La depresión en la Biblia

La Biblia nos presenta muestras de los tres tipos de depresiones que mencionamos en el artículo anterior: somatógenas, psicógenas y noógenas

20 DE MARZO DE 2016 · 09:30

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Ya en el Antiguo Testamento nos encontramos con un importante personaje, el rey Saúl que padecía, sin duda alguna, un trastorno psico-afectivo de naturaleza endógena, que cursaba con fases depresivas de carácter violento.

Llama la atención que en una época tan lejana ya se pensase en tratamientos tan adelantados como la musicoterapia. Los servidores de este rey le aconsejaron que hiciera venir al joven David, hijo de un tal Isaí de Belén, que tocaba muy bien el arpa, para que cuando Saúl tuviera sus descompensaciones psico-afectivas, pudiera mediante la terapia musical volver a recuperar su equilibrio y homeostasis emocional.

Este relato lo encontramos en el libro de 1ª de Samuel 16:14-23. Por la importancia clínica y psicopatológica del mismo, vamos a reproducir lo mas destacado de esta afección anímica: “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová.

Y los criados de Saúl le dijeron: diga pues mi Señor a tus siervos que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, el toque con su mano y tengas alivio. Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén que sabe tocar… Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a David tu hijo… vino David y él le amó mucho… Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él”.

Sin duda alguna que aquí tenemos un pasaje que para comprenderlo es necesario proceder a una desmitologización del mismo. Cualquier interpretación literalista daría lugar a una serie de conceptos erróneos sobre lo que la Biblia enseña acerca de los síndromes depresivos.

Tenemos que decir, aunque este no sea el lugar más adecuado, que en el fondo de todos o la mayoría de las enfermedades mentales existe una problemática con Dios.

Esta aseveración, tan arriesgada (y más que discutida), solo se puede comprender y aceptar cuando se ha acumulado la casuística suficiente para apoyar tal hipótesis.

No sucede nada en la esfera de la intimidad, somática, fisiológica, anímica o pneumática en la que Dios no intervenga. El rey Saúl sufría lo que ha devenido denominándose una depresión endógena o depresión mayor, que cursaba clínicamente como una depresión cíclica, circular o fasotímica.

No se nos narran, en este caso, alteraciones del estado de ánimo exaltado, como para pensar, en lo que modernamente se denomina trastorno bipolar.

Como ejemplo de depresiones psicógenas, nos encontramos con un caso muy claro en la vida del rey David. La historia se encuentra en el 2º libro de Samuel y en los capítulos 11 y 12.

Resumiendo: David y la esposa, de uno los generales y héroes mas distinguido de sus ejércitos Urías heteo, cometen adulterio. Betsabé queda embarazada y para salvar su honra, David planea una estrategia vil que terminará con el asesinato de su siervo Urías heteo. En este caso funcionan los mecanismos de defensa del YO, en la esfera de la intimidad de David, para reprimir los sentimientos de culpa; y el rey los relega al estrato inconsciente de su corazón.

Pero Dios envía a un mensajero a David, y al escuchar una historia que le cuenta el profeta Natán, se conmueven sus entrañas y, los sentimientos de culpa reprimidos, al entrar en función su Superyo (conciencia ética del bien y del mal), ascienden al campo de su conciencia, la desestructuran, y éste desarrolla una depresión reactiva, que se intensifica con una enfermedad muy grave del niño, que fruto del adulterio, que dio a luz Betsabé.

La terapia adecuada en este tipo de depresiones sería de naturaleza psicoterapéutica enfocada según las vivencias de una persona creyente; que fue la que en realidad se utilizó por parte de los servidores del Rey David, y con la que coadyuvó, la descarga catártica que David hizo reconociendo su pecado y pidiendo perdón a Dios.

Aquí se trata de una depresión reactiva de naturaleza psicógena. Todo el proceso está perfectamente especificado en el Salmo 51.

Las depresiones noógenas son aquellas que tienen una etiología pneumática (espiritual) y solo pueden ser abordadas con una terapéutica especial denominada Logoterapia.

Por su naturaleza idiosincrásica, tan específica, este tipo de depresiones, para enfocarlas terapéuticamente, demandan tener un conocimiento profundo de las Sagradas Escrituras, que no suele ser lo habitual en la mayoría de los expertos en salud mental, y una formación muy sólida desde el punto de vista existencial y psicoanalítico.

Por lo cual, las depresiones noógenas no suelen ser diagnosticadas como tales: se las incluye en el amplio marco de las depresiones existenciales sin más. Por consiguiente las diversas estratégicas terapéuticas van fracasando y la desmotivación termina afectando tanto al paciente como al terapeuta .

La Logoterapia es un tratamiento psicoterapéutico que aprovechando el conocimiento, que nos da la investigación psicológica del paciente, se aplica a sus circunstancias noógenas y espirituales los recursos que la Palabra de Dios (el Logos) nos aporta.

Este es un campo peligroso, donde el intrusismo tiene amplias posibilidades. Muchos creyentes, que por el hecho de serlo se consideran capacitados para ejercer como logoterapéutas. Creen que se trata de aplicar literalmente versos de la Biblia a la sintomatología de la persona que padece una depresión noógena, ignorando que el remedio puede ser peor que la enfermedad.

Hoy que hay tantos aficionados a actuar de “psiquiatras y de psicólogos”, sin la preparación imprescindible mínima y adecuada, es necesario recordar aquellas palabras, tan importantes, del Señor Jesús: Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos.

Mi conclusión al final de este capítulo es que sigo sin ver contradicciones entre la Biblia y la Ciencia, concretamente, en este campo de los trastornos psicoafectivos.

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