La Reforma incluye a gentiles y judíos

El llamado apostólico revela el orden divino: Pedro y Jacobo a los judíos, Pablo a los gentiles, y Juan a todos los creyentes. La Reforma no subordina la Escritura a ninguna tradición.

05 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 18:10

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Hemos visto en esta serie sobre los orígenes bíblicos de la Reforma (01) que, en ninguna parte,  el NT distingue superioridad alguna entre los apóstoles de Jesucristo, como sí hace la ICAR al designar a Pedro como Primer Papa y construir sobre él la Sucesión Papal. 

Algunos comentarios compartidos por estimados lectores militantes de la ICAR evidencian una defensa de la tradición apoyada solo en el magisterio oficial. Este no puede negar la estrecha relación que hay entre su liturgia y el pomposo ritual del culto imperial fundado por Constantino. 

El cuerpo sacerdotal cesante al suspenderse el culto al César (dios Sol) ingresó bajo el paraguas del ‘cristianismo’, hizo a Pedro Vicario de Cristo en la Tierra y lo nombró su Primado. Manteniendo los rituales y parafernalia imperiales nació la Sucesión Papal. Con el rigor propio de los poderosos terratenientes la nueva propuesta religiosa fijó en Roma su sede geográfica y se expandió extramuros transformándose en cultura popular.

Esta tradición religiosa no pudo ser desmentida; tampoco se puede negar que subordine versículos sacados del contexto bíblico en apoyo de hipótesis extra bíblicas nunca demostradas. De escritos que son muy posteriores a los apostólicos, y que generalmente exhiben contradicciones, la tradición elige lo que resulte más conveniente a sus postulados. 

El Vaticano hoy reviste de humildad su exclusiva interpretación del Nuevo Testamento, y con una estudiada política de acercamiento a distintas confesiones busca fortalecer su historia con acuerdos ecuménicos. Lo consigue sin renunciar a nada pues siempre hay otros que ceden a la tentación de ser prosperados y recibir el protagonismo mediático que no gozan las minorías.

 

El Nuevo Pacto está sellado en la sangre de Jesucristo

La tradición que resulta de la unión entre Religión y Estado se impone al texto y espíritu bíblicos, y no guarda relación alguna con el Nuevo Pacto sellado en la cruz (02).

Deseando dar en este artículo un bíblico punto final a tediosas e inconducentes polémicas seculares, propongo al lector permitir que el NT se interprete a sí mismo. 

Es un principio exegético ineludible interpretar cada pasaje escritural con el resto de las Escrituras. Apliquémoslo, entonces, a la respuesta de Jesús a la revelación del Espíritu de Dios a Pedro, cuando el discípulo declara que el Maestro de Galilea es el Mesías:

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” (03)

 

1. Este texto debe leerse con otro del mismo escritor del primero de los ‘cuatro evangelios’, Mateo, quien más adelante cita a Jesús diciéndoles a todos sus discípulos: 

“De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.” (04)

Está claro que el empleo del plural no puede aquí aplicarse a un solo discípulo, sino a todos ellos. La iglesia que Cristo edifica en la tierra no es verticalista; y la misión de sus agentes es la de dar un testimonio veraz de la obra ya consumada en la cruz por el Hijo de Dios. 

Es más, el magisterio católico romano avanza con su enseñanza del vicariato humano con la que claramente ignora la instrucción dada en el Espíritu por Pablo a Timoteo: 

”Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.” (05)

 

2. Otro pasaje clave que debe leerse con el primero es el del Apóstol Pablo a los cristianos de Galacia, en el que explica a todo buen entendedor los claramente definidos roles apostólicos:

“Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron. Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.

Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer. Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.

Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?

Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” (06)

Pablo presenta a Cefas (Pedro) como uno de los tres apóstoles considerados columnas de la iglesia en Jerusalén, junto a Juan y Jacobo. Luego le llama ‘el apóstol a los judíos’ y él se presenta como ‘el apóstol a los gentiles’. Las cartas pastorales de ambos certifican esta clara definición del universo al que es llamado cada uno de ellos. Adjudicando jerarquías e invirtiendo roles y geografía el papado pasa por encima de estas escrituras inspiradas por el Espíritu.

Aún hoy los reformadores le recuerdan al Vaticano que tanto el AT como el Señor Jesucristo anunciaron a la iglesia como una realidad inclusiva, nunca exclusiva. (07)

Sostener al apóstol a los judíos como cabeza de la iglesia, es afirmar que Dios indicó a su Hijo fundar una iglesia exclusiva de los judíos; pero ocurre que ellos fueron los primeros en rechazar al Enviado de Dios; (08) y en martirizar a los cristianos desde mucho antes que lo hiciera Roma (09).

 

3. El propio Apóstol Pedro demuestra saber cuál es su rol dentro del perfecto Plan divino: 

‘Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:  Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;’ (10)

El apóstol a los judíos, lejos de creerse el principal (Primado) entre los apóstoles, exhibe una conducta similar a la de los demás ancianos (presbíteros). Es necesario preguntar con qué fin una institución puede arrogarse el derecho de otorgar a alguien – de manera retroactiva - un título y una función que le caben solamente al Señor y Cabeza de la iglesia: Jesucristo.

Los reformadores respondieron de manera explícita a esta cuestión reivindicando las Escrituras como única fuente de Revelación divina por medio del Espíritu Santo.

Regresemos ahora al teólogo Juan Crisóstomo Varetto para conocer lo que apunta sobre otro de los primeros reformadores cristianos. Dice el autor de ‘La Marcha del Cristianismo’:

 

El apóstol Jacobo

La iglesia de Jerusalén seguía prosperando bajo la dirección y pastorado de Jacobo. ¿Quién es este Jacobo que desempeña un papel tan importante en esta iglesia?

No hay que confundirlo con ninguno de los dos apóstoles de este nombre: Jacobo hijo de Zebedeo, ni Jacobo hijo de Alfeo. (11) Se trata de Jacobo "el hermano del Señor" (12) autor de la Epístola de Santiago. Hay que tener presente que Santiago y Jacobo es un mismo nombre.

Jacobo, el hermano del Señor, no figura entre los discípulos sino después de la resurrección de Cristo. Es probable que haya sido uno de los que no querían creer en la misión mesiánica de Jesús (13), pero que vencido por la realidad de la resurrección (14) no pudo menos que convertirse y entrar a actuar con los discípulos.

Pronto ocupa un lugar prominente entre los hermanos y los apóstoles. Su nombre es mencionado por Pedro al salir de la cárcel: "Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos." (15) 

Aquí Varetto vuelve a citar a Pablo cuando este menciona las columnas de la iglesia de Jerusalén, nombrando a Jacobo antes que a Pedro y Juan (16). En la conferencia de Jerusalén (17) también toma parte activa, y muchos suponen que fue el que presidió la reunión. Cuando Pablo fue a Jerusalén por última vez (18) fue a visitar a Jacobo, y los ancianos de la iglesia se reunieron en su casa.

Según atestiguan muchos escritores de los primeros siglos, Jacobo (o Santiago) llevaba una vida completamente ascética, lo que le daba acceso a los judíos no convertidos.

Se privaba de todo lo que constituye algún placer o comodidad, y su fama de hombre santo era popular en la ciudad donde era conocido bajo el sobrenombre de Justo. Nunca renunció al rigorismo de la ley mosaica de la cual no se consideraba completamente desligado aunque había abrazado la fe cristiana. La epístola por él escrita confirma estos testimonios sobre su carácter austero.

Acerca de su muerte, se sabe que sufrió el martirio, siendo lapidado cerca del Templo. Josefo hace sobre su muerte el siguiente relato: 

"Anano (o Hanán), que tomó el cargo de sumo sacerdote, era un hombre audaz, altanero y muy insolente. Era de la secta de los saduceos, quienes sobrepasan a todos los judíos en la manera cruel con que tratan a los culpables. Pensó que era el momento oportuno para ejercer su autoridad. Festo había muerto, y Albino, que había sido enviado a Judea para sucederle, estaba en viaje. Así que él reunió el Sanedrín e hizo comparecer al hermano de Jesús, llamado Cristo, cuyo nombre era Jacobo, y a varios otros de sus compañeros, y habiendo formulado una acusación contra ellos como quebrantadores de la ley, los entregó para ser apedreados." (19)

Se dice que murió a la edad de noventa y seis años. Renán hablando de su muerte dice: "La muerte de este santo personaje hizo el peor efecto en la ciudad. Los devotos fariseos, los estrictos observadores de la ley, sintiéronse muy descontentos. Jacobo era universalmente estimado; se le tenía por uno de los hombres cuyas plegarias eran de suma eficacia... Casi todo el mundo estuvo de acuerdo en pedir a Herodes Agripa II que pusiera límites a la audacia del sumo sacerdote. Albino tuvo conocimiento del atentado de Anano, cuando ya había salido de Alejandría con dirección a Judea. Escribió a Anano una carta amenazadora; después lo destituyó. Por consiguiente Anano fue sumo sacerdote sólo tres meses." (20)

En nuestro próximo artículo DM seguiremos analizando las raíces de la Reforma en el Nuevo Testamento apoyados en el libro de Varetto. Toca ver al apóstol Juan y su vital influencia dentro del Plan de redención divina, por ser el último en ir al encuentro de Jesucristo glorificado.

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Notas 

Importante: todos los textos en negritas son énfasis de este autor.

Ilustración: foto copiada de http://stjonesenterprises.com/evangeliointegral/portfolio-view/quienes-somos-hebreos-judios-o-gentiles/

01. La serie en conmemoración de la Reforma comenzó el 01/10/2016 con el primero de los artículos, siendo el presente el sexto. http://protestantedigital.com/magacin/40402/Jesucristo_el_primer_reformador 

02. El Nuevo Pacto es mencionado diez veces en la Biblia: Jeremías 31:31; Mateo 26:28; Marcos 14:24; Lucas 22:20; 1ª Corintios 11:25; 2ª Corintios 3:6; Hebreos 8:8, 13; 9:15; 12:24.

03. Mateo 16:18,19. Sobre estos dos únicos versículos, la bula Papal Unam Sanctam”, de Noviembre 18 de 1302, dice: “En consecuencia, declaramos, definimos y pronunciamos solemnemente que es del todo necesario para la salvación de cada criatura humana estar sujeto al Pontificado Romano.El Concilio Vaticano I, Capítulo 1º: “Enseñamos y declaramos que de acuerdo a la evidencia del evangelio, una primacía de jurisdicción sobre toda la iglesia de Dios fue prometida inmediata y directamente al bendecido apóstol Pedro y conferido sobre por Cristo el Señor.El Concilio Vaticano I, Capítulo 3º:Y así, apoyados por el claro testimonio de la Sagrada Escritura, y adhiriéndonos a los manifiestos y explícitos decretos tanto de nuestros predecesores los Romanos Pontífices como de los concilios generales, nosotros promulgamos nuevamente la definición del Concilio Ecuménico de Florencia, que debe ser creída por todos los fieles de Cristo, a saber, que «la Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice mantienen un primado sobre todo el orbe, y que el mismo Romano Pontífice es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, y que es verdadero vicario de Cristo, cabeza de toda la Iglesia, y padre y maestro de todos los cristianos; y que a él, en el bienaventurado Pedro, le ha sido dada, por nuestro Señor Jesucristo, plena potestad para apacentar, regir y gobernar la Iglesia universal; tal como está contenido en las actas de los concilios ecuménicos y en los sagrados cánones».

Compárese el largo discurso del papado romano con el concreto mensaje de despedida del apóstol Pablo en Mileto: 

”Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.” Hechos 20:26,27. Por su conmovedora riqueza, se sugiere leer todo el párrafo (20:17-38). 

Es interesante que Mateo 16:18 tiene un paralelo con Juan 11:27. Aquí, Marta, hermana de María y de Lázaro, declara lo mismo que Pedro cuando Jesús va a Betania avisado de la enfermedad de su amigo; ella le responde: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. De modo que si aplicásemos una exégesis basada en el significado del nombre, como el magisterio católico hace con Pedro, bien podría haberlo hecho con el de esta mujer, ya que Marta (en hebreo מרתא) significa ‘dama’ o ‘señora’; ¿No es acaso un nombre más apropiado para que sobre esa ‘señora’ o ‘dama’ Cristo edificase su iglesia, que es presentada en el NT como la esposa del Cordero? 

04.  Mateo 18:18. Nótese que no solo a Pedro le fue conferida esa función sino a los demás discípulos. No hay aquí primacía de ninguno de ellos sobre el resto. Y esta horizontalidad permea y destaca en todas las cartas pastorales.

05.  1ª Timoteo 2:5,6. 

06.  Gálatas 2:6-16. 

07.  Isaías 42:1; Mateo 10:18; 12:18,21; Simeón profetizó de Jesús que sería ‘luz para revelación a los gentiles’ Lucas 2:32; 

08.  Juan 1:11: ‘A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron’’; ‘lo suyo es este mundo; los suyos, el pueblo de Israel.

09.  Esteban fue apedreado por los judíos, estando Saulo de Tarso (Pablo) entre ellos, antes de su conversión. Hechos 7:59 – 8:4.

10.  1ª Pedro 5:1-2.

11.  Mateo 10:2,3.

12.  Gálatas 1:19.

13.  Juan 7:5.

14.  1ª Corintios 15:7.

15.  Hechos 12:17.

16.  Gálatas 2:9.

17.  Hechos 15.

18.  Ibíd. 21:18

19.  Antigüedades 20:9.

20.  La frase de Renán no tiene referencia bibliográfica de parte de Varetto. El teólogo cita al escritor francés solo para demostrar hasta dónde el gnosticismo y ateísmo se han ocupado de contradecir a la fe cristiana por causas ajenas a ella. Es sabido que este admirado escritor de la lengua francesa estudió el cristianismo como si fuese un movimiento más de los tantos que hubo en la historia de la humanidad. Admiró a Jesús pero no creyó en su divinidad ni misión salvífica. En una frase suya define a Jesús como ‘un hombre incomparable, tan grande que no me gustaría contradecir a aquellos que, impresionados por el carácter excepcional de su obra, lo llaman Dios’, citado por Jean Delumeau (1923) prestigioso historiador francés contemporáneo en su obra ‘Biblia y Cristianismo’. México D. F.: Siglo XXI Editores. p.  52. ISBN  9682320631

 

 

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