Cartas de Cristo

Necesito tomar conciencia de que Dios me envía como mensajero y que cuento con una ayuda poderosa.

14 DE AGOSTO DE 2016 · 16:30

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Termina el Evangelio de Juan con estas palabras: "Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero".  Pero es verdad que de las cosas de las que sí ha quedado constancia, y de las que por estar escritas conocemos, son contundentes; claritas y sin tapujos. Nos dejó señales evidentes de quién era y por quién había sido enviado y autorizado.

Y de pronto, releyendo el libro de Hechos, nos cuenta Lucas que, después de su muerte, se les presentó a los apóstoles dando pruebas de que estaba vivo, y dijo algo más que conviene resaltar: "... Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo...". Y que cuando viniera el Espíritu sobre ellos recibirían poder y serían testigos de él. Y más: "No os toca a vosotros conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre". Es decir, que hay alguien que lo determina todo. Y a veces me lo creo y a veces no. Yo pongo los tiempos, "los primeros años para esto o para lo otro". Y así también lo determino para los demás.

Es más, a veces me dejo llevar por las apariencias, hasta que veo que no hay nada nuevo bajo el sol. Y que en los inicios de la iglesia cuando llegó el día de Pentecostés y todos fueron llenos del Espíritu Santo, como Jesús había dicho, y comenzaron a hablar en diferentes lenguas... y "estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos procedentes de todas las naciones de la tierra""al oír el bullicio, se agolparon y todos quedaron pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma". Y "desconcertados se preguntaban: ¿Qué quiere decir esto? Otros se burlaban y decían: Lo que pasa es que están borrachos". No entendían.

Y digo: qué bien por la libertad de expresión para cuando mis apreciaciones son verdad. ¿Y si no? ¿Y si se corría la voz de que los supuestos seguidores de Jesús estaban borrachos? ¿Y si todos los demás se lo creían? Para desanimar a los que estaban dispuestos a seguirle a pesar de su marcha, o de los que estaban a punto de... Pero entonces, viene alguien que se sentía responsable y se dirige a la multitud, con voz muy fuerte, como quien tiene autoridad concedida por alguien creíble. Alguien con una valentía que no era normal en un momento crítico. Se trata de Pedro, quien sale al frente y habla a todos los que estaban en Jerusalén. Se escuda en la Palabra dicha por el profeta Joel, bien parapetado. Como un bardo recitando versos que llegan al corazón.  Y les habla de Jesús, les cuenta su historia. Y además les dice cara a cara "vosotros lo matasteis, clavándolo en la cruz". Sin temor a burlas es contundente al decir: "Pueblo de Israel, escuchad esto: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre vosotros por medio de él, como bien sabéis".

Y todo su discurso con base en las Escrituras. "Por tanto, sepa bien todo Israel que a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha hecho Señor y Mesías". Resalta la autoridad del que envía. Y el que envía tiene toda la potestad. Porque cuando no es así y no lo queremos reconocer, nos saca a empujones, si es necesario, de allá donde nos encontremos. Después de lanzar su mensaje dice que muchos se les unieron.

Yo veo a una persona cumpliendo con aquello para lo que había sido enviado y dado autoridad competente. Bien arropado por todo el equipo. Sale al frente y da la cara. Y estaba calzado con la disposición de proclamar el evangelio. Tenía bien puesta la armadura. Muy bien puesta. Puestísima. Vio a todas las ovejas y tuvo compasión de ellas... 

Luego, los que se quedaron estaban como una piña, aprendiendo, orando, alabando, compartiendo la comida, partiendo el pan. Y disfrutaban de la estimación general del pueblo. Que no es poco.

Pero no puede acostumbrarse a la rutina, de pronto al curar a un mendigo lisiado, junto a Juan, tiene que volver a recordar que el poder no es suyo; y retoma las explicaciones sobre Jesús, al que mataron, pero que Dio resucitó. Y les habla de la fe en el nombre de Jesús. Y nuevamente se escuda en la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Y nuevamente es condescendiente al decirles que han actuado así por ignorancia, pero que ahora tienen la explicación y por tanto ya no tendrán excusas...

Y esto hace que más tarde Pedro y Juan sean encarcelados por sus propias autoridades religiosas... por enseñar a la gente y proclamar la resurrección de Jesús. Y mostrar que en nombre de este Jesús habían hecho el milagro. Y con una osadía sobrenatural Pedro da la cara por Jesús resaltando que en ningún otro hay salvación, y vuelve a acusarles de haberlo crucificado. No se puede callar.

Y los que juzgaban se quedan sin palabras y no les queda nada más que reconocer la valentía y la contundencia de Pedro y de Juan, que hablaban con sabiduría y citaban las Escrituras con autoridad aun sin haber pasado por las escuelas oficiales de rabinos. No obstante intentan silenciarlos, pero solo consiguen que con más  denuedo continúen cumpliendo la misión que se les había encomendado. Y dicen que no pueden dejar de hablar de lo que habían visto y oído. Elijen obedecer a Dios y no a los hombres.

El que antaño, en el pasado, tenía miedo, había negado no una sino tres veces, deja en muy buen lugar a su Señor; se había dado cuenta que tenía el mejor producto que podía venderse en el mercado de la época, a Jesús, un producto con validez eterna. Que valía la pena dar la cara por Él, ser su representante. Reconocían que su capacidad no provenía de ellos mismos, sino que venía de Dios, quien los había designado para ser "cartas de Cristo", escritas "no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente...".

Toma con ciencia que ya no es la época de los suspensos y luego recuperación, de las prácticas, tenía que tomar posesión de su lugar, cuidando a las ovejas hasta que Él volviera nuevamente...

Y rememoran que Jesús también había dicho antes de partir: "... y me seréis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra". Y vuelven a recordar que se les había dado poder para serlo. Eran unos privilegiados. No podían permitirse tener a su producto estrella en su stock particular.

¿Estos hechos son válidos para hoy? Debo buscar a los destinatarios de las cartas. Sentir carga por ellos. Para eso necesito tomar conciencia de que Dios me envía como mensajero. Y que cuento con una ayuda poderosa. Y entonces daré la buena nueva de que Cristo vive.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Muy Personal - Cartas de Cristo