Cristianismo y medio ambiente, una visión integradora (II)

Las Iglesias deben avivar esta conciencia, formando y sensibilizando, animando a las buenas prácticas ambientales, personales y familiares, pero también ellas mismas deben predicar con el ejemplo.

05 DE MARZO DE 2017 · 09:30

,

Como consecuencia de lo comentado en nuestro artículo anterior, nuestra labor debe centrarse en allanar el camino de la Justicia, y para ello la implicación de las Iglesias se torna ineludible. Su mejor reflejo ha sido la Encíclica Laudato Si, en la Iglesia católica, y la Confesión de Accra, en la Iglesia reformada. 

En la primera se dice:

La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático.

La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo.

La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo.

Todas las comunidades cristianas tienen un rol importante que cumplir en esta educación. Espero también que en nuestros seminarios y casas religiosas de formación se eduque para una austeridad responsable, para la contemplación agradecida del mundo, para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente. Dado que es mucho lo que está en juego, así como se necesitan instituciones dotadas de poder para sancionar los ataques al medio ambiente, también necesitamos controlarnos y educarnos unos a otros.”

Menos conocida, mas no menos importante, es la Confesión de Accra. Adoptada por la Alianza Mundial de iglesias Reformadas en 2004 y reafirmada en julio de 2010. Se basa en la convicción teológica de que las injusticias económicas y ambientales presentes en la globalización requieren que la familia reformada responda a ellas como un asunto de fe en el Evangelio de Jesucristo. La confesión de Accra llama a los cristianos de todo el mundo a enfrentar las injusticias como parte integral del testimonio y misión de las iglesias. Su denuncia es muy clara, como se aprecia en los párrafos que hemos destacado:

“La política de crecimiento ilimitado entre los países industrializados y el afán de lucro de las empresas transnacionales han saqueado la tierra y han dañado gravemente el medio ambiente.

En el neoliberalismo, la economía tiene la finalidad de aumentar las ganancias y el rendimiento para beneficiar a los propietarios de la producción y del capital financiero, mientras se excluye a la mayoría de las personas y se trata a la naturaleza como una mercancía.

Creemos que la integridad de nuestra fe corre peligro si guardamos silencio o nos negamos a actuar frente al sistema de globalización económica neoliberal.

En consecuencia, rechazamos:

el orden económico mundial actual impuesto por el capitalismo neoliberal global y todo sistema económico, con inclusión de las economías planificadas, que cuestionen el pacto de Dios y excluyan de la plenitud de vida a los pobres, los vulnerables y toda la creación.

la cultura del consumismo desenfrenado, la avaricia y el egoísmo competitivos del sistema de mercado mundial neoliberal y cualquier otro sistema que sostenga que no existen alternativas.

la acumulación incontrolada de riquezas y el crecimiento sin límite que ya han costado la vida de millones de personas y has destruido gran parte de creación de Dios.

toda ideología o sistema económico que anteponga las ganancias a las personas, que no se preocupe por toda la creación y que privatice esos dones de Dios creados para todos.”

Finalmente,

“La Asamblea General compromete a la Alianza Reformada Mundial a trabajar junto con otras comuniones, la comunidad ecuménica, la comunidad de otros credos, los movimientos civiles y populares que luchan por la justicia económica y la integridad de la creación, y hace un llamamiento a nuestras iglesias miembros para que hagan lo propio.”

Es de destacar, en ambos documentos, que la suerte de la naturaleza y los seres humanos, especialmente los pobres y vulnerables, va unida. Reflejan así un grado de madurez que supera la antigua confrontación o exclusión, asumiendo sincera y profundamente el sentido de Justicia y la necesidad de redención común.

Asimismo, no se conforman con señalar los problemas ambientales y abogar por soluciones parciales, sino que apuntan a la raíz de donde los daños ambientales proceden: el modelo económico capitalista, afirmando que si no se transforma éste, no habrá solución para el medio ni para la humanidad. Espléndido desafío que nos invita a trabajar y comprometernos definitivamente por un nuevo marco económico, social y ambiental.

Mas lo importante es que las posiciones oficiales desciendan hasta las congregaciones y no queden sólo en hermosos documentos. Que las comunidades se impregnen de este nuevo espíritu e incorporen el cuidado de la naturaleza entre sus principales responsabilidades. Y que, igualmente, comprendan que los daños ambientales son consecuencia de un determinado modo de entender el crecimiento, modo que debe ser transformado. Sólo así podrán ser profetas y portadores de esperanza en un planeta desequilibrado en lo ecológico y lo social.

Las Iglesias deben avivar esta conciencia, formando y sensibilizando, animando a las buenas prácticas ambientales, personales y familiares, pero también ellas mismas deben predicar con el ejemplo siendo modelos de ahorro y eficiencia, buena gestión de los recursos, separación adecuada de residuos, instalación de energías renovables, consumo de productos ecológicos y de comercio justo, finanzas éticas, etc. En definitiva saltar desde una posición pasiva e indiferente, mantenida demasiado tiempo, a la que los momentos actuales exigen. Así podrá actualizarse plenamente el espíritu de los salmos:

 

“es tu justicia como los altos montes,

como el profundo abismo tus juicios;

Señor, tú salvas a personas y animales.

¡Qué espléndido es tu amor, Señor!”

Salmo 36

 

“No tomaré el becerro de tu casa

ni el macho cabrío de tus corrales,

pues mías son las fieras del bosque

y el ganado de los montes de pastoreo;

conozco cada ave de las montañas

y los animales del campo son míos.”

Salmo 50

 

“Cuidas la tierra y la riegas,

la colmas de bienes sin fin;

la acequia de Dios rebosa de agua,

pones a punto la tierra para el grano:

inundas los surcos, deshaces los terrones,

con lluvia la ablandas, bendices su semilla.

Tú coronas el año con tus bienes,

y tus decisiones son fuente de abundancia.

Los pastos del desierto rezuman,

tú ciñes de alegría los montes,

los prados se revisten de rebaños

y los valles se cubren de grano

y cantan gritando de alegría.”

Salmo 65

 

Referencias:

ALIANZA MUNDIAL DE IGLESIAS REFORMADAS. Confesión de Accra. Ghana, 2004.

ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE EDUCACIÓN AMBIENTAL. Relatos de Ética ambiental. Madrid, 2016.

CHUVIECO, E.; BURGHI, M.: Siguiendo la Laudato Si. Sugerencia para la conversión ecológica de las parroquias católicas. Ensayos de Ética ambiental. Alcalá de Henares (Madrid), 2016.

FRANCISCO: Laudato Si. Sobre el cuidado de la casa común. Edibesa, Madrid, 2015.

LEAKEY, R; LEWIN, R. La sexta extinción. El futuro de la vida y la humanidad. Tusquets Editores. Barcelona, 1997.

VELÁZQUEZ DE CASTRO, F.: Cómo introducir la educación ambiental en la escuela y la sociedad. Ediciones del Serbal.  Barcelona, 2016.

VELÁZQUEZ DE CASTRO, F: La contaminación en España. Efectos del ozono y del cambio climático. Editorial Club Universitario, Alicante, 2012.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tubo de ensayo - Cristianismo y medio ambiente, una visión integradora (II)