“Es positivo el impacto de la celebración conjunta de los 500 años de la Reforma”

El luterano Martin Junge fue uno de los protagonistas centrales en la celebración del aniversario de la Reforma Protestante el 31 de octubre pasado, en Lund.

26 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 19:54

Martin Junge. LWF/H. Putsman-Penet,
Martin Junge. LWF/H. Putsman-Penet

El Doctor Martin Junge es secretario general de la Federación Luterana Mundial (FLM) desde noviembre de 2010. Originario de Chile, es el primer funcionario latinoamericano de ese nivel en la FLM. Anteriormente colaboró en el área de América Latina y el Caribe del Departamento de Misión y Desarrollo de la misma Federación, entre 2000 y 2010 y fue pastor en comunidades de su país. Estudió Teología Evangélica en la Universidad Georg-August, Göttingen, Alemania. Junto con el presidente de la FLM, obispo Munib A. Younan, y el papa Francisco, fue uno de los protagonistaas centrales en la celebración del aniversario de la Reforma Protestante el 31 de octubre pasado, en Lund y Malmö, Suecia. Desde la sede de la FLM en Ginebra, aceptó gentilmente responder este cuestionario a propósito de dicho acontecimiento.

 

P. La celebración de los 499 años de la Reforma Protestante en Suecia, con la presencia del Papa Francisco tuvo un gran impacto mediático. ¿Cómo evalúa usted lo acontecido allí?

R. Las evaluaciones y la afirmación que continuamos recibiendo de las iglesias miembros de la Federación Luterana Mundial (FLM), pero también de nuestras relaciones ecuménicas son muy positivas. El impacto mediático al cual usted alude efectivamente fue grande. Ha sido interesante observar cómo la conmemoración conjunta “habló” a medios de comunicación que, sin tener mayor conocimiento de los asuntos teológicos que mediaron en esta conmemoración, hicieron una clara lectura de su significado en los contextos actuales en los cuales nos encontramos: en medio de la imperante fragmentación política y social, de discursos corrosivos y de conflictos, violencia y hasta guerras que continúan aumentando, el paso dado por luteranos y católicos de dejar el conflicto tras sí, y de volverse hacia un futuro común al cual Dios continúa llamando a la iglesia fue muy bien recibido. La presencia del Papa Francisco, por el lado católico, como co-anfitrión de esta conmemoración conjunta indudablemente realzó el perfil comunicacional de esta conmemoración.

 

P. Sabemos que la FLM lleva largos años de diálogo con la Iglesia Católica. ¿Considera usted que el documento conjunto Del conflicto a la comunión resume bien ese esfuerzo?

R. De hecho, esta conmemoración conjunta es fruto directo de los diálogos ecuménicos sostenidos por casi cinco décadas entre la Iglesia Católico-Romana, y la Federación Luterana Mundial. Es sobre la base de estos diálogos, y sobre los importantes acercamientos que ellos han podido forjar, que pudimos encarar una conmemoración conjunta con su claro mensaje de superar los conflictos del pasado y encarar la comunión que, sin ser una realidad actualmente, continuamos teniendo en nuestras oraciones y acciones ecuménicas. Destaco entre estos acuerdos ecuménicos particularmente la Declaración Conjunta de la Doctrina de la Justificación firmada en 1999, la cual identificó fundamentales consensos en aquella doctrina que en el siglo XVI dividió a la iglesia occidental.

El documento Del conflicto a la comunión es conciso, claro y honesto: narra conjuntamente los eventos de la Reforma del siglo XVI, hace un recuento de los asuntos teológicos en disputa y cómo estos asuntos han ido evolucionando desde entonces. Identifica tanto aquellos temas que hoy ya no constituyen diferencia, como aquellos que, hasta el día de hoy, representan un desafío para nuestros continuos diálogos, particularmente la comprensión teológica del ministerio, de la iglesia y de la Eucaristía.

 

P. 'Los puntos de acuerdo son más que los de disensión' se dijo en los días pasados. ¿Hasta dónde se ha avanzado en el diálogo con el Vaticano?

R. Se ha avanzado mucho, y es solamente sobre la base de estos avances que pudimos plantearnos la idea de una conmemoración conjunta. De hecho, la conmemoración conjunta es un acto de responsabilidad teológica: invita a dejar atrás conflictos y a distanciarse de actos de violencia injustificables; a la vez, la conmemoración conjunta no relativiza ni minimiza las diferencias existentes, más las identifica como tareas pendientes. Y definitivamente, ubica estas diferencias en el contexto de la amplia base común que tenemos católicos y luteranos, que a partir del diálogo y de la cooperación en el área del servicio al prójimo no ha dejado de aumentar. A veces las iglesias lidiamos con nuestro pasado como si no tuviéramos futuro alguno. En esto veo el importante giro que dimos durante la conmemoración conjunta: sin obviar ni olvidar el pasado, sin minimizar las diferencias existentes, hemos enfatizado en lo que nos une y hemos declarado nuestra intención de volvernos al futuro al cual sabemos Dios llama a su iglesia. Esta convicción la basamos en el hecho que Jesucristo puso en oración la unidad entre los suyos. El mensaje de esta oración es inequívoco: la unidad importa y es importante.

 

P. Como se sabe, en ambos espacios hay todavía sospechas de acuerdos doctrinales extraordinarios. ¿Se justifican tales temores?

R. No sé exactamente a cuales sospechas sobre acuerdos doctrinales extraordinarios se refiere. Como he indicado anteriormente, la agenda de temas que pendientes está claramente identificada y estamos decididos a continuar trabajando en ello, y a hacerlo responsablemente. Las perspectivas particulares de la Reforma del siglo XVI son importantes y en su gran mayoría tienen vigencia hasta el día de hoy. No estamos alentando procesos de unidad “amnésicos”, que no conocen de la historia y los importantes frutos que la Reforma del siglo XVI aportó tanto a la iglesia como a la sociedad en general. Más complejos que las sospechas son para mí las memorias y los recuerdos que aquí y allá guardamos de nuestras respectivas historias, y que a menudo nos agobian y nos duelen hasta el día de hoy. Hubo discriminación, exclusión y violencia, en casos con ramificaciones sentidas hasta el presente. En algunos casos hemos sido víctimas de todo ello, en otros casos debemos admitir nuestra responsabilidad como perpetradores. Aquí tenemos una tarea importante por delante. Necesitamos hacernos cargo de nuestras historias con todos sus aciertos y yerros. Y hacerlo con una perspectiva de esperanza, sabiendo de las muchas cosas que Dios hace y continuará haciendo en medio nuestro. Es por eso que utilicé en mi sermón la frase de Eduardo Galeano: “La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.” Si hay alguien en este mundo que puede creer en esta perspectiva, es el pueblo cristiano.

 

P. ¿Considera usted que esta celebración puede renovar eventualmente a las iglesias protestantes actuales sobre todo ante la gran diversidad de movimientos evangélicos?

R. Con todo lo explicado anteriormente queda claro que antes que impartir lecciones a otras denominaciones, lo que hemos hecho en la conmemoración conjunta es asumir las lecciones que nos deja nuestra propia historia, e incorporar los acercamientos teológicos y prácticos que se han producido en las últimas décadas en nuestra mirada sobre los cinco siglos de la Reforma. La Federación Luterana Mundial no se arroga el derecho de conmemorar con la Iglesia Católico-Romana los 500 años de la Reforma a nombre de todo el mundo protestante. ¿Cómo podríamos hacer algo así, más todavía sabiendo del profundo sentido de pertenencia y de propiedad que muchas denominaciones protestantes, evangélicas y pentecostales expresan con respecto a la reforma iniciada por Martín Lutero? Pero tampoco lo hace de espaldas a las múltiples y muy intensas relaciones, en casos hasta de comunión, que las iglesias luteranas tienen con otras iglesias protestantes. Me tiene muy contento que en el mismo año en el cual hemos tenido la conmemoración conjunta, hemos iniciado finalmente un diálogo ecuménico a escala global con el mundo pentecostal. Me alegra sobremanera saber que la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas viene alentando un proceso para muy probablemente sumarse el próximo año a la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación de 1999, y que la Comunión Anglicana tomara una decisión similar en abril de este año. Estamos caminando y avanzando en el peregrinaje ecuménico con muchas de nuestras múltiples relaciones, y estas relaciones se articulan en múltiples ejes que no deseamos perder de vista.

 

P. Como alguien procedente de América Latina, ¿percibe usted avances sustanciales en el movimiento ecuménico a escala global?

R. Hay avances y retrocesos al mismo tiempo. Algunos de los procesos que acabo de mencionar los sitúo claramente en el ámbito de progresos; y habría muchos otros procesos que deberían mencionarse. Pero sabemos a la vez que las fuerzas centrífugas de división y fragmentación que imperan en el mundo de hoy también abarcan a las iglesias y a las comuniones globales. A veces optamos menos por la fuerza centrípeta del bautismo, atendemos menos a la oración de Jesús sobre la unidad e ignoramos las exhortaciones de los apóstoles a permanecer unidos y a dialogar, y preferimos hacernos eco de discursos divisorios y corrosivos que nos rodean. El apóstol Pablo hace una diferencia entre una existencia según la carne y según el Espíritu. Para mí, esa línea divisoria apunta hoy a la opción que hacemos de una u otra de aquellas fuerzas que buscan tomar control sobre nuestra existencia. Y esa opción no puede ser sino una: confiar en el llamado a la unidad que Dios mismo en Jesucristo nos deja y en la fuerza centrípeta del bautismo que nos es común.

 

P. Desde su experiencia en la FLM, ¿cómo aprecia usted la valoración del legado protestante a medio milenio del trabajo precursor de Lutero? ¿Se puede hablar todavía de una sólida identidad protestante?

R. Sería interesante escuchar su definición de lo que constituye una sólida identidad protestante. Estoy seguro que habrá matices más o menos notables, dependiendo desde cual perspectiva confesional usted hace esta lectura, y más aún en cual contexto la realiza. Como Federación Luterana Mundial nos hemos planteado el desafío de encarar el aniversario de la Reforma sobre la base de sus tres perspectivas fundamentales: sólo Cristo, sólo las Escrituras, sólo por fe. Y estos tres “sólos” como aspectos estrechamente interrelacionados. Por ejemplo, un “sólo las Escrituras” que no va aparejado con el “sólo Cristo” nos arrastraría a una deriva fundamentalista. Un “sólo Cristo” sin un sólido asidero bíblico nos conduciría a inventarnos al Cristo que nos acomoda (si acaso Cristo todavía interesa a tal teología).

Como FLM hemos acuñado un tema central para el aniversario: “Libres por la gracia de Dios”, enfatizando con ello que en la perspectiva teológica de la Reforma la justificación por la fe y la libertad son un binomio indisoluble que no tolera legalismos ni mordazas. Acto seguido, nos hemos propuesto analizar la vigencia de la Reforma bajo tres sub-temas: “La salvación – no se vende” Bajo este tema analizaremos las sutiles (y a veces groseras) teologías que continúan socavando la base misma del hallazgo central de la Reforma: que la salvación es por gracia de Dios y no por obras, y que esa gracia jamás debe convertirse en mercadería. “El ser humano – no se vende”, una palabra de protesta contra la comodificación del ser humano, su continuado sometimiento a leyes de mercado y de la economía que relega a un número cada vez mayor de personas al margen de la vida y de la sociedad. Y finalmente “la creación – no se vende”, una palabra para despertar al desafío inmenso al cual nos vemos enfrentados como familia humana representado por la sobreexplotación de los recursos y el cambio climático, todo ello fruto de un concepto erróneo de lo que significa “libertad”. En términos teológicos, tenemos la convicción de que no tenemos la libertad de tomar recursos que no nos pertenecen, ya sea porque le pertenecen a otros pueblos, o porque le pertenecen a las generaciones que han de venir tras nosotros. La libertad, en el sentido cristiano, es “responsable”, en el sentido que responde a la vida y a las necesidades del prójimo. Esa es la genial hipótesis que levanta Martín Lutero en su señera obra de 1521 acerca de la libertad cristiana. Hoy, en el siglo XXI, debemos ampliar este concepto de responsabilidad al mundo creado por Dios y zafarlo así de un antropocentrismo teológico que nos está haciendo tanto daño.

 

P. En ese sentido, ¿cómo observa usted la receptividad de las nuevas generaciones en las iglesias?

R. Mi observación personal es que la juventud está ávida de ser incluida y de participar. La juventud, como siempre, tiene aspiraciones, sueños, expectativas y esperanzas. La juventud tiene su propia voz. La pregunta que debemos hacernos como iglesias es si le estamos dando los espacios no solamente de participación, sino también de decisión a la juventud. Para la FLM, la política de incluir al menos 20% de jóvenes en nuestros estamentos de gobierno ha sido una gran bendición. La sed de futuro que tiene la FLM, y su esperanza en el futuro, se han alimentado en gran medida de los aportes que los y las jóvenes vienen haciendo en nuestra caminada.

 

P. ¿Qué nos puede decir acerca de la influencia efectiva de la voz protestante ante los grandes desafíos del mundo presente? ¿Se le escucha realmente en las esferas de decisión política y económica?

R. Es una voz respetada, sin lugar a dudas. Más aún: hay todo un cambio de actitud de muchas organizaciones internacionales, incluida la ONU, que hoy buscan activamente la participación de las iglesias y de otras religiones a sumarse a los esfuerzos colectivos para responder a los urgentes desafíos a los cuales la comunidad mundial se ve enfrentada. Pobreza, construcción de paz, justicia, cambio climático, migraciones… Podría añadir una larga lista de asuntos donde se nos busca y solicita.

El desafío es cómo implicarnos en todo ello sin confundir lo que la doctrina luterana de los dos reinos nos ha enseñado a distinguir (sin separar). Me preocupa una confusión teocrática que parece imponerse hoy en día, según la cual una sociedad puede gobernarse con la Biblia, o con el Corán, la Torá, etcétera. Desde siempre me ha preocupado la existencia de partidos políticos denominacionales, y hoy me preocupa su proliferación y su papel en el ámbito público. Me parece importante recordar en este contexto uno de los grandes aportes de la Reforma del siglo XVI: ella rescató la necesidad y la legitimidad del ámbito público (o secular) y su independencia (pero no autonomía) del fuero eclesial. Si usted me pregunta, el espacio natural de la iglesia se encuentra del lado de la sociedad civil, nunca haciendo parte de las estructuras parlamentarias o de gobierno. En ese espacio civil ella es un actor más entre otros, con un aporte, una práctica y una perspectiva única que debe ofrecer con vigor y humildad al mismo tiempo.

 

P. Finalmente, ¿qué mensaje enviaría a las iglesias evangélicas latinoamericanas a las puertas de la celebración de los 500 años de la Reforma Protestante en el contexto crítico por el que atraviesa la región?

R. Sólo Cristo. Y solamente aquel Cristo que murió en la cruz para que todos podamos vivir, y que resucitó para que el anuncio y la promesa de vida plena sean esperanza robusta y vital en nuestros procesos de vida individual y comunitaria.

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