Apologética cristiana y Big Bang

Una apologética ‘concordista’ que confíe demasiado en nuestros actuales conocimientos científicos compromete innecesariamente el futuro del cristianismo.

13 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 12:25

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En el artículo anterior en Tubo de Ensayo veíamos la historia del nacimiento y desarrollo de la doctrina cristiana de la creación1. A pesar de sus grandes diferencias con el platonismo y aristotelismo, el Occidente cristiano antiguo y medieval llegó a asumir que el universo actual era estático e inmutable como pensaba Aristóteles, aceptándose su origen temporal con un pasado finito como algo requerido por la doctrina cristiana. La ciencia del siglo XX recuperó un universo con un comienzo temporal, lo que ha llevado a una reflexión más profunda sobre la doctrina de la creación, que esbozaremos brevemente aquí2.

 

CREACIÓN Y COMIENZO DEL UNIVERSO

Pero, ¿era ese ‘principio’ un principio ‘absoluto’? Lemaître sabía lo suficiente de física como para saber que no podía ir más allá de ese “0” inicial y descartar fácilmente un universo cíclico de expansión-contracción. Y también sabía lo suficiente de filosofía y teología para distinguir entre el ‘principio’ o ‘comienzo’ del universo (parte de la historia de nuestro universo) y la ‘creación’ (un concepto filosófico-teológico que va más allá de la materia-espacio-tiempo).

Para entender estos conceptos y sus sutilezas hay que retroceder nuevamente en el tiempo. Hemos contado el desarrollo de la cosmología occidental desde Aristóteles a Lemaître. Pero en paralelo hubo un desarrollo teológico-filosófico que es necesario conocer. Si volvemos a Agustín de Hipona, hacia el año 400, vemos ya claramente formulada la idea de que la creación es la aparición simultánea no solamente de la materia y el espacio, sino también del tiempo, que es una criatura más. Por eso no hay un ‘antes’ de la creación. La creación no es algo que ocurrió hace mucho tiempo en una ‘caja’ espacio-temporal vacía y pre-existente al Creador. De esta manera se rechaza el dualismo dios-materia del platonismo.

Esto nos permite ver más claro que el acto de creación es algo transcendente, que va más allá de las metáforas de ‘construcción’ del mundo del Génesis 1 o del ‘plantar’ un huerto de Génesis 2. Un concepto ‘ontológico’ de creación supone la idea de que todo lo existente es dependiente del Creador: ha sido traído a la existencia por él, y es sostenido en la existencia por él también. Se trata claramente de ideas muy abstractas basadas en un concepto de contingencia radical que se desarrolló durante la edad media (de forma sencilla, se dice que algo es contingente cuando podría no haber existido, y desde este punto de vista radical, todo el universo es contingente). La referencia a que esta actividad creadora de Dios es presente en todo momento de nuestro tiempo histórico hace que la creación y la conservación del universo se fundan: Dios está en todo momento sustentando su creación. Así también se conjugan tanto el dios transcendente de la creación ex nihilo (visto como ‘fuera’ y ‘lejano’ de su creación) como el dios inmanente de la creación continua (íntimamente cercano a su creación). De esta manera se rechaza el deísmo del aristotelismo.

 

LA APOLOGÉTICA Y LA TENTACIÓN DEL CONCORDISMO

Una forma más sencilla e intuitiva de entender el concepto de creación es simplemente afirmar que el universo no ha existido siempre y por ello tuvo un inicio temporal (como en los relatos del Génesis). Así se contraponen la eternidad de Dios y la temporalidad del universo creado. Este punto de partida llevó a los cristianos de la antigüedad y la edad media a luchar contra Aristóteles y la eternidad del universo.

La refutación de Aristóteles respecto a la eternidad del universo se convirtió en un punto fundamental de la apologética cristiana y un problema clave de las relaciones ciencia y fe de la época sobre el que se vertió mucha tinta. Al menos hasta el siglo XIII, en el que Tomás de Aquino se dio cuenta que aquel era un camino equivocado. Por una parte no resultaba posible refutar a Aristóteles en sus propios términos filosóficos, pero, además, todo el proyecto carecía en cierta manera de sentido. Aunque el universo fuera eterno, todavía sería contingente, necesitaría una causa. Y dado que el tiempo es creado, Dios podría crear un tiempo finito lineal o de cualquier otro tipo. Era la culminación del desarrollo de la idea de contingencia radical en conexión con la doctrina de la creación.

Dado que ya hemos comentado que resulta más sencillo e intuitivo entender la creación como un inicio temporal, no sorprende que cuando se descubrió que nuestro universo tenía un comienzo en un pasado determinado, es decir, el universo tenía edad, muchos (creyentes y no creyentes) pensaron rápidamente en el Génesis. Precisamente esa fue la primera reacción de Einstein que le llevó a rechazar las ideas de Friedman y Lemaître. Y no faltaron tampoco cristianos que entusiasmados por las nuevas perspectivas que esa nueva cosmología podría abrir se lanzaran a retomar el camino apologético abandonado en el siglo XIII por Aquino, entre ellos el mismo papa Pío XII, para disgusto de Lemaître, que había siempre evitado el abuso apologético de sus propias ideas científicas, negándose a identificar el principio del universo en su hipótesis con la doctrina de la creación. Que esto fuera capaz de hacerlo el propio ‘padre’ de la idea del Big Bang, que también era sacerdote, es un ejemplo de prudencia y honestidad intelectual que es digno de admiración3.

Ante las novedosas especulaciones científicas sobre teorías de cuerdas y multiversos, tanto creyentes como no creyentes deberían imitar el ejemplo de Lemaître y dejar de abusar de la ciencia para intereses ajenos. Además, resulta demasiado presuntuoso no admitir que nuestros conocimientos sobre el universo puedan sufrir un cambio radical que modifique la situación, especialmente en áreas poco conocidas como ese “0” inicial. Una apologética ‘concordista’ que confíe demasiado en nuestros actuales conocimientos científicos compromete innecesariamente el futuro del cristianismo. Es algo que ya hemos sufrido en el pasado.

 

Agradecimientos: esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de una donación de la Templeton World Charity Foundation, Inc. Las opiniones expresadas en esta publicación pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la fundación.

 

Autor: Pablo de Felipe es doctor en Químicas-Biología Molecular, miembro de Cristianos en Ciencias y profesor de Ciencia y Fe en la Facultad de Teología SEUT (C/. Bravo Murillo 85, Madrid), donde coordina el Centro de Ciencia y Fe de dicha facultad perteneciente a la Fundación Federico Fliedner.

 

 1 Pablo de Felipe. De la creación de la Biblia al Big Bang de la ciencia. Blog Tubo de Ensayo en Protestante Digital (30 de octubre de 2016): http://protestantedigital.com/magacin/40620/De_la_creacion_de_la_Biblia_al_Big_Bang_de_la_ciencia.

 2# Una versión más extensa de este artículo se encuentra en Pablo de Felipe. ¿Qué tiene que ver la creación con el Big Bang? (Parte II), en la revista digital Razón y Pensamiento Cristiano (3 de noviembre de 2016): http://www.revista-rypc.org/2016/11/que-tiene-que-ver-la-creacion-con-el.html.

3# Para más información sobre las ideas teológicas de Lemaître, puede consultarse el libro de Dominique Lambert. Ciencia y Fe en el padre del Big Bang, Georges Lemaître. Fliedner Ediciones, Madrid, 2014. Véase también: Pablo de Felipe, Pierre Bourdon y Eduardo Riaza. Georges Lemaître’s 1936 Lecture on Science and Faith. Science and Christian Belief 27 (2015):154-179.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tubo de ensayo - Apologética cristiana y Big Bang