Soy independiente

La independencia a la que yo me refiero consiste en una libertad interior y exterior que le permite al hombre cumplirse, pensar y expresar su pensamiento sin sumisión alguna al hombre.

17 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 22:20

Diada 2016,
Diada 2016

Es mejor que sea yo quien lo diga antes que “SOY INDEPENDIENTE” a que vaya a hacerlo alguno de los que son “correveidile”. Las cosas han venido así, y me he sentido compelido a escribir este “Desde el Corazón” en la semana posterior a la archidimensionada “Diada” de Catalunya; qué le vamos a hacer. Andarse por las ramas es una tontería; más vale ir al grano y coger “la vaquilla de Berlanga” por los cuernos.

Ya lo sabéis, Asamblea de “Piedra de Ayuda”, tenéis un Pastor Senior independiente. Independiente en política y en muchas otras cosas. Ya lo solté, bien que los veteranos ilustres que tengo en la congregación saben que crecí en una “Iglesia Bautista Independiente”, que mis primeros estudios bíblicos los hice en la Escuela Evangélica Bautista Independiente “Eben-Ezer” que tuvo sus orígenes en la Iglesia que fue y que hoy es la nuestra y que incluso llegué a ser el Secretario de las Iglesias Evangélicas Bautistas Independientes de España, así que de largo me viene.

“Desde el Corazón” siempre pensé que una muy noble aspiración como ser humano es conseguir una verdadera independencia. No escribo en términos absolutos. Los seres humanos estamos hechos para auxiliarnos y necesitarnos los unos a los otros. Y eso es bueno y hermoso. Hasta en el amor y en la amistad y en la paternidad, existen dulces grados de subordinación que decoran y exaltan nuestra vida.

No escribo, no, en términos absolutos. La independencia a la que yo me refiero consiste en una libertad interior y exterior que le permite al hombre cumplirse, pensar y expresar su pensamiento sin sumisión alguna al hombre. Independiente de la moda de este mundo y renovada la libertad en la Verdad. Cuanto más favorezca este ideal las circunstancias sociales, más válidas serán a mi parecer.

Y por opinar de esta forma no pertenezco a ninguna filosofía política y, por otra parte, mis simpatías, se inclinan indiscutiblemente a la ética cristiana como la más idónea para propiciar en los tiempos que vivimos horizontes de justicia y esperanza. Mi clara aceptación del principio del Maestro “la Verdad os hará libres” aboga por mi necesidad de independencia.

Porque juzgo que he de tener las manos limpias (sin más inmediato compromiso que el que contraigo con mi fe en el Creador y como bendición para su pueblo, sin hipotecar mi cabeza, corazón, espíritu y estómago) para realizar mejor mi función de profeta de denuncia o aplauso allí donde se den motivos para lo uno o lo otro. El hombre de Dios ha de ser como un dedo índice que señala y un ojo clínico que opina. Su campo es el diagnóstico, no el quirófano. Si no se esconde en una torre de marfil o de plástico, su despacho o su pseudo santisismo, reconocerá a la sociedad en la que vive, percibirá sus carencias y las denunciará.

Un hombre de Dios transformado en político, o que trate de mantener su mensaje “políticamente correcto” concluye por no ser ni carne ni pescado, con lo cual amigos, éramos pocos y parió la burra. Sí, precisamente por ser claramente independiente de este siglo, no se deja comprar o se opone a aquello que es “light”, valorado esto por muchos, cuando la mayoría opina que así debe ser, aunque vaya en contra de los principios absolutos y naturales.

Se levanta la vedad: se les ningunea, se les define como fanáticos, beatos, se les acusa como no comprometidos, se les persigue, se intenta denigrarlos y anularlos. Amigos, ser independiente es recibir bofetadas de tirios y troyanos. Unos tirios y troyanos, que como saduceos o celotes, sólo se ponen de acuerdo para ir en contra de los que no son de unos ni de otros. A los que, por justas convicciones son independientes, pocos les hacen espaldas; menos aún les ofrecen claros espacios y micrófonos para desarrollar sus argumentos, no hay clan que los proteja ni rodrigón que les sustente.

Como independiente se tiene la visión de que el diálogo es inoperante ante los demócratas de pacotilla, ¿de qué sirve la dialéctica, cuando por mucho que se argumente, y el orador sea justo y convincente, nadie va a abandonar la disciplina de partido, de la morralla democrática? y puede pensarse que los sociólogos, los asesores de nuestra actual sociedad tendrán una etiología bien definida y numéricamente registrada: tanto por ciento de paro, el deterioro de la célula familiar, la situación socioeconómica en descenso, el nivel cultural rebajado, la miseria física y moral cuantificada.

Todo esto es verdad, pero no justifica tal subversión de valores, tanto desquiciamiento, tanta palabrería sin efectividad, tanta demora en comenzar a corregirse, una conciencia de impunidad que va desde los ministros, hasta las sedes políticas en la que todo vale por arañar escaños y los chiquilicuatros que están entrando como salvadores del mundo.

Una impunidad por la falta de amor a la justicia; una conciencia de impunidad fomentada por el silencio de los corderos y de los profetas, con nuestro silencio, nuestro desentendimiento, nuestra cobardía ante el hecho de reprochar en público el pecado, unos púlpitos vacíos de contenido en contraste con el sincretismo religioso que une religiones, pero no voces de puro Evangelio, y nuestro miedo a que nos llamen “Independientes” porque no nos casamos con filosofía alguna o conservadores.

Es el mensaje de Cristo el que debe suscitar sus antídotos, las correctas repulsas, sus reacciones salvadoras: como un cuerpo individual, la fiebre o el sudor o la tiritera o el parpadeo. Mensaje que tiene que protestar a tiempo y fuera de tiempo contra ese oscuro instinto de insolidaridad e incivilidad de tantos de sus miembros. Porque la democracia bien entendida –igual que el amor  debe empezar por uno mismo. Vamos, como en Fuenteovejuna…

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Soy independiente