El poder transformador de la palabra XXXVI

‘Cómo comprender la misión’ de Samuel Escobar es una reflexión crítica de los cristianos comprometidos en la práctica misionera, a la luz de la Palabra de Dios.

03 DE JULIO DE 2016 · 10:25

Samuel Escobar.,Samuel escobar
Samuel Escobar.

Hoy quiero ofrecer una reseña, o más bien un resumen, del libro "Cómo comprender la misión", escrito por el teólogo Samuel Escobar, publicado por Certeza Unida - Publicaciones Andamio (2008). El texto lo escribí para la revista Sembradoras Nº 4, del año 2010. Va a continuación.

Misión y diálogo teológico global

¿Cómo diseminar la fe cristiana hasta lo último de la tierra? Ésta es la pregunta que sin lugar a dudas se han hecho miles de cristianos a lo largo de la historia del  cristianismo desde que Jesús soltó aquel contundente: Id y predicad…  En su libro "Cómo comprender la misión", el teólogo peruano Samuel Escobar nos va a ir dando, a lo largo de 11 capítulos, respuesta a tal interrogante, desvelándonos aspectos relevantes en esta tarea de invitar a otros al gran banquete de Jesús, ya que la iglesia existe para la misión; y si se limita a mirar hacia adentro no es verdaderamente la iglesia. Escobar no sólo es un teórico en el tema que aborda, pues es amplio su curriculum en el campo misionero ya desde 1959, cuando, junto a su esposa Lilly, se dedicó a formar a estudiantes universitarios en varios países latinoamericanos, España y Canadá. Me remito a sus palabras cuando dice que su libro es como una brevísima introducción al estudio de la misión cristiana; pretende ofrecer una panorámica de los desafíos que se plantean y de algunos de los recursos disponibles para tal cometido. Esta disciplina es muy compleja y dinámica, viva. Aun así, el autor proporciona a los interesados ciertas pautas pero con un calado profundo, que permiten atisbar la punta del iceberg, el mismo que luego debemos desentrañar por nuestra cuenta. Y ya es bastante. En primer término, define la Misionología como un enfoque interdisciplinario para comprender la acción misionera. Ella examina los hechos misioneros desde la perspectiva de las ciencias bíblicas, la teología, la historia y las ciencias sociales… 

Es una reflexión crítica de los cristianos comprometidos en la práctica misionera, a la luz de la Palabra de Dios. Y es lo que él se propone con su libro, argumentando, además, que gran parte de los escritos del apóstol Pablo van en esta línea. Nos refresca la memoria contándonos, desde su perspectiva, en cuanto a enfoques y autores citados, haciéndonos un repaso de veinte siglos de historia misionera, presentándonos una iglesia enmarcada dentro de las tradiciones judías, con ese mensaje aún del Antiguo Testamento, pero que atrajo a personajes como Cornelio y Lidia. Luego pasa a una segunda etapa, marcada por el paso de una cultura a otra: de la judía a la grecorromana.

La persecución imperial, la llegada de Constantino y los cambios producidos. El establecimiento del cristianismo como religión de Estado. Algo que será el preámbulo de la imposición forzada del Evangelio en América por parte de los españoles en el siglo dieciséis. Surgen las sombras. Conversión colectiva de los bárbaros al cristianismo, luego de una etapa de decadencia y modelos obsoletos. Fusión constantiniana entre iglesia y Estado, con el consecuente uso de la fuerza militar obedeciendo a estrategias políticas del emperador. Las cruzadas, que pretendían recuperar la Tierra Santa de manos de la dominación musulmana, aunque detrás conllevaban sendos intereses políticos y económicos. Factores contrarios al modelo de misión de Jesús, que, sin embargo, no impiden el crecimiento del cristianismo coadyuvado por un factor relevante, como fueron las grandes órdenes misioneras que surgieron en Europa. Asociación entre la misión y la empresa imperial de las naciones europeas: Portugal y España protagonizan el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo allende los mares. La religión se torna un instrumento para justificar los métodos utilizados por el Estado para la conquista y explotación forzosa de los nuevos territorios. Sometimiento de los nativos para sobrevivir. Surgen los dominicos con una propuesta de evangelización pacífica que no prospera, abriendo el camino a una cristiandad colonial. 

El siglo diecinueve se convierte en el siglo de las misiones protestantes. El imperio británico es el telón de fondo de la empresa misionera. Sin embargo, la alianza entre imperio y misión ya no es tan sólida. Esto, gracias a la influencia modernizante, como dice Escobar, del protestantismo, y a la pérdida de poder social y político de la iglesia. En Europa también podemos hablar de expansión misionera y colonial, además de movimientos independentistas claramente propiciados por una amplia cooperación entre estas fuerzas. Como se dio en África, Asia y América Latina. La obra misionera desde los Estados Unidos ha sido predominante durante buena parte del siglo veinte. Con sus luces y sus sombras. Entre las luces nos quedamos con las metodologías y estrategias eficaces para difundir el Evangelio que lograron que muchos aceptáramos a Cristo en nuestras vidas, aunque hayamos de replantearnos más tarde ciertas premisas. 

Por último, llegamos a la etapa de finales del siglo veinte y principios del veintiuno donde el autor apuesta, sustentado por su propia experiencia, por las iglesias locales y los movimientos juveniles como fuente de vocación misionera. 

Sus vivencias dentro de la Comunidad  Internacional de Estudiantes Evangélicos lo confirman como testigo del surgimiento de una generación de misioneros transculturales. Estudiantes que sintieron el llamamiento mientras estaban en la universidad… en Argentina, Brasil, Perú, India… Gente que luego se desplazará a lugares remotos de sus propios países o atravesará sus fronteras. 

 

El poder transformador de la palabra XXXVI

Hoy, la misión cristiana es una empresa en la que están embarcadas millones de personas, donde se expresa la tensión y la paradoja entre lo humano y lo divino como ya lo expresa el apóstol Pablo, el fundador de la misión cristiana transcultural y la persona que ha tenido más influencia sobre su desarrollo posterior. Escobar recalca que no nos olvidemos del sentido paulino de la misión que la considera en sus dos dimensiones: la divina y la humana, algo que sin querer muchas veces olvidan los misioneros y promotores de misioneros. Y en el camino cronológico misionero nos encontramos con que los medios de una nueva era nos intercomunican de tal manera que acercan puntos tan distantes como Filipinas y Perú. Los intercambios de información, relaciones económicas, políticas, religiosas, etc., se acentúan y nos encontramos con la era de la globalización, que tiene como promotores esenciales la economía y el mercado. ¿Podemos considerarla como un factor positivo? Sí, mientras mantengamos una actitud crítica, dice.

Si bien la globalización aporta modernidad, progreso, también genera, según Escobar, confrontación entre lo global y lo local, y también pobreza... Los misioneros deben tener presente que a veces son portadores de herramientas materiales o  vehículos intelectuales del proceso de globalización. El respeto por lo local y lo autóctono es indispensable y los misioneros pueden ser capacitados para mostrar sensibilidad ante otras culturas, siguiendo el modelo del mismísimo Jesús, el misionero de Dios por excelencia y que incorpora a sus seguidores en Su misión.

Me admira la valentía del autor cuando dice que la misión incluye compasión, el alimentar a la multitud con peces para la vida además de compartir el Pan de vida. Y más: se deben utilizar los recursos del sistema pero sin caer presos del espíritu de éste.  Y esto va tanto para los que provienen de países ricos como para aquellos que provienen de países pobres. Dios está formando un nuevo pueblo global compuesto por personas de distintas razas, costumbres, culturas, colores… que conforman el multiforme rostro Suyo.

La perspectiva bíblica de la misión tiene un componente global que viene de la fe en el Dios creador y su deseo de bendecir a toda la humanidad a través de los instrumentos que Él escoge; entonces a este pueblo no le queda más opción que tener una visión global, pero sin perder la visión local del lugar donde Dios les ha puesto. Saltos de un lugar a otro, con todo un bagaje de costumbres, experiencias, estrategias que incidirán en cómo transmitir el evangelio. ¿El que va debe imponer su impronta? A esto responde Escobar cuando nos habla de contextualización; en este caso se puede entender, dice, como un movimiento que busca afirmar las culturas locales, en su búsqueda de autonomía y plena expresión como una reacción frente a la globalización.

La misión ha acompañado a la globalización en su desarrollo. Lo mismo que ha hecho con la contextualización; de hecho, lo podemos constatar a través de los efectos altamente “rentables” en términos de preservación y afirmación de las culturas. Aunque conviene recordar que no se debe caer en la trampa de sacralizar nuestra propia cultura y lengua hasta convertirlas en ídolos en pro de una lucha frente a la globalización y escudándonos en una crisis económica y social que, a pesar de ser real, no justifica los extremos. 

Escobar también menciona que la nueva actitud frente a la religión y la proliferación de prácticas religiosas son parte de una revuelta contra la modernidad. Las ideologías modernas de progreso indefinido y utopía social que movilizaban a las masas han fracasado y caído, trayendo con ello una toma de conciencia respecto a la capacidad de la razón humana para darle sentido a la vida y proveer respuestas… Esto ha generado la búsqueda de alternativas

El estudio y análisis de Escobar en su libro se extiende a lo largo de sus doscientas cincuenta páginas, pero nosotros nos detendremos para pasar a señalar que si bien se detectan imperfecciones en el modelo de misión a lo largo de veinte siglos, también se habla de un nuevo modelo, utilizando el ya existente como base. Hay que reconstruir, quitando y poniendo según se necesite, con miras a volver al modelo misionológico por excelencia, como mencionábamos al principio, que no es más que ése que nos dejó Jesús. Un modelo que no podría entenderse si no consideramos intrínseco en él la compasión de Dios y su cuidado por toda la humanidad, tanto en juicio como en gracia, algo clave en la existencia de Israel y en la misión de Jesucristo, dice. 

Hay un lado humano en la misión, pero no debemos olvidarnos que la Misión es de Dios, empieza en su corazón y es su iniciativa. Nosotros sólo somos instrumentos que Él utiliza para realizar Su misión. Por lo tanto, debemos tener una actitud de dependencia y humildad. Destaca la continuidad en la fidelidad a la Palabra, pero también una continuidad de una vida que fluye del Espíritu. La comunidad de Jesús vive bajo su inspiración. Esto se nota en la vida y la misión diarias de la iglesia. El Espíritu sigue llenando como antaño a personas sencillas y por medio de ellas bendice a toda la humanidad. 

Olvidaba comentar que en el capítulo once aconseja hacer un repaso al Pacto de Lausana. Y es que gracias a este movimiento, cuyo germen fue el Congreso de Evangelización Mundial realizado en Lausana (Suiza) en el año 1974, se cambió la forma de ver la evangelización; se llegó a entender que la misión era integral, no implicaba sólo la salvación de las almas; la salvación tenía que ver con el Reino de Dios. Su influencia ha sido positiva en cuanto a llevar a evaluar y reflexionar acerca de cómo se estaba llevando la actividad misionera en occidente y en Europa, y mirar hacia otros lugares del mundo, donde se observan nuevas formas de evangelizar: hablamos de Asia, África y América Latina. Desde estas latitudes se exportan misioneros que nos traen nuevos aires de renovación; ¿podríamos llamarlo la nueva Reforma? Afirma que los cristianos del Tercer Mundo leen actualmente la Escritura con ojos nuevos. Se está dando un novedoso redescubrimiento de la verdad bíblica característica de la Reforma.

Y yo pregunto: ¿Tenemos que volver a los orígenes, digo, a los albores del Nuevo Testamento para que pueda darse un avivamiento? ¿Debemos estar dispuestos a revisar antiguas formas de realizar la misión y a desarrollar nuevas estructuras, acordes con los nuevos tiempos? Algunos ya lo han hecho.

Ha terminado la época del monopolio europeo y occidental. En este nuevo siglo, dice, la participación global de las iglesias será indispensable para la misión. Y vamos más allá todavía. Debemos redescubrir que la misión de Jesucristo era una misión integral. Nos interpela el autor recordándonos que éste alimentaba a las multitudes, sanaba a los enfermos y hacía amistad con los marginados; pero también predicaba y enseñaba. Estamos en un mundo donde la riqueza está en manos de un 20 % de la humanidad; un mundo con cerca de mil millones de hambrientos. Por tanto, la misión, desde la perspectiva cristológica, debe consistir en servicio, servicio tanto a lo espiritual mediante la proclamación de la palabra, como a lo físico mediante la solución de las necesidades humanas.

El reto está servido. Confiamos que desde Cape Town recibamos buenas noticias de renovación y, consecuentemente, de “movimiento lausaniano”. Que así sea.

 

Salamanca, junio de 2010

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