¿Es ofensivo ‘vivir en misión’?
Ya es tendencia mundial la destrucción de lugares de culto cristiano. ¿Qué es lo que genera tanto odio cuando se predica a Jesucristo? ¿A quiénes ofendemos al dar testimonio de nuestra fe?
30 DE ABRIL DE 2016 · 09:38
Como ya he comentado alguna vez, durante mi niñez las lecturas de aventura ocupaban gran parte de mi tiempo libre. Emilio Salgari, Mark Twain, Edmundo D’Amicis y otros me atrapaban con su saber contar. El director de la Escuela Dominical sabía de mi interés y me regalaba libros sobre la vida de misioneros. Así supe de hombres de la talla de David Brainerd entre los nativos Delaware en EE.UU., Albert Schweitzer en Gabón y James Hudson Taylor en la China interior. Las vidas de estos hombres llamados por Dios a servir a sus semejantes quedaron en mi subconsciente junto a las hazañas de héroes de historieta como Súperman, Tarzán y Misterix. Con el tiempo, la ficción fue dando lugar a la realidad y la actualidad revive aquellas vidas consagradas a Jesucristo.
Los masivos y crueles ataques perpetrados a diario sobre cristianos profesantes en China traen a mi memoria la vida de aquel niño que, a los cuatro años de edad, decía ‘cuando sea mayor seré misionero en China’. La biografía de James Hudson Taylor ocuparía varios volúmenes si alguien pudiese contarla de manera completa. Me valdré de una sintética crónica adaptada de un escrito de Jim Adams 1 en un intento por responder a los interrogantes del título y copete de este artículo.
Ya en 1907 se decía:
“Nos seguimos esforzando por elaborar nuevos métodos, nuevos planes y nuevas organizaciones (…) Las personas son el método de Dios. La iglesia está buscando mejores métodos; Dios está buscando mejores personas.”
Estas palabras siguen vigentes y pertinentes al movimiento misionero contemporáneo. Alarma ver tanto énfasis en la elaboración de planes estratégicos sin un esfuerzo correspondiente en la formación de personas “estratégicas”.
James Hudson Taylor fue una persona físicamente pequeña; pero Dios “hizo mucho” en él y por su intermedio para evangelizar millones de chinos que no habían escuchado el nombre del Señor Jesucristo ni una sola vez. Dios usa las vidas de personas a Él consagradas, aunque sean débiles.
Veamos cuatro aspectos importantes de la vida de este misionero que cambió la historia de China.
1. Tuvo el valor de cambiar esquemas que no servían para evangelizar a los no alcanzados
El hombre y la mujer a quien Dios usa de manera estratégica necesitarán de valentía si no desean seguir las formas convencionales; como consecuencia, tendrán que enfrentar las críticas que siempre acompañan el rompimiento de esquemas establecidos. Taylor decidió utilizar la vestimenta local como manera de adaptarse a la cultura china. Además, también insistió en que los misioneros de la Misión al Interior de la China (MIC) usaran palillos chinos para comer y que aceptaran la rigidez de la estructura social y el pensamiento chinos, asumiendo el papel de maestros bajo autoridad de mandarines y otros reconocidos personajes sociales. Por hacerlo, Taylor sufrió un sin números de inmisericordes ataques de otros misioneros y cristianos ingleses por la cosmovisión imperialista de Inglaterra que no concebía a la cultura china al mismo nivel que la inglesa.
A pesar de los ataques acalorados, Taylor no cedió. Estaba convencido de que el evangelio nunca podría alcanzar a las masas chinas si se seguía presentando como una religión occidental. En una carta, Taylor defendió sus principios con estas palabras:
“Nuestra misión fracasará en cuanto a la evangelización extensiva del interior si no aceptamos este principio (de la adaptación cultural) como misión.” 2
Para Taylor era menester no sólo “adaptarse” a la cultura de manera externa sino, en las palabras del apóstol Pablo, hacerse chino para ganar a los chinos.
Otro esquema que Taylor rompió fue el de limitar la participación en las misiones a las clases privilegiadas y educadas de Inglaterra. En los tiempos de Taylor sólo los pastores ordenados se consideraban calificados para servir como misioneros. El primer grupo de misioneros de la MIC que acompañó a los Taylor en su regreso a la China incluyó un herrero, dos carpinteros, un albañil, dos tutoras, dos maestras de Biblia, y un mecánico que arreglaba maquinaria agrícola.
Para Taylor la fe, la visión misionera, y la disposición de sufrir por el evangelio eran de mayor importancia que los títulos. En 1870, apenas cinco años después de la fundación de la misión, un misionero bautista que había visitado a la mayoría de los 33 misioneros de la MIC escribió sobre ellos “tienen un espíritu abnegado, con claridad de propósito; un espíritu de fe, de amor, y de humildad. Se mantienen con la mitad de los fondos recibidos por los misioneros más establecidos y hacen dos veces el trabajo de muchos de ellos.” 3
2. La sumisión a Dios como Padre
En abril de 1865, Taylor ya había pasado cinco años en la China y conocía de primera mano los peligros de la enfermedad y la violencia de las turbas contra los extranjeros. Él mismo había estado al borde de la muerte más de una vez, y sabía que si reclutaba misioneros y los llevaba a la China, algunos de ellos morirían allá. Como líder de la misión, Taylor sería el responsable. Caerían sobre él el llanto y los reclamos de los que sufrirían la pérdida de un ser querido. Entonces ¿qué hacer? Si obedecía a Dios, Taylor temía que la carga de ser responsable por el cuidado de los nuevos misioneros se hiciera demasiado pesada para él.
El dilema se volvió insoportable, y Taylor decidió apartar un domingo por la mañana para estar a solas con Dios en la playa de Brighton y esperar su respuesta. Después de unas horas, recibió su respuesta. Por primera vez entendió que la carga de responsabilidad no era de él, sino de Dios:
“Pues, si estamos obedeciendo al Señor, la responsabilidad descansa en El, no en nosotros. Tú Señor, Tú me llevarás esta carga. Toda la responsabilidad estará sobre Ti, Señor Jesús; las consecuencias estarán sobre Ti; Tú dirigirás, cuidarás y guiarás a los obreros y a tu servidor. Yo pediré que los obreros se ofrezcan.” 4
La raíz de la sumisión de Hudson Taylor estaba en su confianza en Dios como su Padre. Dios demandaba sumisión absoluta, pero, lo hizo como su Padre.
El pensamiento que dominaba el corazón de Taylor fue que él servía a Dios en una relación de amor. Dios lo había llamado y él se había rendido como un instrumento en las manos de Dios. Por lo tanto podía hacer todo lo que quisiera con él, y era el responsable por dirigirlo; pero, también era su Padre; el que le había llamado y lo amaba tanto que nunca permitiría que le faltara algo.
Hudson Taylor nos enseña que la sumisión absoluta depende del pleno desarrollo de la fe filial en el creyente. Los misioneros que saldrán de América Latina para llevar el evangelio a los no alcanzados, tendrán que cultivar la misma clase de confianza en Dios como Padre para enfrentar el costo de abrir brecha en los lugares bajo el dominio de Satanás.
3. La humildad para vencer el mal con el bien
El líder del grupo opositor de Taylor fue Lewis Nicol, quien rechazó la práctica de adaptación que aquél había establecido. Nicol se sentía superior a los chinos, y no creía necesario ni conveniente la humillación de aceptar la vestimenta y las costumbres de una raza oriental. No callándose en su oposición, Nicol lanzó una campaña de chismes contra Taylor, que incluyó el envío de cartas a Inglaterra con el fin de desacreditarle ante sus amigos y los que apoyaban económicamente el ministerio de la MIC. La división generada por Nicol puso al borde de la desintegración a la misión, sólo dos años después de su inicio.
La MIC se salvó por la humildad de Taylor. Respondiendo a la oposición de Nicol con amor y paciencia recibió testimonios a favor; el de la misionera Jenny Faulding en una carta a su padre:
“Si usted pudiera verlo a diario, estaría admirado de su espíritu abnegado, su humildad y su dedicación perseverante. Muy pocos en su lugar hubieran soportado las cosas con amor como él.” Otro misionero veterano de China testificó: “Taylor era el siervo de todos, aún siendo el líder de la Misión. Nunca le pidió a otros que hicieran lo que él no estaba dispuesto a hacer personalmente.”
En agosto de 1867, la hija mayor de Taylor enfermó. Hudson tuvo que viajar a Hangchow para atender unos asuntos de la Misión, pensando regresar el día siguiente para atender a Graciela. Pero mientras estaba en Hangchow le llegó un aviso urgente de que la misionera Jane McLean, opositora de Taylor, estaba grave. Taylor respondió a esta necesidad pastoral, pero cuando llegó, descubrió que la misionera Jane no estaba en peligro. Al regresar a su casa encontró que su hija ya no estaba consciente. Él mismo le diagnosticó encefalitis; y la pequeña pasó a la presencia del Señor. La muerte de Graciela provocó una reacción de compasión en los demás misioneros, aún en la mayoría de los que se oponían al liderazgo de Taylor. La muerte de esta preciosa niña había salvado la vida de la MIC.
4. La continuada búsqueda de una comunión íntima con Cristo
Muchos que no conocen de la vida de Hudson Taylor han oído de su “secreto espiritual”. Para él era solo un entendimiento más maduro de la suficiencia de Cristo ante toda necesidad y la abundancia de paz y gozo que resultan de descansar en Él. No lo veía como un esfuerzo por tener fe en Cristo o por aumentar la fe en Él, sino como poner la mirada siempre en Cristo el Fiel. Según Taylor, su error había estado en intentar ‘sacar’ fortaleza y paz de Jesús en lugar de descansar en Él para recibir su fortaleza y paz. Definió así su ‘secreto espiritual’:
“Soy UNO con Cristo” ¡Oh meditemos en lo maravilloso que es ser uno con el Salvador Resucitado! ¿Puede ser Cristo rico y yo pobre? ¿Puede ser tu mano derecha rica y la izquierda pobre o tu cabeza alimentada y tu cuerpo desnutrido? Lo mío es obedecer, el dirigir es de Él.”
Las múltiples cargas de dirigir la MIC no disminuyeron pero Taylor las enfrentaba con paz y serenidad. Los misioneros más jóvenes lo recordaron como un líder enérgico quien los trataba con amor, como un padre que supo jugar con sus hijos. El “secreto” de Hudson Taylor no fue sólo un optimismo efímero. El próximo año, su hijo Sammy murió en febrero y luego en julio su amada María y el recién nacido Noel también pasaron a la presencia del Señor. A pesar del dolor indecible de estas pérdidas, la fe de Taylor no flaqueó; había aprendido cómo descansar en el amor de su Salvador.
En 1894, más de 600 misioneros de la MIC estaban en el interior de China. A los 30 años de servicio misionero Taylor dijo: “Dios me escogió porque yo era débil. Dios no hace su obra por medio de comités grandes. Él prepara a alguien para que sea suficientemente manso y pequeño, y luego Dios lo usa.”
El avance, la expansión, y el éxito del movimiento misionero en el mundo de habla hispana no dependerán de mejores métodos, sino de mejores hombres y mujeres. Ser usado por Dios es una ofensiva contra el enemigo de Jesucristo para rescatar a los perdidos.
¿Quién entre nosotros será suficientemente débil para que Dios lo use? ¿Quién será tan pequeño en esta generación para que Dios le use como usó a James Hudson Taylor?
Notas
Ilustración: niños orando en un destruido edificio de culto cristiano en un país oriental.
Adaptado de EL MISIONERO TAN PEQUEÑO QUE DIOS LO PUDO USAR, Lecciones de la vida de James Hudson Taylor, por Jim Adams
01. Traducido de ‘Preacher and Prayer‘por E.M. Bounds (Worldwide Publications, 1993): 9
02. J.C. Pollock, Hudson Taylor and Maria, pioneers in China, (Zondervan, 1962): 170
03. Ibíd. 201
04. Ibid. 145
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