ve por fuera….. Nos olvidamos de que Dios nos ve hasta lo más profundo, y ante Su mirada, nada se puede esconder.

¿Hay algo que tienes qué resolver en estos momentos? ¿ Hay algo que impida tu relación y comunión con Dios de un modo correcto? ¡No lo demores más!.... Haz como aquel bendito hombre de Dios…. ¡Perdóname mi amor!

Te dejo con una preciosa canción que en estos momentos llena toda mi alma:

Deseo qué esta sencilla reflexión basada en un hecho real, y esta preciosa canción, puedan bendecir toda tu vida.

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