Las sorpresas de Dios

Vamos varios ejemplos en los que la revelación que Dios hizo de sí mismo a través de Cristo es más maravillosa y sorprendente que lo que cualquiera podría haber esperado.

07 DE ENERO DE 2017 · 22:25

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Las sorpresas pueden ser interesantes. Algunas veces son maravillosas y emocionantes, como la persona que trabaja duro en su trabajo sin esperar recompensa o reconocimiento alguno y recibe la sorpresa de un codiciado ascenso. Es un momento de impacto gozoso, y la sonrisa de oreja a oreja se le queda pegada en el rostro por días enteros. ¡Qué sorpresa tan grandiosa! 

Sin embargo, hay otros momentos cuando las sorpresas pueden ser desgarradoras, incluso aterradoras, como la persona que va a su chequeo médico rutinario sintiéndose de maravilla, solo para que le digan que va a tener que enfrentar algunos problemas de salud graves que se le han encontrado. 

Pero, ya sean buenas o malas, las sorpresas pueden suponer un costo. 

Sin misericordia alguna, desafían nuestras cómodas suposiciones en cuanto a la vida. 

Así de perturbadores también son los resultados que se dan cuando Jesús nos revela a Dios. Él ha ido más allá de lo que previeron las personas de su tiempo o de lo que prevén las personas del nuestro. Nos lleva al borde del universo y nos permite echarle un vistazo al salón del trono del Padre. Y lo que vemos allí probablemente sea muchísimo más maravilloso y también más perturbador de lo que esperamos. 

El lado sorprendente de Dios nos desafía a reconsiderar nuestros paradigmas espirituales y bíblicos. Jesús nos ayuda a considerar una visión de Dios que probablemente sea diferente de lo que habríamos imaginado.

Estas expresiones del corazón de Dios -que estaban fuera de las normas esperadas- pueden ayudar a explicar por qué muchas de las personas que vivían en el tiempo de Jesús no le reconocieron plenamente. También nos ayuda a entender por qué las personas siguen malinterpretando y tergiversando su mensaje hoy en día.

Jesús reveló a Dios de maneras tan inesperadas que simplemente no tenemos etiquetas adecuadas con que categorizar el corazón del Padre tal y como Jesús lo dio a conocer. 

La revelación que Dios hizo de sí mismo en Cristo es más maravillosa y sorprendente que lo que cualquier persona podría haber esperado. 

Así que, ¿qué nos dijo Jesús acerca de Dios que sea sorprendente? Hay que admitir que un librito del tamaño de este solo puede comenzar a darnos una aproximación. 

Pero las páginas que siguen nos mostrarán unas cuantas maneras de cómo la revelación que Dios hizo de sí mismo a través de Cristo es más maravillosa y sorprendente que lo que cualquier persona podría haber esperado. 

 

1. La majestad adopta una condición ordinaria 

La primera vez que fui a Israel pasé la mayor parte de mi visita a esta tierra de la Biblia con una actitud de sobrecogimiento. 

  • Quedé pasmado cuando vi el Mar de Galilea por primera vez, donde Jesús pasó tanto tiempo de su vida y ministerio terrenales. 
  • Quedé sobrecogido ante la visión imponente de la antigua ciudad de Jerusalén desde la cima del Monte de los Olivos. 
  • Quedé intrigado con la historia y el dolor de la fortaleza de Masada en la montaña.
  • Quedé desolado por el sentimiento de horror y dolor que experimenté al pasar tiempo en el monumento a la memoria de las víctimas del Holocausto en Yad Vashem en Jerusalén. 

Sin embargo, aun con todas esas maravillas, fue una sorpresa para mí lo poco impresionado que quedé ante dos de los lugares más famosos en las tierras bíblicas, Belén y Nazaret. Eran completamente ordinarios. Eran ciudades simples y sucias, lejos de la pintoresca “pequeña ciudad de Belén” que yo había previsto cada año en Navidad. No estaba preparado para la condición ordinaria que vi en esos sitios históricos.

No obstante, a pesar de mi decepción personal, eso es precisamente lo que las hace tan importantes. Son una especie de metáfora del Cristo, cuya encarnación misteriosa e inexpresable le dio importancia a esas aldeas adormecidas y antiguas.

La idea de que no había nada que desear en su apariencia habla de la manera absolutamente común y corriente en la que el Mesías e Hijo de Dios se presentaría. 

Era apropiado que la vida terrenal de Jesús estuviera ligada a lugares tan ordinarios como esos. A pesar de la gloria de su identidad, sus contemporáneos a menudo veían a Cristo mismo como a alguien demasiado familiar y ordinario. 

Incluso el profeta Isaías advirtió a las personas que así sería: 

Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos (Isaías 53:2). 

Las palabras de Isaías no son lo que muchos de nosotros habríamos esperado. La idea de que no había nada que desear en su apariencia habla de la manera absolutamente común y corriente en la que el Mesías e Hijo de Dios se presentaría. 

Cuando era niño, recuerdo que mi padre me llevó a ver la película El Rey de reyes. El papel de Jesús fue interpretado por Jeffrey Hunter, quien era, se mire como se mire, un hombre muy bien parecido. En su representación de Cristo, Hunter llevaba una larga y suelta cabellera castaña rojiza y tenía penetrantes ojos azules —lo cual causaba una impresión convincente.

Sin embargo, Jesús no vino a la tierra con la atractiva apariencia de una estrella de cine. De hecho, lo que implican las palabras de Isaías es justamente lo opuesto. Él se habría visto como un judío normal, ordinario, común y corriente del primer siglo con cabello y ojos oscuros y piel aceitunada. Isaías había preparado al pueblo para la llegada del Mesías tal y como Él llegó, pero no captaron la importancia de sus palabras. 

La condición ordinaria con la que Jesús se presentó deliberadamente se aprecia aún más en la condición ordinaria del lugar donde vivió. Con respecto a la reputación de la aldea de Nazaret, el maestro bíblico Adam Clarke escribió: 

“Podríamos suponer que Nazaret, en este momento había llegado a estar tan abandonada que nada bueno podía esperarse de nadie que habitara en ella, y que su maldad se había hecho proverbial, ‘¿De Nazaret puede salir algo de bueno?’”.

Este pensamiento ciertamente explicaría la reacción de Natanael ante la declaración de Felipe de que había encontrado a alguien especial de Nazaret: 

Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve (Juan 1:45-46).

Ser de Nazaret de Galilea puso un gran estigma sobre Cristo. La aristocracia religiosa de Jerusalén consideraba a los galileos atrasados e ignorantes. Así que, alguien de Galilea no sería considerado como un candidato digno para el papel de Mesías. Notemos: 

Entonces algunos de la multitud, …decían: Verdaderamente éste es el profeta. Otros decían: Éste es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? (Juan 7:40-42).

El análisis definitivo que las personas hacen de la procedencia de Jesús se registra en Juan 7:52 cuando los líderes religiosos le dijeron a Nicodemo: 

Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.

De manera trágica, sus conclusiones se basaban en pensamientos errados. De hecho, ya había habido un profeta de Galilea. Jonás era de la aldea de Gat-hefer (2 Reyes 14:25), tan solo a unos cuatro kilómetros de Nazaret. Sin embargo, en su incapacidad para distinguir a Cristo de entre lo común, desecharon la verdad de quién era Jesús en realidad, y no lograron captar su verdadera identidad. 

La realidad de la encarnación nos enseña que lo que las personas vieron en la apariencia externa de Jesucristo solo era una pequeña parte de su realidad. En Mateo 17, podemos ver algo del resto.

En ese pasaje, Jesús ha subido a un monte en Galilea con tres de sus discípulos (Pedro, Jacobo y Juan). El registro de Mateo de los momentos que pasaron allí es deslumbrante en cuanto a su descripción de la verdadera naturaleza del Jesús al que se consideraba alguien tan común. Notemos:

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor (Mateo 17:1-6).

La verdadera naturaleza de Cristo fue refrendada por la extraordinaria aparición de Moisés y Elías. Pero, lo que es aún más importante, esa naturaleza fue revelada con la muestra de su gloria (“se transfiguró”) y con la declaración del Padre (“mi Hijo amado”). La majestad de Cristo se manifestó en ese monte. 

A pesar de su apariencia, crianza, estilo de vida y antecedentes comunes, no había nada de ordinario en Cristo. Su majestad no quedó disminuida por la manera común en la que eligió revelarse a sí mismo. Él seguía siendo el majestuoso Rey del cielo, aun cuando en la carne estuviera vestido de una apariencia humana común y corriente.

(Continuaremos en próximos artículos.)

 

(Artículos extraídos y adaptados del librito El lado sorprendente de Dios, escrito por Bill Crowder y publicado por Ministerios Nuestro Pan Diario en su serie Tiempo de Buscar. Puedes encontrar este y otros libritos sobre diferentes temas en: http://nuestropandiario.org/2009/09/serie-tiempo-de-buscar/

El link para la descarga de este librito en concreto es: http://d254u7jd4zosxo.cloudfront.net/files/2011/01/G2254_Surprising_ESP.pdf?7489a8

Si deseas más información, puedes escribirnos a [email protected].

 

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