El Dios que trabaja en silencio y entre bambalinas

No siempre es fácil comprender los caminos por los que Dios nos lleva.

27 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 07:25

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“…… Debemos aceptar la vida serenamente y con fe, tal y como se nos presenta; sin gastarnos inútilmente, y cambiando las circunstancias difíciles si está a nuestro alcance el hacerlo. Si no podemos, debemos usarlas como medios para el crecimiento y para ir adelante”

J. R. Miller

Era de noche, y estaba entrevistando a una preciosa muchacha de 22 años. Siempre me emociona el hablar o escuchar a alguien con quien puedo empatizar y a quien puedo comprender. Pero pocas veces, el Señor tocó tan profundamente mi corazón como en aquella noche fría, escuchando una preciosa, triste y conmovedora historia. Tanto ella como yo, nos tuvimos que tragar las lágrimas por momentos, y podía sentir el fluir de Dios a través de Su Santo Espíritu en medio de aquella historia.

Se trataba de alguien muy joven y con muchos problemas, el más duro de sobrellevar, una enfermedad sin cura, genética y en un grado muy alto.

Me contaba que cuando no podía más, ni siquiera sabía si podría levantarse al día siguiente, se tendía en la terraza de su casa que daba al campo. Allí, mientras miraba las estrellas y oraba al Dios de su vida, dejaba derramar una lágrima tras otra; entonces su perrita se subía sobre ella, la abrazaba y le lamía cada una de sus lágrimas. Cuando escuché esto, mi corazón se rompió en el silencio, y mis lágrimas también caían. Me seguía contando que cuando ocurrían esas cosas, en su soledad, y en medio de mucho dolor, sentía como si el Dios del Universo que había creado aquellas preciosas estrellas, estuviera a su lado, acariciándola y besándola a través de su pequeña perrita, y sanando su corazón tan herido y cada una de sus lágrimas.

Mientras me decía todas estas cosas, mi corazón volaba a dos textos bíblicos…

“Mis huidas Tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro?”

Salmo 56: 8.

“….. Porque nunca decayeron tus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”

Lamentaciones 3; 22 y 23.

Después de terminar una entrevista que llenó mi corazón, estuvimos hablando por un buen rato y me envió algo precioso que quisiera compartir con todos vosotros. No sé quien lo escribió, pero es realmente hermoso. Cuando lo leí y lo releí, pude entender el modo en que aquellas palabras habían podido taladrar su corazón……

Mi querida hija:

“Puedo ver las huellas que la ansiedad deja en tu corazón. Conozco tus preocupaciones, los sentimientos de culpa y las luchas que has atravesado. Miro desde el cielo y veo cada una de las dificultades que atraviesas. Mis manos invisibles quieren ayudarte y fortalecerte. Soy yo quien te ayuda en tiempos difíciles (salmo 46:1). No te preocupes por nada, yo cuido de los gorriones y te cuido a ti aún más. Relájate en el conocimiento y la seguridad de mi amor por ti.

Mi corazón se derrama con nuevas misericordias cada vez que veo tus ojos llenos de lágrimas. Yo recojo cada una de ellas para almacenarlas en el cielo. Después, las derramo sobre tu vida en suaves lluvias de promesas y oraciones contestadas. Son como el incienso para Mi.

Nunca estás sola. Siempre he estado a tu lado, incluso cuando no te das cuenta. Te abrazo fuerte cuando tienes miedo. Te consuelo cuando te sientes sola. Yo escucho cada una de tus palabras, cada una de las sílabas que pronuncias, escucho incluso el sonido de tu respiración. Y preparo tu corazón para que tú también puedas escucharme a Mi. ¡Sigue llamándome! Y no tengas la menor duda, ¡te estoy escuchando! Escucho lo que me quieres decir aún antes de que pronuncies una sola palabra. ¡Ven sin miedo y háblame!

Yo soy el Dios que restaura tu vida, y te estoy restaurando, ¡ten fe!”

No siempre es fácil comprender los caminos por los que Dios nos lleva. El porqué, el cuando, y el hasta donde, son normalmente un misterio que sólo nos será desvelado en el cielo. Pero hay algo que podemos hacer y que está a nuestro alcance, confiar en Sus promesas, en Su sabiduría, en Su misericordia, y en un Amor que no falla nunca.

Me encanta observar las orillas de un río, tal vez porque vivo inmersa en un océano más que bravo.

En una ocasión, mientras observaba, pude ver los remolinos muy cerca de la ribera. Al principio, me pareció que el río estaba corriendo en sentido inverso. Pero cuando volví a observar con más calma, me di cuenta de que, si me fijaba en la corriente principal, simplemente el río estaba corriendo hacia el mar, en la dirección correcta.

Sé demasiado bien que por muy difíciles que sean de interpretar los caminos de mi Señor para mi, Su camino es perfecto; aunque me cueste aceptarlo y, la mayoría de las veces no encuentre respuesta alguna. Porque mi Dios trabaja en el silencio y entre bambalinas.

Él conoce cada tramo de mi camino, cada dificultad, cada prueba, la crudeza, la duración... Pero guarda silencio, y está muy cerca de mi, aunque yo no lo pueda ver con mis ojos físicos… Él esta ahí, recogiendo cada una de mis lágrimas, anotándolas en Su libro y Sus misericordias son nuevas cada mañana para mi, a pesar de que aún no pueda comprender. Al día de hoy, sólo puedo el precioso tapiz de mi vida, desde el lado de abajo del bordador; y Su aguja duele mucho, en ocasiones. Sus hilos discordantes son incomprensibles para mi. Pero en aquel gran día, Él me dirá todas y cada una de las razones.

Silencio, bambalinas, Gracia, provisión, cariño a raudales, son muchas de las cosas que Dios me da cuando lo único que puedo ver, son los remolinos que me envuelven.

¿Estás atravesando dificultades casi imponderables como mi chica preciosa entrevistada?... ¿Sientes cómo yo, qué no puedes ver más que profundos remolinos que parecen ahogarte y sin sentido?... Recuerda, Él sigue trabajando en una sabiduría perfecta, en silencio y entre suaves bambalinas.

Te dejo junto a mi comprensión y cariño sincero, una preciosa frase de M. Taylor:

“… El Señor sale siempre vencedor. Él sigue haciendo sus maravillas, entre los telones y bajo la superficie de las aguas rugientes”

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