¿Por qué existe el universo?

¿Es realmente Dios una simple excusa tautológica? Yo creo que no y vamos a ver por qué.

10 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 21:30

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Hoy por hoy, la causa del cosmos resulta desconocida para la ciencia humana. Sin embargo, ¿podrá algún día conocerse? Algunos científicos optimistas creen que sí, que llegará el momento en que la cosmología demostrará sin lugar a dudas cómo pudo formarse todo a partir de la nada.

En este sentido, ciertos físicos ateos parecen abrigar dicha esperanza. “Hemos también de mostrarnos humildes -escribe el físico y filósofo español Martin López Corredoira- y comprender que desde nuestra finitud no nos es posible dar respuesta actualmente a preguntas como por qué las constantes físicas del universo valen lo que valen (quizá en el futuro se pueda entender), por qué el universo se puede entender racionalmente o el porqué mismo de todo lo existente.”1 Pero, desde luego, lo que muchos rechazan enérgicamente es que un Dios Creador pueda ser la respuesta. “Dios no es más que una palabra comodín a la que atribuirle todo lo desconocido, (…) una tautología vacía de cualquier información salvo el juego de palabras. ¿Cuál es la causa del universo? Dios, se nos dice. ¿Y qué es Dios? Pues la causa del universo. O sea, que lo que se nos dice es algo así como que la causa del universo es la causa del universo.”2 ¿Tiene razón López Corredoira en su argumentación? ¿Es realmente Dios una simple excusa tautológica? Yo creo que no y vamos a ver por qué.

La definición de Dios no es en absoluto una tautología, que repita dos veces lo mismo, por la sencilla razón de que Él es muchísimo más que la causa del cosmos. Si sólo fuera eso, estaríamos en el deísmo que rechaza a un Dios personal. No obstante, desde el teísmo, además de Creador es también un ser con entendimiento, conciencia y voluntad que se preocupa desinteresadamente por sus criaturas hasta extremos insospechados. No sólo creó por amor seres materiales inertes sino también animales con vida y personas racionales capaces de creer en su existencia y relacionarse con Él. Según la encuesta Religion and Atheism Index, seis de cada diez personas en el mundo confiesan creer en un Dios personal. No solamente los seguidores de las tres grandes religiones monoteístas: judíos, musulmanes y cristianos sino también los creyentes de algunas religiones orientales y muchos teístas independientes. ¿Es que están todos locos? ¿Son irracionales o débiles mentales? No me parece que ese sea, ni mucho menos, el caso.

Por supuesto, decir que Dios es un ser personal que ama a sus criaturas, no es algo que pueda deducirse de la mera existencia del universo. Se trata, más bien, de una noción extraída de la teología. Sin embargo, que las personas digan que Dios es persona, ¿no será pecar de antropomorfismo? ¿Por qué tendría Dios que parecerse a nosotros? ¿Acaso somos modelo, centro y medida de todas las cosas? Esta es una acusación contra los creyentes que con frecuencia se saca a relucir desde el materialismo. El antropomorfismo consiste en atribuirle cualidades humanas a cosas, animales o divinidades. Mientras que el antropocentrismo es considerar al ser humano como centro de todas las cosas y fin absoluto de la realidad. Pues bien, aquello que los materialistas llaman antropomorfismo no es más que una forma de antropocentrismo que nadie puede evitar, ni siquiera ellos mismos. Tendríamos que dejar de ser hombres y mujeres para hacerlo. Por ejemplo, entendemos que el brujo de una tribu se equivoca cuando aplica cualidades personales a fenómenos materiales que nosotros comprendemos bien por la ciencia, como el rayo, la lluvia o la floración de las plantas. Pero ¿acaso no podría ocurrir también todo lo contrario? A saber, que el materialista se confunda al negarse sistemáticamente a aplicar conceptos personales a la realidad última del universo, por miedo a pecar de antropomorfismo. De una manera u otra se pueden cometer errores.

Acusar a los creyentes de atribuirle a Dios entendimiento, personalidad y voluntad, es en el fondo culparlos de no profesar el materialismo. Lo cual es bien cierto pero no demuestra absolutamente nada. El físico y teólogo inglés, John Polkinghorne, escribe al respecto: “Aun cuando el lenguaje humano finito lo estiramos siempre más allá de sus límites cuando intentamos hablar de la infinita realidad de Dios, será estirado en la dirección más adecuada al usar la modalidad personal. Empleando terminología cristiana, Dios es mucho más “Padre” que “Fuerza”. Por supuesto, esto no significa que Dios sea el anciano en el cielo de la caricatura degradada, pero dirige el pensamiento teológico en una dirección que puede propiamente ser llamada transpersonal.”3

El Dios de los cristianos -en el que yo creo- se revela en la Biblia como creador del universo pero también como Padre personal interesado sobre todo en la criatura humana. No es un dios tapagujeros que se dedique a rellenar los huecos del conocimiento científico. Sería un grave error y una confusión de planos explicativos usar al Creador como concepto para obtener explicaciones físicas. La metafísica, como su nombre indica, estará siempre más allá de la física. Dicho esto, lo que me resulta evidente es que esta concepción teísta de Dios encaja mucho mejor con los datos físicos y cosmológicos que hoy nos proporciona la ciencia, que la concepción alternativa, la visión materialista del mundo.

Como escribe el filósofo católico, Francisco Soler Gil: “…se da un buen grado de concordancia entre lo que la cosmología nos enseña acerca del universo y lo que la teología nos dice del universo, considerado como creación. (…) esta concordancia refuerza de algún modo la doctrina teológica. No estoy, por tanto, hablando de demostraciones, sino de piezas de un rompecabezas que encajan bien.”4 Lo que quiere decir este profesor de la Universidad de Bremen (Alemania) es que no se afirma, por ejemplo, que la explicación del ajuste fino del universo sea Dios, sino que dicho ajuste fino -se deba a la causa física que se deba- concuerda mejor con la concepción teológica de creación que con la materialista de azar. Con Dios no se está tratando de tapar ningún hueco provisional de la cosmología sino, simplemente, se constata que la cosmovisión cristiana o teísta y la descripción científica del cosmos encajan bien. Mejor que con la cosmovisión del materialismo ateo.

Cuando se analizan las diversas interpretaciones sobre el origen del universo, puede comprobarse que hay científicos que prefieren el modelo de la Gran Explosión porque piensan que si hubo un principio temporal del cosmos entonces la teología natural queda respaldada. De la misma manera, existen también cosmólogos que defienden modelos alternativos, que suponen la eternidad del mundo, porque creen que éstos favorecen la causa materialista en contra de la teología natural. ¿No hay ninguna otra posibilidad? Es evidente que si el universo tuvo un principio, la pregunta por la causa de su existencia resulta pertinente. Pero, de hecho, la necesidad de dicha causa no deriva de que el universo sea finito o no sino, sobre todo, de que es un objeto material ordinario. Y, tanto si es finito como eterno, la causa que generó dicho objeto necesita una explicación que escapa al ámbito científico entrando de lleno en el de la teología natural. La pregunta por la causa del ser sigue siendo imprescindible para todos los modelos cósmicos. De manera que Dios, como causa final de la existencia, no puede ser eliminado por ninguna teoría cosmológica. En cambio, la pregunta por el origen del Creador, al no ser éste ningún objeto material, carece por completo de sentido. Decir Dios, implica necesariamente asumir que es incausado.

Desde mi adolescencia he procurado conectar la teología con la ciencia y, después de casi medio siglo, creo que la metafísica teísta, la existencia de un Dios Creador, es el mejor marco conceptual que existe para entender bien los resultados de la ciencia. El misterio de que el universo exista y sea comprensible para nosotros se resuelve si realmente ha sido diseñado inteligentemente. Par mí, el teísmo es la cosmovisión que permite comprender la naturaleza en profundidad y esto supone también, que duda cabe, un impulso para la aceptación de la existencia de Dios.

 

1 Soler, F. & López Corredoira, M. 2008, ¿Dios o la materia?, Áltera, Barcelona, p. 288.

2 Ibid., pp. 42-43.

3 Polkinghorne, J., 2005, “Física y metafísica desde una perspectiva trinitaria”. En Soler Gil, F., (ed.): Dios y las cosmologías modernas (Madrid, BAC) 201-222.

4 Soler, F. & López Corredoira, M. 2008, ¿Dios o la materia?, Áltera, Barcelona, p. 48.

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