Dios, locura y deseo de eternidad

En el estrato más profundo de nuestro ser, se encuentra reprimido el deseo vehemente por la vivencia del tiempo indefinido.

31 DE JULIO DE 2016 · 06:40

Foto: Unsplash,
Foto: Unsplash

En el artículo anterior intentamos desarrollar algunos conceptos y aspectos importantes del tema que nos sigue ocupando. Una realidad científica, comprobada, es que el núcleo de cualquier trastorno mental es la angustia.

Y la esencia del sentimiento de angustia genera el miedo a la muerte.

Volviendo al contenido fundamental del libro de Eclesiastés, encontramos que la verdadera razón de que el ser humano no alcance su realización plena, en cualquier actividad que pudiera ocuparse “debajo del sol”, es los límites que le marca su sentimiento de finitud y la vivenciación de que es un ser para la muerte.

En Cohelet 3:11, leemos: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad (heb-literal el deseo vehemente por la eternidad; se emplea el término ôlam que significa duración indefinida del tiempo) en el corazón de ellos, sin que el hombre alcance a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”.

Si comparamos el deseo vehemente, aquí descrito, con los contenidos que el Señor Jesús dijo que nacían del corazón del hombre y contaminaban su vida (Mr 7: 20-23), llegamos a tomar conciencia que las tendencias epitúmicas que intentan emerger desde nuestra esfera inconsciente no son todas negativas.

Los contenidos concupiscentes que intentan ascender a nuestro yo consciente, para conseguir su realización desestructurándole, no constituyen los únicos deseos amárticos que pueden esclavizarnos.

En el estrato más profundo de nuestro ser, se encuentra reprimido el deseo vehemente por la vivencia del tiempo indefinido.

Nuestra finitud da al traste con la realización de tal deseo por la limitación, que le impone, al ser humano el imperio de la muerte.

Hablando de la esfera de nuestra intimidad como el alma, y su posibilidad de relacionarse con Dios, decía Dietrich Bonhoefer: “Dios está ahí y más allá de ella”.

Este deseo vehemente por la eternidad se ubica y deviene a nivel del inconsciente colectivo de todos los seres humanos.

Desde mi punto de vista, tanto científico como teológico, el ateísmo de miles de millones de seres humanos, se debe a que todos llevamos, en el fondo de nuestro ser, una imagen de Dios reprimida.

También este deseo arquetípico ancestral es el contenido inconsciente que se proyecta sobre la realidad tanática de la existencia y crea la infraestructura necesaria para dar lugar al sentimiento religioso, que a su vez, alumbrará dioses a imagen y semejanza del hombre.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cohelet - Dios, locura y deseo de eternidad