Algunas grandes mentes ante la existencia de Dios

Para el ateo el que afirma que Dios existe está loco, y para el creyente lo está el que niega tal posibilidad.

18 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 06:20

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Hablando de grandes pensadores, sabios y científicos recordaremos lo que nos aportaron alguno de ellos a tema tan relevante:

PLATÓN: llamaba demiurgo a un dios ordenador, más que a un dios creador.

ARISTÓTELES: se refería a Dios como un Motor inmóvil del Universo, principio de todo movimiento sin estar sometido a movimiento alguno.

TOMÁS DE AQUINO (1225-1274), teólogo aristotélico, defiende un conocimiento experiencial de la realidad divina. La existencia de Dios no es cuestionada, se trata de buscarle un sitio: ¿el alma?, ¿la décima esfera que rodea la tierra?, ¿el pensamiento? Consideremos también las cinco vías que, según él, demuestran la existencia de Dios:

Constata que hay cosas que se mueven, y lo que se mueve tiene que ser movido por otro; luego tiene que haber un primer motor, no movido por nadie.

Hay causas, por lo que tiene que haber una causa primera (¿se trata este tema en el libro de Job, cuando Dios habla y pregunta a Job a través de Eliú en los capítulos finales del libro: Job 33:5-9? Siempre ha sido para los creyentes un problema la prosperidad de los impíos, por eso el consejo de Eliú es enséñame tú lo que yo no veo (Job 34:32; 36:26; 37:5, 18, 20-24; 40: 8; 41:11; 42:1-6).

Los seres no tienen el principio de existencia en sí mismos, así que debe de existir un ser que sí lo posea (Dios en hebreo se designa con el sustantivo plural YWHW, que significa: “Yo soy el que soy, yo soy el que tiene existencia por sí mismo”. Jesús de Nazaret se identificó plenamente con este nombre.

Se constatan diversos grados de perfección en la naturaleza; pero lo perfecto no puede ser originado por lo imperfecto, sino por un ser más Perfecto (¿combate la teoría de la evolución?)

El comportamiento de los seres tiende a un fin, por lo que debe haber un ser inteligente que los ordene. A este ser que dirige las cosas hacia un fin le llamamos Dios.

AGUSTÍN DE HIPONA (354 -430). Influido por la tradición neoplatónica, a la hora de buscar a Dios se vuelve sobre sí mismo y transita por los caminos de la Interioridad, en un recorrido que va del exterior hacia dentro. Sostiene que en uno mismo, gracias a la Iluminación, será posible descubrir a Dios.

BLAISE PASCAL (1623-1662). Hay tres clases de personas: las que sirven a Dios después de haberle encontrado,otras que buscan sin haberle encontrado y otras que viven sin buscarle, ni haberle encontrado.

Los primeros son sensatos y felices; los últimos locos y desgraciados; y los otros, desgraciados y sensatos. Blaise se convirtió a partir de un accidente que sufrió al caer su carruaje por un puente, cuando despertó creía en Dios. Había sufrido una experiencia mística. Decía: “Hay que apostar por Dios sin duda. ¿Qué ganaremos? La vida eterna. ¿Qué perderemos? Nada en absoluto, nos quedamos con la vida que tenemos.

INMANUEL KANT (1724-1804): “Resulta absolutamente (moralmente) necesario asumir la existencia de Dios (Crítica de la razón práctica). Cuestiones como la existencia de Dios no son demostrables, aprehensibles por los sentidos, sino que están en otro nivel: son postulados de la razón teórica que se ocupa de conocer cómo son las cosas; la razón práctica quiere saber cómo éstas deben ser”. Frente al Reino de la naturaleza y del ser, Kant opone el de la moral y el deber ser. En esta dicotomía es donde se cuela la existencia de Dios; una existencia y una realidad que unifica el ser y el deber ser: una entidad donde se unen ser y deber ser en armonía y felicidad perfecta.

Ejemplo: “El hombre es un ser pecador (Razón teórica)”, “El hombre debe ser santo” (Razón práctica).

Es necesario también reparar en las observaciones y aportaciones de otros grandes pensadores como Guillermo de Ockham, donde fe y razón van poco a poco delimitando sus territorios y sus caminos parecen cada vez más difíciles de unir.

El proceso cristaliza en la época de la Ilustración, el hombre, no Dios vuelve a hacerse medida de todas las cosas. Ética y moral sustituyen a la cuestión divina, y ni siquiera los asuntos religiosos tendrán como protagonista estelar a Dios.

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