Sensibles a los peligros de la avaricia

Pablo quería que reconociéramos que el problema no es el dinero sino el amor al dinero.

13 DE ABRIL DE 2016 · 17:35

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A menudo los pastores tienen que escuchar a las personas cuando revelan los secretos más oscuros de sus vidas. A lo largo de los años, ellos llegan a creer que han escuchado casi todo pecado confesado. Así que, me desconcerté cuando leí que el gran predicador del siglo XIX, Charles Spurgeon, una vez había comentado que virtualmente había escuchado todo pecado confesado, excepto el de avaricia. Me di cuenta de que mi experiencia, más de cien años después, era la misma. Nunca había escuchado a nadie confesar avaricia, aun cuando ha habido ocasiones en las que se trataba de un diagnóstico bastante obvio. También me di cuenta, en mis momentos de mayor honestidad, que yo mismo lucho con la avaricia, al querer lo que otros poseen y yo no. El dinero no es el único centro de la avaricia, pero es uno fundamental en nuestra cultura.

Pablo quería que reconociéramos que el problema no es el dinero sino el amor al dinero. En 1 Timoteo 6:9, dijo que aquellos que están ansiosos por enriquecerse son los que están en peligro espiritual. Las palabras exactas de Pablo fueron: “Pero los que quieren enriquecerse”, es decir, aquellos que han puesto sus corazones en la riqueza. Es tentador ver la avaricia como el problema de los demás, en especial de aquellos que tienen más dinero que nosotros. Pero sabemos que “querer enriquecerse” no es algo exclusivo de los adinerados. De hecho, los que no tienen dinero son a los que, a menudo, les consume un deseo por adquirirlo. Esa es la razón por la que tenemos que leer las palabras de Pablo cuidadosamente. Estas no se aplican solo a aquellos con las rentas más elevadas. 1 Timoteo 6:10 es uno de esos versículos que las personas a menudo citan mal y distorsionan. Escuchamos decir que la Biblia enseña que “el dinero es la raíz de todos los males”. 

La riqueza no viene sin peligros, pero lo que Pablo dijo indica que el problema no es el dinero sino el “amor al dinero”, un deseo que puede afectar a ricos lo mismo que a pobres. 

Es importante mantener el equilibrio de la Escritura. Los ricos han de usar su riqueza y disfrutarla responsablemente, pero no han de amarla. Algunos de los héroes de la fe en la Biblia eran personas de gran riqueza, creyentes tales como Job, Abraham, David, y Nehemías. Otros disfrutaron de posiciones de prominencia y prosperidad, tales como José y Daniel. Ninguno de estos hombres fue condenado por lo que poseía, ni vivió para sus posesiones. 

Abraham supo lidiar con la riqueza; su sobrino Lot fue seducido por ella, haciendo elecciones tontas y malvadas. El problema no es el valor financiero sino los valores del corazón. 

La avaricia es un problema apremiante en nuestra cultura de consumo. Hemos vivido una década de absoluta crisis después de una década de fenomenal expansión en la economía. Cualquiera que sea la dirección en la que vaya la economía, el hecho es que somos personas que miden el éxito en términos de prosperidad económica y posesiones materiales.

Las ganancias instantáneas producidas durante el auge de la fiebre por las compañías con base en Internet (y que tenían la terminación .com), los contratos firmados por los atletas que nos dejaban boquiabiertos, y el ritmo del énfasis en cuanto a lo que los índices de los valores en bolsa tales como el Dow Jones o el NASDAQ han hecho hoy, nos seducen a medir nuestro valor personal por nuestro saldo final. Pero suficiente nunca es suficiente. Los atletas que firmaron contratos que aparecían en los titulares de los periódicos amenazan dos años después con negarse a cumplirlos porque alegan que no se les paga ni se les aprecia lo suficiente. El autor del antiguo libro de Eclesiastés lo dijo hace miles de años: 

“El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias [...] Cuando aumentan los bienes, aumentan también los que los consumen” (Eclesiastés 5:10-11). 

En la edición de la revista mencionada anteriormente, los editores reflexionaron sobre los resultados de un estudio que habían hecho entre sus altamente exitosos lectores: 

Tarde o temprano, todo se reduce a dinero. Para la mayoría de los encuestados, el dinero es lo que más importa. La mayoría de ellos informaron que el dinero es el factor más poderoso para su éxito, su satisfacción, y su capacidad para determinar la estructura y la sustancia de sus vidas. 

Si el dinero es tan importante, ¿cuánto más necesitaría la gente para dejar de preocuparse? […] La respuesta final parece ser que no existe lo “suficiente”. 

También les pedimos a las personas que designaran diversos bienes y servicios como indicadores de éxito o una señal de exceso - y surgió un patrón similar. Cuanto más dinero adquirían las personas, más frecuente era considerar los automóviles caros, las casas grandes, y las cenas en restaurantes elegantes como sus justas recompensas. Queremos tenerlo todo: más dinero y más tiempo. Más éxito y una vida familiar más satisfactoria. Más comodidades y más salud (págs. 114, 116).

En ciertos aspectos parece extraño leer esas palabras ahora, después del colapso de muchas compañías tecnológicas y de la caída en las bolsas de valores. Muchas personas que parecían ricas más allá de toda imaginación debido al valor de sus acciones en la bolsa de valores, se encontraron en circunstancias financieras bastante diferentes menos de un año y medio después. Pablo describió la incertidumbre de las riquezas en 1 Timoteo 6:17, pero, para ese momento, su preocupación se centraba en los efectos corruptores del amor al dinero. Es cierto, reconocen los editores de Fast Company, que suficiente nunca es suficiente. Pero lo que los editores no hacen es darle su propio nombre a la enfermedad: avaricia. La ley fundamental es que, a medida que crecen las adquisiciones, también se incrementan las aspiraciones. La palabra griega que se traduce como “avaricia” significa “un deseo de tener más”. En la opinión del Señor Jesús y los apóstoles, esta no es sólo una tendencia a evitar en una sociedad capitalista de consumo. En verdad, es un enemigo mortal del alma que nos tienta a ignorar la línea Plimsoll y sobrecargar peligrosamente nuestras vidas.

Por lo menos son cuatro las maneras en las que el amor al dinero tiene un poder corruptor.

 

1. La avaricia corrompe nuestra visión de la verdad de Dios. A lo largo de 1 Timoteo, Pablo se comprometió a luchar contra los falsos maestros. En 1 Timoteo 6:3-5, los describió por última vez en su carta. El objeto que quería destacar era sencillo: la teología defectuosa produce estilos de vida defectuosos. Pero detrás del mensaje mentiroso de estos maestros había también un falso motivo: ellos “suponen que la piedad es un medio de ganancia”. Esto parece querer decir que fingen ser piadosos y espirituales para poder engañar a otros y hacer que paguen por su falsa enseñanza. Detrás de su fachada de aprendizaje y perspicacia espiritual se encuentra un corrupto deseo por hacer dinero. 

 

2. La avaricia contamina nuestros valores. “Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos” (1 Timoteo 6:9). Todos nosotros encontramos tentaciones, pero Pablo sugiere que hay algunas especiales para las personas que tienen sus corazones puestos en enriquecerse. En el idioma original hay insertado aquí un fascinante juego de palabras. La palabra griega para “medio de ganancia”, o ganancias, que se usa en 1 Timoteo 6:5 es porismos. La palabra griega para “tentación” es peirasmos. Los opositores de Pablo imaginaban que “la piedad es un medio de ganancia (porismos)”. Pero la avaricia de ellos significaba que su búsqueda de ganancias se había convertido en un encuentro con la tentación (peirasmos). No es difícil darse cuenta de lo que Pablo tenía en mente. Un deseo por obtener un ascenso o un contrato me presiona para que ignore a mi familia. Una oportunidad demasiado buena como para dejarla escapar me tienta a transigir en mi integridad. El deseo por congraciarme con aquellos que pueden hacer avanzar mi carrera me lleva a esquivar mis convicciones y a imitar el estilo de vida de ellos. La posibilidad de tener dinero extra me seduce a distorsionar mi cuenta de gastos o mi declaración de impuestos.

“La obsesión por adquirir riqueza es un fuego que se alimenta a sí mismo. No solo consume tiempo y energía, sino también valores. La riqueza lleva a las personas a círculos donde las reglas son diferentes, la presión de sus colegas es tremenda, y los valores están totalmente distorsionados” (Philip Towner, 1-2 Timothy & Titus —1-2 Timoteo & Tito—, p.139).

El anhelo por las riquezas genera otros deseos y hace que las cosas se precipiten en una espiral descendente. 

 

3. La avaricia le da una vuelta de campana a nuestra vida. Cuando Pablo escribió sobre “deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición” (1 Timoteo 6:9), usó un lenguaje que tomó prestado del mundo de la navegación.

La única vez en que la palabra hundir se usa otra vez en la Biblia es en Lucas 5:7. Cuando Pedro y sus ayudantes intentaron recoger la pesca milagrosa, ellos “llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían”. Así como Samuel Plimsoll reconoció la necesidad de una línea de carga en un barco para evitar que este se sobrecargara, nosotros necesitamos una “línea de la avaricia” para evitar exponer nuestras vidas a “la ruina y la perdición”. En el sentido más directo, debido a que no podemos amar o servir a Dios y al dinero (Lucas 16:13), aquellos que aman las riquezas no conocen a Cristo y están destinados a la destrucción total. Sin embargo, también hay una aplicación para el seguidor de Cristo. La palabra ruina en el uso bíblico implica “la pérdida de todo lo que hace que la vida valga la pena” (Moulton & Milligan, The Vocabulario Of The Greek New Testament -El vocabulario del griego del Nuevo Testamento-, p.445). Warren Wiersbe lo explica: 

El dinero es el “dios de este mundo”, y le da el poder a millones de personas para disfrutar la vida viviendo de sustitutos. Con dinero, pueden comprar entretenimiento, pero no pueden comprar gozo. Pueden ir a la farmacia y comprar sueño, pero no pueden comprar paz. Su dinero atraerá a muchos conocidos, pero a muy pocos amigos verdaderos. El dinero les da la admiración y la envidia de los demás, pero no amor. Compra los mejores servicios médicos, pero no puede comprar salud. Sí, es bueno tener las cosas que el dinero puede comprar, siempre que no perdamos las cosas que el dinero no puede comprar (On Being A Servant Of God -Acerca de ser un siervo de Dios-, p.142). 

 

4. La avaricia ahoga nuestra fe. “El amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores” (1 Timoteo 6:10). El Señor Jesús vio la codicia como un enemigo mortal del alma, y su advertencia fue directa: “Estad atentos y guardaos de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes” (Lucas 12:15). La vida no se basa en las posesiones. Solo Dios es la fuente de la vida; solo Dios tiene el control de la vida; solo Dios da la vida. La confianza en el dinero no puede coexistir con la fe viva en Dios. 

Navegar a salvo por la vida, en un mundo de consumismo crónico y compulsivo, requiere que desarrollemos límites de carga claros. El materialismo representa un peligro que en cada aspecto es tan peligroso como los bancos de icebergs de la Península de Labrador lo fueron para el Titanic. Es fácil, en retrospectiva, ver la insensatez del capitán y de los propietarios del gran barco, navegando a todo vapor a través de esas aguas peligrosas. Los icebergs son bellos para admirarlos pero encontrarse con ellos es peligroso y exige que procedamos con cautela. Lo mismo pasa con el materialismo. 

El desastre está a la espera cuando convergen una cultura de consumismo y un corazón avaro. Pero la Escritura jamás nos llama simplemente a evitar lo negativo. Nos desafía a buscar lo positivo. 

 

(Continuaremos en próximos artículos.)

 

(Artículos extraídos y adaptados del librito Cultivemos un corazón de contentamiento, escrito por Gary Inrig y publicado por Ministerios Nuestro Pan Diario en su serie Tiempo de Buscar. Puedes encontrar este y otros libritos sobre diferentes temas en: http://nuestropandiario.org/2009/09/serie-tiempo-de-buscar/

El link para la descarga de este librito en concreto es: http://d38mwqd0l2astu.cloudfront.net/files/2011/01/V3270_Contentamiento.pdf?7489a8

Si deseas más información, puedes escribirnos a [email protected].

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Intimidad con Dios - Sensibles a los peligros de la avaricia