El mal reclama su precio

Al rechazar lo justo o la ley moral, padecemos no sólo porque nos propongamos hacer el mal, sino porque en principio desafiamos a una fuerza superior, la realidad de las cosas.

18 DE FEBRERO DE 2017 · 22:50

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Foto: Unsplash.

Que un político o varios políticos, habiendo transgredido unas leyes de un tribunal se excusen diciendo que no habían entendido bien las órdenes ni se les habían explicado las consecuencias del desacato, ¿son tontos de capirote o caraduras contumaces?; ¿de qué cloaca salen tales clases políticas?; ¿dónde queda el pináculo de su soberbia?.

Si el gobernar se ata a la justicia, no hay por qué temer a los jueces. Si nuestras voluntades están al lado de los valores del Creador, no desalentaremos nunca. El bando justo elegido siempre saldrá victorioso y dignificado, porque el bien, como Dios, se defiende a sí mismo y el mal así mismo se derrota. La realidad de las cosas está siempre al lado de Dios.

El mal es necesariamente inestable, porque va contra la naturaleza de las cosas tal como están hechas. Todas las leyes de nuestra naturaleza humana tienden a la integridad y la salud.

Si atendemos a nuestro cuerpo adecuadamente, según las leyes de la salud, estaremos sanos; si las quebrantamos, nuestra rebelión nos traerá la enfermedad. Y somos pocos los que cumplimos estas reglas, salvo si el infringirlas nos ocasiona una penalidad, como recuerdo.

En este campo y en otros, podemos faltar a las leyes que se nos han dado, pero no eludiremos el castigo que hacerlo comporta. Tirarse por una ventana no destruye la ley de la gravedad, pero sí puede destruir nuestras vidas.

La naturaleza está de parte de Dios. No atenderá a nuestros caprichos, pero no desobedecerá al Creador. Esto es tan cierto en la esfera física como en la moral.

Si los hombres pecan, no necesita Dios intervenir para castigarlos. Nuestras naturalezas son tales que no podemos oponernos a Él sin entrar en oposición con nosotros mismos.

Si faltamos a la templanza, sigue un dolor de cabeza y una resaca que no nos envía Dios por decreto especial, pero Él lo ha organizado todo de manera que a un mal sigan los malos efectos.

Cuando al negar Pedro al Señor cantó el gallo, “Desde el Corazón” me permito decir que el Apóstol sintió pena. Hasta las aves del corral se volvían contra Pedro, porque la naturaleza pertenece a Dios.

Al rechazar lo justo o la ley moral, padecemos no sólo porque nos propongamos hacer el mal, sino porque en principio desafiamos a una fuerza superior, la realidad de las cosas. Al pecar producimos efectos que no buscábamos y aparecen los problemas que no buscábamos, lo que nunca ocurre como resultado de nuestras buenas acciones.

Si uno usa el lápiz para escribir, no lo deteriora, pero si lo usa como abrelatas lo partirá en dos. Usando el lápiz con fines contrarios a sus propósitos, lo destruyo.

Si desenvolvemos nuestras vidas de acuerdo con sus propósitos superiores y buscamos la Verdad y el Amor, perfeccionaremos nuestra existencia. Si vivimos según nuestros impulsos animales, fracasaremos lo mismo que si usamos una navaja de barbero para afeitar un pedrusco.

El mal mutila siempre la personalidad. Quien vive con los ideales con los que se debe vivir, llega a ser hombre; quien hace lo que su capricho le dicta, se convierte en una bestia, y en una bestia desgraciada.

El hombre que bebe o come con gula no se propone arruinar su salud, pero lo consigue. El que se atiborra de manjares, no piensa en la indigestión, mas la encuentra. El hombre que roba no tiende a buscar la prisión, pero en ella para.

El viajero que no sigue los signos indicadores, acaso halle su objetivo… pero al final se encontrará al extremo de un camino equivocado. El desorden es un severo maestro. Hay un refrán español que dice: “el que al cielo escupe, en la cara le cae” El mal triunfa a veces, pero por poco tiempo. Puede ganar la primera batalla, mas pierde el botín y la recompensa.

César construyó caminos “Vías Augustas” para llevar por el mundo sus águilas y falanges en plenas victorias militares, pero lo que llevaron Pablo y Lucas fueron los Evangelios.

Así al final de los tiempos se verá a los hombres de ciencia extraer la sacras y divinas verdades de los contenedores de las basuras a los que creían haberlas arrojado los tiempos de la posverdad y las personalidades líquidas.

Porque el bien se defiende a sí mismo y el mal a sí mismo se derrota.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - El mal reclama su precio