Cuando la muerte de un niño llena de dolor una familia

Dios obra maravillas cuando la tragedia se ha llevado a un niño. Análisis de 1Reyes 17:17-24

22 DE MAYO DE 2016 · 16:00

Luego Elías dijo: - ¡Mira, tu hijo está vivo!”,
Luego Elías dijo: - ¡Mira, tu hijo está vivo!”

El niño corría por las polvorientas calles del pueblo de Sarepta. Subía por la escalera que estaba afuera de la casa para tratar de ver por las rendijas qué era lo que el visitante estaba haciendo. Su madre muchas veces le decía:

¡Niño, no subas la escalera, no molestes al varón de Dios!

Pero aquella mañana con el cielo gris el niño no corría como antes… La enfermedad fue muy breve y el desenlace se produjo.

Una de las tareas más difíciles de un médico es atender a un niño con una enfermedad terminal como cáncer. O una enfermedad infecciosa mortal. Y cuando ese galeno es también un padre parecería que se siente más.

La viuda de Sarepta había tratado sin duda de reorganizar su vida después del fallecimiento de su esposo. Luego viene esa crisis económica internacional donde hay hambre no sólo en Israel pero también en Tiro y Sidón (hoy en el país que se llama Líbano).

“Aconteció después de estas cosas que cayó enfermo el hijo de la mujer, la dueña de casa, y su enfermedad, fue tan grave que no quedó en él aliento”.

(1Reyes 17:17)

Parecería que lo que le provoca la muerte es algo que tiene que ver con la respiración o los pulmones. No sabemos si tuvo una neumonía o pulmonía severísima como una “bronconeumonía” o si tuvo un problema debido a debilidad de los músculos respiratorios y al sistema nervioso tal como poliomielitis que por supuesto puede provocar muerte por asfixia. Es decir, pienso que por frecuencia las causas más comunes de muerte en un niño con lo síntomas descriptos son neumonía (pulmonía), poliomielitis, o difteria.

En el versículo siguiente la mujer derrama su corazón y dice: “¿Qué tengo yo contigo, oh hombre de Dios? ¿ Has venido a mí para traer a la memoria mis iniquidades y hacer morir a mi hijo?”. Vemos en esta madre la reacción de un ser humano cuando una tragedia de tal magnitud sucede. Noten que cuando el niño fallece el profeta está allí. De alguna manera no se ha ido a un lugar lejano como sucede cuando Lázaro se enferma y muere y el Señor está en un lugar relativamente distante. Lo que esta mujer dice es algo así: ella reconoce la santidad del profeta de Dios.

A veces cuanto más nos conocen nuestros amigos se dan cuenta que no somos tan “santos”. Pero no es así con el profeta Elías. Ella ahora empieza a escudriñar el pasado en su vida. Sin duda en su juventud habrá participado en el culto de Baal. Probablemente el profeta de Dios ha hecho cosas de notoriedad antes del capítulo 17 donde encontramos su aparición “en la escena pública ” predicando el juicio de Dios en forma de sequía” por el pecado de idolatría. Sabemos que el rey Acab lo consideraba “su enemigo”.

Es decir, antes del capitulo 17 Elías ha tenido una actuación nacional denunciando el pecado de Acab y de Israel. Antes que se encontrara con el profeta esta mujer vivía una vida “normal”, o sea, ella no se consideraba mejor ni peor que los otros a su alrededor. Bien es cierto que vivía en la zona donde reinaba el padre de esa mujer impía llamada Jezabel.

Pero ahora que la muerte ha golpeado a la puerta de su casa se pregunta. ¿Será posible que la muerte de mi hijo es el resultado del pecado en mi vida? Habíamos dicho (capítulo anterior) que ella era una mujer que tenía temor reverencial de Dios y que estaba buscando la verdad. Esa fue la razón por la cual el Señor le mandó al mismo profeta Elías. Es que ahora que tiene delante de su presencia a este hombre tan santo se da cuenta que ella no era tan justa como se creía. Le pregunta: - ¿Qué tienes contra mí? ¿Qué es lo que te he hecho para que me pase esto que parece un castigo de Dios?

Pero decíamos también que aunque ella era una que buscaba la verdad su concepción de Dios no era en todo correcta. Estaba acostumbrada a esas divinidades paganas que actuaban con el principio de que si sus adoradores no hacían lo que ellas querían los castigaban cruelmente. Pero nuestro Dios no es así. El profeta Jeremías lo dice claramente: “Por la bondad de Jehovah es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” (Lm.3:22,23).

La frase “¿Qué tengo yo contigo?” se podría interpretar “¿Qué tienes en contra de mí?”- Sin duda que Elías no tenía nada en contra de ella. Después de todo el profeta le dio los alimentos por más de un año. Otros interpretan esta frase como “¿Qué tenemos en común tú y yo? Yo soy una pecadora y tú eres un hombre de Dios; esta relación me ha dañado” (Trench).

Esta señora ha sufrido a lo menos tres grandes reveses en su vida.

Primero perdió a su esposo. Quizás su consuelo era que tenía un niño sobre el cual ella podía volcar todos sus afectos y esperanzas.

El segundo golpe es cuando viene el hambre y está resignada a morir con su hijo después de comer el último plato de comida. Por supuesto que Dios utiliza la presencia del profeta para preservarlos en esta situación tan difícil. Notemos que ella no se queja a Dios de lo que ha acontecido.

Ahora ha llegado el tercer hachazo en la muerte de su hijo. La realidad es que ella no había hecho nada especial para merecerse este castigo. Dios en su infinita sabiduría y providencia ha permitido que esta tragedia sucediera. Por supuesto que a nosotros cuando nos pasa algo similar no podemos entender. Es una bendición y consuelo saber que “Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son llamados conforme a su propósito” (Ro.8:28).

Esta madre se está atormentando con la dolorosa pregunta: - ¿Por qué a mí? Nosotros siempre estamos pensando que la desgracia es debida a un pecado. Cuando los discípulos vieron al ciego de nacimiento (Juan 9) se preguntaron: “¿Quién pecó, este o sus padres para que naciera ciego?” y la respuesta fue: “No es que este pecó ni tampoco sus padres, mas para que las obras de Dios se manifestaran en él”.

V. 19: “Y él le respondió: - Dame tu hijo. Lo tomó del seno de ella, lo llevó al altillo donde él habitaba, y lo acostó sobre su cama”. Sin duda que este niño no era desconocido para Elías. Muchas veces al viajar nos hemos quedado en casa de hermanos en la fe. A veces hay un niño o una niña y siempre sucede algo así. Los dos primeros días “tienen vergüenza”. Si les preguntamos el nombre salen corriendo con la cara colorada.

Pero después de unos días se empiezan a acercar. Y yo me imagino que exactamente esto fue lo que sucedió con este niño. Sin duda que se ha establecido una relación entre el profeta y el niño. Es decir, cuando el profeta ora a Dios no lo hace por un niño desconocido sino por un ser humano con el cual él ha tenido contacto por mas de un año.

Nos podemos preguntar cuál sería la razón para que Elías tomara al niño y se lo llevara a su cuarto en el “altillo”. Creo que hay varias cosas a considerar. Este no fue un milagro como los registrados en el Nuevo Testamento donde el Señor Jesús daba la orden verbal y el milagro se producía. Por ejemplo, en “Lázaro ven fuera”, o al leproso: “Quiero, sé limpio”.

Aquí el profeta va a interceder intensamente por este niño. Se va a “estirar” sobre el niño de la misma manera que después lo va a hacer el profeta Eliseo. Quizás para la madre le sería muy difícil entender lo que el varón de Dios estaba haciendo. El mismo Señor Jesucristo cuando hizo el milagro de la hija de Jairo no permitió en la habitación a nadie más que el padre, la madre y los tres discípulos escogidos (Juan , Pedro y Jacobo).

El Señor Jesús se separó de la gente cuando sana al sordo y tartamudo. La Escritura nos dice: “y tomándole aparte de la multitud” (Mr. 7:33) y lo mismo con el ciego de Betsaida: “Entonces tomando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea”.

Pero creo que hay algo más a considerar y es que su “dormitorio” se había convertido en el lugar de su lucha en oración. Allí el profeta Elías ha estado muchas horas en oración sintiendo la presencia de Dios. Ese es el mejor lugar para llevar al niño. “Si la batalla (espiritual) ha de ser peleada ese es el mejor territorio para ganarla”.

No sabemos la edad del niño. Era lo suficientemente pequeño para que ella lo pudiera tener en su regazo y el profeta lo pudiera levantar en sus brazos sin problemas. No creo que fuera uno de esos jovencitos de 13 años que pesan 80 kilos o 160 libras. Nos imaginamos la escena.

El lo toma en sus brazos sin duda cuidadosamente y con cariño. El profeta ha estado en esa casa por más de un año y seguramente que se ha encariñado con este niño. Pienso en la madre cuando permite que el cuerpo muerto de ese hijo que ella había engendrado sea entregado completamente en las manos del varón de Dios. Yo no sé si podemos captar la ternura de esta escena.

 

Ella ignora qué es lo que el profeta tiene en mente. ¿Se imaginan ustedes qué hubiera sucedido si el profeta hubiera vuelto con el niño muerto y se lo tuviera que devolver en esa condición a su madre? Se hubiera anticipado un fracaso como el de los discípulos de Jesús en su intento con el joven endemoniado (Marcos 9:17). Creo que tampoco Elías sabe lo que va a hacer pero lo toma en sus brazos y hace lo único que podemos hacer en esas circunstancias y es orar al Señor. El texto sagrado nos enseña: “y lo acostó sobre su cama”.

En aquellos tiempos muchas casas tenían algo como lo que nosotros llamamos un “altillo” o sea un cuarto en el techo separado de la casa por el cual se podía llegar por una escalera exterior. Al no tener comunicación interna con la casa nadie podía desconfiar de la conducta moral de la viuda o de Elías. Leamos ahora el v. 20: “Entonces, clamando a Jehovah dijo: - ¡Oh Jehovah, Dios mío! ¿Aún a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciendo morir a su hijo?”. No es una oración monótona y sin energía.

El está clamando a Dios desde lo profundo de su corazón. Primero reconoce el señorío y la autoridad de Dios. Luego parecería que le “reprocha” a Dios por la muerte del niño. Digo parecería porque el profeta Elías es un hombre muy temeroso de Dios. Es un hombre de oración que tenía una reverencia y un conocimiento de Dios muy especial y muy íntimo.

Podía orar a Dios de esa manera que nosotros juzgaríamos casi irrespetuosa pero que en verdad no lo era. Muy a menudo observamos en las oraciones del Antiguo Testamento el uso del argumento. Es decir, de alguna manera el que ora le da a Dios una buena razón por la cual espera que Él hará lo que está solicitando. Por ejemplo, cuando Abraham intercede por Sodoma y dice: “No se enoje mi Señor, si hablo, sólo una vez más: - Quizás se encuentren allí diez..” (Gn. 18:32). Volvamos al v. 20: “¿Aún a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciendo morir a su hijo?”.

En un sentido “acusa” o hace responsable a Dios de lo que ha sucedido. En segundo lugar le hace “recordar” que no ha tenido en cuenta lo que esta viuda ha hecho por él. ¡Qué bueno es para nosotros saber que “Dios no es injusto para olvidar vuestra obra” (He. 6:10). El profeta Jeremías lo expresa muy bien al decir “Justo eres tú, oh Jehovah, para que yo contienda contigo. Sin embargo, hablaré contigo sobre cuestiones de derecho (12:1).

La oración de Elías es muy corta. En castellano tiene 20 palabras. Se puede decir en diez segundos. Por supuesto, esto puede representar solo la síntesis de la oración. Nos dice el versículo 21: “Luego se tendió tres veces sobre el niño y clamó a Jehovah diciendo: - ¡Oh Jehovah, Dios mío, te ruego que el alma de este niño vuelva a su cuerpo!”.

El Profeta de Dios que se tiende tres veces sobre el niño nos trae al corazón a Aquel que es Dios manifestado en carne. Allí en el huerto de Gethsemaní la Escritura nos dice: “Pasando un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo Padre mío, de ser posible, pase de mí esta copa. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú.”. Elías se tendió tres veces sobre el niño y oró. Jesucristo se postró en tierra sobre su rostro tres veces y oró.

Visualizamos la escena. El profeta se tiende sobre el pequeño cuerpo del niño muerto y no pasa nada. Lo hace una segunda vez y no pasa nada. Creemos que en cada ocasión repite la misma oración. Si fuéramos nosotros nos daríamos por vencido la primera o la segunda vez. Pero Elías era una hombre de perseverancia en oración y lo hace otra vez más. Observemos que la oración es muy concreta. El versículo 22 nos dice: “Jehovah escuchó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a su cuerpo, y revivió”.

Nos es un consuelo saber que el Señor en su compasión también nos escucha. Por eso la Escritura nos anima en Hebreos 4:16 “Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro”.

El niño comienza a respirar, abre sus ojos, se sienta sobre la cama y ve el rostro lleno de lágrimas del varón de Dios. Abre su boca y dice algo así como: - ¿Dónde estoy? Señor Elías, ¿qué estoy haciendo aquí? Quizás no tiene una respuesta. El siguiente versículo nos dice: “Elías tomó al niño, lo bajó del altillo a la casa y lo entregó a su madre- Luego Elías dijo: - ¡Mira, tu hijo está vivo!”

El primer milagro de una resurrección que está registrado en la Biblia se acaba de producir. El profeta lo lleva del aposento o altillo hacia donde está su madre. Allí está ella. Su rostro inclinado al suelo mientras las lágrimas cubre su semblante. De pronto es interrumpida por la voz fuerte y firme que le dice: - Mira, tu hijo vive. Jesucristo le dijo a Marta: “Tu hermano resucitará”. La mayoría de nosotros hemos llevado el cuerpo de un ser querido a ser sepultado, pero ahí no se terminó todo. Los creyentes en Jesucristo tenemos alguien más eficiente que Elías.

En las palabras de 1Ts. 4 13,14 “tampoco queremos, hermanos que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los demás que no tienen esperanza, porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios traerá por medio de Jesús y con él, a los que han dormido”. Elías subió los peldaños llevando un cuerpo muerto pero bajó la escalera del aposento de la mano de un niño lleno de vida.

El Señor Jesús bajará del cielo y llevará a los suyos en las palabras del v. 16: “Porque el Señor mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel y con trompeta de Dios y los muertos en Cristo resucitarán primero”.

Termina el capítulo diciendo: “Entonces la mujer dijo a Elías: -¡Ahora reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra de Jehovah es verdad en tu boca!”. Parecería que el hecho que por más de un año ha sido alimentada ella y su hijo no ha sido suficiente para convencerla que Elías es un hombre de Dios. Sin duda que después del milagro de la harina y el aceite ella sabía que Elías tenía “poderes” extraordinarios. Pero ahora que su hijo ha sido resucitado todo ha cambiado.

Ella sabe que algo ha pasado en su vida que nunca jamás ha sucedido. Un día vamos a estar en la presencia de Dios. Allí veremos a aquellos hermanos en la fe cuyos cuerpos los entregamos a la tierra esperando el día de la resurrección. ¿Se imaginan cuál será nuestro sentir al verlos allí resucitados en la misma presencia del Señor? Diremos como la mujer de Sarepta: - Ahora reconozco que la palabra del SEÑOR es verdad.

La madre toma a su hijo, lo abraza, lo besa y ahora llora con un llanto muy distinto porque son las lágrimas de gozo que sólo Dios puede dar. Ella puede decir como dirán los samaritanos mucho después: “Ya no creemos a causa de la palabra tuya, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo”(Juan 4:42). Opinamos que la referencia de He. 11:35 puede ser una alusión a esta viuda: “las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección”.

Dios en su Providencia tiene un plan y en ese van a instruirse a lo menos cinco clases de personas.

En primer lugar la viuda va a aprender que el profeta tiene una relación extraordinaria con el Dios de Israel. Y que ese Dios, a diferencia de los que ella conoció en su paganismo puede hacer maravillas cuando oramos a El.

Segundo, va a instruirse el mismo profeta Elías en cuanto a que el SEÑOR tiene un propósito en nuestras pruebas y aún tragedias. Las hermanas de Lázaro sin duda que no podían entender por qué el Maestro se quedó dos días en el lugar donde estaba y permitió que su hermano muriera.

Tercero, Este niño va a aprender mucho cuando crezca y se le explique con detalles todo lo que sucedió.

Cuarto, El futuro sucesor de Elías el profeta Eliseo va a educarse a como actuar en una situación que tiene ciertas características similares cuando resucita al hijo de la viuda sunamita (2Re.4:33,34).

En quinto lugar tú y yo aprendemos que el Señor Jesús es Aquel que vino “para destruir por la muerte al que tenía el dominio de la muerte” (He.2:14)

Un día el profeta sigue su camino y se despide de la viuda y de su hijo.

Allí queda una pequeña familia que ha experimentado la verdad de que Dios es el padre de los huérfanos y el defensor de las viudas,

La tormenta fue tremenda pero el arco iris fue mucho más hermoso.

 

Discusión médica.

Por frecuencia las causas más comunes de muerte en un niño con los síntomas descriptos son neumonía (pulmonía), poliomielitis, o difteria.

La posibilidad de otras enfermedades infecciosas del sistema nervioso debe ser considerada. La difteria, en la que el microbio produce unas toxinas, o venenos muy poderosos que dañan los órganos vitales tales como el corazón .

Queremos destacar que cuando la muerte se produce por una enfermedad infecciosa o tumoral es debido a la destrucción o daño severo de órganos vitales. En el caso de la neumonía por ejemplo los pulmones tienen un daño extenso. En la resurrección de este niño se producen a lo menos los siguientes actos simultáneamente:

1) el alma vuelve al cuerpo (v. 22)

2) el daño ocasionado por la enfermedad es restablecido completamente. Es decir, este niño no quedó con un “pulmón de menos”.

3) El agente que causó la enfermedad, como la bacteria, el virus o la célula cancerosa es destruida completamente. De lo contrario pocos días después el niño moriría nuevamente.

 

Ideas para clase de escuela dominical o grupo de estudio

Me imagino las preguntas que el niño le hizo a la madre la primera semana cuando llegó Elías: - Mamá, ¿quién es ese señor que vive en el altillo arriba? Y la madre le habrá dicho algo así como: - Es un profeta de Dios. Y el niño le vuelve a preguntar: - Y ¿qué es un profeta de Dios? Sin duda que las preguntas que le habrá hecho al mismo Elías harían una lista muy larga: - Señor profeta, mi mamá me dijo que Ud. es el que hace que no llueva. ¿Es verdad que Ud. puede hacer llover o mandar una sequía?

Notas

Es muy interesante que en los casos de resurrección las mujeres parecerían que tienen siempre un rol primordial. Lo vemos en el caso cuando Eliseo resucita al hijo de la sunamita. Lo mismo en el caso del hijo de la viuda de Naín. En el caso de la resurrección de Lázaro vemos a sus hermanas Marta y María. En el caso de la hija de Jairo es la mujer que interrumpe el viaje y toca el borde del vestido del Señor. En la resurrección del Señor el primer ser humano que ve a Jesucristo resucitado es una mujer.

Temas a considerar en meditación o grupo de estudio

1) Qué hacer cuando todo parece perdido.

2) El poder de la oración

3) La misericordia y poder del Señor.

 

Del libro: Cuando Dios hace Maravillas

Autor: Dr. Roberto Estévez

Publicado por: Editorial Mundo Hispano Casa Bautista de Publicaciones

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ahondar y discernir - Cuando la muerte de un niño llena de dolor una familia