Carta a mis hermano(a)s que no votaron por D. Trump

"En estos momentos de triunfalismo trumpista, ustedes sabrán reforzar la resistencia personal y colectiva mediante iniciativas creativas y eficaces."

19 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 23:20

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Se han cumplido los peores pronósticos en la elección presidencial de Estados Unidos. Debido al bizarro sistema electoral del país, resultó victorioso quien menos votos ciudadanos tuvo.

Al momento de escribir esto, Hillary Clinton tenía un millón de sufragios más que Donald Trump, pero éste resultó electo presidente debido a la forma indirecta en que se dirimen las elecciones.

Ustedes se opusieron de variadas formas al fraudulento empresario que con slogans facilones prometía “Make America Great Again”. Advirtieron bien de su peligrosidad para una sociedad diversa. Hicieron llamados a la cordura y tolerancia, con la esperanza de abrir oídos cerrados por discursos esquemáticos y reduccionistas.

Conforme el precandidato republicano iba ganando terreno en el proceso de obtener la candidatura del partido, conservaban la esperanza en que la pesadilla terminara y el aventurero concluyese con sus delirios políticos. No fue así, por desgracia se impuso el voto del odio.

Hermanas y hermanas, ustedes son cristianos, algunos se identifican, además, como evangélicos y por ello considero que debe ser muy doloroso saber que la mayoría de quienes se reconocen como pertenecientes al “american evangelicalism” dieron su voto a Trump. Lo hicieron sobre todo hombres y mujeres blancos que hicieron suyas las posturas persecutorias de un personaje de ideas y discursos rústicos.

A Trump le bastaron algunas palabras piadosas y pseudo bíblicas para ganarse el apoyo incondicional de liderazgos evangélicos, los que cabildearon en sus redes a favor de la mercadotecnia política del candidato del Partido Republicano. Ustedes fueron testigos y comprobaron cada día el crecimiento del racismo, hicieron denodados esfuerzos por enfrentarlo con argumentos y acciones semejantes a las del movimiento del pastor bautista Martin Luther King. Al igual que a él, los enfebrecidos fanáticos de Trump les estigmatizaron como enemigos del renacimiento americano.

El de Donald Trump es el resurgimiento del tribalismo supremacista. Es un supremacismo que ve a los otros como amenaza, chivos expiatorios en quienes depositar todas las culpas para ocultar las propias faltas y convertirlas en virtudes.

Desde esta perspectiva tribalista, todo se resolverá instantáneamente cuando los indeseables sean extirpados del paraíso que degradaron con su presencia. El programa de Trump consiste en recuperar el paraíso, la utopía que, según él, han saboteado los inmigrantes ilegales que no se asimilan al “american way of life”.

La de Donald Trump es la marcha de la locura, una marcha en la que tiene, y esto es lo preocupante, millones de seguidores. Es evidente que las propuestas de Trump tocaron fibras sensibles en el electorado que le fue favorable. Muchos se movilizaron por añoranza de recuperar la supremacía de la sociedad norteamericana blanca, supremacía perdida en el mundo globalizado y diversificación creciente.

La insurrección de Trump busca golpear de tajo la inter culturalidad que paulatinamente se estaba asentando en la sociedad estadounidense. Anhela “emblanquecer”, no físicamente pero sí simbólicamente, el entramado social y cultural que supuestamente ha sido el “melting pot” norteamericano.

Ustedes han creado muchos espacios y redes compasivas, es decir lugares en los que hacen suyas las tragedias de otros y otras, para acompañarles, ofrecerles hospitalidad, colaborar para construir oportunidades, llevar servicios negados por el sistema que se beneficia del trabajo ilegal y han defendido derechos humanos que les son regateados a los sin papeles.

Han denunciado la hipocresía que permite la inmigración ilegal cuando la economía requiere mano de obra barata, y endurece cruelmente las medidas de vigilancia y expulsión en los momentos que la bestia del mercado ya no requiere más trabajadores y trabajadoras.

No se han dejado cautivar por la sociedad del confort y el consumismo galopante, tampoco por la fábula de que Estados Unidos es una nación cristiana, o mayormente cristiana. Se oponen decididamente a la domesticación del Evangelio, a la caricaturización espiritualista que lo despoja de su poder subversivo.

Son firmes opositores a la “neo cautividad babilónica de la Iglesia”, a la que han sucumbido millones y cantan alegremente su encadenamiento, sin percatarse que son esclavos del hedonismo desaforado y en cuyos altares son sacrificados mujeres, hombres y niños.

En estos momentos de triunfalismo trumpista ustedes sabrán reforzar la resistencia personal y colectiva mediante iniciativas creativas y eficaces. Trump tendrá en su favor a la mayoría en las cámaras de representantes y senadores.

Además ya posee la ceguera del exacerbado patriotismo que le dio los suficientes votos electorales para llegar a la Casa Blanca, que está ávido de que su ungido comience a tomar medidas como las prometidas en campaña. Habrá que anunciar incansablemente que el nuevo ídolo, Baal y Mamón redivivo, tiene pies de barro.

Seguramente el día de su ascensión al poder, el 20 de enero próximo, Donad Trump jurará sobre una Biblia y encomendará a Dios su gobierno. Lo hará más como un rito propagandístico que consciente de lo que la Palabra manda sobre hacer justicia. Es mi oración que el espíritu profético de Isaías (capítulo 58) emerja entre ustedes:

¡Grita con toda tu fuerza, no te reprimas! Alza tu voz como trompeta.Denúnciale a mi pueblo sus rebeldías;   sus pecados, a los descendientes de Jacob. Porque día tras día me buscan,  y desean conocer mis caminos, como si fueran una nación que practicara la justicia,como si no hubieran abandonado mis mandamientos.Me piden decisiones justas, y desean acercarse a mí, y hasta me reclaman:   “¿Para qué ayunamos, si no lo tomas en cuenta?  ¿Para qué nos afligimos, si tú no lo notas?” Pero el día en que ustedes ayunan, hacen negocios y explotan a sus obreros. Ustedes sólo ayunan para pelear y reñir, y darse puñetazos a mansalva.Si quieren que el cielo atienda sus ruegos, ¡ayunen, pero no como ahora lo hacen! ¿Acaso el ayuno que he escogido es sólo un día para que el hombre se mortifique? ¿Y sólo para que incline la cabeza como un junco, haga duelo y se cubra de ceniza? ¿A eso llaman ustedes día de ayuno y el día aceptable al Señor? El ayuno que he escogido, ¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo,poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura? ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento  y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes?  Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora,  y al instante llegará tu sanidad;
tu justicia te abrirá el camino,  y la gloria del Señor te seguirá.Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí estoy!” Si desechas el yugo de opresión,  el dedo acusador y la lengua maliciosa, si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido,ntonces brillará tu luz en las tinieblas,    y como el mediodía será tu noche.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Carta a mis hermano(a)s que no votaron por D. Trump