Ningún Estado tolera al cristiano, por reformador

El notorio espíritu social del genuino cristiano choca con la inmoralidad de los déspotas, y hace pública la hipocresía de gobernantes aferrados al goce de los indecentes privilegios del poder.

20 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 07:10

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Estos son días saturados con explicaciones para todos los gustos sobre la controvertida llegada del magnate Donald Trump a la presidencia de la primera potencia mundial. Ya hay opiniones que arriesgan visiones futurológicas - algunas apocalípticas - para EE.UU. y el planeta. 01

La súper luna 02 vista esta semana (como se vio en 1948 y se repetirá DM en 2034) supuso un breve paréntesis al ‘fenómeno Trump’ que algunos comparan con un tsunami político.

Pero, aún no he leído ningún análisis que explique la paradoja ‘evangélica’ de EE.UU.; la de justificar el apoyo a un verborrágico racista, y callar ante la persecución y muerte de miles de hermanos y hermanas de otros países a causa de su valiente fe en Jesucristo. 03

Al escribir sobre la influencia social de los genuinos reformadores cristianos y sus tenaces perseguidores no olvidamos las verdades escritas por el sabio rey Salomón: ‘nada nuevo hay debajo del sol’, 04 y por el Apóstol Pablo al presentarnos a Dios como el alfarero que del mismo barro hace vasos tanto para honra como para deshonra 05.

Leamos entonces al historiador cristiano Juan C. Varetto 06 en su crónica sobre los primitivos cristianos y sus perseguidores del siglo II:

Adelantos del cristianismo.

Ha transcurrido tan sólo poco más de medio siglo desde que los discípulos recibieron la gloriosa misión de ser testigos de Cristo en el mundo. Entramos ahora en el segundo siglo de nuestra era. Los primeros combatientes cristianos descansan ya de sus trabajos, y sus descendientes espirituales se aprestan para la lucha, dispuestos a seguir dando testimonio de lo que Cristo hizo por medio de su muerte y resurrección, y de lo que hace en el corazón de todos aquellos que le reciben con fe.

Al llegar a esta segunda etapa de la triunfante marcha del cristianismo, quedamos sorprendidos de la rapidez con que el evangelio ha penetrado en todos los países de la tierra, alcanzando las masas y ganando multitudes de almas que entran por la fe en el camino de la vida eterna.

Aquellos que al principio fueron sólo un puñado de hombres y mujeres en Judea, se han convertido en una legión inmensa que todo lo llena, haciendo penetrar los rayos luminosos de la verdad divina aun en los antros más tenebrosos de la vida pagana.

El historiador Gibbon 07 atribuye esta rápida propagación del cristianismo a varias causas, entre las cuales señala "la moral pura y austera de los cristianos" y "la unión y disciplina" de la naciente república espiritual.

En efecto, nada podía impresionar tanto a un mundo en estado de putrefacción, como aquella santidad y costumbres limpias del pueblo de Dios; y en medio de las discordias e intrigas el mundo, la unidad y disciplina voluntaria de los cristianos, tenía forzosamente que ser un poder de atracción.

Difícil es calcular a qué número habían llegado los cristianos en el segundo siglo, pero la historia nos ha conservado bastantes datos sobre el número de países donde actuaban, y por algunas expresiones de escritores de aquel tiempo, podemos inferir que el crecimiento numérico era asombroso.

En Asia, vemos que aun en Judea reaparecen los cristianos después de la tremenda desolación que sufrió el país. Muchos de los miembros de la iglesia que habían huido a Pella, regresaron a Jerusalén, reconstruida en parte, con el nombre de Aelia Capitolina 08, y allí los hallamos actuando bajo el cuidado pastoral de un tal Simeón, que se cree era pariente del Señor.

En Cesárea, ciudad situada en Samaria, floreció por varios siglos una próspera comunidad cristiana. En Siria, Asia Menor, Galacia, y Mesopotamia, eran numerosísimas las iglesias diseminadas por todas las ciudades y aldeas. Hay también indicios de vida cristiana en Persia, Media, Partía, y Bactriana. Poco tiempo después vemos que el evangelio había llegado hasta Armenia, Arabia, y hasta algunas provincias de la India.

En África, fue Egipto el primer país que tuvo conocimiento del evangelio. Se atribuye a San Marcos la fundación de la iglesia de Alejandría, la cual llegó a ser un poderoso baluarte espiritual en aquella ciudad culta y famosa. De Egipto, el evangelio pasó a la Cirenaica y a Etiopía. En Cartago y regiones circunvecinas sabemos, por las obras de Tertuliano, que en la segunda mitad del siglo segundo, el número de cristianos era considerable.

Los paganos llegaron a alarmarse al ver cuán rápidamente ganaban prosélitos en todas las clases sociales, tanto en los centros de población como en el campo.

En Europa, las persecuciones de Nerón y Domiciano favorecieron indirectamente la propagación del cristianismo. Los que huyeron de Roma buscaron asilos seguros, no cesaban de sembrar la palabra, y por todas partes ésta crecía y fructificaba. En Italia, las congregaciones eran innumerables.

En España había también iglesias. En Francia, sabemos que había iglesias pues ya en el año 177 se levantó una violenta persecución contra las de Lyon y Viena. En Alemania y Bretaña se hallan cristianos a mediados del segundo siglo. En las regiones donde habían trabajado los apóstoles, siguen prosperando las iglesias; en Atenas, Filipos, Tesalónica, Esmirna, etc.

Justino Mártir 09, escribiendo en el segundo siglo, dice: "No hay una sola raza de hombres, ya sean bárbaros o griegos, o de cualquier otro nombre, nómades errantes o pastores viviendo en tiendas, entre los cuales no se hagan oraciones y acciones de gracias en el nombre del crucificado Jesús.”

En un pasaje de Ireneo, escrito más o menos en la misma época que el que acabamos de citar, se habla de iglesias en Alemania, Francia, España, Egipto, Libia, y otras regiones. A fines del segundo siglo, Tertuliano 10, al escribir su famosa Apología, ya podía decir a los paganos:

"Somos solamente de ayer, y hemos llenado todo lugar entre vosotros; ciudades, islas, fortalezas, pueblos, mercados, campos, tribus, compañías, senado, foro; no os hemos dejado sino los templos de vuestros dioses (…) Si los cristianos se retirasen de las comunidades paganas vosotros (los paganos) quedaríais horrorizados de la soledad en que os encontraríais, en un silencio y estupor como el de un mundo muerto".

Es probable que Tertuliano use aquí un lenguaje un tanto hiperbólico; pero sus palabras demuestran que los cristianos habían ganado mucho terreno y que el testimonio del Señor era dado vigorosamente por una verdadera multitud de testigos enérgicos, fieles y resueltos.

Persecuciones.

"Si tenemos en cuenta la pureza de la religión cristiana - dice Gibbon - la santidad de sus preceptos morales, y la inocente y austera vida de la mayoría de los que durante los primeros siglos, abrazaron la fe del evangelio, supondríamos naturalmente que una doctrina tan benévola, sería recibida con reverencia, aun por el mundo incrédulo".

¿Qué motivos tuvo el Imperio Romano pues, para levantarse contra los cristianos? Recordemos que las ideas de libertad religiosa eran completamente limitadas, y que las leyes sólo permitían aquellas religiones que oficial o tradicionalmente tenían la aprobación de un Estado. En Roma se practicaban todas las formas de culto imaginables. Los judíos eran tolerados, igualmente que los otros pueblos de la tierra, en la práctica de su culto.

Pero se trataba de religiones nacionales que se confinaban a un determinado pueblo. Los romanos mismos estaban obligados a practicar el culto nacional, y los casos cuando se apartaban de esta regla eran tan excepcionales que pasaban inadvertidos a los funcionarios públicos.

Se dice que en Roma para el pueblo todas las religiones eran igualmente buenas; para los filósofos, todas igualmente falsas; y para el estado, todas igualmente útiles. Toda religión que no afectase a la idea romana del Estado podía vivir dentro de los límites del imperio; pero la libertad religiosa, en el sentido moderno de la palabra, no era compatible con las instituciones reinantes. El choque era inevitable, y las persecuciones estallaron.

Los cristianos predicaron que "no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos", sino el nombre de Jesús 11. Todas las demás religiones eran así declaradas sin valor. La predicación de la religión cristiana era, de hecho, un ataque a la religión del Estado, y a todas las demás.

Roma podía tolerar la multitud de dioses, porque creían que de su protección dependía la grandeza nacional, pero no podía tolerar a un pueblo que se declaraba enemigo de todos los cultos y que decía que los dioses eran falsos e imaginarios. La verdad no es perseguidora ni inquisitorial pero es exclusivista. La verdad no puede pactar con el error; así el cristianismo no podía ponerse de acuerdo con el paganismo y sentía que debía atacarlo, y sin tregua luchar en su contra.

Bastaba anunciar las doctrinas de Cristo para que esto fuese un ataque al paganismo, y la sola presencia de los cristianos era una elocuente condenación de aquel sistema.

La santidad de los cristianos fue una de las causas que también contribuyó a despertar el odio de los enemigos de la verdad. Así como muchos se sentían atraídos por la vida pura que llevaban los discípulos de Cristo, otros sentían que aquella conducta ejemplar era un ataque violento a la relajación de las costumbres e inmoralidades manifiestas del mundo.

Jesús había dicho a sus discípulos: "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece" 12. San Pablo dijo: "Los designios de la carne es enemistad contra Dios", y, "todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución".13

Roma veía que los cristianos se retiraban del circo y de los demás espectáculos. Los centros de diversiones no tenían para ellos ningún atractivo, y aquellas cosas que los del mundo amaban tanto, eran menospreciadas por la palabra y el ejemplo de los cristianos.

El cristianismo era de carácter agresivo, y esto también contribuyó a que fuese objeto de odio. El mundo puede tolerar a los cristianos apagados e inactivos, pero muestra su aspereza para con los que están animados del espíritu de proselitismo.

Julio Paulo 14, un jurisconsulto romano, dice: "Todos los que introducen nuevas religiones de tendencias y carácter desconocidos, por las que se conmueva el ánimo de los hombres, si pertenecen a la clase elevada, tienen que ser desterrados, y si a las clases bajas, condenados a muerte".

Los cristianos, para quienes su misión era la de ser testigos ante el mundo, no cesaban de hacer una activa propaganda, y todo lo llenaban del evangelio de Cristo, y de ahí que Roma se levantase furiosa en su contra. Los cristianos eran también aborrecidos a causa de que se aislaban, apartándose del resto de los hombres. La vida limpia a la que se sentían llamados era imposible viviendo mezclados con una sociedad corrompida. No por misantropía, como se lo figuraba Tácito, sino por limpieza de costumbres, tenían que formar una sociedad separada.

En ninguna clase de hombres el espíritu social es tan pronunciado como entre los verdaderos cristianos; pero esta sociabilidad tiene que ser santa, y por eso no la pueden practicar con los que aman las cosas sucias, tan comunes en esta vida, y tan amadas por los hijos del siglo.

Esto hacía que los cristianos fuesen mal entendidos, y se les mirase como a enemigos de la sociedad y del estado. Roma se sintió amenazada por el movimiento cristiano. Sus grandiosos templos quedarían vacíos si las iglesias se multiplicaban.

Allí donde Estado y religión eran dos palabras pero una sola cosa, el avance del cristianismo significaba, junto con la decadencia del paganismo, la de las instituciones romanas. Entonces aquel imperio, que todo lo subyugaba, pensó que le sería fácil detener la marcha del cristianismo por medio de la espada. Roma, a la que el profeta Daniel en visión15 contempló bajo la imagen de una bestia espantosa que todo lo devora y desmenuza, se levanta entonces para hacer guerra a los santos.

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En nuestra próxima entrega veremos DM algunos métodos del Imperio Romano para combatir a los primeros reformadores que llevaron su fe por toda la provincia de Asia.

 

Notas

Ilustración: Persecución y matanza de cristianos, http://www.romaimperial.com/cristianismo-en-el-imperio-romano/

01. Para unas pocas muestras, vayan estos tres artículos periodísticos distribuidos desde medios de España:

EL PAÍS: http://verne.elpais.com/verne/2016/11/10/mexico/1478810945_015101.html

ABC: http://www.abc.es/elecciones-estados-unidos/abci-apocalipsis-diplomacia-mundial-tendra-esperar-201611090011_noticia.html

YOROKOBU: https://www.yorokobu.es/donald-trump-apocalipsis-60-millones-votos/

02. Ver bonitas fotos en P+D: http://protestantedigital.com/multimedia/40767/La_noche_de_la_superluna

03. Informarse más con el ministerio Puertas Abiertas: https://www.puertasabiertas.org/persecucion/

04. Eclesiastés 1:8-10: ‘Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.’

05. Romanos 9:20,21: ‘Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?’

06. La Marcha del Cristianismo, Volumen I, páginas 40-46; bajar PDF en: https://www.google.es/search?q=la+marcha+del+cristianimso&ie=utf-8&oe=utf-8&client=firefox-b-ab&gfe_rd=cr&ei=l3EsWI-iOuaJ8Qf35rOYDA

07. Aelia Capitolina (en latín: Colonia Aelia Capitolina) era una ciudad construida por el emperador Adriano en el año 131 para ser ocupada como colonia, posición diferente a la de polis; la levantó sobre la antigua Jerusalén, que estaba en ruinas cuando él visitó la provincia de Judea, que al cabo de unos años se convertiría en la provincia Siria-Palestina. El nombre latino Aelia es el origen etimológico del término árabe Iliya (إلياء), el antiguo nombre islámico para Jerusalén hasta que se impuso el de Al-Quds (القدس), lo sagrado. "Aelia" deriva del nombre propio de Adriano, Aelius, mientras que "Capitolina" significa que la ciudad nueva se dedicaba a los dioses de la Tríada Capitolina, entre ellos Júpiter, cuyo templo en Roma se encontraba en la Colina Capitolina, y al que se levantó un templo sobre las ruinas del Templo judío.

08. Edward Emily Gibbon (08/05/173716/01/1794), historiador británico, considerado como el primer historiador moderno, y uno de los historiadores más influyentes de todos los tiempos. Su obra magna, ‘The History of the Decline and Fall of the Roman Empire’ (Historia de la decadencia y caída del Imperio romano), publicada entre 1776 y 1788, es un trabajo fundamental cuya influencia perdura hasta hoy en día, no sólo para comprender la evolución historiográfica sobre este tema —que no el estado de la cuestión, dado que la obra está, lógicamente, desfasada—, sino también como sólido hito metodológico en el estudio histórico.

09. Justino Mártir (100-165) considerado uno de los primeros apologistas cristianos, fue perseguido y asesinado por los romanos dos siglos antes de Constantino.

10. Quinto Septimio Florente Tertuliano, más comúnmente conocido como Tertuliano (160-220), fue un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo II y primera parte del siglo III. Debido a su trayectoria controvertida por haberse unido al movimiento montanista es, junto con Orígenes, el único de los llamados ‘padres de la iglesia’ que no fue canonizado por la ICAR. Nació, vivió y murió en Cartago, en el actual Túnez, y ejerció una gran influencia en la Cristiandad occidental de la época.

11. Fundamento del Evangelio que el Apóstol Pedro expuso a los gobernantes de Jerusalén: ‘Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.’ Hechos 4:11,12.

12. Juan 15:19,

13. Romanos 8:7; 2ª Timoteo 3:12.

14. Julius Paulus Prudentissimus; se cree que nació en 18, muriendo en 235.

15. Libro del profeta Daniel en sus capítulos 2 y 7.

Importante: las citas bíblicas y textos en negritas son énfasis de este autor.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Agentes de cambio - Ningún Estado tolera al cristiano, por reformador