Un proceso con propósito

El sufrimiento es una plataforma para desplegar el poder de Dios.

06 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 16:25

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El sexto principio con que podemos contar en tiempos difíciles es que Dios usa la tribulación como un proceso con propósito para nuestras vidas. Él jamás desperdicia nuestro sufrimiento. Todo dolor que permita lo empleará como un proceso con propósito.

Hay dos propósitos bíblicos: nuestro crecimiento, que es el tema de Santiago 1:2-4, y la gloria de Dios (Juan 9:3).

La tribulación atrae la atención de las personas que nos rodean. Hebreos 10:33 dice, “Por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante”. Una Navidad, alguien le regaló a uno de nuestros hijos un casco de bombero de plástico. Era uno de esos regalos que uno hubiese preferido que no le dieran. Tenía una luz roja brillante en la parte superior y una sirena que funcionaba a pilas. Nuestros hijos corrían por toda la casa con la sirena y la luz encendidas.

Era imposible ignorar que estaban presentes.

Así sucede con la tribulación. En cuanto ataca nuestra vida, las luces comienzan a destellar y todos empiezan a mirarnos. Por esta razón, procesar la prueba de manera bíblica brinda una oportunidad sumamente maravillosa para que, como un “espectáculo” que el mundo está observando, demostremos la presencia y el poder de Dios en nuestras vidas. La tribulación se convierte en una oportunidad para que Dios se glorifique a sí mismo y demuestre su fortaleza.

Tuve oportunidad de escuchar y ver a Joni Eareckson Tada contando acerca de su profundo amor a Dios y su gozo en Cristo. Estaba paralítica de los hombros para abajo, pero su rostro resplandecía mientras estaba sentada en su silla de ruedas. Era evidente que Dios era alguien real que le daba satisfacción, plenitud y fuerza en medio de la prueba que le había tocado para toda la vida. Era una demostración indudable de la realidad, el poder y la gracia de Dios. Mientras que el remordimiento, la autocompasión y la amargura son el resultado de reacciones anti bíblicas frente al sufrimiento, la evidencia del poder y la presencia de Dios en la vida de Joni a través del sufrimiento demostraban fehacientemente la gracia y la gloria del Señor.

El sufrimiento es una plataforma para desplegar el poder de Dios. Algunas veces, ese poder se muestra por medio de una liberación milagrosa y, otras, mediante la gracia que Él nos da para soportar con una actitud positiva que refleja el perdón y la paz durante un problema persistente y que, en ocasiones, dura toda una vida.

Cuando las pruebas nos convierten en un espectáculo, tenemos el privilegio de reaccionar bíblicamente y poner fin a los intentos de Satanás de desfigurar la gloria de Dios. Nuestros problemas nos permiten demostrar claramente que, pase lo que pase, Dios es digno de ser adorado, ofrecerle voluntariamente nuestra lealtad y demostrar la realidad de su presencia, poder y paz en medio del dolor.

El dolor es un proceso cuyo propósito no es solamente demostrar la gloria de Dios, sino también permitir que crezcamos tanto en el carácter como en la capacidad para enfrentar la vida. Santiago 1:2-4 declara que debemos considerarlo como sumo gozo sabiendo que contribuirá a alcanzar una vida que nos convierta en “perfectos y cabales, sin que [n]os falte cosa alguna”.

¿Cómo sucede eso? El texto continúa hablando del proceso de cuatro etapas que nos hace crecer: la prueba de nuestra fe, la prueba de nuestra resistencia, la prueba de nuestra tendencia a ceder y dependencia de la oración.

La prueba de nuestra fe. Esto ocurre cuando la tribulación desafía nuestra fe y nos llama a dar testimonio. ¿Qué es la fe? La fe es nuestra dependencia inamovible de Dios. Me alegra que el Señor no sea un producto en el que no podemos confiar que se nos escurre entre los dedos ni un blanco móvil en el que no podemos confiar. Dios no juega al escondite con nosotros, sino que nos reveló sus promesas, sus caminos y su carácter. Todas estas cosas son confiables, sólidas y claramente verdaderas. No cambian. Son las asas donde nos aferramos cuando estamos en problemas.

Cuando llega la tribulación, por fe me aferro a sus promesas:

No te desampararé, ni te dejaré (Hebreos 13:5).
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28).

Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna (Santiago 1:4).

Aun cuando no hay luz al final del túnel, cuando estamos en una creciente oscuridad y tenemos el corazón quebrantado, estas promesas son ciertas y nos brindarán una fuente de estabilidad.

Cuando llega la tribulación, por fe me aferro a sus caminos. En esos momentos, oramos diciendo: “Padre celestial, sé lo que hiciste en el pasado y cómo actuaste con personas reales de las Escrituras. Dado que eres un Dios así, me aferro a ti para atravesar esto. No me volveré un ser amargado ni manipulador. Simplemente permitiré que hagas tu obra en tu tiempo”. Entonces, por fe, nos aferramos a esto.

Cuando llega la tribulación, por fe me aferro a su carácter. Leemos en 1 Corintios 10:13, “Fiel es Dios”. Por fe nos aferramos a la fidelidad de Dios. Él no va a aparecer al final de la tribulación para decir: “Lo lamento tanto, pero tuve tres semanas muy atareadas. Simplemente, no pude ocuparme de tu situación”. Su carácter es firme y fiable, totalmente digno de nuestra confianza. Dios es amoroso, justo (lo cual ayuda en lo que respecta a nuestros enemigos), recto, lleno de gracia y misericordia.

Cuando aparecen los problemas, nuestra fe es probada y somos llamados a dar testimonio para demostrar si creeremos en sus promesas, sus caminos y su carácter y si los aplicaremos de manera ineludible a toda circunstancia de la vida. Cuando reaccionamos de otra manera que no esté a la altura de estas verdades, reflejamos la debilidad de nuestra fe.

La prueba de nuestra resistencia. Esto sucede cuando “reaccionamos con fe” a nuestra situación. Si nos aferramos tenazmente a Dios, no nos rendiremos ni cederemos. Es interesante que la palabra soportar en castellano proviene de dos palabras latinas: sup y portare. Sup significa “sobre” y portare quiere decir “llevar”. Soportar es la capacidad de llevar sobre uno la tensión hasta que la obra de Dios se haya completado.

A nuestra familia le encanta comer sandía. Nuestros hijos se dieron cuenta desde temprano que, si uno aprieta con el pulgar una semilla húmeda de sandía, esta sale disparada volando por encima de la mesa. Es especialmente divertido si le das en el blanco a tu hermana.

Muchos de nosotros reaccionamos ante los problemas del mismo modo. La vida comienza a presionarnos y ¿cuál es nuestra respuesta? “¡Señor, sácame de aquí! Resuelve este problema de inmediato”. Pero, cuando Dios dice que no, en vez de tratar de librarnos, clamamos a Dios con fe y nos quedamos allí porque la fe produce paciencia. Permanecer soportando la presión con un espíritu positivo es parte importante del proceso divino que obra para lograr un fin productivo en nuestras vidas.

En tiempos de tribulación, es útil hacer una lista de verdades relevantes y específicas acerca de Dios y buscar los pasajes que las sustentan. Memorizar estos textos y basar nuestras oraciones en ellos harán que se arraiguen en nuestro corazón y nuestra mente. La esencia de la resistencia es el compromiso de esperar que Dios cumpla esas verdades en nuestra vida mientras obedecemos y confiamos en Él de manera inquebrantable.

Aguardemos expectantes la gracia, el crecimiento y la gloria, y regocijémonos ante cualquier señal que indique que el proceso está dando resultado en nuestra vida. Verifiquemos nuestro compromiso con frecuencia. ¿Hemos comenzado a confiar en nosotros mismos y en nuestra manera de hacer las cosas? ¿Nos hemos vuelto manipuladores, resentidos, amargados, hirientes y vengativos? ¿O por fe nos aferramos a Dios y reaccionamos de una manera bíblica?

La prueba de nuestra entrega. Después de ejercer una fe a toda prueba y persistente en Él, la tercera dinámica es someterse al proceso. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4).

“Mas tenga la paciencia su obra completa” es el mandamiento del texto. Es como una operación quirúrgica. Cuando el cirujano entra y nos dice que necesitamos una operación, decimos, “muy bien, soportaré el proceso y asumiré el dolor”. Tenemos confianza en el doctor y creemos que esto, en definitiva, es para nuestro bien. Imaginemos la siguiente situación: Nos llevan en la camilla a la sala de operaciones y el personal comienza a prepararnos para la operación. Cuando el cirujano entra, observamos que pasa por las bandejas de los bisturíes que están tan afilados como hojas de afeitar. La enfermera le pone los guantes y luego acerca la bandeja de los escalpelos hacia la mesa de operaciones. En ese momento, balbuceamos entre dientes, “Ah, no […]” y saltamos de la mesa. El doctor toma un escalpelo y trata de operarnos mientras nos persigue por toda la sala de operaciones.

Obviamente, esto jamás sucedería. Sin embargo, muchos de nosotros le damos ese tipo de problemas a Dios cuando Él busca hacernos crecer mediante una prueba. Por eso, Santiago 1:4 demanda que nos sometamos al proceso. Debemos resistir el impulso inicial de saltar de la mesa. En lugar de eso, necesitamos poner nuestra fe inquebrantable en el cirujano divino y soportar sabiendo que, al final, todo culminará de una manera que nos producirá gozo y alabanza por el proceso vivido.

Nuestra dependencia de la oración. Por último, Santiago nos dice que oremos. El versículo 5 dice, “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios”. Habrá muchísimos momentos cuando no sepamos qué hacer ni cómo responder. Necesitamos ir al Padre y buscar sabiduría de parte de Él. Pero si estamos tan afligidos que no podemos orar o no sabemos cómo hacerlo, Romanos 8:26 nos tranquiliza asegurándonos que el Espíritu Santo toma los gemidos que ni siquiera podemos proferir y los presenta delante del Padre, les quita toda confusión y los coloca delante de Él por nosotros, de acuerdo con su voluntad.

La oración en medio de la tribulación nos ayuda a volver a ver a Dios. Desvía nuestros ojos de los problemas y los vuelve a enfocar en Dios que es todopoderoso, misericordioso y justo.

La oración revela cosas acerca de uno mismo. Cuando oro en medio de la tribulación, puedo decir, “Señor, Tú conoces este lío con Roberto y Sara. Bueno, ellos […]” A menudo, el Señor interrumpe y dice, “Sí, los conozco, pero ¿podemos hablar acerca de ti?” La oración revela cosas en mi propia vida que debo enfrentar si quiero llegar a ser “perfecto […] y cabal […], sin que [me] falte cosa alguna” (Santiago 1:4). Descubro que la respuesta habitual de Dios es: “Yo me ocuparé de ellos. Hablemos de ti”.

Cuando oro, a menudo recuerdo principios bíblicos que son relevantes y verdaderos. Su Palabra comienza a resurgir en mi mente y recuerdo los pasajes y los principios que necesito aplicar. Esta es la sabiduría de parte de Dios, la sabiduría acerca de Él, acerca de mí y acerca de su Palabra: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios” (Santiago 1:5).

Nunca hay una manera fácil de atravesar la tribulación, pero siempre hay una forma correcta de hacerlo aceptándola con gozo porque conocemos los beneficios del proceso, ejercitando la fe, sometiéndonos al proceso y orando por sabiduría.

Aceptar que las dificultades son un proceso con propósito requiere que nuestros objetivos en la vida sean como los del Señor. Si nuestro propósito en la vida es estar cómodos, que nos acepten, que seamos felices y que acumulemos suficiente dinero como para comprar lo que queremos, entonces jamás encontraremos esperanza en la tribulación. Estos no son los objetivos de Dios para nuestra existencia. Para Él, el carácter es más importante que el dinero en efectivo, la conveniencia o la comodidad. Para Él, nuestra competencia vale más que simplemente pasar por la vida felices, pero sin preparación y funcionalmente incapaces de bene ciar la vida de las personas y la causa eterna.

El nivel de productividad de las pruebas en nuestras vidas es cuánto más nos parecemos a Jesucristo ahora que cuando comenzó la tribulación. El dolor es un proceso con un propósito divino y Dios jamás desperdicia nuestros sufrimientos.

Entre todos los interrogantes que invaden nuestro corazón y nuestra mente en los momentos de tribulación, las certezas giran alrededor de las respuestas en cuanto a quiénes están involucrados y qué es lo que se busca.

¿Quiénes? Dios y yo. El Dios fiable y digno de confianza que obra en y a través de mí concediendo su gracia hasta que mi crecimiento y su gloria se hayan completado.

¿Qué? Mi conocimiento de lo que es claramente verdadero y confiable. Evitar las respuestas alternativas, improductivas y destructivas significa que preferimos creer que nuestra prueba finalmente será motivo de gozo en su mano poderosa y creativa. Impedir que el peso de nuestros sentimientos sea lo que impulse nuestras reacciones significa que actuamos en base a lo que sabemos que es verdad y que tenemos todo como motivo de gozo al aferrarnos por fe a las realidades de su Persona: Sus promesas, su carácter y sus caminos; someternos al proceso; orar por sabiduría y soportar la presión hasta que haya un crecimiento mensurable tanto en carácter como en competencia y un reflejo de su gloria.

Los principios de crecimiento y gloria a menudo quedan demostrados en las Escrituras. El tema penetrante del Nuevo Testamento es que Dios hará lo necesario para que seamos semejantes a su Hijo. Quizá su propósito sea hacernos “crecer” mediante las tribulaciones para que seamos capaces y productivos reduciendo los riesgos que le provoquemos al Reino. Tal vez, el crecimiento se vea fomentado por la dificultad que finalmente nos obliga a depender de Dios en lugar de ser independientes. Y su gloria a través de nosotros solo se hará evidente cuando busquemos convertir cada ataque del adversario en un claro testimonio del valor de la obra de Dios en y a través de nosotros.


 

(Continuaremos en próximos artículos.)

(Artículos extraídos y adaptados del librito Anclas en la Tormenta, escrito por Joe Stowell y publicado por Ministerios Nuestro Pan Diario en su serie Tiempo de Buscar. Puedes encontrar este y otros libritos sobre diferentes temas en: http://nuestropandiario.org/2009/09/serie-tiempo-de-buscar/

El link para la descarga de este librito en concreto es: http:// http://d254u7jd4zosxo.cloudfront.net/files/2011/01/J9586_Anchors_ESP.pdf?7489a8

Si deseas más información, puedes escribirnos a [email protected].

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