Las sorprendentes ideas de John Lennox sobre la interpretación de Génesis 1

Lennox sigue el creacionismo de la Tierra vieja. Acepta el big bang, la antigüedad del universo y la Tierra, pero niega la evolución, y se apunta al diseño inteligente.

20 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 08:20

John Lennox.,
John Lennox.

Este año ha visitado España el matemático de Oxford John C. Lennox y se ha traducido un reciente libro suyo, Disparando contra Dios (2016). Lennox se ha hecho famoso por sus conferencias y libros atacando al nuevo ateísmo y por un estilo agresivo de apologética cristiana, que le ha llevado a debates con destacados ateos, como Richard Dawkins.

Cualquier cristiano agradecerá que un destacado profesor universitario haya tomado sobre sus hombros la causa de la defensa del cristianismo. Especialmente significativo es esto en el contexto actual en el que algunos intentan erradicar el cristianismo con retóricas demagógicas y muy virulentas.

Sin embargo, el ruido de los debates ensombrece las propuestas efectivas de Lennox sobre las relaciones ciencia y fe y sobre el tema que suele disputar principalmente en sus debates: los orígenes. Sabemos lo que no piensa, pero ¿qué propuestas tiene? La obra de Lennox es extensa, así que nos fijaremos en algunos pocos puntos clave.

He analizado otro libro suyo, ¿Ha enterrado la ciencia a Dios? (2003) y también otra obra que no se ha traducido y en la que Lennox revela mucho más su interpretación de los textos bíblicos de la creación, Seven days that divide the world (2011).

De la lectura de estos libros se puede deducir que Lennox sigue el creacionismo de la Tierra vieja. Acepta el big bang, la antigüedad del universo y la Tierra, pero niega la evolución, y se apunta al diseño inteligente, atacando a los cristianos que defienden el evolucionismo teísta (o creacionismo evolutivo).

Es interesante resaltar que no todos los defensores del diseño inteligente rechazan la evolución, uno de sus fundadores, Michael Behe, niega que el neodarwinismo sea una explicación suficiente para la evolución, cuya realidad histórica Behe sí acepta.

Se trata de una diferencia crucial entre el ‘mecanismo’ y el ‘hecho’ de la evolución, que, como la mayoría de creacionistas y defensores del diseño inteligente, Lennox no ve, pretendiendo que las críticas al ‘mecanismo’ socaban el ‘hecho’ evolutivo (¿Ha enterrado la ciencia a Dios?, capítulo 8; Seven days that divide the world, apéndice E).

¿Y qué hay de la Biblia? Las interpretaciones más corrientes de Génesis 1 son la semana de 6 días de 24 h (literalismo tradicional que implica un universo joven), la ‘brecha’ entre Génesis 1:1 y 1:2 (que se difundió a principios del siglo XIX para acomodar un universo que empezaba a acumular millones de años) y el ‘día por era’ (también del siglo XIX, que asume un universo viejo y pretendía un concordismo entre los cambios detectados en las eras geológicas y los diferentes actos de creación del Génesis 1).

Mención aparte merece la interpretación histórico-contextual, difundida en el siglo XX (aunque enlaza con ideas que se remontan a los Padres de la Iglesia) y que entiende el texto bíblico como una exposición de ideas teológicas clave y una polémica frente a los relatos paganos de los orígenes, sin buscar acomodarlo a ninguna teoría científica actual; y que por lo tanto puede ser compatible con cualquiera.

Solamente en Seven days that divide the world Lennox explica su visión de esto. Primero describe la primera, tercera y cuarta de las interpretaciones mencionadas arriba y más tarde afirma:

Esto implica que “el principio” de Génesis 1:1 no tuvo necesariamente lugar en el día 1 como se asume frecuentemente. La creación inicial tuvo lugar antes del día 1, pero el Génesis no nos dice cuánto tiempo antes. Esto significa que la cuestión de la edad de la tierra (y del universo) es una cuestión separada de la interpretación de los días, un punto que con frecuencia se pasa por alto” (p. 38).

Resulta sorprendente que presente lo que es la interpretación de la brecha como si fuera casi un nuevo descubrimiento (de hecho, no la expone cuando considera la historia de las interpretaciones del Génesis 1). Esta interpretación se remonta al teólogo escocés Thomas Chalmers (1814, aunque él reconoció fuentes aún anteriores) y fue común hasta mediados del siglo XX entre fundamentalistas y literalistas, que luego la sustituyeron por el creacionismo de la Tierra joven (conocido por las siglas inglesas, YEC) y que defiende tenazmente una creación de 6 días de 24 h hace menos de 10.000 años.

La interpretación de la brecha fue abandonada por la mayoría de científicos y teólogos cristianos del propio siglo XIX, por su artificialidad y por ser inútil para el concordismo con la ciencia, dado que la evolución planteaba ya la aparición y desarrollo de la vida durante millones de años, no en una semana reciente millones de años después de la aparición del universo y la Tierra. Tal vez por ello Lennox añade, como complemento, una variante de la interpretación de día por era:

“Ya hemos visto que el Génesis separa la creación inicial, “el principio”, de la secuencia de días. Lo que ahora estamos sugiriendo, además, es que los días individuales bien podrían haber estado separados unos de otros por períodos de tiempo no especificados.

[…].

Estamos considerando la idea de que los seis días abarquen una secuencia de actos de creación, cada uno de los cuales involucró al menos un fiat creativo introducido por la frase “Y Dios dijo”. [...]. En cada etapa de la creación Dios inyectó un nuevo nivel de información y energía en el cosmos, con el fin de avanzar la creación a su siguiente nivel de forma y complejidad.

Según este punto de vista, por lo tanto, los seis días de creación sí podían haber sido días de longitud normal, espaciados a intervalos durante todo el período de tiempo que llevó a Dios completar su obra. El desarrollo del potencial de cada fiat creativo ocuparía un período de tiempo no especificado después de ese día particular de la creación. Una consecuencia de esto es que esperaríamos encontrar lo que los geólogos nos dicen que encontramos: evidencia fósil que revela la aparición repentina de nuevos niveles de complejidad, seguida de períodos durante los cuales no había más creación (en el sentido de que Dios hablara para iniciar algo radicalmente nuevo).” (p. 39)

Estamos aquí ante una interpretación delirante de Génesis 1, la interpretación de las brechas múltiples, podríamos decir, en la que cada día de 24 h está separado de los demás por millones de años. Lennox quiere retener el literalismo de las 24 h, pero ignora todos los problemas de las interpretaciones de día por era que pretenden hacernos creer que la secuencia de eventos de Génesis 1 tiene un equivalente en la historia geológica de la Tierra.

Sin embargo, esta disparatada interpretación ni se acomoda al texto, ni tampoco sirve para encajar nada con la ciencia actual porque no se ajusta a la evolución geológico-biológica de la Tierra. Un ejemplo muy sencillo es que en el Génesis 1 aparecen las aves junto a los animales acuáticos antes que los reptiles y los demás seres terrestres, por no decir que el Sol y los demás astros aparecen en el cuarto día.

Es más, los diferentes grupos de seres vivos aparecen en Génesis 1 como creados en un bloque: las plantas, los animales acuáticos, las aves, etc. Por el contrario, la paleontología muestra una aparición progresiva y una evolución posterior en paralelo de todos los seres: no todas las plantas, ni todos los animales acuáticos o aves aparecen de una vez con millones de años de fijismo entre medias.

Ni los modelos evolutivos discontinuos como el del equilibrio puntuado de Gould y Eldredge encajan en la propuesta de Lennox. Y baste también recordar que los animales acuáticos deberían incluir animales que son realmente muy diferentes y de diferentes épocas, como peces y mamíferos marinos…

En el fondo se trata de un concordismo inútil, pero al que Lennox no renuncia porque piensa que:

Afirmo que hay ciertos puntos fundamentales de convergencia de tan inmensa importancia para nuestra comprensión del universo y de nosotros mismos que vale la pena señalarlos. Tales convergencias entre la Biblia y la ciencia contemporánea incrementan la credibilidad de la Biblia en un mundo escéptico - como la Escritura misma nos lleva a pensar (Romanos 1:19-20). (p. 101)

Por desgracia, como su interpretación de Génesis 1 ni se ajusta a los textos bíblicos ni tiene nada que ver con la ciencia moderna, su pretensión apologética, en lugar de reforzar la credibilidad de la Biblia, lo que hace es ridiculizarla.

Como todos los concordismos del pasado, es algo que al final acaba siendo contraproducente. Aunque es todavía peor, al menos los concordismos de otras épocas daban la impresión de encajar la Biblia con la ciencia de la época y, momentáneamente, parecían reforzar su credibilidad; pero en el caso de Lennox, ni siquiera es un concordismo creíble hoy día. Da la impresión de que pretende renovar un concordismo caduco que fracasó en el siglo XIX.

Lo más curioso es que esa interpretación ni siquiera es original suya. El historiador Ted Davis la llama interpretación del “día intermitente” (“intermittent day” view), y la atribuye a los creacionistas de la Tierra vieja Robert C. Newman y Herman J. Eckelmann, Jr., que la expusieron en el libro Genesis One and the Origin of the Earth (1977)1.

Lennox es una persona valiente y con buena oratoria, capaz de ofrecer una firme resistencia ante las críticas al cristianismo. Es una pena que Lennox ofrezca unos flancos tan vulnerables que debiliten su propia posición de manera tan clara...

La semana que viene examinaremos otra idea clave en el pensamiento de Lennox sobre orígenes, su crítica a la evolución humana y el origen común de humanos y chimpancés.

 

Agradecimientos: esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de una donación de la Templeton World Charity Foundation, Inc. Las opiniones expresadas en esta publicación pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la fundación.

 

1 Ted Davis. ‘Science and the Bible: Concordism, Part 2’, en la web de la Fundación BioLogos (3 de julio de 2012): http://biologos.org/blogs/ted-davis-reading-the-book-of-nature/science-and-the-bible-concordism-part-2.

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